Quienes viven con culpa establecen dentro de sí pensamientos rígidos, normas inflexibles y principios imposibles de alcanzar cuyo objetivo final es boicotear el éxito, obligándose así a vivir en medio de un fracaso continuo.
Se trata de pensamientos que terminan haciéndote creer que el objetivo fundamental de tu vida es permanecer y subsistir como puedas, distrayéndote de esta forma de lo fundamental de la existencia: crecer, multiplicarte y cumplir tus sueños. Esta estructura de pensamiento se detendrá en los errores o fracasos que por los que hayas atravesado sin recordar ningún obstáculo ni circunstancia difícil que hayas superado en el pasado.
Nos sucede a todos: sin darnos cuenta nos sometemos a mandatos, voces internas y externas que nos colocan en un lugar desde el cual la posición de víctima o de culpable es la que mejor nos queda. Los otros se transforman en responsables de nuestro destino y así dejamos de hacernos cargo de nuestros propios objetivos. De esta forma obtenemos el beneficio secundario de depositar en el otro toda la culpabilidad de nuestros desaciertos y desdichas y de hacer de nosotros pobres seres humanos errantes y carentes de valor y dominio propio para decidir sobre nuestro hoy y nuestro mañana. Nos aferramos a dichos y voces:
Todas éstas son maneras sutiles de transmitir las culpas que nos detuvieron en el camino hacia la búsqueda de la felicidad y del bienestar que nos merecemos. Son culpas ajenas generadoras de insatisfacciones continuas. Son culpas que se alimentan de mandatos externos y sociales y de emociones internas no resueltas que siguen teniendo poder y valor sobre nuestras vidas. Hay personas que han sido criadas en familias que las han hecho responsables de la separación de los padres, de la pérdida del trabajo de la madre que en un momento decidió quedarse en su hogar para cuidarlas o de las frustraciones profesionales de sus tutores. Y así podríamos seguir enunciando los mandatos que cada familia se encargó de transmitir a tantas personas.
Se trata de creencias culturales que jamás te permitieron alcanzar ni disfrutar en absoluto de nada. Son las exigencias que demandaban que dieras más, siempre un poco más, y claro, como no pudiste alcanzar ese parámetro de perfección, terminaste ubicándote en el lugar de la víctima, acarreando culpas que no te correspondían.
En este punto es necesario que nos detengamos. Lo que decidimos escuchar y aceptar como
nuestro
es lo que nos enferma y nos detiene.
Ten en cuenta que
con lo que aceptamos, anulamos, postergamos o generamos nuestro éxito.
¿Quién maneja el control remoto de tus emociones y pensamientos?, ¿quién decide qué pensar, qué sentir?
Sólo tú. Dependerá de ti, de tu decisión de ubicarte en un lugar de víctima o de poder sobre tu propia vida.
Las personas suelen decir:
Si escuchas estas frases es porque colocaste el poder que tienes sobre tus propias emociones en los demás. Así es como son los otros quienes terminan controlando cómo te vas a sentir o qué es lo que vas a hacer.
Aceptando este trato, cualquiera podrá decirte qué hacer y qué no; los demás podrán manejarte y lastimarte con permiso, sí, con el permiso que tú les diste al ceder el lugar de control y poder sobre tu vida.
No fuimos creados para vivir de limosnas, ni lisiados de afectos. Nadie tiene derecho a castrar nuestros sueños más profundos ni a asegurar qué es lo que nos conviene o no. La felicidad y el éxito, la desdicha y el fracaso serán el resultado sólo de tus propias decisiones.
Todo lo que hayas dejado de lado para conformar a los demás puede ser recuperado si te lo propones y decides no postergar más tu deseo. Muchas veces no somos felices porque estamos ocupados tratando de agradar a los otros o encargándonos de responsabilidades equivocadas, que pertenecen a terceros. Consumimos todo nuestro tiempo erróneamente y cuando queremos saber adónde se fueron tantos años de nuestra vida, cuando necesitamos apuntar lo que hicimos en el transcurso de la misma, nos damos cuenta de que malgastamos el tiempo que necesitábamos para ocuparnos de lo prioritario e importante: nosotros mismos.
