Deane Curtin cree que el lenguaje de los derechos no es la mejor forma para expresar las ideas ecofeministas y que una mejor aproximación puede ser encontrada en la ética del cuidado (Curtin, 1996: 67). La práctica ecológica no debería basarse sólo en la referencia filosófica a la tradición de derechos y obligaciones. En mi opinión la tradición de los derechos no motiva suficientemente a adoptar una actitud ecológica ni mucho menos a que esa actitud sea constante y se convierta en estilo de vida.
La perspectiva de la ética del cuidado tiende a ver al ser humano como un sujeto relacional más que autónomo. El sujeto es siempre hijo, hija, hermano, hermana, madre o padre… somos siempre miembros de una comunidad. Para el ecofeminismo, esta comunidad se extiende más allá de la especie humana a las relaciones con los animales, los árboles, las plantas, los lugares o los ecosistemas.
Para el ecofeminismo una ética medio-ambiental adecuada presupone que los seres humanos, los animales y la tierra son elementos de una “unidad diferencial” de un “universo concreto”. En otras palabras, presupone que a pesar de las diferencias, los seres humanos, los animales y la tierra forman una comunidad moral (King, 1996: 86).
Tanto si los animales tienen o no derechos, nosotros podemos y cuidamos de los animales. Esto incluye casos en los que experimentamos un cuidado recíproco, como en la relación con una mascota, así como en los casos en los que no hay reciprocidad, en el caso de trabajar para preservar hábitats naturales. Así pues es posible cuidar también de seres inertes. El cuidado se debe «politizar» (Curtin, 1996: 71) y sacarlo más allá de la esfera privada superando la distinción entre lo público y lo privado.
Ante la naturaleza se pueden adoptar dos actitudes: una actitud de conquista, arrogante o una actitud de cuidado, amante. Una perspectiva ecofeminista implica el cambio de actitud de una percepción arrogante a una percepción amante del mundo natural (Warren, 1998: 419). La actitud no ecológica simplifica y es reduccionista, la actitud ecológica reconoce la complejidad natural. Recordemos que uno de los principios del cuidado es tener en cuenta y valorar la complejidad y la multiplicidad de factores. «Las tendencias reduccionistas y universalizadoras de semejante “ciencia” se volvieron inherentemente violentas y destructivas en un mundo que es inherentemente interrelacionado y diverso» (Shiva, 1991: 37).
Para los que han internalizado la perspectiva lineal en lo referente a la historia y la naturaleza, el guiarse por la etnociencia les parecerá “retroceder”. Para otros, que ven la pluralidad como el orden estable para los ecosistemas naturales y las sociedades humanas, dejarse aclarar por la etnociencia equivaldrá a retornar a la senda apropiada después de haberse extraviado momentáneamente por el camino reduccionista (Shiva, 1991: 59).
Hasta aquí hemos señalado cómo el lenguaje ecológico, y concretamente el ecofeminista, ha hecho suyo el valor del cuidado y lo ha aplicado de diferentes formas. Ahora voy a señalar otros puntos que indican la importancia del cuidado para la ecología y para el bienestar humano en general.
La ecología ha sido un tema muy unido tradicionalmente a movimientos de mujeres. Esto debido a dos factores: por un lado por su mayor participación en organizaciones ecológicas, y en segundo lugar, por el hecho de que la degradación de la naturaleza afecta de forma especial a la vida de muchas mujeres.
Las mujeres han realizado un papel importante como activistas ecologistas. Las mujeres indias han estado a la vanguardia de las luchas por conservar bosques, las tierras y las aguas. Hace trescientos años, la comunidad de Bishnoi en Rajasthan, la India, de más de trescientos integrantes, dirigidos por una mujer llamada Amrita Devi, sacrificaron sus vidas para salvar los árboles sagrados Khejri abrazándose a ellos. Con este hecho comenzó la historia del movimiento ecológico de las mujeres de Chipko (Shiva, 1991: 91).
