Evento (42 page)

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Authors: David Lynn Golemon

Tags: #Ciencia Ficción, Intriga

BOOK: Evento
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—Será un placer traspasarle todas las funciones, señor. Nos veremos pronto —se despidió Collins, mientras la pantalla se quedaba en azul.

—Que Dios nos ayude, está suelto —dijo Lee.

—Todavía no lo sabemos con seguridad, Garrison —dijo Alice por cautela.

Lee no prestó atención a la respuesta de Alice y se volvió en dirección a Compton.

—Necesitaréis ingenieros, y seguramente un equipo especializado en túneles. Será preciso que ampliemos los dispositivos de seguridad y que aceptemos el apoyo aéreo que nos ha ofrecido el presidente para proteger la ciudad. Tenemos que hacer saber a las Fuerzas Aéreas que quizá necesitemos su ayuda. —Lee se quedó un momento pensando—. Les pediré consejo a los jefes del Estado Mayor en Washington y trataré de calmarlos un poco, a ver si así podemos utilizar a los miembros de los Ranger, y a algunos de esos integrantes de los Delta de los que tanto hemos oído hablar últimamente —dijo refiriéndose a los grupos de operaciones especiales conocidos como Fuerza Delta; unidades que oficialmente no existían, al igual que el Grupo Evento.

—Sí, señor, quizá sea necesario —dijo Niles.

Alguien llamó a la puerta, Virginia se acercó y recibió una nota de uno de los encargados de comunicaciones del Grupo. Se aproximó hasta Niles y se la dio. Él la leyó rápidamente y agachó la cabeza.

—¿Qué pasa? —preguntó Lee.

—Según la policía del estado de Arizona, dos agentes han desaparecido, y también han informado de una inmensa matanza de ganado en los alrededores del lugar del accidente.

—¿Cómo de inmensa? —preguntó Alice.

Virginia posó su mirada en Niles, que estaba sentado con la cabeza gacha, pensando en todo aquello con los ojos cerrados. Luego observó a Alice y al senador y dijo:

—Trescientas cabezas pertenecientes a ocho ranchos diferentes han sido masacradas, todas dentro del perímetro de la zona del accidente.

—¿Masacradas? —preguntó Lee.

—Sí, las han masacrado y se las han comido —dijo Virginia.

—Dios mío, debe de haber más de un animal —aventuró Compton.

Lee se levantó y en silencio se acercó hasta el teléfono rojo que había dejado antes encima del escritorio, algo preocupado ante la idea de tener que utilizarlo. Se puso el auricular sobre la oreja y esperó un momento mientras escuchaba algunos pitidos y señales. La voz al otro lado sonaba medio dormida, pero mantenía el tono de alguien acostumbrado a recibir llamadas a cualquier hora de la madrugada.

—Siento molestarlo tan temprano, señor presidente —dijo Lee con voz tranquila.

Niles había informado ya al comandante en jefe del descubrimiento del platillo. No había dicho nada acerca de la posible relación entre el presidente y la Corporación Centauro, pero le había advertido de las posibles circunstancias que podrían presentarse en el lugar de los hechos, y el presidente era consciente de lo que podía pasar, ya que había sido informado al detalle de los acontecimientos de 1947. El presidente contuvo el aliento un momento mientras esperaba a escuchar aquellas palabras que no quería oír.

—No suena usted muy contento, viejo amigo.

—Señor presidente, le hablo en nombre del Grupo: creemos que hemos sido atacados. Es algo oficial, se han producido bajas civiles en nuestro país —dijo Lee con tono sombrío—. Estamos en guerra con algo cuya procedencia todavía desconocemos.

El resto de los presentes en la sala lo miraron con gesto muy serio. Nadie Había hablado en esos términos desde aquel día de septiembre del año 2001, cuando unos desquiciados habían atacado el World Trade Center. La única ocasión, además de esa, en que se habían pronunciado palabras parecidas había sido en 1941, cuando Roosevelt fue informado del ataque de Pearl Harbor.

—Sí, se ha establecido un perímetro —contestó Lee al presidente—. No, señor, no se puede hacer nada aparte de esperar y ver qué podemos encontrar. Enviaremos gente a los pueblos cercanos y organizaremos la seguridad intentando que no cunda el pánico. Como excusa tenemos un Escenario Uno. —Volvió a quedarse callado antes de responder otra vez al presidente—. No, señor, creo que por el momento podremos consolidar nuestra posición y coordinarnos mejor solo con mi gente. Pero si es posible, sería conveniente tener efectivos de la 101, de los Ranger y de los Delta posicionados en… —Se quedó un momento mirando el mapa que había desplegado sobre su mesa—. En Chato's Crawl, Arizona. No es demasiado grande y pensamos que si no encontramos nada, será más fácil hacer creer la historia inventada a un grupo de gente lo más reducido posible. —Lee hizo una pausa—. El comandante de la base de Nellis está cooperando, gracias, señor. Sí, un equipo de operaciones especiales de las Fuerzas Aéreas estará sobre el terreno para asegurarse de que los C-130 se encuentran con una zona de aterrizaje segura.

