El primer apóstol (14 page)

Read El primer apóstol Online

Authors: James Becker

Tags: #Thriller, Religión, Historia

BOOK: El primer apóstol
7.23Mb size Format: txt, pdf, ePub

Rogan estaba entumecido, cansado, incómodo, aburrido y jodido. Había dormido lo mejor que había podido en el coche durante lo que le había quedado de noche después de haber vuelto a Monti Sabini, luego se había dirigido al pueblo por la mañana temprano para tomar un café y un par de pastelitos. Había vuelto a la casa directamente y pasado el resto de la mañana observando la propiedad con unos buenos prismáticos.

Había visto a dos hombres en el interior (no uno, como esperaba) y había observado que uno de ellos se había puesto un mono y había empezado a dar golpes en la pared de la sala de estar. Parecía como si Hampton y el otro hombre fueran a realizar el trabajo por él.

La antigua casa estaba rodeada de extensiones de césped, salpicadas de arbustos y árboles, y para el italiano resultaba bastante sencillo entrar en la propiedad sin ser visto. Se agachó para pegarse bien a la pared y lentamente se puso de pie. Desde allí podía ver el interior de la sala de estar con un ángulo oblicuo y observar lo que pasaba.

Retirar toda la escayola no llevó demasiado tiempo. Cada vez que Bronson utilizaba el cincel, rompía un pedazo de entre quince y veinte centímetros cuadrados y, después de algo más de noventa minutos, la sección de la pared completa quedaba al descubierto. Luego él y Mark comprobaron todas las piedras que habían quedado expuestas. Algunas de ellas tenían marcas de cincel, pero ninguna tenía nada que pudiera ser un mapa o cualquier forma de escritura.

—Vale, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Mark, mientras miraba los cascotes apilados a lo largo de la parte inferior de la pared.

—Sigo pensando que está aquí, en algún sitio —contestó Bronson—. No creo que esa piedra con la inscripción fuera incorporada a la pared como simple decoración. Esa frase en latín debe de significar algo en la actualidad, y debía de significar algo cuando esta casa fue construida. De hecho... —Se quedó en silencio a mitad de la frase y volvió a mirar la piedra situada por encima de la chimenea. Por la expresión de su rostro, parecía que la pista había estado allí siempre.

—¿Qué pasa?

—¿Es esto una clave dentro de otra clave? Según Jeremy Goldman, esa inscripción puede que date del siglo I; sin embargo, la casa tiene alrededor de seiscientos años de antigüedad.

—¿Y?

—Y la inscripción tallada ya tenía mil quinientos años de antigüedad cuando se construyó la casa. Si la piedra tenía solo el objeto de decorar, ¿dónde la habrían colocado los obreros? Probablemente por encima de la chimenea —dijo Bronson, contestando a la pregunta que él mismo se había formulado—, pero no donde está ahora. La habrían colocado centrada, justo por encima del dintel. Pero no lo está, está centrada hacia uno de los lados, lo que se ha debido hacer de forma deliberada, como un indicador que demuestra que la piedra no era solo una mera decoración, sino que tenía un significado especial.

»Creo que las personas que construyeron esta casa encontraron la piedra e intentaron seguir el rastro que conduce hacia estos «mentirosos» (sean lo que sean) pero no pudieron encontrar el mapa o comprender las pistas. Quizá decidieron dividir la piedra y esconder el fragmento con el mapa en algún lugar seguro, para dejar una pista a las generaciones futuras. De forma que una parte de la piedra indica la ubicación de la otra, que corresponde a un mapa que conduce a una especie de reliquia enterrada hace tiempo.

»Si estoy en la, cierto, puede que «hic» (la palabra en latín que significa «aquí») sea la parte más importante de la inscripción. ¿Podría esta palabra proporcionarnos información acerca del lugar exacto en el que la parte que falta ha sido escondida?

—¿Quieres decir «aquí» como en lo de «la X marca el lugar» o algo así?

—Exactamente.

—Entonces, ¿dónde está? —preguntó Mark—. Se trata de una pared muy sólida con casi un metro de grosor. El resto de piedras situadas por debajo de esa no solo no tienen marcas, sino que son un tipo de piedra distinta, así que, ¿a qué podría referirse la palabra «hic»?

—No necesariamente a algo en la pared, sino quizá por debajo de esta. Puede que el lugar oculto se encuentre por debajo del suelo.

Pero eso parecía poco probable. La chimenea de la vieja casa estaba construida con sólidos fragmentos de granito, y el suelo de enfrente era de gruesos tablones de roble. Si hubiera un lugar oculto debajo de la chimenea o de los tablones, eso precisaría de una obra mucho mayor para encontrarlo, por no hablar del equipo de elevación.

—No creo que lo que estamos buscando se encuentre debajo de algo tan simple y evidente como una trampilla en el suelo —dijo Bronson—, pero tampoco creo que tengamos que tirar abajo media casa para encontrarlo.

Volvió a mirar a la pared.

—Has dicho que tiene aproximadamente un metro de grosor, ¿no?