En algunos casos la destrucción del medio ambiente es una fuente de opresión para la mujer. La degradación y la explotación medio-ambiental son temas feministas porque una comprensión de estos fenómenos contribuye a entender la opresión de las mujeres (Warren, 1998: 413). Ya que en lugares como la India la deforestación ha influido en el trabajo de la mujer como responsable de preparar la comida, que debe caminar grandes distancias para abastecerse de combustible y agua (Curtin, 1996: 72). Tanto la deforestación como la reforestación a través de la introducción de una única especie forestal (por ejemplo el eucalipto) para la producción comercial son temas feministas porque la pérdida de bosques indígenas y de múltiples especies ha afectado drásticamente la habilidad de las mujeres de la India para mantener la subsistencia en sus familias. Los bosques autóctonos ofrecían una variedad de árboles que abastecían a la población de comida, combustible, pienso para los animales, utensilios para el hogar, tintes o medicinas. En cambio, los bosques replantados de una única especie no garantizan este abastecimiento. Eso no significa que todas las opresiones a la mujer se produzcan a través del medio ambiente, simplemente señala uno de los elementos a tener en cuenta, en especial en la feminización de la pobreza. El impacto de la degradación medio-ambiental en la vida de las mujeres hace de esta degradación un tema feminista.
Como las mujeres son las encargadas del suministro de agua, la desaparición de este recurso significa para ellas mayores responsabilidades y una nueva faena. Cada río, manantial o pozo que se seca implica recorrer mayores distancias en busca de agua, y significa más trabajo y menos posibilidades de sobrevivir (Shiva, 1991: 204).
Además de afectar la vida de muchas mujeres, la degradación de la naturaleza afecta en general a los más desprotegidos, aquellos que no tienen voz: las generaciones futuras y poblaciones enteras en la actualidad en países en vías de desarrollo.
Nuestro comportamiento con el medio ambiente no sólo puede afectar a las generaciones futuras sino que en la actualidad está afectando a poblaciones enteras. Según algunos autores como Peter Singer, tenemos una obligación ética con las futuras generaciones de mantener el medio ambiente (Noddings, 1984: 152), pero además tenemos una responsabilidad, compartida y actual, de mantener el medio ambiente sano por igual para todos los individuos del planeta.
En una época en la cual la cuarta parte de la población mundial corre peligro de morirse de hambre debido a la erosión del suelo, la falta de agua, y la destrucción de la diversidad genética de los recursos vivientes, perseguir el espejismo del crecimiento infinito, difundiendo tecnologías que destruyen los recursos, se convierte en la principal fuente de genocidio. Matar gente asesinando la naturaleza es una forma invisible de violencia que hoy constituye la mayor amenaza a la justicia y la paz (Shiva, 1991: 60).
«Los movimientos ecológicos son movimientos políticos a favor de un orden mundial no violento en el cual se preserve la naturaleza para preservar las posibilidades de supervivencia» (Shiva, 1991: 61). Vandana Shiva analiza cómo la ciencia moderna en su control y dominio de la naturaleza es una fuente de pobreza y de desigualdad: haciendo a los pobres más pobres y dependientes y a los ricos más ricos.
La explotación de los territorios ancestralmente comunales es una problemática tanto ecológica como de justicia social. Así también el uso de plaguicidas, que ha producido más plagas al romper la cadena ecológica natural y ha generado una dependencia de los pobres con respecto a estos productos.
Así como la revolución verde reemplazó la integración ecológica de cada lugar por la integración comercial de los mercados a nivel universal y la fabricación de plaguicidas, fertilizantes y semillas, la revolución blanca reemplazó los vínculos ecológicos locales entre forraje, ganado y alimento por los vínculos mercantiles universales entre el comercio de pienso y de productos lácteos y sustitutos (Shiva, 1991: 198).
La teoría feminista sobre una ética ecológica se cuestiona hasta qué punto es el lenguaje de los derechos una herramienta útil en este campo.
El cuidado de la naturaleza, en especial de los animales produce sentimientos placenteros en el ser humano. Por ello el cuidado de una mascota ha sido propuesto en ocasiones como terapia para prevenir y superar problemas de personalidad agresiva o violenta. Además el cuidado de las mascotas y de las plantas es fuente de aprendizaje de responsabilidad para la infancia. Se han llevado a cabo prácticas educativas en las que la interacción con animales era considerada fuente de aprendizaje emocional (Grau y Riba, 1998).
Las interacciones con animales facilitan el desarrollo de la capacidad de empatía, «al igual que ocurre con nuestras relaciones humanas, las interacciones con un animal exigen ponerse dentro de lo posible en su lugar, en la situación del otro» (Grau y Riba, 1998: 66). La sensación positiva de saberse responsables de las necesidades de los demás —incluidos el resto de seres vivos—, habrá favorecido el desarrollo de su autonomía y de su autoestima (Grau y Riba, 1998: 70-71).
