Falsas apariencias (40 page)

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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

BOOK: Falsas apariencias
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Aparcó enfrente del portal de Luka y llamó al telefonillo, ella le contestó con un apresurado "sube". Al llegar al descansillo vio la puerta entornada y entró en el piso. Se oían gemidos en la habitación, se coló intrigado por el pasillo hasta llegar al umbral del dormitorio, lo que vio allí hizo que le subiera la temperatura corporal unos cuantos grados... y no fue lo único que "subió".

Luka estaba de espaldas a él con un pie apoyado en la cama intentando acoplar unas medias grises de fantasía en el liguero que llevaba ajustado a las caderas. El tanga blanco de encaje, a juego con el sujetador y el liguero, asomaba entre las nalgas del precioso culo que no hacía más que moverse de un lado a otro mientras ella pasaba sus manos por el interior de sus muslos.

—Joder con la mierda esta. No hay manera de que se quede en su sitio, se me tuerce la puñetera raya —comentó enfadadísima.

—Ajá. —Alex consiguió alejar su mirada del tentador trasero y la bajó por las preciosas piernas enfundadas en fantasía; tenía razón, la raya plateada y brillante que iba desde el final del muslo hasta el tobillo no bajaba recta por la pierna, aunque a él no le parecía tan importante.

—Demonios, ¿pues sabéis lo que os digo? —dijo dirigiéndose a las medias—. Que os podéis ir a la mierdecita un rato.

Y acto seguido desenganchó las ligas y metió los dedos bajo las medias con la clara intención de cometer la locura de quitárselas. ¡Qué desperdicio si lo hace!, pensó Alex.

—Espera, déjame ver si puedo hacer algo. —La detuvo situándose contra la espalda femenina y apoyando sus manos sobre las de ella.

—Inténtalo si quieres, pero será inútil, estas "cosas" la han tomado conmigo —contestó frustrada soltándose de sus manos y apoyando éstas en las caderas.

—Verás como yo "las convenzo" para que se porten bien —habló en su oído con voz ronca.

Luka sintió cómo los dedos de Alex recorrían el interior de sus muslos tirando aquí y allá de las medias a la vez que rozaba "sin querer" la tela del tanga que, por cierto, y sin venir a cuento, se estaba humedeciendo. Jadeó arqueando la espalda, apoyándose contra él y acomodando el bulto de sus pantalones en sus nalgas.

—¿A qué hora tenemos que salir de casa? —preguntó él mientras colaba uno de sus dedos por debajo del elástico del tanga.

—Sobre las seis y media —contestó Luka con la respiración acelerada al notar ese dedo jugando con su clítoris.

—Aún queda un rato... y yo estoy bastante nervioso con eso de conocer a tus padres... —susurró acariciándole con su cálido aliento la nuca—, me vendría bien una distracción.

—¿En qué tipo de distracción estás pensando? —jadeó al notar que retiraba el tanga a un lado y metía dos dedos en su interior a la vez que el pulgar trazaba espirales sobre el clítoris, desde el borde hasta el centro, una y otra vez.

—En una que nos haga olvidarnos de todo, incluso de nosotros mismos. —Luka oyó una cremallera bajarse y al momento sintió un buen pedazo de carne terso y suave apretarse contra el canal de sus nalgas.

—Adelante... —Se inclinó hacia delante poniendo el trasero en pompa y mostrando la abertura de su vagina, Alex no esperó más indicaciones...

"Es un milagro que ni mis medias, ni los pantalones de Alex hayan sufrido ningún desperfecto o mancha", pensó Luka un rato después mientras se ponía el vestido de fiesta por la cabeza observándose en el espejo mientras veía a Alex reflejado en una esquina. Estaba tumbado sobre la cama, con la mirada fija en su espalda. Luka sonrió. El vestido era muy sencillo, plateado, justo por encima de las rodillas, el escote comenzaba en pico desde el inicio del canal entre sus pechos y acababa en dos finas cadenas plateadas un poco por debajo de la clavícula que se abrochaban en la nuca y dejaban toda la espalda al aire. Y cuando decía toda, era toda, la parte de atrás se quedaba un escaso centímetro por encima del final de la espalda. Alex no podía quitarle la vista de encima.

