Galia Transalpina. La Galia Transalpina era la provincia romana al otro lado de los Alpes, conquistada en su mayor parte por Cneo Domicio Ahenobarbo con anterioridad al 120 a. JC. para asegurarse una ruta segura para el tránsito de sus ejércitos entre Italia y España. La provincia estaba formada por una franja costera desde Liguria a los Pirineos, con dos avanzadas internas hacia Tolosa en Aquitania y, por el valle del Rhodanus (Ródano), hasta la factoría de Lugdunum (Lyon).
garum. Pasta muy estimada por los gastrónomos de la época, elaborada a partir del pescado según un proceso que pondría enfermo a cualquier contemporáneo; parece ser que apestaba, dada la concentración. Había muchas localidades en el Mediterráneo y el Euxino en las que se elaboraba el garum, pero el mejor procedía de los puertos de pesca del sur de España.
Garumna, río. El actual Garona.
Galia. (Véanse Galia Comata, itálica, Transalpina.)
gens, gentes. Familia o clan romano con el mismo apellido; Julius, Domitius, Cornelius, Aemilius, Fabius, Servilius y Junius, por ejemplo, son gentilicios. Todos los miembros de la misma gens descendían de un antepasado común. Era palabra del género femenino, por lo que en latín se decía la gens Julia, la gens Cornelia.
Genua. La Génova actual.
germani. Habitantes de Germania, las tierras en los confines del Rhenus (el Rin actual).
Getorix. Nombre de raigambre celta que ostentaban varios reyes celtas conocidos. Lo he elegido para atribuírselo al rey celta desconocido que dirigió al conjunto de tribus de tigurinos, marcomanos y queruscos en la migración germana. Lo único que se sabe es que pertenecía a la tribu de los tigurinos, que eran celtas.
gladiador. Un soldado de la categoría más baja, un guerrero profesional que representaba sus artes en público. Era una tradición etrusca que siempre floreció en toda Italia, incluida Roma. Sus orígenes pueden ser diversos: tal vez sea un desertor de las legiones, un criminal convicto, un esclavo o un liberto que ingresaba voluntariamente en el oficio, pero en cualquiera de los casos, el interesado debía mostrar interés en hacerse gladiador, porque, si no, no valía la pena entrenarle. Vivían en una escuela (la mayoría de ellas, durante la época republicana, se hallaban en las afueras de Capua), pero no estaba encerrado ni recibía malos tratos; formar un gladiador era una inversión interesante y rentable. El entrenamiento lo supervisaba un doctor y el lanista era el director de la escuela. Combatían en cuatro modalidades: como mirmillón, samnita, reciario o tracio. La diferencia estribaba en el armamento. En la época republicana servían quizá cuatro o seis años y, por término medio, luchaban unas cinco veces al año; era raro que muriesen y el veredicto imperial de "alzar o bajar el pulgar" aún estaba muy lejos. Al retirarse, solía contratarse como guardaespaldas o forzudo. Los propietarios de las escuelas eran negociantes que obtenían pingües beneficios alquilando parejas de gladiadores por toda Italia, generalmente como función principal en los juegos funerarios; muchos senadores y caballeros eran dueños de escuelas de gladiadores, algunas tan grandes que albergaban a mil hombres, aunque había unas cuantas aún mayores.
gobernador. Palabra adecuada para referirse al cónsul, pretor, procónsul o propretor que, generalmente durante un año, mandaba en una provincia romana en nombre del Senado del pueblo de Roma. El grado de imperium de un gobernador variaba, al igual que la amplitud de su mandato. Sin embargo, independientemente de su imperium, mientras estaba en la provincia era prácticamente un rey. Respondía de su defensa, administración, recaudación de impuestos y diezmos y muchas otras cosas.
