Read Fantasmas del pasado Online
Authors: Nicholas Sparks
—¿No ves nada interesante? — inquirió ella.
—No estoy seguro de qué es lo que me estás preguntando —admitió él.
—¿Los nombres de Jim y Clarie no te dicen nada?
—No. — Jeremy estudió su cara—. ¿Acaso deberían?
Lexie bajó la vista.
—Eran mis padres —dijo con una voz suave—. Ésta es la entrada en la que Doris predijo que yo sería una niña.
Jeremy la miró con una enorme curiosidad.
—En eso estaba pensando —continuó—. Creemos que nos conocemos el uno al otro, pero tú ni siquiera sabías los nombres de mis padres. Y yo tampoco sé cómo se llaman los tuyos.
Él sintió que se le empezaba a formar un nudo en el estómago.
—¿Y eso te preocupa? ¿Crees que no nos conocemos lo suficiente?
Acto seguido, ella lo abrazó con una ternura que a Jeremy le provocó un intenso dolor en el corazón. Se quedaron sentados en la butaca durante un largo rato, abrazados, mientras ambos deseaban en silencio que el tiempo se detuviera y les permitiera quedarse en ese dulce momento para siempre.
—Así que éste es tu amigo, ¿eh? — preguntó Lexie.
Ella señaló discretamente al teléfono móvil. A pesar de que Lexie había vivido en Boone Creek casi toda su vida, jamás había tenido el privilegio de visitar la celda del condado, hasta hoy.
Jeremy asintió.
—Normalmente no es así —le susurró él al oído.
A primera hora de la mañana, habían recogido sus cosas y habían abandonado la cabaña con tristeza, al tener que marcharse. Pero cuando subieron al transbordador en Swan Quarter, el teléfono de Jeremy mostró suficiente cobertura como para poder escuchar los mensajes recibidos. Nate había dejado cuatro sobre la reunión de la semana siguiente; Alvin, por otro lado, había dejado uno en el que, con un tono histérico, le notificaba que lo habían arrestado.
Lexie llevó a Jeremy hasta su coche, y él la siguió hasta Boone Creek, preocupado por Alvin, pero también preocupado por Lexie. El desconcertante humor de ella, que había empezado cuando todavía era de noche, había continuado igual durante las siguientes horas. A pesar de que ella no lo había rechazado cuando él la rodeó con sus brazos en el transbordador, se había mostrado callada y distante, con la vista perdida en las aguas del Pamlico Sound. Cuando sonreía, lo hacía sólo levemente, y cuando Jeremy le dio la mano, ella la dejó suelta, como muerta. Tampoco había hablado sobre lo que le había contado previamente; en lugar de eso se dedicó a referirle los numerosos casos de barcos hundidos cerca de la costa, y si bien él había intentado desviar la conversación hacia temas más serios, Lexie había reaccionado cambiando de tema o no contestando.
Mientras tanto, Alvin languidecía en la prisión del condado, con un aspecto —al menos eso fue lo que creyó Lexie—como si fuera un verdadero maleante. Vestido con una camiseta negra de Metallica, pantalones y chaqueta de piel, y una pulsera con remaches plateados, Alvin los miraba desde el interior de la celda con los ojos desencajados y la cara sudorosa.
—Pero ¿qué diablos pasa en este maldito pueblo? ¡Nada normal, por lo que he podido ver! ¡De eso no me cabe la menor duda! ¡Maldita sea! — Vociferaba como un poseso. No había dejado de gritar desde que Jeremy y Lexie habían llegado, y tenía los nudillos blancos de estrujar las barras de la celda con tanta rabia—. ¿Se puede saber a qué esperas para sacarme de aquí?
Detrás de ellos, Rodney los observaba con cara de pocos amigos, con los brazos cruzados, ignorando a Alvin tal y como había hecho durante las últimas ocho horas. El sospechoso era un quejica de cuidado, y además, Rodney estaba más interesado en Jeremy y Lexie. Según Jed, Jeremy no había regresado a su habitación la noche pasada, y Lexie tampoco había ido a su casa. Podía tratarse de una coincidencia, pero lo dudaba, lo cual significaba que probablemente habían pasado la noche juntos. Y eso no le hacía ni pizca de gracia.