Desperdiciamos más horas tratando de conformar y gustar a los otros que en ocupamos de nuestra propia vida
Y en esa vorágine de ser aceptados nos olvidamos de que primero necesitamos respetarnos a nosotros mismos y aprobarnos para poder ser aceptados por el resto.
El cielo va a estar lleno de gente buena, ¿pero de cuántos hombres justos y exitosos que cumplieron con su propósito? ¿de cuántos hombres que a partir de sus logros supieron convertirse en mentores de otros?
Si te aferras a tu propósito lograrás hacer lo que nunca hiciste, y entonces todo fracaso o error será transformado en entendimiento y progreso.
Herencias recibidas, heredadas, culpas acumuladas: todos cargamos con cargas que hemos asumido sin cuestionar por no permitirnos planear nuestra propia ruta. Respetamos patrones de conducta recibidos sin darhos cuenta de que ponemos en peligro nuestra propia vida y nuestros objetivos. Le cedimos un lugar de autoridad a la culpa y le dimos una jerarquía que no merece, pero lo peor es que la hicimos carne y así fue como comenzó a convivir y a formar parte de nosotros mismos.
Al hacemos cargo del hambre del mundo, de los que no tienen, muchas veces nos castigamos y nos sentimos mal por poder disfrutar de todo lo que está a nuestro alcance. Si bien poder ayudar al otro es un acto de amor, de misericordia y de compasión, lamento decirte que el hambre del mundo no se detendrá por tu auto-castigo. Muchas mujeres no pueden disfrutar de un buen perfume ni de ropa elegante; no se permiten elegir lo mejor para ellas, sino que dicen,
¿cómo me lo voy a comprar yo si los chicos necesitan cosas?
Y tal vez sus hijos tienen veinte pares de zapatillas, treinta remeras y no requieren nada más, sólo ver a su mamá feliz. Sin embargo, esta mujer se llena de culpas y se niega un derecho, que, gracias a Dios, puede darse: el de poder comprarse un perfume caro. Por años hemos sentido culpa de disfrutar de lo material y de lo emocional; la culpa ha hecho estragos dentro de nosotros y nos ha delimitado, nos ha cercado. Por años hizo que nos conformásemos con migajas, con aquello que los demás estaban dispuestos a darnos.
Sentimos culpa por ser felices:
¿cómo puedo ser feliz yo, si mi mamá, mi hermana y mi tía están separadas y solas?
Y así es como boicoteas tu matrimonio.
¿Cómo puedo yo disfrutar de comprarme un par de zapatos nuevos si mi hermana no tiene trabajo?
Pues bien, puedes comprarte los zapatos y también ayudar a tu hermana, siempre y cuando ella no esté abusando ni manipulando tus emociones.
¿Cómo voy a irme de vacaciones si mi familia nunca pudo tomarse unos días?
Lo cierto es que puedes irte de vacaciones y disfrutar porque generaste los recursos para hacerlo. ¡Prémiate!
Sin embargo, muchos eligen castigarse. Sin damos cuenta, los mandatos internos y externos recibidos se hicieron carne dentro de nuestra mente y hoy no podemos disfrutar de lo que está a nuestro alcance.
Los latinos hemos heredado el concepto de servilismo: los conquistadores han sometido a los pueblos y les han transmitido que ellos habían nacido para servir a quienes habían decidido ser una casta social de mayor jerarquía y privilegios.
En México, cuando pides algo a alguien responden: "¡Mande!"; sin embargo, en los Estados Unidos dicen: "¿En qué puedo ayudarle?" La diferencia, como notarás, es muy clara.
"
Cuando se encuentran dos seres, el que es capaz de intimidar a su oponente queda reconocido como socialmente superior, de modo que la decisión social no siempre depende de un combate. En algunas circunstancias, el mero encuentro puede ser suficiente.
"
[1]
La culpa nos lleva a olvidar lo que sentimos y necesitamos, nubla por grandes períodos de tiempo nuestros derechos, convirtiendo nuestras prioridades en necesidades secundarias, mientras le otorga a la opinión y a los pensamientos de los otros un lugar de urgencia y superioridad.