Se giró con las manos sujetándose el pelo por encima de la cabeza para preguntarle qué impresión le causaba, pero no fue necesario. El había apoyado la palma de su mano sobre la bragueta, justo en el mismo lugar en que se destacaba su polla hinchada, miró fijamente a Luka y comenzó a acariciarse lánguidamente con el deseo pintado en el rostro.

—Sigo nervioso —comentó sin parar de mover la mano.

—Pues tómate una tila —repuso Luka riéndose.

—¿No hay manera de convencerte? —preguntó Alex sabiendo que llegaban tarde.

—No —contestó ella sin apartar la mirada de los movimientos hipnóticos que él hacía sobre su pene, arriba y abajo, lento y sinuoso.

—¿Me compensarás esta noche por el dolor que me estás haciendo padecer? —su voz ronca llegaba hasta ella haciéndola reflexionar sobre la importancia de llegar puntual.

—Mmh —contestó, y al momento se percató de que estaba cayendo en el juego—, ¡Alex, compórtate!

—No quiero... —dijo haciendo pucheros.

—Vamos... sé un niño bueno y esta noche Papá Noel te dejará un regalo —dijo como haría una madre ante los nervios navideños de su hijo.

—Jopee... —refunfuñó imitando a un niño a la vez que se levantaba de la cama—. Me portaré bien, pero a cambio quiero... —se colocó frente a ella y le acarició los pechos con ternura— que esta noche la pasemos en mi ático.

—¿Por qué? —preguntó intrigada.

—Tengo algo preparado...

—¿El qué?

—Ya lo averiguarás...

—Alex... si no lo vas a contar no lo empieces a decir... —respondió irritada al ver que él cogía su chaqueta y salía del cuarto.

—Vamos, preciosa, llegamos tarde —repuso indiferente enarcando las cejas.

—Demonios... —le esperaba una tarde llena de imágenes sobre lo que podía haber preparado...

Salieron de la casa después de que Luka comprobara —unas mil veces— que sus niñas tenían comida de sobra. ¡Para no tenerla! Les había comprado a las tortugas un montón de gambas crudas que había pelado pacientemente para luego dejar en un platito de plata sobre la rampa... Lara y Clara ya estaban dando buena cuenta de ellas. A la iguana le había preparado un exquisito plato lleno de verduritas colocadas por colores que incluso a Alex le daba ganas de meter mano y probar de la buena pinta que tenían. Asistió por enésima vez a la despedida de Luka y sus niñas y por fin salieron por la puerta.

—Me extraña que no te las lleves con nosotros pasar la fiesta juntas —comentó divertido.

—Créeme, lo haría si pudiera, pero no tengo ningún sitio adecuado donde dejarlas en casa de mis padres y si las dejo con nosotros en el salón se ponen nerviosas por el ruido y la gente, es mejor así —contestó ella totalmente seria—. Parezco idiota, ¿verdad?

—No, ¿por qué dices eso?

—No sé, ¿conoces a alguien que se sienta triste por pasar la Nochebuena lejos de sus mascotas?

—Ahora sí. Está claro que quieres muchísimo a tus amigas y eso está bien.

—Durante un tiempo fueron lo único que me hacía volver a casa... estaba tan vacía, tan solitaria antes de que vivieran conmigo, que cuando Clara y Lara aparecieron fue como si un poco de vida se colara entre las paredes... sé que suena estúpido, pero es así.

—No suena estúpido, ver cómo las tratas, cómo las quieres, hace que me dé cuenta de que eres una mujer estupenda... y de que serás una madre maravillosa.

