Feed (21 page)

Read Feed Online

Authors: Mira Grant

Tags: #Intriga, Terror

BOOK: Feed
10.48Mb size Format: txt, pdf, ePub

Un asesor se aclaró la garganta antes de hablar.

—Bueno, señor, al parecer se produjo un cortocircuito en la unidad de detección previa, lo que provocó que las puertas no se cerraran con la celeridad necesaria para evitar la incursión de los…

—En esta mesa habla de forma que todos te entendamos, o tu despido será tan fulminante que te encontrarás sin pantalones en el aeropuerto, preguntándote cómo demonios has llegado allí —le soltó el senador. El asesor se puso lívido y se le escurrieron los papeles que sostenía en la mano—. ¿Es que ninguno de los presentes va a contarme qué ha sucedido y cómo de una manera que lo pueda entender un niño de tres años?

—El chivato no funcionó —dijo Buffy. Todas las cabezas se volvieron hacia ella. Buffy se encogió de hombros—. Todas las torres del vallado tienen incorporado un chivato. Hubo uno que no se activó.

—Y un chivato es… —inquirió uno de los asesores.

—Un sensor de movimiento y temperatura —respondió Chuck Wong. El chico parecía nervioso… y tenía motivos. Buena parte de su trabajo consistía en el diseño y el mantenimiento de los elementos automáticos de seguridad que protegían la expedición. Si se había producido un fallo en alguno de los mecanismos, técnicamente era culpa suya—. Registran la temperatura de los objetos y sus movimientos, y cualquier baremo por debajo de unos parámetros determinados activa la alerta de la posible presencia zombie en la zona.

—Un infectado muy reciente puede confundir al chivato, pero las manadas que vimos anoche eran demasiado heterogéneas para que pueda ser ése el caso. —Buffy volvió a encogerse de hombros—. Eso significa que tenemos un fallo en el sistema de chivatos.

—¿Chuck? ¿Te importaría decirnos por qué ha ocurrido?

—No puedo. No hasta que se organice una revisión física de los aparatos.

—Ya está organizada. Carlos, llévate tres hombres y ve con Chuck a realizar la inspección. —Carlos asintió con la cabeza y fue hacia la puerta. Sin esperar a recibir su orden, otros tres miembros del equipo de seguridad se apartaron de la pared y salieron detrás de él.

—Necesitaré mi equipo —protestó Chuck.

—Tu equipo debe de estar en el convoy, y como es allí a donde vas, estoy seguro de que encontrarás todo lo que necesitas replicó el senador. Su tono no admitía discusión. Era evidente que Chuck se había dado cuenta, ya que se levantó con sus huesudas manos temblándole en los costados y dio media vuelta para dirigirse hacia la puerta.

—¿Le importa que los acompañe? —preguntó Buffy. Todos los presentes se volvieron de nuevo hacia ella, que esbozó su sonrisa más triunfal—. Soy bastante buena descubriendo por qué el equipo de campo decide freírse. Podría dar una segunda opinión.

Y quizá podría conseguir algunas imágenes para un reportaje de seguimiento. Le hice un gesto afirmativo con la cabeza y vi que el senador se fijaba en mi gesto antes de dar su consentimiento.

—Gracias por ofrecerse voluntaria, señorita Meissonier. Estoy seguro de que el grupo la recibirá con los brazos abiertos.

—Ya os contaré por teléfono —dijo Buffy, dirigiéndose a Shaun y a mí. Saltó de la mesa y salió al trote por la puerta detrás de Chuck y los guardaespaldas.

—Ahí va Buffy —masculló Shaun.

—¿Envidia? —le pregunté.

—¿De unos obsesos de la tecnología intentando averiguar por qué falló un chivato? ¡Por favor…! Tendré envidia de Buffy si vuelve diciendo que han estado entretenidos con nuevos zombies.

—Claro. —Tenía envidia. Me crucé de brazos y devolví la atención al senador.

No se le veía en su mejor momento. Estaba encorvado con las manos apoyadas sobre la mesa, pero resultaba evidente, aun en esa postura equilibrada, que había dormido aún menos que Shaun y que yo. Iba despeinado y llevaba la camisa arrugada con el cuello desabotonado. Parecía un hombre que había tenido que enfrentarse a lo inesperado, pero que, tras unos momentos de reflexión, se sentía listo para salir ahí fuera y patearle el culo.

—Chicos, lo que sea que ocasionó la catástrofe de anoche, los hechos son los siguientes: hemos perdido cuatro buenos hombres y tres potenciales simpatizantes justo antes de la primera vuelta de las primarias. Esto no envía un mensaje positivo a la gente. No es algo que diga «Vote a Ryman, le protegerá». Más bien dice «Vote a Ryman si quiere morir devorado». Ese no es nuestro mensaje, y no estoy dispuesto a permitir que se convierta en él, pese a que así lo querrán presentar mis contrincantes. ¿Cuál es el plan? —Paseó la mirada por la sala. ¿Y bien?

—Señor, los blogueros…

—Se quedarán y participarán en esta pequeña charla. Si la intentamos esconder, informarán de una manera mucho menos benévola cuando se las ingenien para enterarse. Ahora, por favor, ¿podemos concentrarnos en el asunto?

