El quinto día (28 page)

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Authors: Frank Schätzing

Tags: #ciencia ficción

BOOK: El quinto día
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—Y ¿por qué se mueren los gusanos? —preguntó Hvistendahl.

—Necesitan oxígeno, y el oxígeno es escaso en un agujero tan estrecho.

—Pero otros gusanos perforan el suelo —objetó Skaugen. Luego añadió con una sonrisa—: Ya ve que nos hemos informado un poco, para no estar sentados aquí con usted como si fuéramos idiotas.

Johanson le devolvió la sonrisa. Skaugen le agradaba.

—Esos animales excavan el sedimento —dijo—. Y el sedimento es poroso. Allí hay suficiente oxígeno, y además casi ningún animal cava tan profundo. El hidrato de metano, en cambio, es como si usted avanzara en el cemento: en algún momento se asfixiará.

—Entiendo. ¿Conoce otros animales que se comporten de ese modo?

—¿Candidatos al suicidio?

—¿Es que es suicidio?

Johanson se encogió de hombros.

—El suicidio presupone una intención y no creo que los gusanos tengan ninguna intención concreta. Su comportamiento está condicionado.

—¿Hay algún animal que se suicide?

—Claro que hay animales que lo hacen —dijo Stone—. Los malditos lemmings se tiran al mar.

—No lo hacen —dijo Lund.

—¡Claro que lo hacen!

Lund le puso la mano en el brazo.

—Estás comparando manzanas con peras, Clifford. Durante bastante tiempo se supuso que lo de los lemmings era suicidio colectivo porque sonaba bien. Más adelante se estudió mejor y se llegó a la conclusión de que simplemente están chiflados.

—¿Chiflados? —Stone miró a Johanson—. Doctor Johanson, ¿considera una explicación científica normal designar a un animal como chiflado?

—Están chiflados —continuó Lund sin inmutarse—. Igual que los seres humanos cuando están en aglomeraciones. Los lemmings que están delante ven perfectamente que hay un acantilado, pero desde atrás empujan como en los conciertos de pop. Se van empujando al mar hasta que la columna se calma.

Hvistendahl dijo:

—Hay animales que se sacrifican. Puede que sea altruismo.

—Sí, pero el altruismo siempre tiene un sentido —respondió Johanson—. Las abejas aceptan morir después del aguijonazo porque el aguijonazo sirve a la protección de la colonia, o de la reina.

—¿Por lo tanto no es posible reconocer algún tipo de intención en el comportamiento de los gusanos?

—No.

—Vaya una clase de biología —suspiró Stone—. ¡Por Dios bendito! Están tratando de convertir a esos gusanos en unos monstruos por culpa de los cuales no se puede instalar una fábrica en el lecho marino. ¡Es una completa estupidez!

—Una cosa más —dijo Johanson sin reparar en el director del proyecto—. A Geomar le gustaría investigar por su cuenta en la zona..., por supuesto de común acuerdo con Statoil.

—Qué interesante. —Skaugen se inclinó hacia adelante—. ¿Quieren enviar a alguien?

—Un barco de investigación, el
Sonne
.

—Muy amable por su parte. Pero pueden hacer sus investigaciones desde el
Thorvaldson
.

—De todos modos están planeando una expedición. Además, el
Sonne
es técnicamente superior al
Thorvaldson
. Les interesa sobre todo controlar algunos resultados de mediciones del simulador.

—¿Qué tipo de mediciones?

—Grandes concentraciones de metano. Con sus perforaciones, los gusanos han liberado gas, y el gas ha llegado al agua. Además, querrían extraer unos cien kilos de hidrato, junto con los gusanos. Les gustaría estudiar la situación a gran escala.

Skaugen asintió y entrelazó los dedos.

—Hasta ahora sólo hemos hablado de gusanos —dijo—. ¿Ha visto esa horrible toma de vídeo?

—¿Aquella cosa del mar?

Skaugen esbozó una sonrisa.

—¿Cosa? Francamente, me suena demasiado a película de terror. ¿Cuál es su opinión?

—No sé si deberíamos pensar que hay alguna relación entre los gusanos y ese... ser.

—¿Y qué cree que es?

—No tengo idea.

—Usted es biólogo, ¿no se le ocurre ninguna respuesta concreta?

—Bioluminiscencia... Se puede inferir del tratamiento de la imagen que hizo Tina. Pero eso descarta a casi todos los seres vivos conocidos, sobre todo los mamíferos.

—La señora Lund mencionó la posibilidad de que podríamos estar frente a un calamar del fondo oceánico.

—Sí, lo discutimos —dijo Johanson—, pero es improbable. La superficie del cuerpo y la estructura no admiten una inferencia de ese tipo. Además, suponemos que los
Architeuthis
habitan en regiones completamente distintas.

—Entonces ¿qué es?

—No lo sé.

Se produjo un silencio. Stone jugueteaba nervioso con un bolígrafo.

—¿Puedo preguntar —Johanson retomó la conversación en un tono discreto— qué tipo de fábrica están planeando?

Skaugen miró a Lund, que se encogió de hombros.