Gracos. Conocidos también como hermanos Graco. Cornelia, hija de Escipión el Africano y Emilia Paula, se casó cuando tenía dieciocho años con Tiberio Sempronio Graco, de cuarenta y cinco; era hacia el año 172 a. JC. y Escipión el Africano había muerto doce años antes. Tiberio Sempronio Graco había sido cónsul en el 177 a. JC., fue censor en el 169 a. JC. y cónsul por segunda vez en el 163 a. JC. Al morir, en el 154 a. JC., era padre de doce hijos, pero eran enfermizos y sólo tres de ellos logró criar Cornelia y que se hicieran adultos; Sempronia era la mayor y se casó, en cuanto tuvo edad, con su primo Escipión Emiliano. Los otros dos más pequeños eran varones. Tiberio Graco nació en el 163 a. JC. y su hermano Cayo en el mismo año de la muerte de su padre, 154 a. JC. Por consiguiente, los dos hijos fueron educados por la madre, que realizó una labor excepcional. Los dos hermanos Graco hicieron el servicio militar al mando del primo hermano de su madre, Escipión Emiliano, Tiberio en la tercera guerra púnica y Cayo en Numancia: ambos fueron de singular valentía. Tiberio fue enviado a la Hispania Citerior en el 137 a. JC. de cuestor y sólo negoció un tratado que permitió salir al vencido Hostilio Mancino de Numancia y salvó a su ejército de ser aniquilado; sin embargo, Escipión Emiliano consideró un lamentable error su intervención y logró convencer al Senado para que ratificase el tratado. Tiberio nunca se lo perdonaría a su primo-cuñado. En el 133 a. JC. Tiberio fue elegido tribuno de la plebe y se dispuso a corregir los errores que el Senado cometía en los arriendos del ager publicus. En contra de una encarnizada oposición, aprobó una ley agraria que limitaba la extensión de tierra pública que una persona podía arrendar o poseer a 500 iugera (con 250 iugera más por hijo) y creó una comisión para repartir el exceso de tierras, consecuencia de esta limitación, entre los pobres de Roma. Su propósito era no sólo librar a la ciudad de sus ciudadanos más inútiles, sino asegurarse de que las futuras generaciones pudieran dar a Roma hijos con medios para servir en el ejército. Cuando el Senado quiso entorpecer la aprobación de la ley, Tiberio Graco la presentó directamente a la Asamblea plebeya y se metió en un avispero, porque fue una decisión sin precedentes. Uno de sus colegas tribunos de la plebe (y pariente), Marco Octavio, vetó la ley en la Asamblea de la plebe y fue ilegalmente desposeído de su cargo, otra considerable ofensa a la mos mawrum (la práctica establecida). No era tanto la legalidad de estas estratagemas lo que importaba a los adversarios de Tiberio Graco, sino que fuesen en contra de la tradíción, aunque no existiesen reglas escritas. Al morir aquel mismo año Atalo III, rey de Pérgamo, dejando en herencia su reino a Roma, Tiberio Graco hizo caso omiso del derecho del Senado a decidir qué se hacía con el legado y legisló que las tierras se empleasen como asentamiento complementario de los romanos pobres. La oposición en el Senado y el Foro se acentuaba cada día. Luego, en el 133 a. JC., sin que se hubiera llevado a cabo con éxito el programa, Tiberio Graco transgredió otra costumbre establecida, aquella que limitaba a una sola vez el desempeño del cargo de tribuno de la plebe, y se presentó a una segunda elección. En esa ocasión, enfrentado a las fuerzas senatoriales, encabezadas por su primo Escipión Nasica, Tiberio Graco murió apaleado en el Capitolio con algunos de sus seguidores. Su primo Escipión Emiliano -que no había regresado aún de Numancia cuando ocurrieron los hechos- aprobó públicamente el homicidio, alegando que Tiberio Graco había querido proclamarse rey de Roma. Los disturbios cesaron hasta diez años después, cuando el hermano de Tiberio Graco, Cayo, fue elegido tribuno de la plebe en el 123 a. JC. Cayo Graco era igual que su hermano, pero había sabido aprender la lección y evitar sus errores, y actuó con mayor sagacidad. Sus reformas fueron mucho más amplias e incluyeron no sólo leyes agrarias, sino leyes frumentarias para el abastecimiento de trigo a precio módico a las clases bajas, la regulación del servicio militar, la fundación de colonias romanas en el extranjero, el inicio de obras públicas en toda Italia, la separación del tribunal que entendía de extorsiones a la potestad del Senado entregándoselo a los caballeros, la concesión de plena ciudadanía romana a los que poseían derechos latinos, y derechos latinos a todos los aliados itálicos. Por supuesto que este programa no se había completado al concluir el año de su mandato como tribuno de la plebe, y Cayo Graco hizo lo imposible consiguiendo que le reeligiesen tribuno. Además de suscitar furibunda indignación y tenaz enemistad, continuó batallando para completar su programa de reformas, que a finales del 122 a. JC. seguía incompleto. Se presentó a una tercera reelección como tribuno, pero esta vez él y su amigo Marco Flavio fueron derrotados. Cuando en el 121 a. JC. sus leyes y reformas sufrieron el ataque unísono del cónsul Lucio Opimio y del ex tribuno de la plebe Marco Livio Druso, Cayo Graco recurrió a la violencia y el Senado respondió aprobando por primera vez un "decreto extremo" para contener los desórdenes, con el resultado de que Fulvio Flaco y dos de sus hijos fueron asesinados y Cayo Graco, en fuga, se suicidó en el bosque de Furrina en las laderas del Janículo. Nunca más volvería a ser igual la política de Roma: quedaba resquebrajada la fortaleza inmemorial del mos maiorum. La vida de los dos hermanos Graco conoció similar tragedia. Tiberio Graco fue contra la costumbre de su familia (que era casarse con Cornelias de los Escipiones) y se casó con Claudia, hija de Apio Claudio Puicher, cónsul en el 143 a. JC. e inveterado enemigo de los Escipiones Emilianos. Tuvieron tres hijos, ninguno de los cuales vivió para alcanzar la carrera pública. Cayo Graco se casó con Licinia, hija de su cliente Publio Licinio Craso Muciano; tuvieron una hija, Sempronia, que casó con Fulvio Flaco Bambalio, con el que tuvo una hija, Fulvia, que a su vez fue esposa de Publio Clodio Pulcher, Cayo Escribonio Curio y Marco Antonio.
grammaticus. No era un maestro de gramática, sino del arte básico de la retórica (véase este artículo).
hasta. El antiguo venablo con punta en forma de hoja de la infantería romana. Cuando Cayo Mario modificó el pilum, el hasta desapareció del ejército.