—¡Vaya! —Lo miró fijamente... él también sería un padre maravilloso— Luego sonrió y cambió el rumbo de la conversación—. Verás cómo te lo pasas bien en mi casa; mi familia es de lo más normal...

Y lo era.

Pasaron un par de horas en casa de Pili y Javi acompañados por Ruth y Dani, charlaron, rieron, soportaron las bromas de Dani y, por último, se quedaron a solas los chicos mientras ellas desaparecían como por arte de magia en la cocina, el par de veces que intentaron hacerse con unas cervezas de la nevera fueron echados de allí sin contemplaciones... intrigados intentaron escuchar a través de las paredes... nada... susurros y un nombre aislado: "Marcos"; Javi frunció el ceño al oírlo y abrió la puerta de la cocina de golpe. Las chicas callaron inmediatamente, Pili le lanzó una mirada asesina y Javi, haciendo caso omiso, se cruzó de brazos en la entrada. Al final acabaron saliendo, pero eso sí, no compartieron sus susurros con nadie más. Hacia las nueve se separaron para ir cada uno a casa de sus progenitores.

Al aparcar el coche en la avenida de Lisboa, Alex sintió un nudo en el estómago, no estaba nervioso, se repitió una y otra vez, pero era mentira, mentira cochina.

Los padres de Luka resultaron ser unas personas muy agradables de unos sesenta años, Victoria era rubia, Ángel moreno. Ella impecablemente vestida de fiesta y él con unos pantalones que le caían de la cintura, una camisa mal remetida y unas zapatillas de andar por casa. Ella peinada de peluquería y él sin peinar. Punto.

La noche y el día, pero tan compenetrados que daba gusto verlos. El hermano de Luka era un hombre altísimo de unos veinticinco años, su mujer una muchacha morena y bastante bajita, vivían en Bilbao y resultaron ser sumamente agradables y divertidos. Durante la cena entablaron una conversación agradable y distendida.

—¿No vas a ver a tu familia estas fiestas Alex? —preguntó Victoria.

—Claro que sí. Mis padres y mi hermana con su familia vienen a Madrid para Nochevieja y se quedarán un par de días.

—Estupendo. ¿Cenáis todos juntos en tu casa?

—No —hizo un gesto de pesar antes de seguir hablando—, he pensado en ir al Vips o a algún sitio similar. Me temo que yo soy un poco inútil a la hora de hacer menús festivos... y ofrecerles unos huevos fritos en Nochevieja no me parece adecuado —respondió Alex frunciendo esos preciosos y carnosos labios en un mueca de "pobrecito".

—¿Vas a cenar en Nochevieja fuera de casa? —tronó Ángel nada conforme.

—¡Papá! —exclamó Luka—. No te metas donde no te llaman.

—Me parece fatal —siguió hablando haciendo oídos sordos a la recriminación de su hija—; tu familia viene hasta Madrid desde Barcelona y tú les ofreces una Nochevieja en un restaurante impersonal. Deplorable.

—¡PAPÁ!

—No me callo. No me parece bien, Alex. Nada bien. Veniros a cenar con nosotros —ofreció.

—¡Por supuesto que sí, es una buenísima idea, Ángel! —aseveró Victoria dando un golpe en la mesa; a ella tampoco le parecía bien el otro plan—. Vamos a estar los tres solos, pues tu hermano pasará la Nochevieja en Bilbao, así que... tenemos toda la casa a vuestra disposición. —Sonrió complacida abriendo los brazos y señalando el salón.

—Bueno... —Alex se acababa de quedar sin palabras. Le acababan de conocer y le abrían las puertas de su casa, a él... y a su familia—. Te estoy sumamente agradecido, pero la verdad es que no me parece justo, nosotros somos seis y no estaría bien que cocinaras para mi familia cuando acabo de conocerte —se dirigió específicamente a Victoria—, me daría mucho apuro... no, muchísimas gracias, pero no —aunque volvió a poner la mueca de "pobrecito niño solo".

