–¡Sin embargo, señor, es la única forma de explicar las cosas! El "cuarto amarillo" estaba cerrado como una caja fuerte. Para servirme de sus expresiones, era imposible para el asesino escaparse de él de manera normal o anormal. Cuando entraron en el cuarto, no lo encontraron. ¡Es preciso entonces que haya escapado!...
–Es totalmente inútil, señor presidente... -¿Qué dice?
–¡No tenía necesidad de escaparse si no estaba allí! Rumores en la sala...
–¿Cómo que no estaba allí?
–¡Evidentemente no! ¡Si no podía estar, es que no estaba! ¡Señor presidente, hay que apoyarse siempre sobre el extremo correcto de la razón!
–¿Y todas las huellas de su paso? – protestó el presidente.
–Ese, señor presidente, es el lado malo de la razón... El lado bueno nos indica esto: desde el momento en que la señorita Stangerson se encerró en el cuarto hasta el momento en que se echó abajo la puerta, es imposible que el asesino se haya escapado de ese cuarto, y si no lo encontraron allí es porque, desde el momento en que se cerró la puerta hasta que la echaron abajo, el asesino no estaba en el cuarto.
–¡Y las huellas!
–¡Ah, señor presidente!... Una vez más se trata de huellas materiales..., las huellas materiales con las que se cometen tantos errores judiciales porque nos hacen decir lo que ellas quieren. No hay que servirse de ellas para razonar, se lo repito. ¡Hay que razonar primero y luego ver si las huellas materiales pueden entran en el círculo del propio razonamiento!... Tengo un pequeño círculo de verdad indiscutible: el asesino no estaba en el "cuarto amarillo". ¿Por qué creímos que estaba allí? ¡Debido a las huellas de su paso! Pero puede haber pasado antes. Qué digo: debe haber pasado antes. La razón me dice que es preciso que haya pasado antes por allí. Examinemos las marcas y lo que sabemos del caso, y veamos si esas marcas van en contra de que haya pasado antes..., antes de que la señorita Stangerson se encierre en su cuarto, delante de su padre y del tío Jacques.
Después de la publicación del artículo de Le Matin y de una conversación que tuve con el juez de instrucción en el trayecto de París a Épinay-sur-Orge, me pareció demostrado que el "cuarto amarillo" estaba matemáticamente cerrado y que, en consecuencia, el asesino había desaparecido antes de la entrada de la señorita Stangerson en su cuarto, a medianoche.
Las marcas exteriores, entonces, se hallaban terriblemente en contra de mi razón. La señorita Stangerson no se había asesinado sola, y las marcas atestiguaban que no se trataba de suicidio. El asesino, entonces, había venido antes. ¿Pero cómo es que la señorita Stangerson había sido asesinada después, o más bien, parecía haber sido asesinada después? Naturalmente, tenía que reconstruir el caso en dos fases, dos fases separadas una de la otra por varias horas: la primera fase, durante la cual realmente habían intentado asesinar a la señorita Stangerson, tentativa que ella había disimulado; la segunda fase, durante la cual, a consecuencia de una pesadilla que ella había tenido, los que estaban en el laboratorio creyeron que la asesinaban.
En ese entonces, yo todavía no había entrado en el "cuarto amarillo". ¿Qué heridas tenía la señorita Stangerson? Marcas de estrangulación y un golpe formidable en la sien... Las marcas de estrangulación no me molestaban. Podían habérselas hecho antes y la señorita Stangerson haberlas disimulado bajo una gorguera
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, una boa, cualquier cosa. Pues, desde que consideré necesario dividir el caso en dos fases, estaba obligado a considerar que la señorita Stangerson había ocultado todos los acontecimientos de la primera fase; sin duda, tenía motivos lo suficientemente poderosos para ello, puesto que no le había dicho nada a su padre y tuvo, naturalmente, que contarle al juez de instrucción la agresión del asesino, cuyo paso no podía negar, como si hubiera tenido lugar por la noche, durante la segunda fase. Se vio forzada a hacerlo, ya que si no su padre le hubiera dicho: "¿Qué nos ocultas? ¿Qué significa tu silencio después de semejante agresión?". Es decir que ella había ocultado las marcas de la mano del hombre en su cuello. Pero estaba el golpe formidable en la sien. ¡Eso no lo comprendía! Sobre todo, cuando me enteré de que habían encontrado en el cuarto un hueso de cordero, el arma del crimen... ¡Ella no podía haber disimulado que casi la habían matado y, sin embargo, parecía evidente que esa herida se la habían producido durante la primera fase, porque necesitaba la presencia del asesino! Imaginé que la herida de la sien era mucho menos grave de lo que decían (en lo que me equivocaba) y pensé que la señorita Stangerson la había ocultado bajo un peinado en bandós.