—No te preocupes. Buscaremos una solución —dijo Jeremy para intentar calmarlo, sin ganas de darle al ayudante del sheriff ningún motivo que pudiera interpretar como una provocación. La expresión de la cara de Rodney había sido suficiente explícita cuando él y Lexie habían aparecido—. Cuéntame qué ha pasado.
—¿Que qué ha pasado? — repitió Alvin, alzando la voz. Parecía que los ojos se le iban a salir de sus órbitas—. ¿Quieres saber lo que ha pasado? ¡Ya te contaré yo lo que ha pasado! En este pueblo a todos les falta un tornillo, ¡eso es lo que ha pasado! Primero, me pierdo intentando encontrar este maldito lugar. O sea, que iba conduciendo por la carretera, pasé por delante de dos gasolineras y continué conduciendo, ¿vale? Hasta que me di cuenta de que no veía el pueblo por ningún lado. Y al cabo de un rato, me encontré perdido en medio de una ciénaga durante horas. No encontré el pueblo hasta más o menos las nueve de la noche. Y claro, seguramente pensarás que alguien sería tan amable como para indicarme cómo llegar hasta Greenleaf, ¿verdad? Es decir, no podía estar muy lejos. Es un pueblo pequeño, y Greenleaf es el único lugar donde uno puede alojarse, ¿no? Pues aunque parezca mentira, ¡me volví a perder! Y eso tras pasar más de media hora con el encargado de una de las gasolineras, que no paraba de hablar.
—Tully —aclaró Jeremy, asintiendo con la cabeza.
—¿Qué?
—Es el tipo al que te refieres.
—Bueno, lo que sea… Así que finalmente llegué a Greenleaf, ¿vale? Y entonces apareció un gigante melenudo con pinta de malas pulgas; lo primero que hizo fue fulminarme con la mirada, después me entregó tu nota de mala gana y me llevó hasta una habitación llena de bichos muertos disecados.
—Todas las habitaciones están decoradas igual.
—Y para acabar de colmar el vaso, ¡tú habías desaparecido!
—Lo siento.
—No me interrumpas; déjame acabar —masculló Alvin, nervioso—. Así que leí tu nota e hice lo que me pedías sobre eso de ir al cementerio, ¿vale? Llegué justo a tiempo para ver las luces. Oye, es increíble, realmente una experiencia que pone los pelos de punta. Era lo mejor que me había pasado en las últimas horas, por lo que me animé y después me fui a un bar llamado Lookilu para tomar una copa, que era el único local que parecía abierto a esas horas en el pueblo. Sólo había dos personas, y me puse a charlar con una chica que se llama Rachel. Y lo estábamos pasando la mar de bien, hasta que este tipo entró en el local cabreado, como si acabara de tragarse un puercoespín.
En ese momento señaló a Rodney, y éste sonrió sin enseñar los dientes.
—Al cabo de un rato salí y me metí en el coche, y entonces me encontré con que este tipo estaba golpeando la ventana con una linterna y me hacía señas para que bajara del coche. Le pregunté por qué, y él me volvió a ordenar que saliera del coche. Me preguntó cuántas copas había bebido y me dijo que no debería conducir en ese estado. Le contesté que estaba bien, que simplemente había ido al pueblo para realizar una filmación contigo, y lo único que sé es que a continuación me trajo hasta aquí y me encerró, y he pasado toda la noche en esta maldita celda. ¡Eso es lo que ha pasado! Y ahora, ¿quieres hacer el favor de sacarme de aquí de una puñetera vez?
Lexie miró por encima del hombro.
—¿Es eso lo que ha pasado, Rodney?
Rodney carraspeó antes de contestar.
