Una mano rodeó su cintura hasta acabar masajeando sus nalgas mientras la otra hacía magia en la costura empapada. Dios, estaba a punto de correrse en mitad de la calle... en mitad de la calle y justo enfrente de la tienda donde compraba el pan todos los días, pensó con un destello de lucidez. Abrió los ojos de golpe y sí, efectivamente, allí estaba la "rubia", la cotilla oficial del barrio y dueña de los frutos secos, joder. Y no les quitaba ojo de encima. Empujó con manos temblorosas el estupendo y musculoso torso que se apretaba contra ella y consiguió separarse de la rigidez que prometía maravillas pegada a su estómago. Respiró profundamente bajó la mirada extrañada de Drácula, miró la entrepierna del hombre, mierda, se notaba enorme contra la tela del pantalón. Dentro de una hora todo el barrio sabría que casi se había tirado a un tío en plena calle. Miró de nuevo a su acompañante, se mordió el labio inferior y sin darse tiempo a pensarlo más le sacó la camisa de los pantalones y le cubrió con ella la erección. Luego se giró y entró con toda la seguridad que pudo reunir a la tienda.
Inspirar, expirar. Si no puedes con el enemigo únete a él. La "rubia" iba a cotillear, bien, pues aprovecharía que por primera vez en su vida estaba con un tío más bueno que el pan. Que le mirase bien y así luego podría restregárselo a la Marquesa y CIA. Al fin y al cabo se enterarían en seguida, de perdidos al río.
—Hola "rubia", quiero dos botellas de Coca-Cola light, una bolsa de patatas fritas y diez regalices de esos que tienen cosa blanca por dentro —y, volviéndose a Dracu, que estaba alucinado por el cambio de situación, le preguntó—: ¿Te apetece algo?
—Sí. Una bolsa de pipas —dijo reaccionando; si quería comprar, comprarían— y unos cheetos.
—Vale, todo eso, "rubia". ¿Qué te debo?
—Pues 7,30 —respondió la "rubia" sin quitar el ojo de encima al hombre—. ¿Cómo por aquí a estas horas? —preguntó indagando; cuanto más supiera más podría contar, el resto se lo inventaría.
—Ya ves... dando un paseo. No, deja, pago yo —dijo Luka cuando le vio sacar la cartera—. Nos vemos —dijo mientras salía como una exhalación de la tienda.
—Joder, se va a enterar todo el barrio —comentó Luka una vez lejos de la tienda.
—¿Y qué más da? No vives aquí, ¿no? —dijo él con toda la intención.
—Mmh, pues mira tú por dónde, sí. Vivo justo en ese portal.
—Vaya, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo... dijiste que vivías muy lejos —sonrió él.
—Dios —dijo Luka frotándose la cara, estaba "calentita" y la habían pillado
in fraganti—.
Pues sí, me has descubierto, ¿algún problema?
—No, ningún problema, y bien ¿Nos vamos? Lo digo porque la reportera más dicharachera de Barrio Sésamo acaba de salir... —dijo refiriéndose a la "rubia", que estaba con la oreja puesta a ver si captaba más ondas.
—Bufff, la verdad es que si te soy sincera he tenido un día de mierda y no sé si tengo humor para ir a cenar a ninguna parte...
El esperaba una respuesta mientras ella lo miraba fijamente, calculando. Los vaqueros seguían haciendo de las suyas y las caricias de él no habían sido exactamente relajantes. Apenas podía respirar, no podía moverse yendo tan ajustada, el puñetero turbante de los huevos se estaba deshaciendo, lo cierto es que se le estaba resbalando por la frente amenazando con caer sobre sus ojos.
—Si no te importa voy a casa a cambiarme de ropa, estos vaqueros me están haciendo papilla la entrepierna. ¿Esperas aquí a que me cambie o prefieres acompañarme?
—¿Hace falta preguntarlo? —contestó cogiéndole la mano y guiándola hacia el portal, una sonrisa lasciva iluminó su rostro, estaba duro y siempre había tenido fantasías con los ascensores.
—Promete que te portarás bien —había visto su expresión y sabía perfectamente lo que significaba.
—Por supuesto...
Se inclinó divertido haciendo una reverencia exagerada, tomó su mano y le besó los nudillos.
—Seré el perfecto caballero.
Tiró de su muñeca y Luka dio un traspié quedando pegada a él, ocasión que aprovechó para besarla lentamente a la vez que guiñaba un ojo a la "rubia".
—Tonto —río ella cuando acabó el beso.
Entraron en el portal riendo como dos adolescentes pillados en plena travesura. Llamó al ascensor y mientras montaban, Luka recordó de golpe el "estado" de su piso. Mierda —nunca mejor dicho—, cuando se fue esa mañana había dejado la cama sin hacer y los cacharros sin fregar, arrugó la nariz recordando... El polvo llevaba sin pasarse desde el domingo, ¡mierda!, igual que el suelo... ¡¡Dios!! Y la ropa estaba tendida sobre los radiadores y en un tendedero en mitad del salón. Demonios, lo primero que verían al entrar en su casa serían los calcetines de lana colgados en el radiador de la entrada. Lo mejor para la autoestima. Mierda, mierda, mierda. Decidió coger el toro por los cuernos.