—Le conté a Sigur que habíamos pensado en una planta subacuática, y que todavía no sabemos definitivamente si la haremos.

—¿Entiende de esas cosas? —preguntó Skaugen dirigiéndose a Johanson.

—Conozco el Subsis —dijo Johanson—, pero desde hace muy poco.

Hvistendahl arqueó las cejas.

—Eso ya es muchísimo. Se está convirtiendo en un especialista, doctor Johanson. Si se reúne con nosotros dos o tres veces más...

—El Subsis es un paso previo —ladró Stone—. Nosotros estamos mucho más allá del Subsis. Podemos llegar más abajo, y nuestros sistemas de seguridad están fuera de toda duda.

—El nuevo sistema es de FMC Kongsberg, que desarrolla soluciones tecnológicas submarinas —explicó Skaugen—. Es como un Subsis perfeccionado. La verdad es que tenemos muy claro que queremos instalar algo así; lo que no tenemos decidido es si los oleoductos irán a una de las plataformas existentes o directamente a tierra. En cualquier caso tendríamos que superar distancias y diferencias de altura enormes.

—¿No hay una tercera posibilidad? —preguntó Johanson—. Por ejemplo, que directamente sobre la fábrica haya un barco de producción.

—Sí, pero de cualquier manera la planta de extracción estaría en el fondo —dijo Hvistendahl.

—Ya hemos dicho que sabemos calcular los riesgos en la medida en que sean riesgos concretos —continuó Skaugen—. Con los gusanos entran en juego factores que no conocemos y no podemos explicar. Puede que sea exagerado, como opina Clifford, poner en juego nuestro calendario sólo porque no podemos clasificar una nueva especie o porque algo desconocido cruza la imagen nadando. Pero mientras no estemos seguros, debemos hacer lo posible para estarlo. Doctor Johanson, nosotros tenemos la última palabra, pero ¿usted qué haría en nuestro lugar?

Johanson se sintió incómodo. Stone lo miraba fijamente sin disimular su hostilidad. Hvistendahl y Skaugen parecían interesados, y el rostro de Lund estaba desprovisto de toda expresión.

«Tendríamos que habernos puesto de acuerdo antes», pensó.

Pero Lund no había insistido en ponerse de acuerdo. Tal vez lo prefería así. Tal vez quería que él le pusiera trabas al proyecto.

O tal vez no.

Johanson puso las manos sobre la mesa.

—En principio, yo construiría la planta.

Lund y Skaugen lo miraron perplejos. Hvistendahl frunció el ceño, mientras que Stone se reclinó en su asiento con una expresión de triunfo en su rostro.

Johanson esperó un momento y luego agregó:

—La construiría, pero sólo después de que Geomar haya realizado más investigaciones y dado luz verde. Respecto a la criatura del vídeo no obtendremos mucha más información y tampoco estoy seguro de que deba preocuparnos. Lo único importante es qué efectos tiene sobre la estabilidad de los taludes continentales y sobre eventuales perforaciones la presencia masiva de una especie desconocida que se alimenta de hidratos. Mientras eso no esté aclarado, recomiendo frenar el proyecto.

Stone apretó los labios. Lund sonrió. Skaugen intercambió una mirada con Hvistendahl. Luego miró a Johanson a los ojos y asintió.

—Se lo agradezco, doctor Johanson. Gracias por su tiempo.

Más tarde, cuando ya había puesto la maleta en el todoterreno y estaba dando una última vuelta por la casa, sonó el timbre.

Abrió. Fuera estaba Lund. Había empezado a llover y tenía los cabellos pegados a la cara.

—Has estado muy bien —dijo.

—¿Sí? —Johanson se hizo a un lado para dejarla pasar. Lund entró, se quitó los mechones mojados de la frente y asintió.

—En el fondo, Skaugen ya tenía la decisión tomada, sólo quería tu bendición.

—¿Quién soy yo para bendecir los proyectos de Statoil?

—Ya te he dicho que tienes una reputación excelente. Sin embargo, a Skaugen le importa algo más. Él es el verdadero responsable, y cualquiera que trabaja en Statoil o tiene algún tipo de vinculación con la empresa debería ser parcial. Quería a alguien que no tuviera cartas en el asunto, y ahora mismo tú eres el señor de los gusanos, y no tienes ningún tipo de interés en la posible construcción de una fábrica.

—¿De modo que Skaugen ha parado el proyecto?

—Hasta que Geomar aclare la situación.

—¡Mira por dónde!

—Además, tú le gustas.

—Él también me gusta.

—Sí, Statoil puede sentirse afortunada de tener a gente como él en la cúpula. —Lund estaba parada en la entrada con los brazos colgando. Para ser una persona que normalmente estaba todo el tiempo en movimiento y llena de determinación, parecía extrañamente indecisa. Sus ojos registraron la habitación—. Y ¿dónde está tu equipaje?

—¿Cómo?

—¿No querías irte al lago?

—El equipaje está en el coche. Has tenido suerte, estaba a punto de salir. —La observó—. ¿Puedo hacer algo más por ti antes de entregarme a la soledad? Porque me voy, no quiero retrasarlo más.

