Rhita miró los planos extendidos sobre la mesa.
—Procuraremos entrar en la puerta —dijo.
—¿Adonde nos llevará esa puerta?
—A un lugar llamado la Vía.
Rhita lo describió, pero al cabo de unos minutos Atta entrecerró los ojos y alzó la mano.
—Si podemos vivir allí, otros pueden vivir allí. ¿Opondrán resistencia?
—No lo sé. Tal vez nos den la bienvenida.
—¿Quiénes serán?
—Los constructores de la Vía. Tal vez. Atta sacudió la cabeza dubitativamente.
—Si alguien tiene algo, lo protege de los intrusos. Todo esto parece peligroso y mal planteado. Me sentiría más seguro llevando un ejército por delante.
—Obviamente, llevar un ejército es imposible —le comentó Oresias—. Si esta joven está dispuesta a ir, ¿puede un viejo stratégos estar menos dispuesto?
Atta alzó las manos.
—Claro que puede. Pero aquí manda Su Imperial Hypsélotés. —De nuevo clavó los ojos cansados en Rhita—. ¿Qué clase de armas pueden tener?
—Nada de lo que podamos defendernos —dijo Rhita.
—¿Qué significa eso?
—Por lo que mi abuela me contó, tienen armas que tal vez concibamos dentro de cien o mil años.
—¿Acaso son dioses? —preguntó Atta lúgubre.
—Un viejo kléroukhos en su huerto podría pensar que son dioses, sí —dijo Rhita. Se sonrojó, comprendiendo que había usado una táctica de la reina contra el stratégos.
—¿Qué hay de un viejo soldado que espera disfrutar de su pensión? Un viejo que ha visto todo lo que este mundo puede ofrecer, desde los bosques de Nea Karkhédón hasta los confines de África.
—No has visto nada como la Vía —dijo Rhita, mirándolo sin pestañear.
Atta rehusó seguir con aquella polémica. Se volvió con displicencia a Oresias.
—Maravilloso —le dijo—. Su Imperial Hypsélotés desea que terminemos nuestros días de servicio devorados por monstruos o incinerados por dioses.
—O acogidos por amigos —protestó Rhita, molesta por el cinismo del stratégos—. Amigos que podrían devolver la Oikoumené a sus días de gloria.
—Un tesoro más allá de las fauces del monstruo —dijo Oresias.
—Procura ser más concreta en cuanto a sus fuerzas y flaquezas... si es que tienen alguna flaqueza —le pidió Atta con suavidad—. Sólo nos quedan unas horas para llevar a cabo los preparativos. Ayuda a un viejo asno a sobrellevar una carga más pesada.
—Nunca he visto estas cosas. Sólo me han hablado de ellas —dijo Rhita, repentinamente atemorizada una vez más.
—Trata de recordar —suspiró Atta—. Cualquier detalle puede ayudarnos.
El jart residía serenamente dentro de Olmy, al parecer sin reparar en el cambio de situación. Olmy yacía en la segunda habitación, los ojos cerrados, sondeando delicadamente a su nuevo compañero, como un cirujano procurando abrir una incisión en una bestia dormida pero peligrosa.
Sentía en derredor las profundidades del asteroide; no había cambiado en miles de millones de años, implacable como el tiempo: roca primordial, materiales carbonosos y agua que habían alimentado y albergado a su gente durante siglos.
Miró la placa que antes mostraba las imágenes plácidas que emitía el jart. Ahora los bancos de memoria estaban vacíos; todo lo que había del jart estaba copiado en las implantaciones de Olmy.
Su primer descubrimiento, al comienzo de la investigación, fue que existía una especie de capa o interfaz de traducción, tal vez desarrollada por el jart en respuesta al sondeo de anteriores investigadores o, menos probablemente, por los investigadores mismos.
Sin esa interfaz, Olmy no habría detectado comunicaciones inteligibles cuando Mar Kellen lo conectó por primera vez al sistema. La interfaz estaba incompleta, pero servía para comenzar.
Después de confirmar que la comunicación era posible, Olmy verificó dos veces las precauciones tomadas. Había puesto la mentalidad jart —que ocupaba una implantación— y un parcial de sí mismo aparte de su yo primario, y levantó varias barreras, entre ellas un temporizador que regulaba el acceso a todas sus implantaciones. El parcial efectuó las primeras indagaciones, y le presentaba informes periódicos.
En el mundo ultrarrápido de las funciones implantadas, todo esto sucedió a los diez minutos de la copia. El parcial de Olmy decidió que la mentalidad del jart estaba casi intacta, es decir, que sus rutinas y subrutinas principales parecían seguir las normas aceptadas para el ordenamiento de la inteligencia. No estaban fragmentadas. Las rutinas menores del jart no parecían funcionar bien, pero era preferible no sacar conclusiones apresuradas.
No era aconsejable presuponer que una parte de una bomba no estaba activada sin comprender totalmente la bomba.
