El rebaño ciego (59 page)

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Authors: John Brunner

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: El rebaño ciego
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Inspiró profundamente.

—Tenía fugas, Pete. Perdía parte de sus radiaciones. Una mala protección. Literalmente coció al bebé de Jeannie en su vientre.

A las dos de la madrugada Carl fue despertado por un sonido de movimiento en la sala de estar, y se dirigió descalzo para ver qué estaba pasando. Descubrió a Pete girando las páginas de un libro y tomando notas en un bloc.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

Pete no alzó la cabeza. Dijo:

—Estoy aprendiendo cómo fabricar una bomba.

EL SHOCK DEL RECONOCIMIENTO

No acostumbrado todavía a llevar de nuevo uniforme tras diez años de ropas civiles… Philip Mason agitó los hombros bajo su camisa. La tela era basta. Pero la incomodidad formaba parte del precio que debía pagar la gente para recuperar la buena vida del pasado, y realmente no importaba mucho, a sus ojos.

Debía haber sin embargo una enorme cantidad de gente que se negaba a pagar ese precio. Alzó la vista molesto hacia el ruido que le llegaba del cielo, y vio una escuadrilla de helicópteros de combate desapareciendo entre las brumas, sin duda para ir a darle otro golpe a la insurrección en Cheyenne. Era increíble como las ciudades estallaban como una ristra de petardos, una tras otra…

Se preguntó si el tipo al que había reemplazado al frente de aquel equipo de demolición estaría allá arriba en aquella escuadrilla. Había sido redestinado, como la mayoría de los militares de carrera originalmente asignados a tareas de construcción, a medida que la situación empeoraba. Se decía que en Harlem y en el Bronx el Ejército estaba empleando tanques…

Pero era mejor no preocuparse de los problemas de los demás. Valía más concentrarse en la forma en que las cosas iban arreglándose para él mismo, poquito a poco, del mismo modo que aquellas ruinas que estaban limpiando. Iba a tomar muchos meses hacer que Denver fuera presentable de nuevo; ya empezaban a notarse las señales del firme control central de que disfrutaba la ciudad, e incluso había algunas pocas tiendas que abrían cada día hacia el mediodía, durante tres horas. Para él la vida había mejorado bastante desde que había sido promovido a actuar de sargento: una ración de gasolina, derecho a utilizar su coche, permiso para dormir y comer en casa con Denise excepto cuando le tocaba su turno de servicio.

Y con Harold. Pero intentaba no pensar en Harold, del mismo modo que Harold no pensaba aparentemente en él.

—¡Hey!

Se giró para ver quién le llamaba. Del otro lado de la calle, donde otro equipo estaba desescombrando una casa que había ardido hasta convertirse en un esqueleto parecido al que estaban demoliendo sus hombres, un sargento de la Guardia Nacional. Le parecía vagamente familiar. Rebuscando en su memoria, Philip lo situó. Uno de los instaladores que él y Alan (¡pobre Alan!) habían contratado para montar los purificadores Mitsuyama.

¡Si tan sólo los hubieran tenido instalados en toda la ciudad! ¡Si tan sólo no se hubieran atascado con esas sucias bacterias!

Pero no servía de nada pensar en lo que ya había ocurrido.

Le dijo a uno de sus soldados que vigilara el trabajo del equipo y cruzó la calle para saludar al otro. No podía recordar el nombre del tipo. Era chicano, pensó. ¿Gómez? ¿Pérez? Algo así.

—Usted es Mason, ¿verdad? —dijo el hombre—. Le he reconocido. Usted es el hijo de puta que trajo esos filtros extranjeros que envenenaron el agua. ¿Qué infiernos hace aquí en libertad… y llevando uno de nuestros uniformes? Bien, si nadie se ha encargado aún de usted, yo voy a hacerlo.

Descolgó el rifle de su hombro, y disparó contra Philip a bocajarro.