—No quería detenerte. Sólo quería contarte lo que Skaugen ha decidido y...

—Eres muy amble.

—...y preguntarte si tu oferta todavía sigue en pie.

—¿Qué oferta? —preguntó, aunque sabía a qué se refería.

—Me propusiste acompañarte.

Johanson se recostó contra la pared, al lado del perchero. De pronto vio que se le venía encima una montaña inmensa de problemas.

—También te pregunté qué dice Kare al respecto.

Lund sacudió la cabeza con hosquedad.

—No tengo que pedirle permiso a nadie, si es a lo que te refieres.

—No, no me refería a eso. Sólo que no quisiera contribuir a malentendidos.

—No contribuyes a nada en absoluto —dijo Lund tercamente—. Si quiero acompañarte al lago, es únicamente mi decisión.

—Estás evitando el tema...

El agua le goteaba de los cabellos y le corría por la cara.

—Entonces ¿por qué lo propusiste?

«Sí, ¿por qué?», pensó Johanson.

«Porque me gustaría. Sólo que sin romper nada, en la medida de lo posible.» No sentía el menor compromiso ante Kare Sverdrup. Pero que Lund de repente estuviera dispuesta a ir con él al lago lo incomodaba. Unas semanas antes no le habría supuesto ningún problema. Hacer cosas juntos esporádicamente, ir a comer juntos, todo eso era parte del eterno flirteo que llevaban a cabo con ironía, sin ir más allá; pero esto no formaba parte del flirteo.

De repente se dio cuenta de qué era lo que le molestaba; sospechó qué era lo que había estado ocupando tanto a Lund últimamente.

—Si tenéis problemas —dijo—, déjame fuera del juego. ¿De acuerdo? Puedes venir conmigo, pero yo no estoy aquí para presionar a Kare.

—Estás haciendo demasiadas conjeturas. —Lund se encogió de hombros—. Está bien, tal vez tengas razón, dejémoslo.

—Sí.

—Mejor así. Tengo que pensar un poco, eso es todo.

—Hazlo.

Seguían parados en la entrada, indecisos.

—Bueno —dijo Johanson. Se inclinó, le dio un fugaz beso en la mejilla y la empujó con suavidad hacia la calle. Luego cerró la puerta con llave tras ellos. Estaba anocheciendo. Lloviznaba sin tesar. Tendría que hacer la mayor parte del trayecto en la oscuridad, pero casi lo prefería. Escucharía
Finlandia
de Sibellus; Sibellus y la oscuridad; estaba bien.

—¿Estarás de vuelta el lunes? —preguntó Lund mientras lo acompañaba al coche.

—Calculo que el domingo por la tarde ya habré vuelto.

—Podemos hablar por teléfono.

—Claro; y tú, ¿qué vas a hacer?

Se encogió de hombros.

—La verdad es que tengo bastante trabajo.

Johanson evitó una pregunta más sobre Kare Sverdrup. En ese momento, Lund dijo:

—Kare está de viaje todo el fin de semana. Ha ido a visitar a sus padres.

Johanson abrió la puerta del conductor y se detuvo.

—No tienes por qué trabajar todo el tiempo.

Lund sonrió.

—No, claro que no.

—Además... no podrías venir. No tienes nada aquí para pasar un fin de semana en el lago.

—¿Y qué se necesita?

—Sobre todo, buen calzado, y algo de abrigo.

Lund se miró los pies. Llevaba botas acordonadas de suela gruesa.

—¿Qué más se necesita?

—Bueno. Pues un jersey... —Johanson se pasó la mano por la barba—. Allí tengo algunas cosas.

—Claro... porque nunca se sabe.

—Exacto, nunca se sabe.

La miró, y tuvo que reírse.

—De acuerdo, doña complicada, último aviso.

—¿Yo complicada? —Lund abrió de un golpe la puerta del acompañante y sonrió—. Ya discutiremos eso en el viaje.

Cuando llegaron al camino sin asfaltar que llevaba a la cabaña, ya era de noche, y el jeep avanzó traqueteando hacia la orilla bajo las siluetas de los árboles. Ante ellos, el lago se extendía como un segundo cielo, que reposaba entre los bosques. La superficie estaba llena de estrellas, las nubes se habían disipado, mientras que abajo, en Trondheim, seguramente estaría lloviendo.

Johanson entró el equipaje y se paró junto a Lund en el porche. Las tablas crujieron suavemente. El silencio lo conmovía cada vez más, y allí se percibía con mayor intensidad porque estaba lleno de ruidos: crujidos, chirridos y chasquidos leves, el grito lejano de un pájaro, movimientos en la maleza, cosas indefinibles. Una escalera corta llevaba hasta el césped que bajaba en una suave pendiente hacia el agua. De ahí salía un pequeño muelle, amarrado al cual estaba, inmóvil, el bote con el que a veces salía a pescar.

—Y ¿todo esto para ti solo?

—Casi siempre.

Lund se calló un momento.

—Debes de llevarte bastante bien contigo mismo, me imagino.

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