En nuestro trato de la naturaleza hay una corriente de flujo entre el ámbito de la ética y la estética. La admiración de la belleza y sublimidad de la naturaleza puede inspirarnos a cuidar de ella e impedir que se destruya.
Para Karen Warren el ecofeminismo implica un cambio de una concepción de la ética como cosa de leyes y derechos a una ética que pone en el centro de la moralidad valores de cuidado y amor y relaciones de reciprocidad.
Desde la Investigación para la paz también nos interesa conocer quienes son o/y deben ser los suministradores de atención y cuidado, ya que esto ha sido en ocasiones fuente de injusticias al dejar a cargo de una única parte el peso de esta responsabilidad.
Podríamos afirmar que existen cuatro fuentes principales de trabajo de atención y cuidado. En primer lugar se encuentra el trabajo no remunerado de la mujer que, podríamos afirmar, ha sido la fuente mayoritaria de cuidado y atención hasta ahora. En segundo lugar el trabajo no remunerado del hombre, que aunque en medida muy inferior a la mujer, pero está empezando a incorporarse y a revalorizar estas tareas. En tercer lugar tenemos el sector privado, al que no pueden acceder todos los individuos. Por último, los servicios públicos han ido adoptando también muchas responsabilidades de atención y cuidado.
El tema clave aquí es, ¿Cómo pueden las sociedades distribuir el costo de la carga de esta tarea equitativamente, entre hombres y mujeres, y entre el Estado y la familia o la comunidad, incluido el sector privado? (PNUD, 1999: 77).
C
UATRO FUENTES DE TRABAJO DE ATENCION
(PNUD, 1999:79)
Trabajo no remunerado de la mujer
+
Trabajo no remunerado del hombre
+
Servicios del mercado privado
+
Servicios del mercado público
Cabe señalar que además de estos cuatro sectores más importantes también existe el cuidado que suministran organizaciones de la sociedad civil. Organizaciones en torno a cuidados específicos en diferentes ámbitos, como por ejemplo, las discapacidades, o enfermedades como el Alzheimer, diferentes tipos de cáncer, entre otros. Organizaciones que surgen del contacto entre personas que comparten la misma responsabilidad de cuidado en sus hogares, o de gente comprometida en el cuidado de la naturaleza, o comprometida con los grupos desfavorecidos como los mayores, los inmigrantes o los pobres, entre otros.
El mercado y los servicios públicos son dos fuentes de atención y cuidado, aunque con ciertas limitaciones. Por una lado tienen una limitación intrínseca, determinadas tareas de atención y cuidado no pueden ser satisfechas correctamente desde estos ámbitos. Tienen, por otro lado, una limitación extrínseca, ya que en muchas ocasiones el cuidado que ofrecen carece tanto de cantidad como de calidad. Si bien la limitación intrínseca no puede ser subsanada en estos sectores, sí lo puede ser la limitación extrínseca. Vamos a pasar a analizar cada uno de estos elementos.
Respecto a la limitación intrínseca, hay que señalar que no todas las tareas de atención y cuidado pueden ser igualmente realizadas por los cuatro sectores. Hay ciertas tareas, como el cuidado y atención que se requiere en la crianza de los hijos, que necesitan de mayor apoyo humano.
Si bien una pareja podría llegar a recibir ayuda social para mantener su hogar limpio y ordenado[…], no sucedería lo mismo con sus criaturas, las cuales no pueden recibir cuidados indiscriminados por parte de personas diferentes o inexpertas, sin causar efectos perniciosos en su vida emocional y afectiva. Por lo tanto, son funciones o tareas no equiparables a la hora de plantear vías alternativas para solucionar el problema del tiempo escaso para ambas (Bayo-Borràs, 1999: 28).
La limitación extrínseca, respecto a la calidad y cantidad del cuidado en estos sectores, se debe en gran parte a la dicotomía entre la esfera privada y la esfera pública. Esta dicotomía juega una mala pasada al cuidado que se ofrece en el mercado y los servicios públicos. La adjudicación del cuidado a la esfera privada y familiar y la atribución de valores impersonales como la competitividad o la eficacia a la esfera pública, tiene malas consecuencias para encontrar cuidados de calidad fuera de la familia. Existe incluso la creencia de que la gente no debe esperar personas atentas y cuidadoras entre los empleados remunerados, no deben esperar que los negocios sacrifiquen sus beneficios para ofrecer mejores cuidados (Cancian y Oliker, 2000: 73). El objetivo empresarial es ganar dinero no cuidar de la gente.
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