Dio la impresión de que ése era el pistoletazo de salida que la sala había estado esperando oír. Los siguientes cuarenta minutos pasaron como un hervidero de propuestas y contrapropuestas; los asesores del senador debatían los aspectos más sutiles de cada posición, mientras que los jefes de seguridad protestaban ante cualquier intento de calificar su trabajo durante la campaña de «descuidado» o «insuficiente». Shaun y yo escuchábamos sentados en nuestras sillas. Asistíamos como observadores, no como implicados, y en cuanto la discusión tomó velocidad de crucero, dio la impresión de que se habían olvidado de que estábamos allí. Un bando sostenía que debían reducir al mínimo la cobertura del suceso en los medios de comunicación, realizar los ajustes necesarios para incrementar la seguridad y seguir adelante. El otro bando defendía que una transparencia absoluta era la única manera de sobreponerse a un incidente de tal magnitud y minimizar el daño que podrían causarles sus oponentes políticos. Ambos bandos hubieron de reconocer que los reportajes publicados en nuestra página la noche anterior tenían una influencia enorme en sus posiciones, si bien nadie sabía exactamente qué volumen de tráfico en la red habían alcanzado. Opté por no facilitarles el dato. A veces, observar los procesos políticos sin interferir en ellos es más interesante de lo que pudiera parecer en un principio.

Un asesor del senador empezaba a despotricar contra los demonios de los medios de comunicación modernos cuando la anilla de oreja me pitó en el oído. Me levanté y me dirigí al fondo de la sala antes de responder.

—Georgia al habla.

—Georgia, soy Buffy. Puedes conectarme al altavoz.

Guardé silencio unos instantes. Hablaba en un tono nervioso. Más aún, diría que angustiado. Sin embargo, no llegaba a aterrorizado, lo que significaba que probablemente no la perseguía ningún zombie ni bloguero rival. Simplemente parecía inquieta.

—Claro, Buffy. Dame un segundo.

Regresé rápidamente a la mesa, me incliné entre dos asesores enzarzados en una discusión y agarré el teléfono con altavoz. Me soltaron unos graznidos de protesta a los que no hice caso, me quité el teléfono disimulado y lo introduje en la entrada que había en la base del altavoz.

—¿Señorita Mason? —inquirió el senador, enarcando las cejas.

—Lo siento. Es importante. —Presioné el botón para acceder a la llamada.

—… probando, probando —dijo la voz de Buffy por el altavoz, con un ligero ruidito de interferencias de fondo—. ¿Me oyen?

—La oímos, señorita Meissonier —respondió el senador—. ¿Me permite preguntarle qué es tan importante como para irrumpir en nuestra reunión?

Chuck Wong se puso al habla; al parecer no éramos los únicos en querer usar el altavoz.

—Estamos en la valla, señor, y nos ha parecido importante ponernos en contacto con usted cuanto antes.

—¿Qué está ocurriendo ahí fuera, Chuck? Espero que no se trate de más zombies.

—No, señor… de momento. Se trata del chivato.

—¿El que falló?

—Sí, señor. El error no es responsabilidad de mi equipo. —Chuck no disimulaba su alivio al hablar, y no le culpé. Un descuido puede considerarse un delito federal si se ven afectados dispositivos antizombies. Nadie ha conseguido empapelar a un técnico de seguridad por una masacre, todavía, aunque ocurren incidentes así todos los años—. Alguien ha cortado los cables.

El senador se quedó petrificado.

—¿Cortado?

—El chivato tiene registrada la detección de los zombies que nos visitaron anoche, señor. La conexión que debería haber disparado las alarmas de la valla no funcionó porque alguien había cortado antes los cables.

—Quienquiera que fuera hizo un buen trabajo —añadió Buffy—. El estropicio está dentro de la caja. No se advierte nada anormal hasta que no se accede a ella, e incluso entonces hay que hurgar un poco hasta dar con los cables cortados.

El senador se dejó caer hacia atrás, pálido.

—¿Estáis hablándome de sabotaje?

—Bueno, señor —respondió Chuck—, ninguno de mis hombres cortaría los cables de un chivato que protege el convoy en el que se encuentra. No tendría sentido.

—Entiendo. Acabad la investigación y presentad los informes, Chuck. Señorita Meissonier, gracias por llamar. Por favor, no dude en volver a hacerlo si necesita algo.

—Comprendido. Georgia, estamos en el servidor cuatro.

—Anotado. Cuelgo. —Me incliné y corté la comunicación, desenchufé mi anilla teléfono del altavoz y me la puse de nuevo en la oreja. Sólo entonces miré al senador Ryman.

El senador tenía el aspecto del que acaban de golpear fuerte e inesperadamente por la espalda. Me miró a los ojos pese al extraño aspecto que les daban las lentillas y me dedicó un breve y controladísimo gesto con la cabeza.

«Por favor —decía ese gesto—, ahora no.»

Yo asentí con la cabeza y agarré a Shaun del brazo.

—Senador, si no le importa, mi hermano y yo tendríamos que ponernos a trabajar. Después de lo que ocurrió anoche vamos un poco retrasados.