—Pues entonces, ¿por qué no le dices a Luka que os haga su maravilloso cochinillo para cenar? Con un poco de marisco y algo de ibéricos, tendrías una cena perfecta y estaríais todos en tu casa —improvisó Ángel.

—¡Papá!

—¿Haces un maravilloso cochinillo, Luka? —preguntó Alex divertido, viendo su azoramiento y aprovechando la situación que se le presentaba.

—El más rico que hayas probado nunca —terció su hermano.

—Podrías hacerlo para tus suegros, seguro que los dejas impresionados.

—¡Papá! —volvió a gritar ella abochornada—. No son mis suegros. Por favor, compórtate.

—Ah, pero lo serán, vaya que sí —dijo guiñando un ojo a Alex.

—Yo no soy quién para llevar la contraria a una persona mayor —se escaqueó Alex con una gran sonrisa de complicidad en la boca. Su suegro tenía en mente lo mismo que él.

—¡Alex! ¡Papá!

—No les hagas caso, cielo, solo están bromeando. Además, lo mínimo que puedes hacer para corresponder a la amabilidad de Alex al cenar con nosotros, es ayudarle un poco con ese cochinillo estupendo que haces y de paso quedarte a cenar con ellos. Siempre es bueno conocer a la familia de los "amigos" —y esto último lo dijo haciendo con los dedos el gesto de las comillas a la vez que sonreía intrigante, conocía demasiado bien a su hija, Alex parecía ser un muchacho maravilloso y Luka necesitaba algún que otro empujoncito.

—¡Mamá!

—A mí me parece una idea estupenda, cariño —habló Alex sin darse cuenta del apelativo afectuoso con que la llamaba—, mis padres están deseando conocerte y si te encargas del cochinillo yo puedo comprar todo lo que haga falta, previa lista de tu madre, claro —adular a la "suegra" nunca estaba de más—, y preparar la casa para la cena. Se van a quedar en casa hasta el viernes.

—¿Están deseando conocerme? ¿Les has hablado de mí? ¿Van a quedarse en tu casa, en nuestra habitación del ático? —interrogó Luka sin pensar.

—¡Luka! —Ahora el turno de asombrarse era de su padre.

—Aps. —Se puso colorada como un tomate.

—Les he hablado de todos mis nuevos amigos de Madrid —contestó Alex divertido, le había gustado el detalle de "nuestra habitación del ático", de hecho se estaba poniendo duro al recordar lo que había preparado para esa noche. Y no era el lugar para ponerse duro, menos aún cuando los padres de Luka le estaban mirando fijamente, recolocó el mantel sobre su regazo y continuó hablando—, y por supuesto también les he hablado de ti, largo y tendido...

—Ay, Dios —susurró Luka tapándose la cara muerta de vergüenza al pensar en Alex hablando a sus padres de ella.

—Y sí, he pensado que en la planta baja de mi casa hay espacio de sobra para los cinco, mi hermana Lola, su marido y su hijo dormirán en la habitación de matrimonio y mis padres lo harán en el cuarto de la esquina —luego bajó la voz, pero todos lo oyeron perfectamente—; el ático estará libre y aislado de todos —carraspeó al ver la cara de asombro de su chica—. He pensado en todo —le susurró al oído.

—¿Y bien? —preguntó su padre enarcando una ceja incómodo.

—¿Y bien...? —Luka no tenía ni idea de lo que le estaba preguntando.

—¿Cenarás en Nochevieja con Alex?

—Eh... sí, pero si ceno con él vosotros estaréis solos —dijo en un último intento de escaquearse aunque, pensándolo bien, le encantaría cocinar e impresionar a Alex... y a su familia.

—Claro que no —interrumpió Alex—, tus padres cenarán también con nosotros. Y no admito un no por respuesta —dijo mirando fijamente a la pareja mayor que lo miraba sonriendo.

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