Entre sombras (18 page)

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Authors: Lucía Solaz Frasquet

Tags: #Infantil y juvenil

BOOK: Entre sombras
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—La Orden del Templo Blanco está consagrada a la verdad y dedicada a la perpetuación y transmisión del conocimiento —declamó el profesor Weber—. Mediante la disciplina, el estudio progresivo y la aplicación de lo aprendido, te irás perfeccionando, superando tus deseos y limitaciones personales. Desarrollarás tus facultades superiores y llenarás tus lagunas personales. Comprenderás las leyes que rigen lo físico y los misterios de la mente y el espíritu. Estas lecciones tratan sobre nuestra misión en la vida, nuestra relación con el cosmos, el cuerpo y la mente, la mejora de nuestros poderes mentales, el tratamiento de enfermedades, alquimia, leyes kármicas, curación metafísica, proyección de la conciencia más allá del tiempo y del espacio, empleo de la energía interior, simbología… El Gran Secreto es un conocimiento interior que hace libres a aquellos que lo poseen y es nuestra misión preservar ese conocimiento, manteniéndolo a salvo de los profanos, reservándolo para aquellos elegidos que demuestran ser merecedores de acceder a él.

La doctora Hayne, que había escuchado al profesor Weber con adoración, se volvió hacia ella.

—A cambio de este profundo conocimiento de la naturaleza física, mental y espiritual del ser humano, el desarrollo de la conciencia y del despertar a realidades superiores, en la ceremonia de investidura se te pedirá un voto de pobreza en espíritu, pureza y obediencia.

—La mayoría de los componentes de la Orden proceden de familias tradicionalmente asociadas a ella —le informó el doctor Muraki con un apenas perceptible acento japonés—. Es bastante inusual, sobre todo en estos tiempos, aceptar a miembros que no han sido entrenados desde niños.

—No obstante —continuó el doctor Weber—, nos han llegado noticias sobre tu talento natural y tu buena disposición a la hora de aprender a desarrollar tus habilidades y estamos dispuestos a hacer una excepción.

—Tus ensayos, exámenes y la memoria sobre los trabajos de campo que llevaste a cabo durante el verano son realmente notables —apuntó la doctora Hayne—. En realidad, no hemos encontrado a una alumna tan académicamente madura desde Eric Mumford.

—Gracias —replicó Acacia fingiendo una confianza que no sentía. El sentimiento que le producían estos miembros de la Orden era muy diferente al experimentado con Iris y Eric.

—He recibido informes detallados durante varios meses —comentó el doctor Weber cogiendo un documento del que comenzó a leer—. El trabajo llevado a cabo por Acacia Corrigan demuestra una perspectiva amplia y heterogénea, una equilibrada combinación de datos bien documentados, observaciones agudas, ejemplos y teorías relevantes y argumentos convincentes. Sus respuestas y ensayos presentan una estructura muy sólida y se expresa con total fluidez y confianza tanto de forma verbal como por escrito. Resulta especialmente destacable el modo en el que establece correspondencias entre temas diversos e incluye argumentos antropológicos en cuestiones arqueológicas y ejemplos arqueológicos en temas antropológicos.

—Además, sabemos que estudiaste latín y griego y que dominas el francés y el castellano —dijo el doctor Muraki.

—También entendemos que tienes nociones de italiano y alemán a través de tus conocimientos musicales y el coro —añadió la doctora Hayne—. Nos serás muy útil en la traducción de textos y en los proyectos internacionales.

—Veo que mi vida es un libro abierto —comentó Acacia tratando de no pensar en que todo el asunto le parecía más que un tanto siniestro.

—Comprenderás que no podemos permitir que cualquiera tenga acceso a la Orden y todo lo que representa —replicó el doctor Muraki con severidad.

—Soy consciente del honor que supone —les aseguró Acacia con humildad.

Inesperadamente, el doctor Weber lanzó un pesado pisapapeles contra ella. Acacia lo vio aproximarse a gran velocidad y de repente fue como si el tiempo se detuviera, dejándolo suspendido en el aire a pocos centímetros de su rostro. El doctor Weber rodeó la mesa y lo tomó con la mano.

—Impresionante —comentó con una sonrisa admirativa.

—Bien hecho —la felicitaron los profesores.

Acacia los miró incrédula, pálida y con el corazón palpitante. ¿Qué habría pasado si no hubiera sido capaz de detener el pisapapeles?

—Es posible que un estudiante normal hubiera sufrido una conmoción cerebral —respondió el doctor Weber a sus pensamientos.

Acacia ocultó su mortificación fijando la mirada en su regazo. Eric le había advertido que el doctor Weber era de los académicos con capacidades psíquicas más desarrolladas y, por un momento, había bajado la guardia, permitiéndole acceso a su mente.

—Pero la primera vez que te vi supe que tú eres excepcional en todos los sentidos —continuó el profesor con una sonrisa.