Shaun me miró perplejo.

—¿Cómo?

—Claro. —El senador sonrió sin molestarse en esconder su alivio—. Señorita Mason, señor Mason, gracias por haber compartido con nosotros su tiempo. Mandaré a alguien para que les avise cuando estemos preparados para dejar el hotel y ponernos en marcha.

—Gracias —repuse, y abandoné la sala tirando del todavía desconcertado Shaun. La puerta de la sala de juntas se cerró detrás de nosotros.

Shaun se soltó y me lanzó una mirada fulminante por el rabillo del ojo.

—¿Vas a decirme de qué va todo esto?

—Acaba de descubrir que han saboteado su expedición —respondí—. No van a decidir nada sensato hasta que se les pase el pánico. Eso les llevará días. Entretanto tenemos reportajes esperando a que los montemos y actualizaciones que hacer. Además, Buffy ha volcado sus grabaciones en el servidor cuatro. Deberíamos echarles un vistazo.

Shaun asintió.

—Ya lo pillo.

—Vamos.

Ya en nuestra habitación, cedí a Shaun el ordenador principal, y yo conecté mi dispositivo móvil a una entrada que había en la pared y me puse manos a la obra. No podíamos grabar voces a la vez, pero sí editar los clips de vídeo para las secciones personales de cada uno en la página y escribir todo lo que quisiéramos. Leí por encima los reportajes publicados bajo la autorización de Buffy mientras Shaun y yo estábamos atareados en las labores de limpieza. Los tres betas habían realizado un trabajo magnífico. En especial, Mahir, que había hecho un montaje espectacular con unas imágenes relativamente sosas; también pude comprobar, por las etiquetas del servidor, que tres de las mayores páginas dedicadas a la información habían pedido poder usar tanto el clip de vídeo como su narración.. Pulsé la opción de que autorizaba el uso de las imágenes bajo las condiciones de un contrato estándar, que reportaría a Mahir el cuarenta por ciento de los beneficios, además de la totalidad de lo que se sacara por la narración. Su primer reportaje sobre un ataque. Se sentirá muy orgulloso. Tras meditarlo un momento, añadí una nota de felicitación, que le envié directamente a su dirección privada de correo electrónico. Mahir y yo mantenemos una amistad fuera del trabajo desde hace años, y no cuesta nada animar a los amigos para que alcancen el éxito.

—¿Cómo van las cosas en tu sección? —pregunté, buscando las imágenes sin montar de los ataques y ordenándolas para visionarlas en una única secuencia en mi pantalla. No estaba segura de qué buscaba, pero tenía una corazonada y he aprendido a guiarme por mis corazonadas. Buffy entiende de la presentación visual del producto; Shaun del valor de lo impactante, ¿y yo? Yo sé dónde buscar la noticia. Se ha producido un acto de sabotaje. ¿Por qué han cortado esos cables, y quiénes y cómo lo han podido hacer sin que los capturara alguna de las cámaras de Buffy?

—Te quito a Becks —dijo Shaun. Lo miré de refilón. La imagen de ambos arrinconados contra la valla, resistiendo el ataque del último zombie, dominaba su pantalla. Por el auricular que llevaba en el oído izquierdo estaba escuchando la pista de audio. Tenía el semblante serio—. Quiere convertirse en una irwin. Lleva semanas suplicándolo. Y este reportaje… no es de una reportera, George. Ya lo sabes.

Fruncí el ceño, aunque no me sorprendió oírselo decir. No aparecen muchos irwins buenos, porque la tasa de mortalidad durante el periodo de entrenamiento es la hostia de alta. No hay tiempo para ir ascendiendo en el aprendizaje cuando se está jugando con infectados.

—¿Qué referencias tiene?

—Estás haciéndole perder el tiempo…

—Respóndeme. —Había ordenado los clips de vídeo que aparecían en mi pantalla para reproducirlos en tiempo real, lo que significaba que en un momento dado algunos se detendrían para permitir a los demás sincronizarse. En algunas imágenes de las cámaras de la entrada faltaban partes de las pistas de audio, mientras que en las del ataque éstas estaban completas. No pude contener un escalofrío cuando vi a una de las mujeres que habían asistido al mitin aparecer con andares pesados entre los infectados. No necesitaba el diálogo para saber lo que estaba diciendo Tyrone; estaba pidiéndole que se detuviera y no siguiera acercándose, que retrocediera y se identificara. Pero ella avanzaba y avanzaba.

—Rebecca Atherton, veintidós años. Licenciada en cine por la Universidad de Nueva York. Pasó de una licencia de bloguera de clase B—20 a una A—20 hace seis meses, tras superar las pruebas finales de tiro. Va a examinarse para conseguir una licencia A—18 el mes que viene.

Una licencia de clase A—18 le permitía el acceso sin escolta a zonas de peligro biológico de nivel 4.

Other books

Sacking the Quarterback by Samantha Towle
The Unlikely Wife by Cassandra Austin
El Tribunal de las Almas by Donato Carrisi
Half a Life: A Memoir by Darin Strauss
A First Time for Everything by Ludwig, Kristina