»Creo que deberíamos contar también con los Operativos Especiales del Aire de MacDill, en Florida. —Lee permaneció en silencio—. Sí, señor, las cosas pueden ponerse así de mal. Y dele las gracias al Consejo de Seguridad por poner en alerta a la División 82 Aerotransportada para que esté lista para despegar, ya sea desde Phoenix o desde El Paso, y por decirles que se trata tan solo de unas maniobras —dijo, mirando las sorprendidas caras que lo rodeaban—. Sí, señor, gracias, me parece lo más prudente teniendo en cuenta que no conocemos bien de lo que es capaz esa cosa. —Tras escuchar algunas palabras más, Lee colgó el teléfono rojo.

Luego respiró hondo, se quedó mirando a Niles y dijo que sí con la cabeza.

Niles se volvió hacia Alice.

—Notifique a los equipos del Grupo que abandonen todos los preparativos que estén haciendo. Dígale al comandante que le comunique a su equipo a qué nos enfrentamos. Después, anuncie que la operación Orión es el plan B oficial. Fuerzas de Operaciones Especiales de la base de las Fuerzas Aéreas de MacDill van a traer material especial por si resulta necesario.

—¿Material especial? —preguntó Virginia.

—Armas tácticas de neutrones —contestó Alice.

—No harán falta, porque vamos a dar con ese maldito animal —dijo Lee, haciendo una mueca y cerrando luego los ojos con fuerza.

Niles, Alice y Virginia reaccionaron como si estuvieran dentro de un sueño cuando Garrison Lee se apoyó en el borde de la mesa y cayó luego lentamente al suelo, agarrándose fuertemente el pecho.

Quinta parte

Expediente Evento n.° 457821: Extinción

La guerra es el infierno

—GENERAL WILLIAM T. SHERMAN.

Ejército de los Estados Unidos

Capítulo 25

En la mayoría de los casos, los altos cargos del gobierno de los Estados Unidos actúan con mucha lentitud, como un glaciar que va desplazándose unos cuantos centímetros cada año hasta cubrir una cierta distancia a lo largo de los siglos. El país había descubierto que, ante determinadas circunstancias, las reacciones instintivas producían una gran cantidad de pérdidas, tanto materiales como de vidas humanas. Pero cuando había que enfrentarse con algo que había sido previsto y planificado durante años por alguien del talento del antiguo senador Garrison Lee, uno encontraba a su disposición más de catorce carpetas de más de diez centímetros de grosor acerca de las distintas respuestas militares que se podían dar al Evento que había tenido lugar en el desierto. En estas carpetas se abarcaba todo, desde guerrilla urbana contra el animal hasta la situación en la que se encontraban ahora, si bien nunca se había previsto nada relacionado con escenarios subterráneos.

Pero ahora se rumoreaba que el senador se estaba muriendo. La historia de su desmayo había corrido como la pólvora por todas las instalaciones del Grupo y ya había llegado al Consejo de Seguridad Nacional, dando argumentos a aquellos que querían que se apartase del Grupo.

Aquel domingo por la mañana, Sarah McIntire estaba de pie en la pequeña capilla, viendo cómo el padre Carmichael llevaba a cabo la ceremonia de la comunión. La multitud que abarrotaba la sala cubría también las paredes laterales. Sarah iba escuchando el monótono sermón, pero aquella mañana su mente estaba en otro lugar, lejos de la capilla: se preguntaba si el equipo de reconocimiento que estaba en Arizona sabría ya lo del desmayo del senador. Confiaba en que las noticias les hubieran sido transmitidas a su compañera de habitación y a los otros miembros del equipo que hacía de avanzadilla.

Mientras la congregación se ponía en pie para recitar un himno seleccionado especialmente en honor al senador, alguien tiró de ella, alejándola del muro. Se dio la vuelta y vio a Steve Hanson, un integrante del equipo de geología con el que había recibido entrenamiento el año anterior.

—Vamos —dijo en voz alta; al mismo tiempo Sarah recibió un mensaje en su busca.

Sarah cerró el cantoral, se lo pasó a quien tenía al lado y siguió a aquel hombre hacia la salida de la capilla. Consultó el busca y vio que en la pantalla se podía leer la palabra «Alerta».

—¿Qué sucede? —preguntó, zafándose de su inquieto compañero.

—Han puesto a nuestro equipo en estado de alerta máxima por posible misión —dijo Hanson nerviosamente mientras corría hacia las puertas de la capilla.

Antes de que llegaran a abrirlas, el sonido de cientos de buscapersonas empezó a resonar a su alrededor, y varios de los presentes comenzaron a prepararse para entrar en acción.

El Grupo Evento se iba a la guerra.

Montañas de la Superstición, Arizona

7.40 horas

La ladera de la rocosa montaña había adquirido un aspecto asombroso. En menos de dos horas, el lugar donde se había producido el accidente había pasado a convertirse en una pequeña ciudad llena de tiendas de campaña y tráileres. Todo había sido trasladado por aire gracias a los helicópteros Pave Low, los más grandes que habían podido aportar el 23 Grupo de Operaciones Especiales de Nellis y el 17 Grupo de Estudio y Observación de la base de las Fuerzas Aéreas en March, California. El terreno estaba plagado de restos del accidente y de gente. Un millar de pequeñas banderas rojas y amarillas habían sido colocadas para marcar los restos de chatarra procedentes del vehículo.