—Y ahora estamos completamente seguros de que serás una gran adición a nuestra pequeña familia —añadió el doctor Muraki.

El doctor Weber se puso en pie y tomó su mano derecha.

—El rector, Lord Crosswell, se encuentra de viaje y nos ha pedido que te demos la bienvenida a la Orden en su nombre —pronunció solemne.

Acacia supo entonces que había sido admitida y se apresuró a sonreír y estrechar las manos que le tendían.

—De momento solo será necesario que firmes este acuerdo de confidencialidad —le informó la doctora Hayne entregándole un documento—. Una vez concluya tu iniciación, procederemos a la ceremonia de investidura, donde también jurarás un pacto de lealtad y un código ético.

—Te hemos asignado a Eric Mumford como guía principal, aunque tu presencia será requerida ocasionalmente para llevar a cabo un adiestramiento más específico. ¿Alguna pregunta?

Acacia negó con la cabeza.

—También debo advertirte que ser miembro de la Orden no te eximirá de ninguna de tus obligaciones académicas —continuó el doctor Weber con un guiño—. Estamos muy satisfechos con tu progreso y esperamos que prosigas en la misma línea.

—Por supuesto —respondió la joven. Leyó el acuerdo y lo firmó con rapidez. No veía el momento de salir del despacho.

Desde allí fue al gimnasio. El ejercicio físico siempre la ayudaba a relajarse y aclarar su mente.

Un rato más tarde sintió la presencia invisible de Enstel enredándose entre sus piernas y jugueteando con ella debajo del agua. Le sonrió dándole la bienvenida y nadó hasta una esquina, tratando de no molestar a los pocos estudiantes que había en la piscina.

Cerró los ojos, intentando recobrar el resuello tras media hora de furioso crol mientras Enstel la besaba y le secaba las gotas que se deslizaban por su rostro. Como siempre, se sentía mucho mejor solo con estar junto a él.

Ahora empiezo a entender las precauciones de Eric
.

Le había pedido que, por su propia protección, mantuviera la existencia de Enstel en secreto y también que, si el doctor Weber le pedía una demostración, no hiciera gala de todo su poder. Sin embargo, el catedrático no le había dado opción al arrojarle el pisapapeles. No se atrevía a pensar qué habría pasado si Enstel hubiera estado presente. Seguramente no se hubiera tomado con gentileza la prueba a la que la habían sometido.

A pesar de su fachada afable y las nobles intenciones que aseguran defender, me parece que entre los miembros de la Orden hay una determinación implacable. Como Fausto, los imagino muy capaces de vender su alma a cambio de conocimiento
.

El espíritu la envolvió en su resplandor dorado y Acacia supo que a cualquiera que se le ocurriera mirar en su dirección le sería imposible verlos. Enstel continuó besándola con ímpetu mientras le acariciaba los brazos, los hombros, la espalda, provocándole deliciosos estremecimientos a lo largo de la columna vertebral.

No quiero pensar qué tratarían de hacerte si supieran de tu existencia
.

Enstel le mordisqueó la oreja y fue bajando por el cuello hasta llegar a su pecho mientras sus dedos se deslizaban bajo el bañador. Elevó su vibración hasta perder la solidez. De este modo, Acacia podía disfrutar de sus caricias simultáneamente en todo el cuerpo y cada centímetro de su piel temblaba de placer. Cerró los ojos y se abandonó a la sensual experiencia. La energía de Enstel la rodeada con libertad, traspasándola provocativamente, arrancándole gemidos ahogados. Cuando Enstel incrementó de nuevo su densidad, Acacia le rodeó la cintura con las piernas y buscó su boca.

Te quiero tanto
.

Enstel la sujetó entre sus brazos y, al mismo tiempo que se introducía en su interior, la besó transmitiéndole una ráfaga de energía vital. Acacia echó la cabeza hacia atrás, transportada por el éxtasis. Volvió a besar a Enstel, quien le provocó una nueva oleada de placer al tomar la energía que le ofrecía. En ese momento, Acacia sintió que estaban ellos dos solos en el mundo y que nada más importaba. La Orden, los misteriosos asesinos, Eric, sus estudios y todos sus temores y preocupaciones se desvanecieron por completo.

20

Cuando Acacia le informó de lo ocurrido en su reunión con el doctor Weber, Eric se limitó a asentir pensativo.

—Me pareció un poco extremo. ¿Es esa una prueba habitual para los candidatos? —quiso saber.

—No —respondió Eric con gesto serio—, pero tu caso es especial y parece que querían saber hasta qué punto has desarrollado tus poderes sin entrenamiento formal. Lo más importante es que no sospechen de la existencia de Enstel.