—Más o menos. Pero ha olvidado contar la parte en que me llamó payaso e idiota, y amenazó con denunciarme por acoso si no lo dejaba marchar de inmediato. Parecía tan fuera de sí que pensé que o bien estaba drogado o bien sufría alguna clase de trastorno violento, así que lo traje aquí para su propia seguridad. Ah, y también me llamó patán hortera.
—¡Me estaba acosando! ¡Y yo no había hecho nada!
—Habías ingerido alcohol y te disponías a conducir —rectificó Rodney.
—¡Dos cervezas! ¡Por el amor de Dios! ¡Sólo había tomado dos cervezas! — Alvin estaba a punto de estallar de ira—. ¡Pregúnteselo al camarero! ¡Él se lo confirmará!
—Ya lo hice, y me dijo que tomaste siete bebidas con alcohol —corrigió Rodney.
—¡Menudo mentiroso! — gritó Alvin, con los ojos centelleantes clavados en Jeremy Detrás de las barras de la celda, su cara palideció de pánico entre sus manos—. ¡Sólo tomé dos cervezas! ¡Te lo juro, Jeremy! Jamás se me ocurriría conducir si hubiera bebido más. ¡Lo juro sobre la Biblia de mi madre!
Jeremy y Lexie miraron a Rodney fijamente, y éste se encogió de hombros.
—Yo sólo cumplí con mi deber.
—¡Su deber! ¡Su deber! ¡Anda ya!—gritó Alvin—. ¡Arrestar a gente inocente! ¡Esto es América, y aquí todos podemos hacer lo que nos dé la gana! ¡Esto no quedará así! ¡ Cuando salga de aquí, no pararé hasta empapelar a este tarado mental!
Estaba claro que los dos se habían pasado la noche con esa clase de lucha verbal sin cuartel.
—Deja que hable con Rodney —susurró Lexie finalmente.
Cuando abandonó la sala con el ayudante del sheriff, Alvin se quedó en silencio.
—Te sacaremos de aquí —le aseguró Jeremy.
—¡Pues a ver si no tardas mucho! — Alvin volvió a la carga.
—Lo intentaremos, pero tú no estás cooperando para ayudarnos.
—¡Ese chalado me está acosando!
—Lo sé. Pero Lexie lo arreglará todo. No te preocupes.
Al otro lado de la puerta, en el corredor, Lexie miró a Rodney con porte serio.
—¿Se puede saber qué estás haciendo? — le preguntó.
Rodney no se atrevía a mirarla a los ojos. En lugar de eso, continuó con la vista clavada en el suelo.
—¿Dónde estuviste ayer por la noche? — inquirió él.
Lexie cruzó los brazos.
—En la cabaña de la playa.
—¿Con él?
Lexie dudó, intentando encontrar la mejor forma de contestar.
—No fui allí con él, si a eso te refieres.
Rodney asintió; sabía que ella le había contestado con una evasiva, pero de repente se dio cuenta de que no quería saber nada más.
—¿Por qué lo has arrestado? Vamos, dímelo, con franqueza.
—No quería hacerlo, pero ese tipo me obligó.
—Rodney…
Él se dio la vuelta, sin levantar la vista del suelo.
—Estaba intentando ligar con Rachel, y ya sabes cómo se pone después de unas cuantas copas: en plan mujer fatal, sin una gota de sentido común. Sé que no es asunto mío, pero alguien tiene que velar por ella. — Hizo una pausa—. Cuando ese individuo hizo el gesto de marcharse, fui a hablar con él para confirmar si pensaba llevar a Rachel a su casa y también para averiguar qué clase de tipo era, y entonces empezó a insultarme. Y yo no estaba de muy buen humor, que digamos.
Lexie sabía el motivo, y cuando Rodney se quedó callado, ella tampoco dijo nada. Al cabo de un rato, Rodney sacudió la cabeza, como si intentara justificarse.
—En definitiva, ese sujeto había bebido y se disponía a conducir. Y eso es ilegal.
—¿Estaba por encima del límite legal?