"heno en el cuerno". Los bueyes de la antigüedad tenían unos cuernos enormes, y no todos, pese a estar castrados, eran mansos. Los animales que corneaban se marcaban -para señalarlo- con heno en el cuerno con el que atacaban, o en los dos si corneaban con ambos. Los peatones, cuando veían un buey con heno atado al cuerno, tirando de un carro por las calles de Roma, se apartaban. El dicho "heno en el cuerno" se aplicaba a un hombre de falsa apariencia pacífica que podía revolverse y golpear con verdadera saña.
helenístico. Término empleado para referirse a la cultura griega que Alejandro Magno tan espectacularmente difundió por el mundo antiguo.
Hércules, Columnas de. (Véase Columnas de Hércules.)
herma. Pedestal o estipite sobre el que en origen se colocaba la cabeza del dios Hermes; tradicionalmente, a media altura solía llevar como adorno los genitales masculinos y el pene erecto. En la época helenística era costumbre colocar los bustos en pedestales de esta guisa y el término se ha convertido en sinónimo de pedestal adornado con los genitales masculinos. Visitando museos en los que haya pedestales antiguos con bustos, puede observarse a media altura una cavidad cuadrada, donde otrora lucían un par de testículos y un pene erecto, que fueron mutilados en la época cristiana.
Hidra, monstruo de siete cabezas. Ser mitológico que fue muerto por Hércules y cuyas cabezas volvían a crecer conforme se le cortaban. El término se usaba refiriéndose a un dilema que parecía resuelto y volvía a plantearse.
hierro. El término "edad de hierro" es bastante confuso, ya que el hierro en sí no es un metal muy utilizable. Sólo sustituyó al bronce cuando los antiguos herreros descubrieron el sistema para endurecerlo; a partir de entonces, fue el metal preferido para hacer herramientas, armas y otros objetos que requerían la combinación de dureza, durabilidad y posibilidad de dotarlos de un filo o una punta. Aristóteles y Teofrasto, que vivieron en la Grecia del siglo Iv a. JC., hablan de "acero" y no de "hierro". No obstante, todo el proceso de transformación del hierro en un metal utilizable evolucionó totalmente al margen de las reglas químicas y metalúrgicas inherentes al mismo. La principal mena que se empleaba para la extracción del hierro era la hematites; la pirita se usaba poco debido a la enorme toxicidad de sus residuos sulfúricos. Estrabón y Plinio el Viejo describen el método de cocción (oxidación) de la mena en horno de tierra, pero la cocción en horno alto (reducción) era más eficaz, se podían fundir mayores cantidades de mena y era más idóneo. Casi todas las fundiciones recurrían a los dos tipos de horno y producían "barras" con escoria. Estas barras se recalentaban por encima de la temperatura de fusión y se les difundía carbono a partir del carbón martilleándolas (forja), con lo que se eliminaba gran parte de la escoria contaminante, aunque los acerados antiguos siempre contenían algo de escoria. Los herreros romanos eran muy diestros en las técnicas de templado y cementación (con esta última se difundía más cantidad de carbono en el hierro). Todos estos procedimientos modificaban las características básicas del acero carbonado de distinta manera, obteniéndose hierros adecuados a los diversos propósitos: navajas, hojas de espadas, cuchillos, hachas, sierras, gubias, escoplos, clavos, escarpias, etc. Tan apreciados eran los hierros adecuados para los filos, que los buenos filos cortantes se soldaban (los romanos conocían dos métodos de soldadura: por presión y por fusión) a una base más barata. Sin embargo, el filo de la espada romana era totalmente de acero y muy cortante; se obtenía templándolo a unos 280 grados centígrados. (Los lectores que tengan edad para haber conocido los cuchillos o machetes de acero carbonado no inoxidable, recordarán con añoranza en estos tiempos del acero inoxidable cómo cortaban; pues esos filos eran muy similares a los de la época romana.) Se conocían y se empleaban universalmente las tenazas, yunques, martillos, fuelles, crisoles, ladrillos refractarios y las demás herramientas del oficio de herrero. Muchas de las antiguas teorías eran erróneas, pues se creía, por ejemplo, que la naturaleza del líquido que se utilizaba para templar afectaba al proceso, y nadie sabía que el hecho de que el hierro que se extraía en Noricum produjese tan magnífico acero se debía al reducido contenido en manganeso no contaminado por fósforo, arsénico o azufre.