Pasaron la noche en la habitación de Eric, meditando y reforzando el control mental de Acacia sin darse cuenta del paso del tiempo. Practicaron con varios elementos, encendiendo y apagando velas y bombillas a voluntad, cambiando el estado del agua de sólido a líquido y gaseoso, transformando la temperatura y la luminosidad de la habitación. Eric también le mostró cómo aumentar y refinar sus habilidades quinéticas, abriendo y cerrando puertas y ventanas, moviendo con facilidad objetos pesados a través de la habitación y manteniendo varios de ellos en el aire al mismo tiempo en una suerte de pequeña danza coreografiada.

Estaban tan concentrados que apenas notaron que había amanecido.

Enstel besó a Acacia en la frente e hizo un gesto de despedida en dirección a Eric antes de desvanecerse. Acacia sonrió al ver la expresión del joven. La comunicación entre ellos era mucho más fluida y, a pesar de que todavía no le hablaba directamente, su recelo inicial hacia Eric se había atemperado de modo notable.

—Un domingo inesperadamente soleado —comentó Acacia asomándose a la ventana—. ¿Qué te parece si nos tomamos un respiro en el programa de adiestramiento y salimos a pasear un rato?

Eric fue a preparar el desayuno mientras Acacia se duchaba. Compartieron té, tostadas y cereales y cuando Eric desapareció en el cuarto de baño para ducharse y afeitarse, Acacia lo siguió con la mirada, pensando en la extraña relación que se había establecido entre ellos. Pasaban muchas horas juntos y compartían estos momentos de intimidad como una antigua pareja, tanto que Jenna estaba convencida de que lo eran, pero mientras ella se moría por besarlo y explorar cada centímetro de su cuerpo, él continuaba manteniendo las distancias con férrea determinación. A veces lo sorprendía mirándola de un modo muy peculiar, con una intensidad que la turbaba y que no era capaz de interpretar. Se trataba de una situación completamente nueva para ella y sabía que, con cualquier otra persona, ante semejante colección de señales contradictorias hacía mucho tiempo que habría pedido una aclaración. Su incapacidad de ser más directa con Eric le intrigaba y molestaba a partes iguales.

Al salir al exterior comprobaron que, aunque estaban a principios de marzo y ya se apreciaban algunos signos de la llegada de la primavera, el frío era todavía considerable. De camino al río Cherwell, el afluente del Támesis que pasaba al lado de Magdalen College, Acacia admiró el contraste del amarillo brillante de los narcisos contra la hierba húmeda por el rocío y observó las tiernas hojitas que comenzaban a brotar en los sauces llorones. La zona se hallaba desierta a esa hora de la mañana y se respiraba una paz especial.

—¿Sabías que el río Cherwell marcaba la frontera entre dos tribus celtas prerromanas, los Dobunni por el oeste y los Catuvellauni por el este? —preguntó Eric.

—No, hasta ahora siempre había pensado en el pintoresco Addison's Walk como el paseo favorito de C. S. Lewis. Venía aquí a menudo con Tolkien y Hugo Dyson.

—Me superas en conocimientos literarios —replicó Eric con una sonrisa.

—Y tú a mí en historia, entre otras cosas. Seguramente sabes que fue C. S. Lewis quien dijo: «No tienes un alma. Eres un alma. Tienes un cuerpo».

—Muy acertado.

—Una vez leí que se declaró ateo a los quince años y más tarde reconoció haber estado paradójicamente muy enfadado con Dios por no existir. Fueron sus conversaciones con Tolkien y Dyson a lo largo de este mismo paseo lo que lo llevaron a reconvertirse al cristianismo.

—Y tú, ¿qué crees sobre Dios?

—Todavía no estoy segura —replicó Acacia con un suspiro—. Por eso he elegido un estudio comparativo de las diferentes religiones en mi tesis, para poder investigar y darme tiempo a desarrollar mi propia opinión. Ahora mismo estoy en medio del análisis de los diferentes conceptos de la divinidad en varias culturas y religiones.

—Encontrarás que Dios y lo que las religiones han hecho de él son cosas muy diferentes.

—Eso mismo dice Enstel… Por cierto, ¿cómo es que no parecemos estar cansados a pesar de llevar casi veinticuatro horas en vela?

—Aunque hemos trabajado con intensidad, la meditación profunda suele tener ese efecto.

Acacia sabía lo suficiente de las ondas cerebrales para entender que, al bajar su frecuencia, pasando de beta a alfa y a theta, se lograban estados profundos de relajación, disminución del dolor y del estrés y mayor receptividad al flujo de ideas y creatividad.

—Creo que podría acostumbrarme a esto de la meditación —comentó.

—En realidad ya lo estás. Por eso resulta tan fácil enseñarte. Sospecho que tu interacción con la energía de Enstel tiene algo que ver… Y esto me lleva a algo que hace tiempo que quería comentarte. He estado observando el modo en que cambias cuando estás con él.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Acacia con curiosidad. Para ella todavía era nuevo que alguien más aparte de ella pudiera percibir a Enstel.

—Cuando estás sola, eres muy especial. Cualquiera puede verlo, una joven con muchísimo talento, muy hermosa y extremadamente inteligente.

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