Mark asintió con la cabeza.

—Bien, puede que haya algo al otro lado de la pared. ¿Tienes una cinta métrica o algo así?

Mark se dirigió al taller, que se encontraba detrás del garaje, y volvió un par de minutos más tarde con una cinta de acero de carpintero. Bronson la cogió y, utilizando el suelo y el borde del camino de entrada que conducía al comedor como puntos de referencia, midió la posición exacta del centro de la piedra. Mark anotó rápidamente las coordenadas en una hoja de papel, y luego entraron en el comedor.

Este era mucho más pequeño que el salón, y la pared que compartía con la sala de estar estaba completamente cubierta de escayola. El mobiliario no se había movido, aunque estaba cubierto con las típicas sábanas llenas de polvo. Los Hampton habían planeado derribar un pasillo que recorría la pared sur del comedor y construir un jardín de invierno, pero seguían a la espera del permiso de obra.

Utilizando las coordenadas y la cinta métrica, Bronson trazó una cruz en el área correspondiente de la pared del comedor. Para confirmar que estaban en el lugar correcto, volvieron a comprobar las medidas en la sala de estar, y luego repitieron el proceso en el comedor.

Entonces Bronson cogió el martillo y el cincel, se bajó de la escalera de mano, y dio un martillazo por debajo de la cruz que había trazado. La escayola se agrietó, y después de dos martillazos más, un gran pedazo cayó al suelo. Luego pasó la mano por la piedra expuesta, en un intento por limpiar el polvo y los cascotes.

—Aquí hay algo —dijo, subiendo el tono de voz por la emoción—. Pero no es un mapa, más bien parece una inscripción.

Media docena más de golpes de martillo y cincel retiraron el resto de la escayola antigua y dejaron al descubierto la pared al completo.

—Toma —dijo Mark, y le pasó una brocha de unos diez centímetros.

—Gracias —dijo Bronson en voz baja, y cepilló con la brocha la piedra.

Unos golpes con el mango del martillo eliminaron el resto de fragmentos de escayola. Ahora podían ver con exactitud lo que había tallado en la piedra.

Era una inscripción que hacía alusión a la historia sangrienta de otro país, una inscripción por la que valía la pena asesinar.

Rogan observaba con interés mientras el hombre que llevaba el mono retiraba toda la escayola antigua de la pared de la sala de estar, y sonrió ante su fracaso a la hora de encontrar lo que buscaban. Al menos, le estaban ahorrando trabajo.

Al principio, no había entendido por qué se habían tomado la molestia de medir la posición exacta en la pared de la piedra con la inscripción, aunque se dio cuenta de que habían encontrado algo una vez que ambos entraron en el pequeño comedor. En el momento en que desaparecieron de su vista, Rogan se puso en cuclillas y se deslizó por la pared hasta estar delante del final de la primera de las dos ventanas del comedor. Luego se levantó lentamente, hasta que pudo ver el interior de la habitación, aunque pensó que podía haber retozado desnudo sin que ninguno de los dos hombres lo hubiera visto, dado que tenían toda su atención puesta en la pared del comedor.

Mientras Rogan observaba la imagen ligeramente distorsionada por el grueso y antiguo vidrio de las ventanas del comedor, vio que el hombre destapaba algo. Después de todo, parecía que la sección que faltaba de la piedra, y que Mandino le había ordenado buscar, había estado siempre en la casa.

Desde donde estaba Rogan, no parecía que la piedra tuviese un mapa tallado en ella, y a pesar de que realmente el vidrio de la ventana distorsionaba la imagen, más bien le parecieron un par de versos de poesía. Pero, independientemente del contenido del tallado en la piedra, el hecho de que hubiese otra inscripción era un dato suficiente para informar a Mandino. No estaba dispuesto a intentar entrar en la casa solo, ya que lo superaban en número, y además probablemente uno de ellos fuese armado con la pistola de Alberti. Mandino había prometido enviar otro hombre de la familia de Roma para que se uniese a él, pero por ahora no había aparecido.

Lo más importante, decidió Rogan, era informar a Mandino de lo que había visto, y entonces esperar instrucciones. Se puso en cuclillas, se arrastró por la pared de la casa hasta que se hubo alejado de las ventanas del comedor y del salón, y luego atravesó corriendo el césped hasta llegar a la rotura en la alambrada por la que había entrado a la propiedad, y se dirigió al coche y al teléfono móvil que había guardado en la guantera.

—¿Qué demonios pasa, Chris? —preguntó Mark, mientras Bronson bajaba de la escalera de mano y miraba la piedra con la inscripción.

Bronson negó con la cabeza.

—No lo sé. Si la deducción de Jeremy Goldman es cierta y si nuestra primera interpretación de la piedra es correcta, debería haber un mapa. No sé lo que es esto, pero desde luego no es un mapa.

—Espera un momento —dijo Mark—. Déjame comprobar algo.

Entró en el salón y miró la piedra inscrita, y entonces volvió después de un momento.

—Me lo imaginaba. Esta piedra es de un color ligeramente distinto.