LA PROPOSICIÓN RAZONABLE

Page:
Bien, lamento el ametrallamiento que ha acompañado esta última interrupción, que espero no haya estropeado su diversión como telespectadores, pero como han podido oír el incendio de la Vieja Ciudad de Chicago se halla en este momento oficialmente «bajo control», y los alborotadores están siendo contenidos. Antes de que pasemos a nuestro próximo invitado, me han pedido también que anuncie que los ataques de la guerrilla contra Jacksonville, Omaha y San Bernardino, que nuestro enviado especial sobre el terreno mencionó al especular acerca de las causas del incendio de Chicago, no han sido confirmados, repito, no han sido confirmados. ¡Ya está! Ahora déjenme tranquilizar a nuestros espectadores aquí en el estudio diciéndoles que aunque algo similar a lo que acabamos de oír ocurriera en Nueva York, no nos hallamos en el menor peligro… este edificio fue diseñado en colaboración con los expertos de la Defensa Civil. ¿Estamos preparados para…? Sí, excelente. Veo que lo estamos. Bien, mundo, todos sabemos a estas alturas que una sorprendentemente gran proporción de nuestra población ha aceptado los preceptos del difunto Austin Train y se aferra aún a ellos, pese a lo que dijo el presidente acerca de que estaban basados en una llamada a la emoción y a un rechazo de la racionalidad. A dónde nos ha conducido esto es algo que todos ustedes saben. Un hombre, sin embargo, mientras ocurría todo esto, ha estado siguiendo tranquila y persistentemente otro camino. Como seguramente habrán oído decir, el famoso doctor Thomas Grey del trust Bamberley lleva años intentando establecer, con la ayuda de ordenadores y todos los métodos modernos posibles, una solución a los desesperados problemas con que nos enfrentamos. Me siento complacida de que haya elegido este show para desvelar sus descubrimientos. ¡Tom Grey! (
Aplausos del público
.)

Grey:
Gracias, señorita Page.

Page:
Hablando de desvelar, observo que lleva su brazo velado por un incómodo cabestrillo, Tom. Espero que… Oh, disculpen un segundo… Lo siento, mundo, pero nos han pedido que cedamos un minuto de tiempo en antena para un anuncio de interés público. Estaremos de vuelta en un momento. Adelante.

Comandante de marina:
Este es un anuncio de emergencia del Departamento de Defensa, Marina de los Estados Unidos. Atención, atención, todo el personal de permiso en tierra en los siguientes Estados: Nueva York, New Jersey, Pennsylvania, Florida, Texas, California. Preséntense inmediatamente a la base más próxima del Ejército de Tierra o de las Fuerzas Aéreas o al cuartel general de la Guardia Nacional, y pónganse a las órdenes del oficial al mando. Su ayuda es requerida para dominar los desórdenes civiles. Esto es todo.

Page:
Veo que hay alguien aquí en este estudio que se levanta para acudir a esta llamada. Aguardemos unos instantes hasta que se haya ido.
(Aplausos del público.)
Ya está, adelante. Tom, estaba preguntándole acerca de su brazo.

Grey:
Oh, no es nada serio. Me alegra poder decirlo. Yo… esto… me vi atrapado en uno de esos desórdenes civiles de los que precisamente acaban de hablar.
(Risas entre el público.)
Pero me salí de ello con solo una dislocación de clavícula.

Page:
¿Resistiéndose?
(Risas entre el público.)

Grey:
No, una de las medas de mi coche pisó un abrojo y me estrellé contra una farola.
(Risas entre el público.)

Page:
Bien, confío en un pronto restablecimiento. Ahora, volviendo a su idea… Un segundo, ¿ocurre algo?

Voz entre el público:
¡Humo! ¡Estoy seguro de que huelo a humo!

Page:
Lo comprobará con mi productor. ¿Ian?… Tiene razón, amigo, pero no es nada por lo que deba preocuparse. Aparentemente viene de Newark. Ya sabe que hay un gran fuego allí. Considérese afortunado de estar aquí dentro… ¡Acaban de decirme que fuera es mucho peor!
(Risas entre el público.)
Tom, su trabajo tiene que haber sido increíblemente complejo. Ha tenido que analizar usted literalmente todos los factores importantes que afectan a nuestra situación actual, ¿no?

Grey:
Sí, uno por uno.