En cuanto a la marca en la pared de la mano del asesino herido por el revólver de la señorita Stangerson, evidentemente la habían dejado antes, y el asesino necesariamente había sido herido durante la primera fase, es decir, mientras estaba allí. Naturalmente, todas las huellas del paso del asesino habían sido dejadas durante la primera fase: el hueso de cordero, los pasos negros, la boina, el pañuelo, la sangre en la pared, en la puerta y en el suelo... A todas luces, si las huellas todavía estaban allí, se debía a que la señorita Stangerson, quien deseaba que no se supiera nada e hizo lo necesario para que no se supiera nada del asunto, todavía no había tenido tiempo de hacerlas desaparecer. Eso me llevó a buscar la primera fase del caso en un momento muy cercano a la segunda. Si, después de la primera fase, es decir, después de que el asesino se escapara, después de que ella misma volviera de prisa al laboratorio, donde su padre la encontró trabajando, hubiera podido entrar de nuevo un instante en el cuarto, al menos habría hecho desaparecer, de inmediato, el hueso de cordero, la boina y el pañuelo, que estaban en el suelo. Pero no lo intentó porque su padre no la dejó sola un minuto. Entonces, después de esta primera fase, ella sólo entró en su cuarto a medianoche. Alguien entró a las diez: el tío Jacques, que cumplió su tarea de todas las noches: cerró los postigos y encendió la mariposa. En su estado de aturdimiento, mientras fingía trabajar en el escritorio del laboratorio, la señorita Stangerson, probablemente, había olvidado que el tío Jacques iba a entrar en su cuarto. Sin embargo, intentó cubrirse: le pidió al tío Jacques que no se molestara, que no entrara en su cuarto. Esto está con todas las letras en el artículo de Le Matin. El tío Jacques entra igual y no se da cuenta de nada, a tal punto es oscuro el "cuarto amarillo"... ¡La señorita Stangerson debió de pasar dos minutos espantosos en ese, momento! Sin embargo, creo que ignoraba que había tantas marcas del paso del asesino en su cuarto. Probablemente sólo había tenido tiempo, después de la primera fase, para disimular las marcas de los dedos del hombre en su cuello y salir de su cuarto... Si hubiera sabido que el hueso, la boina y el pañuelo estaban en el suelo, los hubiera escondido cuando volvió a entrar a medianoche en su cuarto... No los vio, se desvistió a la luz dudosa de la mariposa... Se acostó, destrozada por tantas emociones y por el terror, el terror que la llevó a volver a ese cuarto lo más tarde posible...
Así, me veía obligado a llegar de esta manera a la segunda fase del drama, con la señorita Stangerson sola en su cuarto, ya que no se encontró al asesino en el cuarto... Así, naturalmente debía hacer entrar en el círculo de mi razonamiento las marcas exteriores.
Pero había que explicar otras marcas exteriores. Durante la segunda fase se habían disparado tiros de revólver. Se habían proferido gritos de "¡Socorro! ¡Al asesino!"... ¿Qué podía indicarme, en tal circunstancia, el extremo correcto de mi razón? En primer lugar y respecto de los gritos: como no hay asesino en el cuarto, forzosamente se trató de una pesadilla.
Se oyó un gran ruido de muebles caídos. Imagino... Aquí me veo obligado a imaginar. La señorita Stangerson se duerme, obsesionada por la abominable escena de la tarde... Sueña... La pesadilla precisa sus imágenes rojas... Vuelve a ver al asesino que se precipita sobre ella y grita: "¡Al asesino! ¡Socorro!" y, con un gesto descontrolado, busca el revólver que ha puesto sobre su mesa de luz antes de acostarse. Pero su mano tropieza con la mesa de luz con tal fuerza que la vuelca. El revólver cae al suelo, se dispara y el tiro va a alojarse en el cielo raso... Esta bala en el cielo raso, desde el principio, me pareció que debía de ser la bala del accidente... Revelaba la posibilidad del accidente y se adecuaba tan bien a mi hipótesis de la pesadilla, que fue uno de los motivos por los cuales empecé a no dudar de que el crimen había tenido lugar antes y que la señorita Stangerson, dotada de un carácter y una energía poco comunes, lo había ocultado... Pesadilla, disparo... La señorita Stangerson, en un estado moral espantoso, se despierta; intenta levantarse, cae al suelo, sin fuerzas, volcando los muebles, llega a gritar entrecortadamente "¡Socorro! ¡Al asesino!", y luego se desvanece...