Y así es como de un modo contundente nos fuimos haciendo cargo de todos y de cada uno de los mensajes que llegaron a nuestros oídos, sin damos cuenta de que no nos competía ninguna responsabilidad en las situaciones en cuestión.
Analicemos algunos de estos mensajes:
Muchas personas han recibido ese mensaje sutil que dice: "está bien lo que hiciste pero no me alcanza". En este caso la idea es: "Las cosas no están mal, pero podrían estar mucho mejor". Hagas lo que hagas, nunca será suficiente para conformar al otro, para colmar las expectativas de aquellas personas que te manipulan a través de la culpa.
"Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie."
Concepción Arenal
¿Te pasó alguna vez que necesitabas contarle a alguien una situación por la que estabas pasando y de repente te encontraste consolando a tu interlocutor?
Este tipo de manifestaciones y de expresiones constituyen una clara evidencia de la manipulación que el otro está ejerciendo sobre ti. Al hacerlo te está diciendo: "
Tu dolor no es tan grande como el mío, concéntrate mejor en mí.
"
En este caso resultamos ser nosotros los culpables de las quejas y de las angustias de los demás. Fueron nuestras palabras y nuestras acciones las que determinaron el malestar de las otras personas. ¡Falso! Ésto también es manipulación. Dependen de cada uno de nosotros las emociones que sintamos, el valor que le demos a la palabra de los otros y las reacciones que tengamos. Cada uno de nosotros es responsable por la actitud que asumirá frente a las circunstancias y a los hechos.
Desde chicos se nos hizo creer una gran mentira: "Hay que satisfacer los gustos de los demás antes que los nuestros". Entendimos que necesitábamos ser abnegados para poder ser aceptados y no nos dimos cuenta del significado de este acto. La abnegación no es una virtud, sino un acto contraproducente que ejercemos sobre nuestra propia vida. Postergarse y sacrificarse,
dejarse para lo último
es no reconocer nuestro propio propósito y vivir una vida que no nos pertenece. El escritor Bob Mandel cita: "
Su derecho a ser usted es diferente de los demás derechos. No se trata de un derecho que le ha otorgado un gobierno, un país o una autoridad externa, sino que viene con el "paquete ", es decir, usted. La vida es un viaje que empieza con usted y termina con usted, y en el medio hay un territorio desconocido esperando ser explorado.
"
[2]
"El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir siempre, con la esperanza de no sufrir más. Y así la vida se le escapa, sin gozar de lo ya adquirido".
Leonardo da Vinci
Torna un lápiz y anímate a hacer este test. Descúbrete, conócete:
¿Hasta qué punto llega tu abnegación? (Responder Verdadero o Falso)
Sumar los Verdaderos. Si te dio de 1 a 2 "verdaderos", la palabra culpa no se encuentra dentro de tu vocabulario.
Si el resultado es de 3 a 4 "verdaderos", podemos decir que eres una persona equilibrada y responsable de ti misma, sabes satisfacer tus necesidades profundas y no eres esclavo de los caprichos. Posees capacidad para disfrutar y encontrar el placer en muchas cosas.
Si obtuviste de 5 a 7 "verdaderos", eres una persona abnegada
grado 1
, un ser que posterga sus necesidades para más adelante, para cuando sea el mejor momento. Tu lema es: "No puedo ahora, más adelante sí", pero ese momento nunca llega.
Si obtuviste de 8 a 13 "verdaderos", tu abnegación llega a ser de
grado 2
, eres una persona que ignora sus necesidades, hasta aún las más básicas, como comer, dormir, recibir afecto, estudios, etc. Obtienes más gratificación al cuidar a los demás que de ti mismo, más placer de hacer feliz a los otros que de serlo tú mismo. Todos te describen como "una buena persona"; servir es lo máximo en tu vida. Si te pasan cosas lindas las compartes con otros, amas a todos, cuidas e inviertes en todos, excepto en ti mismo. Este tipo de personas suelen copiar su estilo del modelo fracasado de algún familiar.