Page:
Y ahora se halla en condiciones de revelar la conclusión más importante… ¡Lo siento! Un segundo. Sí, Ian, ¿qué es esta vez?… Oh. Sí, por supuesto; eso parece urgente. Lo diré… Otro comunicado para ustedes, mundo… lamento seguir interrumpiendo así, pero por supuesto no podemos ignorar lo que está pasando. Y ésta es una noticia importante y muy trágica. Parece que el puente de las cataratas del Niágara se ha partido… o a causa de una explosión o hundido, nadie sabe todavía cómo, pero debido a que hay tanta gente intentando alcanzar la frontera canadiense por aquel lugar, se nos ha pedido a todas las emisoras de radio y televisión que le digamos a la gente que evite la zona a fin de poder hacer llegar la tan esencial ayuda… las carreteras están colapsadas por el tráfico, me informan… Tom, como íbamos diciendo: ¿puede usted desvelar sus conclusiones ahora mismo?

Grey:
Sí, y son crucialmente importantes. Por supuesto, he podido tener en cuenta tan sólo datos tales como los recursos naturales, nivel de oxígeno, reservas de alimentos y de agua, y así, y… esto… es curiosamente irónico en un cierto sentido, porque uno podría decir…

Page:
Tom, lo siento, pero el productor me está llamando de nuevo. ¿Sí?… Entiendo. De acuerdo. Tom, van a intervenir la emisión dentro de dos minutos. El presidente va a anunciar un nuevo paquete de medidas. ¿Puede usted expresar sus conclusiones en pocas palabras, por favor?

Grey:
Bien, como iba a decir, es en cierto modo irónico, porque ya nos hallamos metidos, en un cierto sentido, en el camino que dictan mis descubrimientos.

Page:
¡No tenga al mundo en suspenso, Tom! ¡Adelante con ello! ¿Qué es lo mejor que podemos hacer para garantizamos un largo, feliz, saludable futuro para la humanidad?

Grey:
Podemos restaurar con éxito el equilibrio de la ecología, la biosfera, y todo lo demás… en otras palabras podemos vivir según nuestros propios medios en vez de arrastrar un saldo negativo que jamás podremos pagar, como hemos estado haciendo durante el último medio siglo… si exterminamos a los doscientos millones de ejemplares más extravagantes y derrochones de nuestra especie.

Page:
Siga este consejo si le es posible, señor Presidente. Es su recompensa por haber precondenado a Austin Train. Mundo, ¿qué tal si le erigimos una pira funeraria? ¿No se merece…?

(Fin de la transcripción.)

EL HUMO DE ESE GRAN INCENDIO

Abriendo la puerta al médico que acudía a visitarla, dispuesta a disculparse por sus manos llenas de harina —había estado amasando pan—, la señora Byrne olisqueó. ¡Humo! Y si podía olerlo con su terrible resfriado, ¡entonces es que el fuego debía ser tremendo!

—¡Deberíamos avisar a los bomberos! —exclamó—. ¿Se ha incendiado algún pajar?

—Los bomberos tendrían que recorrer un largo camino —dijo el doctor secamente—. Eso viene de América. El viento está soplando de esa dirección hoy.

EL AÑO PRÓXIMO

Las hambrientas ovejas alzan la cabeza, pero no hay comida,

E hinchan sus pechos al viento, y los vapores malsanos que respiran,

Las pudren por dentro, y el horrible contagio se esparce.

—Milton: «Lycidas».

JOHN BRUNNER, (Wallingford 1934-Glasgow 1995) responde perfectamente al perfil de autor clásico. Lector voraz desde la infancia, rompió moldes vendiendo su primera novela cuando todavía no había abandonado el colegio. Sus obras están ambientadas en un futuro cercano y no se ocupan tanto de las aventuras de sus personajes como de la sociedad en la que éstos habitan.

Brunner está considerado uno de esos autores visionarios. Sus mejores obras corresponden a la llamada
«Trilogía del Desastre»
,especialmente
Todos sobre Zanzíbar
(Premio Hugo 1969),
Órbita inestable
y
El rebaño ciego
. En su novela
El jinete de la onda de shock
, una sociedad basada en redes de telecomunicaciones con virus y gusanos infrmáticos, lo han convertido en uno de los precursores del ciberpunk.

Notas

[1]
En los Estados Unidos, el primer lunes de septiembre. (N. del T.).
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