Se había llevado a cabo la instalación de un intercomunicador y una señal de vídeo entre Nellis, Washington y el lugar del accidente, así que Compton podía ver no solo a Collins, sino también al presidente y a su equipo de Seguridad Nacional en Washington. Jack también podía verlos en dos monitores que Lisa había instalado un momento antes de que la conexión en línea se pusiese en marcha. Jack le había proporcionado ya un informe preliminar a Niles un momento antes de que los demás se incorporaran a la conversación.

—¿Qué tenemos de momento, comandante Collins? —preguntó Compton para que Washington pudiera ponerse al día.

—Lo que tenemos es un impacto a una velocidad muy elevada de un vehículo de origen extraterrestre sobre un terreno sólido. Los restos del accidente están esparcidos en forma de uve, lo cual es señal de que el choque se produjo a una gran velocidad —dijo Jack mientras miraba a los dos monitores: en uno estaba Niles en la base del Grupo y en el otro el presidente en Washington. Sabía que el presidente había vuelto a la Casa Blanca en mitad de la noche y que por lo tanto no estaría de humor para informes demasiado prolongados. Y estaba en lo cierto.

—¿Ha habido supervivientes, comandante? —preguntó el presidente para ir al grano.

—Nuestro equipo forense, dirigido por la doctora Gilliam, que también pertenece al Grupo, ha recuperado dos cadáveres de lo que ella llama «seres extraterrestres» —contestó Jack, quitándose el casco y pasándose un pañuelo limpio por la frente.

—Está bien, comandante —dijo el general Wayne Crawford, comandante de los cuerpos de Marina, mientras la cámara giraba hasta su silla en la sala de situación de la Casa Blanca, unos metros por debajo de la superficie, en el número 1600 de la avenida de Pensilvania—, hemos recibido su petición de refuerzos Delta y Ranger y han sido aprobados, están ya en el aire. Ahora bien, ¿qué hay de ese animal, se han encontrado sus restos?

Collins explicó que no habían encontrado ningún resto en ninguna de las cajas y contó el hallazgo de las latas con ácido.

—A partir de la información de nuestro equipo de tierra, del hecho de que haya dos agentes desaparecidos, de la enorme cantidad de ganado masacrado y de los agujeros que hemos descubierto, la conclusión es que tenemos al menos a un espécimen de tipo excavador de una especie agresora rondando por el desierto, señor.

—Maldita sea —se lamentó el presidente—. ¿Pueden seguirle la pista a ese animal a través de los túneles que ha excavado?

—Sí, señor. Tenemos de camino a equipos especializados en túneles y geología; cuando lleguen, volveremos a valorar la situación. Estamos utilizando todos los recursos de cada uno de los departamentos del Grupo. Nuestros equipos de seguridad son a los que más les cuesta ahora mismo abarcarlo todo, así que las fuerzas de asalto de los Ranger y los Delta se integrarán entre sus efectivos.

—A los jefes del Estado Mayor les gustaría enviar más, pero no tienen unidades disponibles. Están convocando a varias unidades de combate que se hallan en Afganistán.

Collins echó un vistazo rápido a su reducido equipo de seguridad. En las mesas colocadas en la gran tienda de campaña había tan solo cincuenta y dos hombres, eso sin contar los veinte geólogos y especialistas en túneles del Grupo Evento que estaban a punto de partir desde Nellis. Ryan y Mendenhall habían sido enviados al pequeño pueblo para ayudar a las Fuerzas Aéreas a llegar hasta allí.

—Dele las gracias de mi parte a los jefes del Estado Mayor. Con toda seguridad los vamos a necesitar; no sabemos exactamente qué nos vamos a encontrar ahí abajo, y sospecho que el animal ha entrado y salido de la superficie en otros puntos, como por ejemplo. —Echó un vistazo a sus notas—. En el rancho de ese tal Tahchako que fue atacado anoche y en otros cuantos a los que les sucedió lo mismo. Quizá debamos dividir en varios grupos a los especialistas en túneles y a los geólogos con los que contamos y enviar con ellos un importante número de efectivos de seguridad.

—¿Cómo van a afrontar el tema de la confidencialidad, comandante?

—No debería de suponer un problema, ya que los soldados estarán a las órdenes de oficiales militares pertenecientes al Grupo Evento. No será necesario decirles nada acerca de nuestro complejo debajo de Nellis. He solicitado también cobertura aérea para el valle hasta que mis equipos puedan entrar en acción, por si acaso ese animal sale a la superficie antes de que estemos preparados. Por otra parte, una vez entren en contacto con el animal, Niles y el senador han sugerido que sería mejor no revelar la procedencia de esa criatura a las tropas que no pertenezcan al Grupo Evento. Les diremos que se trata de alguna especie resultante de un experimento de ingeniería genética.

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