—Mmh, que te iba a comentar, la casa está algo desordenada, ya sabes, lo típico, las revistas encima de la mesa, la ropa limpia —remarco "limpia", solo faltaba que pensara que lo que había colgado por toda la casa era ropa sucia— tendida por ahí y, bueno, la verdad es que no soy muy amiga del orden... —comentó mirándole atentamente, por favor, por favor, por favor, que no sea como el Vinagres, por favor.
—Bah, estará igual que mi habitación, entre el curro y tal no hay tiempo de nada —contestó entendiendo completamente su mirada temerosa. Mamá se moriría si alguien viera su casa desordenada e imaginaba que todas las mujeres pensaban igual, aunque a él personalmente le daba lo mismo.
—Efectivamente —dijo ella suspirando.
Las puertas del ascensor se abrieron dando paso a un descansillo mal iluminado de baldosas y suelos grises, los constructores de estas viviendas de protección oficial se habían esforzado mucho por hacerlas lo más feas posible. Luka se detuvo un segundo ante su puerta y respiró profundamente.
—Que sea lo que Dios quiera —murmuró entre dientes.
Abrió la puerta, dio un paso dentro del piso y se quedó petrificada.
Drácula asomó la cabeza sobre el hombro de ella. ¡Caray! Si a eso le llamaba ella desorden no quería pensar cómo estaría el piso cuando estuviera ordenado.
El piso resplandecía como un espejo, lo poco que se veía del salón estaba brillante como una patena, joder, ¡si hasta se podría comer sopa en el suelo! El aire olía a limpio, no se veía ropa, ni limpia ni sucia, por ningún sitio, ni revistas sobre la mesa. No estaba ordenado, estaba impecable.
Ella seguía parada en la entrada, quizá esperaba alguna alabanza...
—Pues para estar desordenada se ve muy bien —ironizó.
—No digas chorradas, yo no he dejado así mi casa esta mañana —dijo tensa.
—¿No?
—No, aquí ha estado alguien.
Él la miró y entró decidido al piso.
—¡Eh! No pases, podría haber alguien —comentó asustada.
—¿¿Y???
—Joder. Alguien ha entrado en mi casa, lo mismo son ladrones o yo que sé.
—¿Ladrones? No sé de ningún ladrón que entre en una casa y se ponga a fregar. O que robe la ropa limpia que esta por ahí colgada —enarcó varias veces las cejas.
—Sí, bueno. Pero alguien ha estado aquí. Lo digo en serio. Mi casa JAMAS ha estado tan recogida.
—Pues no sé, lo mismo se ha presentado el Hada de las escobas y le ha dado una pasada...
—No bromees. Te digo que alguien ha entrado en mi casa y tú te cachondeas. —Estaba más que asustada, irritada, parecía de locos—. Eh, espera, no entres, quien haya sido puede estar escondido en alguna parte.
Drácula se volvió al oír el reparo en sus palabras. ¿Escondido en algún lado? Seguro. Según podía ver la casa era tan pequeña que si había alguien escondido tenía que ser un liliputiense.
—Vamos, no te preocupes, seguro que hay una explicación razonable. Quizá alguien de tu familia ha pasado por aquí.
—Están fuera de Madrid.
—Un amigo.
—Sí, claro, cómo no se me había ocurrido antes. No tienen nada mejor que hacer que venir a mi casa a recoger mi mierda. Por favor.
—Pues alguna explicación habrá —dijo adentrándose en la casa mientras Luka le agarraba del antebrazo para que se detuviera.
El piso tenía tres puertas más, una daba al diminuto baño, otra a una caja de cerillas con una cama con las sábanas tan estiradas que fijo que rebotaría en ellas cuando se acostara y por último una cocina tan pequeña que si estirabas el brazo chocabas con la pared. Sobre la encimera había un papel.
"Falta KH7, cristasol y pronto. Te he tirado el pollo de color verde de la nevera y el champú vacío del baño. Ya me ha pagado tu madre, este viernes y el que viene. Feli."
Le enseñó la nota a Luka.
—¿Y bien?
—Dios, lo había olvidado. Ufff... es de Feli, la asistenta de mi madre. Me lo dijo por
e-mail.
Se han ido a la playa y le ha dejado las llaves de casa para que me la limpie como hace siempre que no están. Siento este lío...
—¿Ves? Todo tiene explicación —dijo acercándose a ella con "intenciones".
—Bueno, pues como está todo aclarado voy a cambiarme de ropa. Espérame en el comedor y enciende la tele, ahora vuelvo —dijo alejándose.
Dios, la había liado buena, estaba con míster cañón en su casa y con el pelo horroroso, para haber decidido que no podía tener un E.S.E. lo había complicado todo de mala manera, pensó mientras le veía sentarse en el ex sillón de la abuela y encender la ex tele de su madre. Ufff...
—Ey, van a echar
El Jovencito Frankenstein
por la tele —le oyó gritar desde el salón.
—Genial. Me encanta esa película.