¿Estás seguro de que están relacionadas?

—No lo sé. De lo único que estoy seguro es de que esa piedra ha sido cubierta con cemento en la pared justo detrás de la otra, al milímetro, en mi opinión, y no creo que eso sea casualidad.

—Casi parece un poema —observó Mark.

Bronson asintió con la cabeza.

—Eso es lo que creo yo —dijo, alzando la mirada hacia diez renglones de ornamentadas palabras en cursiva agrupados en dos versos, debajo de un título incomprensible que se componía de tres grupos de letras en mayúscula, supuestamente algún tipo de abreviatura—. Aunque el motivo por el que una piedra con un poema tallado en ella ha tenido que ser incrustada en la pared exactamente en este lugar me supera.

—Pero el idioma no parece latín, ¿no?

—No, definitivamente no. Creo que algunas de las palabras pueden tener raíces francesas. Por ejemplo, estas tres de aquí, «ben», «dessu’s» y «perfècte», son parecidas a algunas palabras del francés moderno. Aunque algunas de las otras, como «calix», parecen estar escritas en un idioma completamente diferente.

Bronson se subió de nuevo a la escalera de mano para ver la inscripción de cerca. Había varias diferencias entre las dos, no se trataba solo del idioma utilizado. Mark estaba en lo cierto, las piedras eran de diferente color, pero la forma y la tipografía de las letras de los versos eran también desconocidas, completamente diferentes a las de la otra inscripción, y en algunas zonas, la piedra se había desgastado, como si la hubieran rozado numerosas manos a lo largo de innumerables años.

IV

El sonido del teléfono rompió el silencio que reinaba en el despacho.

—Hemos descubierto algo, cardenal. —Vertutti reconoció el tono claro y ligeramente burlón de Mandino.

—¿Qué ha ocurrido?

—Uno de mis hombres ha estado vigilando la casa de Monti Sabini y hace escasos minutos ha sido testigo del descubrimiento de otra piedra inscrita en el interior de la propiedad, en la parte de atrás de la pared que está justamente detrás de la primera. No había ningún mapa, más bien parecen varios renglones de texto, puede incluso que se trate de un poema.

—¿Un poema? Eso no tiene ningún sentido.

—No he dicho que fuera un poema, cardenal, solamente que mi hombre creyó que parecía poesía. Pero sea lo que sea, debe corresponder a la sección que falta de la piedra.

—Entonces, ¿qué va a hacer ahora?

—Ahora es un asunto demasiado delicado para dejárselo solo a mis picciotti, mis soldados. Mañana por la mañana temprano viajaré hacia Ponticelli con Pierro. Una vez que hayamos entrado en la casa, fotografiaré las dos inscripciones, las copiaré, y luego las destruiré. Cuando dispongamos de esta información adicional, no tengo la menor duda de que Pierro podrá decirnos con exactitud dónde debemos buscar.

»Mientras permanezca fuera, podrá ponerse en contacto conmigo en el móvil, pero también le enviaré los números de teléfono de mi colaborador, Antonio Carlotti, por si surgiera una emergencia.

—¿De qué tipo de emergencia habla?

—De cualquier tipo, cardenal. Recibirá un mensaje con un listado de los números en un par de minutos. Y por favor, tenga el móvil encendido a todas horas. Bueno y ahora —continuó Mandino—, debe saber también que si los dos hombres que hay en la casa han resuelto...

—¿Dos hombres? ¿Qué dos hombres?

—Uno creemos que es el marido de la fallecida, pero no sabemos quién es el segundo hombre. Como le iba diciendo, si estos hombres han encontrado lo que estamos buscando, no me quedará otra alternativa que aplicar la Sanción.

CAPÍTULO 11
I

—Creo que estos versos están escritos en occitano, Mark —dijo Bronson, levantando la mirada de la pantalla del ordenador portátil. Se había conectado a Internet para intentar investigar la segunda inscripción, pero sin introducir frases completas. Había descubierto que algunas de las palabras podían proceder de varios idiomas («roire», por ejemplo, aparecía también en rumano) pero el único idioma que incluía todas las palabras que había elegido era el occitano, una lengua romance originariamente utilizada en la región de Languedoc, situada al sur de Francia. Buscando en diccionarios y léxicos en línea y comparando los significados, había logrado traducir algunas de las palabras, aunque muchas de las que se utilizaban en los versos no aparecían en los pocos diccionarios de occitano que había encontrado.

—¿Qué significa? —preguntó Mark.

Bronson resopló.

—No tengo ni idea. Solo he podido traducir esta palabra de aquí y esa de allí. Por ejemplo, esta palabra, «mire», en el sexto renglón significa «roble», y en el mismo renglón hay una referencia a un olmo.

Other books

Toad Words by T. Kingfisher
Josh by R.C. Ryan
The Taming of the Thief by Heather Long
Once a Jolly Hangman by Alan Shadrake
The Grave of God's Daughter by Brett Ellen Block
The Chain Garden by Jane Jackson
Flesh and Feathers by Hylton, Danielle, Fifer, April