Pasada la primera hora, el parcial de Olmy había localizado algunos retazos de memoria-experiencia del jart. Los primeros intentos de transferencia perturbaron al jart. Partes de su mentalidad parecieron despertar brevemente de su sueño atemporal, y una vez más Olmy recibió una cacofonía de mensajes angustiados:
>Misión incomprendida. Presencia de arbitro de Misión (?)<
>Incapaz de localizar (¿yo?)<
>(Abominaciones)<
Y luego una recaída en el sereno estanque de un reposo aparente.
Los recuerdos que recobró no eran claros ni fáciles de traducir. Los órganos sensoriales de los jarts eran muy diferentes de sus equivalentes humanos. Los «ojos» eran sensibles a la luz y al sonido, y combinaban dichas señales de una manera desconocida para el Hexamon. Sin embargo, Olmy no tenía ningún problema con los recuerdos por culpa de esto; hacía siglos que se conocían algoritmos capaces de interpretar casi todos los mensajes sensoriales. Lo que más le intrigaba (mejor dicho, a esas alturas, lo que más intrigaba a su parcial) era el énfasis en el condicionamiento cultural en detrimento de la percepción individual. El punto de vista personal de un jart parecía irrelevante, y había pruebas de que ese jart, al menos, actuaba como un sensor remoto más que como un individuo con voluntad propia.
Pero otros indicios contradecían esto. El jart tenía una fuerte rutina independiente de motivación muy fuerte; lo que en un ser humano sería el yo. Había complicadas reacciones sociales y jerárquicas que sin embargo se entrelazaban con esta rutina de motivación. El jart tenía una voluntad fuerte, pero en determinadas situaciones —cuando estaba en su entorno social— sería totalmente dócil y obediente, casi carente de albedrío. Y no encontraba contradicción entre estos dos estados.
Para un jart, la obediencia no se distinguía de la voluntad; pero Olmy estaba seguro de que los jarts no formaban una mente gregaria, al menos no este jart. Tal vez el jart llevaba un modelo o simulación artificial de la jerarquía jart, una especie de monitor o conciencia.
Por un momento, mientras Olmy recibía los datos por medio del enlace unidireccional con su parcial, se preguntó si habría copiado dos o más mentalidades. Era difícil aceptar esas contradicciones primarias en las rutinas de un individuo.
Al fin el parcial consiguió ensamblar una serie de recuerdos sensoriales que se podían traducir a términos humanos.
Como era previsible, dado que el jart había estado sometido a fuertes tensiones, las imágenes más destacadas tenían que ver con su captura. Olmy vio lo que tenía que ser la Vía —plana e incolora— y objetos brillantes en primer plano, captados con asombroso detalle. Los detalles cambiaban con frecuencia, y eso lo indujo a dudar de que el parcial estuviera traduciendo apropiadamente. El parcial, anticipándose a las reacciones de su primario, aseguró a Olmy que sus interpretaciones eran correctas.
El jart estaba percibiendo objetos desde puntos de vista múltiples y casi independientes, no al estilo cubista de Picasso sino procesando los datos visuales entrantes con muchas rutinas diferentes.
Entonces Olmy comprendió perfectamente —y su parcial coincidió en ello— que el jart estaba usando intérpretes sensoriales adaptados de otras especies. El jart contenía muchos «cerebros» visuales que emulaban los de otras especies.
Durante su captura, el jart había manejado varias posibilidades, tratando de simular el punto de vista humano por medio de rutinas de seres que consideraba similares a los humanos.
¿Esto explicaba cierta confusión en cuanto al yo y las rutinas de motivación? ¿Los jarts engullían literalmente las mentalidades de otras especies, llevándolas consigo como herramientas en una caja?
¿Cuántas especies inteligentes, cuántas culturas y sociedades habían conquistado los jarts? ¿Qué había sucedido con ellas?
Olmy trabajó una hora más, tratando de interpretar los recuerdos visuales. Al fin pudo configurar una imagen razonablemente clara de la captura.
Interpretación de sentido de primer nivel (tal vez la rutina natural del jart):
El entorno es negro, frío y silencioso. En primer plano, objetos candentes y ruidosos se desplazan a gran velocidad. Los objetos son máquinas, pero los jarts no construyen máquinas como éstas (imagen de cultivo y desarrollo vírico).
Interpretación de sentido de segundo nivel (¿ajeno?):
Los detalles del fondo son tan precisos que distraen; los objetos situados en primer plano se pasan por alto, como si fueran irrelevantes. Esta rutina no puede interpretar máquinas, quizá ni siquiera objetos próximos.
(Olmy se preguntó si era una rutina sensorial adaptada, destinada a mejorar o a complementar las demás. Parecía ocupar un lugar secundario en el conjunto.) Olmy no tuvo dificultades para reconocer la Vía.