—No lo sé. Ni me preocupé por averiguarlo.
—¡Rodney! — le reprochó ella en un susurro tajante.
—Me sacó de mis casillas, Lexie. Es un insolente y tiene una pinta muy rara. Estaba intentando ligar con Rachel y empezó a provocarme con insultos y, para rematar, dijo que trabajaba con… —Hizo una señal con la cabeza hacia Jeremy.
Lexie puso una mano sobre su hombro.
—Escúchame. ¿Lo harás? Sabes que te meterás en un buen lío si no sueltas a ese hombre ahora mismo. No puedes mantenerlo aquí encerrado sin cargos. Si Tom descubre lo que le has hecho a este cámara de televisión, con todo el trabajo que se ha tomado para asegurarse de que esta historia salga bien, no te permitirá vivir en paz. — Dejó que Rodney recapacitara sobre lo que le acababa de decir durante unos instantes, y luego prosiguió—: Y además, ambos sabemos que cuanto antes lo sueltes, antes se irán él y Jeremy del pueblo.
—¿De verdad crees que se irá?
Ella miró a Rodney directamente a los ojos.
—Su vuelo sale mañana.
Por primera vez, Rodney no apartó la vista.
—¿Te irás con él?
Lexie necesitó unos instantes para contestar a la misma pregunta que se había estado haciendo a sí misma durante toda la mañana.
—No —susurró—. Boone Creek es mi hogar. No pienso moverme de aquí.
Diez minutos más tarde, Alvin se dirigía al aparcamiento junto con Jeremy y Lexie. Rodney estaba de pie en la puerta de la prisión del condado, observándolos mientras se alejaban.
—No digas nada —advirtió Jeremy de nuevo, intentando agarrar a Alvin del brazo—. Sigue andando y no te des la vuelta.
—¡Es un pobre desgraciado con una chapa y una pistola!
—No es verdad —replicó Lexie con voz firme—. Pienses lo que pienses, es un buen muchacho.
—¡No tenía ningún motivo para arrestarme!
—Su trabajo es velar por la gente que vive en Boone Creek —dijo Lexie, intentando excusar a Rodney.
Llegaron al coche, y Jeremy le hizo una señal a Alvin para que se montara en el asiento trasero.
—Esto no quedará así —se quejó Alvin mientras entraba en el coche—. Pienso llamar al sheriff. No pararé hasta que lo echen de su puesto.
—Lo mejor que puedes hacer es olvidar lo que ha sucedido —intervino Lexie, observando directamente a Alvin a través de la puerta abierta.
—¿Que lo olvide? ¿Estás loca? ¡Ese desgraciado no tenía razón, y tú lo sabes!
—Es cierto, pero puesto que no ha formulado cargos contra ti, será mejor que nos olvidemos del tema.
—¿Y quién eres tú para decirme lo que debo hacer?
—Soy Lexie Darnell. Y no sólo soy una amiga de Jeremy, sino que además tengo que vivir aquí con Rodney, y puedo asegurarte que me siento mucho más segura con él vigilando el pueblo. Todo el mundo aquí se siente más seguro gracias a él. Tú, por otro lado, te marcharás mañana, y Rodney no volverá a molestarte nunca más. — Lexie sonrió—. Vamos, hombre; piensa en la maravillosa anécdota que podrás contar cuando regreses a Nueva York.
Alvin la miró con insolencia antes de desviar la vista hacia Jeremy.
—¿Es ella? — le preguntó.
Jeremy asintió.
—Es guapa —comentó Alvin—. Quizás un poco quisquillosa, pero es guapa.
—Mejor aún, cocina como una verdadera italiana.
—¿Tan bien como tu mamá?
—Diría que incluso mejor.
Alvin asintió y se quedó callado unos instantes.
—Supongo que crees que ella tiene razón sobre eso de olvidarme del altercado.
—Así es. Lexie conoce este lugar mucho mejor que tú o que yo, y de momento no me he equivocado siguiendo sus consejos.