La verdad es que no le apetecía nada salir por ahí, ahora que estaba en casa todo el cansancio acumulado durante la semana pesaba sobre ella. Además, y por si fuera poco, iban a poner una de sus películas favoritas, divertida, entrañable, irreverente... y que no tenía ni una sola escena de sexo... Nadie se sentiría excitado por ver a Gene Wilder tocando el violín para atraer al monstruo que había creado. Por el tono de voz de él al decirle que echaban la peli parecía que le gustaba tanto como a ella. Mmh.
Acabó de desnudarse, cogió la sudadera vieja que usaba para estar en casa, los vaqueros deshilachados y rotos de estar cómoda, unos calcetines de lana —hacía frío y odiaba andar en zapatillas por casa—, se hizo un moño con su horroroso cabello y lo enfundó en una gorra con el logotipo de Faunia. No estaba guapa, no estaba sexy, por lo tanto no creía que tuviera problemas en manejar la libido del vampiro y si aun así sucedía un E.S.E. estaba en su casa y sabía dónde estaban los interruptores de la luz, a oscuras no vería su pelo... Bufff, era inconcebible que hubiera montado todo ese lío de la ropa para estar guapa y que sin embargo ahora lo único que deseara fuera estar cómoda y calentita en casa... eso sí, sin mostrar su pelo.
—¿Qué te parece quedarnos a ver la peli con una pizza en la mesa? —preguntó entrando en el salón.
—Perfecto —contestó él recorriéndola con la mirada, se había cambiado de ropa, estaba desarreglada, daba una imagen fresca y cómoda. Estaba preciosa.
—Bien, ¿carne, champiñones, pimiento verde y extra de queso?
—Y cebolla.
Viernes 7 de noviembre de 2008, 22.05h
Mientras Luka se metía en la cocina para llamar por teléfono, Drácula aprovechó para echar un vistazo a su alrededor. El cuarto en el que se encontraba era bastante pequeño y parecía estar amueblado con retales, pero se veía acogedor. El salón era cuadrado, con un sillón de tres plazas tapado con un cubretodo naranja en el que al sentarte te hundías tanto que haría falta una grúa para levantarte. A un lado del sillón, y colocada sobre una estructura de metal blanco que no pegaba con nada de lo que había alrededor, se situaba una pecera grandísima de casi un metro de largo por medio de ancho con una rampa de césped artificial en un flanco en la que nadaban dos tortugas apaciblemente. Tirados en el suelo al otro lado del sillón estaban amontonados los asientos de algún otro sofá, sin armazón, sólo el relleno con la funda; frente al sillón una caja de madera barnizada con un cristal grueso encima hacía las veces de mesa. En la pared libre, un aparador de madera de unos dos metros de largo, contenía un televisor de 25 pulgadas marca Phillips de hacía por lo menos veinticinco años, un DVD marca
nisuputamadre
, un montón de CDs y DVDs colocados en sus cajas redondas, miles de fotografías en marcos de metacrilato y justo en el extremo del mueble, un terrario que parecía haberse construido aprovechando la estructura de un armario antiguo. Era un terrario alto con una rama atravesándolo hasta el techo que hacía las veces de árbol, una cueva hecha de troncos abajo, un barreño de metal que supuestamente sería una piscina para reptiles y, sobre la rama, una iguana de metro y medio más o menos. Las paredes estaban ocupadas por estanterías de metal ancladas a ellas, que contenían miles de libros. El único cuadro que colgaba del salón estaba sobre el sillón y no era exactamente un cuadro, sino un tablero de corcho que ocupaba toda la pared y en el que estaban pinchadas fotografías de todos los tamaños. Se levantó para mirarlas, en todas había personas en distintos grados de felicidad, disfrazadas de robots, en bikini en la playa, tiradas en el suelo en la montaña... Colocada en el centro del corcho, en el lugar de honor, una más grande que las demás le llamó la atención. Era un grupo de amigos en ese mismo salón, dos mujeres estaban sentadas en el suelo aplaudiendo mientras dos hombres de pie, vestidos con minifaldas y tops ajustados hacían algo parecido a un pase de modelos; al lado había otra con esas mismas personas, pero en esta los hombres llevaban lo que parecía ser fundas de almohada enrolladas en las ingles y asumían la postura de los luchadores de sumo... ¿Qué demonios?
—Divertida, ¿verdad?, es la fiesta de inauguración de mi casa.
—¿La fiesta de inauguración?
—Sí, cuando me dieron la casa y la tuvimos más o menos montada invité a mis amigos y bueno, acabaron revolviendo mi armario y vistiéndose con mi ropa.
—Vaya, sí tuvo que ser divertido.
—Ni te lo imaginas.
Drácula siguió mirando las fotografías, aunque había mucha gente retratada, esas cuatro personas de la fiesta estaban en casi todas.
—¿Son tus mejores amigos? —dijo señalando la foto.
—Sí. ¿Cómo lo has averiguado?
—Porque son los que más salen en las fotos. Esos cuatro y esta chica —dijo señalando a una mujer rubia, bajita, de cara con forma de corazón, ojos enormes y boca de piñón, con un cuerpo estupendo y un vestuario muy sexy.