Campos de tracción tendidos en la vasta extensión, de colores brillantes: púrpura y rojo. Algunos campos chisporrotean bajo el impacto de rayos de penetración. Los rayos penetran y se intersecan, pero tampoco esta rutina puede interpretar máquinas.
(Una extraña carencia
, pensó Olmy; sin embargo, ver era lo mismo que pensar, y era posible que la especie que había «prestado» esa rutina no poseyera conocimientos tecnológicos.)
Tercer nivel (¿jart adaptado?). Similar al primero:
Las acciones de los objetos que hay en primer plano son comprendidas claramente, en abstracto. Cada máquina está claramente delineada.
Olmy reconoció penetradores blindados humanos (no tripulados, salvo por parciales) y unidades automáticas de busca y destrucción grandes y pequeñas, amenazadoras y negras, irradiando energías de campo. Se estremeció. Siempre le habían disgustado esas armas. Eran sencillas, directas, implacables. Destruían todo lo que capturaban en sus campos, reduciéndolo a átomos, pulsaciones térmicas y rayos gamma.
El jart había visto esas armas, pero había sobrevivido para que lo capturasen. Y este jart había estado en la primera línea de las escaramuzas representadas en aquellas imágenes. Los humanos sólo enviaban parciales en tales casos.
¿Era este jart un organismo natural, o una creación artificial? Los captores humanos originales no habían confiado en que su forma física fuera típica de los jarts. ¿Por qué iba a serlo su mentalidad?
Olmy se concentró en la secuencia de acontecimientos de la captura del jart. Al llegar más recuerdos sensoriales, reconstruyó una historia lineal, al modo humano.
El jart ocupa un pequeño vehículo, desplazándose por los límites de los campos de tracción como una libélula entre hileras de juncos. Encima, atravesando este sector de la Vía...
Tal vez dentro del millón de kilómetros de territorio en disputa de 1,9 sobre 9...
Armas jarts y humanas entablan un combate feroz. Hay empate; esta situación se mantiene mucho tiempo.
(Las medidas temporales jarts no están claras para Olmy.)
El vehículo jart encuentra y destruye máquinas humanas, asolando la árida superficie de la Vía. Se topa con unidades de búsqueda y destrucción y logra eludirlas. Ha atravesado la región en disputa y se ha internado en territorio humano, donde intentará asestar un go
lpe devastador a un centro de mando, una gran fallonave o una fortaleza blindada. Pero se topa con una nube de penetradores.
Con vehículos que ni siquiera Olmy reconoce.
Y antes de que pueda maniobrar es apresado en capas densas de tracción; el casco de su vehículo resulta destrozado. Una máquina de investigación y reconocimiento la encierra en una burbuja de tracción. El jart yace en su plataforma ambiental, y pulsaciones de luz recorren la superficie de ese escudo transparente cuando el generador empieza
a fallar. Remotos con forma de escarabajos gigantescos se internan en la burbuja y neutralizan la debilitada plataforma ambiental, arrebatándole al jart los controles. El cuerpo del jart ya está gravemente herido. Otro vehículo, casi tan grande como una fallonave, se desplaza sobre la superficie de la Vía.
Las imágenes sensoriales se desdibujaron y cesaron.
Olmy abrió los ojos. La misión del jart había sido desesperada: Olmy nunca había oído hablar de formas orgánicas que ocuparan el equivalente jart de los penetradores. Esa acción era más que sospechosa: era atípica, absurda.
Pero los humanos habían mordido el anzuelo; esperaban haber capturado a un jart.
Era posible. Era posible que los jarts estuvieran dispuestos a renunciar a una ventaja —la ignorancia de sus enemigos— con tal de introducir su caballo de Troya en la ciudadela. ¿Pero entonces por qué matar a los investigadores de inmediato? ¿Por qué abrir el vientre del caballo sin esperar a que anocheciera y los troyanos estuvieran dormidos?
Olmy cerró los ojos y recordó las escasas imágenes desperdigadas enviadas por su parcial. Eran demasiado fragmentadas para ordenarlas...
Pero asociada con la última había un depósito corrosivo devastador. Olmy se apartó de aquella mordedura ácida y desplazó toda la secuencia a su tercera implantación, aislándola de inmediato.
Luego purgó la tercera implantación para vaciarla de datos.
El jart no estaba durmiendo.
Olmy esperó a que el parcial de la segunda implantación presentara un autoanálisis. Cuando llegaron los datos, la secuencia de iniciación estaba dañada. El parcial había corrido peligro.
El jart estaba activo. Las precauciones formadas casi habían fallado.
Olmy levantó más barreras alrededor de las implantaciones aisladas y preparó otro parcial. Enviar parciales a ese infierno alienígena era como enviarse a sí mismo, pues los parciales eran duplicados suyos. Sus niveles hormonales subieron de nuevo y combatió contra un terror enfermizo y claustrofóbico que casi llegó a inundar sus controles periféricos.