Sin embargo, se hablaba de dos disparos por la noche, durante la segunda fase. A mí también, para mi tesis -pues ya no era más una hipótesis- me hacían falta dos, pero uno en cada una de las fases y no los dos en la última... Un disparo para herir al asesino, antes, y otro durante la pesadilla, después. Pero, ¿era seguro que por la noche se habían disparado dos tiros de revólver? El revólver se había oído en medio del estruendo de los muebles caídos. En un interrogatorio, el señor Stangerson habla de un tiro sordo primero y de un disparo estridente después. Y si el ruido sordo había sido producido por la caída al suelo de la mesa de luz de mármol? Es necesario que esta explicación sea la válida. Estuve seguro de que era válida cuando supe que los caseros, Bernier y su mujer, que estaban cerca del pabellón, no habían oído sino un solo disparo de revólver. Así lo declararon ante el juez de instrucción.
De esta manera, casi había reconstruido las dos fases del drama cuando entré, por primera vez, en el "cuarto amarillo". Sin embargo, la gravedad de la herida de la sien no entraba en el círculo de mi razonamiento. Esta herida, en consecuencia, no se la había inferido el asesino con el hueso de cordero, durante la primera fase, porque era demasiado grave para que la señorita Stangerson hubiera podido disimularla y lo hubiera hecho bajo un peinado en bandós. Entonces, ¿esta herida no se había producido necesariamente durante la segunda fase, en el momento de la pesadilla? Es lo que fui a preguntarle al "cuarto amarillo", y el "cuarto amarillo" me respondió.
Rouletabille sacó, siempre de su paquetito, un pedazo de papel blanco doblado en cuatro y, de ese pedazo de papel blanco salió un objeto invisible, que tomó entre el pulgar y el índice, y le llevó al presidente:
–Esto, señor presidente, es un cabello, un cabello rubio manchado de sangre, un cabello de la señorita Stangerson... Lo encontré pegado en una de las puntas de mármol de la mesa de luz caída... Esa punta de mármol también estaba manchada de sangre. ¡Oh!, un insignificante cuadradito rojo, pero muy importante pues me indicó que, al levantarse aturdida de su lecho, la señorita Stangerson se había desplomado brutalmente contra esa punta de mármol que le había herido la sien y que había retenido ese cabello, que la señorita Stangerson sin duda tenía sobre la frente, pues no llevaba un peinado en bandós. Los médicos habían declarado que a la señorita Stangerson la habían atacado con un objeto contundente y, como el hueso de cordero estaba allí, el juez de instrucción inmediatamente lo había acusado, pero la punta de una mesa de luz de mármol también es un objeto contundente, en el que ni los médicos ni el juez de instrucción habían pensado y que ni yo mismo hubiese encontrado si el extremo correcto de mi razón no me lo hubiera indicado, no me lo hubiera hecho presentir.
La sala, una vez más, estuvo a punto de estallar en aplausos, pero como Rouletabille reanudó enseguida su declaración, el silencio se restableció de inmediato.
–Me quedaba saber, además del nombre del asesino (que conocería sólo unos días más tarde), en qué momento había tenido lugar la primera fase del drama. El interrogatorio de la señorita Stangerson -aunque estaba preparado como para engañar al juez de instrucción y el del señor Stangerson me lo debían revelar. La señorita Stangerson explicó con exactitud cómo empleó su tiempo ese día. Hemos establecido que el asesino se introdujo entre las cinco y las seis en el pabellón; supongamos que fueran las seis y cuarto cuando el profesor y su hija volvieron a abocarse a su trabajo. Entonces hay que buscar entre las cinco y las seis y cuarto. ¡Qué digo a las cinco! A esa hora el profesor está con su hija... El drama sólo podría haber ocurrido lejos del profesor. Entonces, tengo que buscar en ese breve espacio de tiempo el momento en que el profesor y su hija estuvieron separados... Y bien, ese momento lo encuentro en el interrogatorio que tuvo lugar en el cuarto de la señorita Stangerson, en presencia del señor Stangerson. Allí se señala que el profesor y su hija vuelven hacia las seis al laboratorio. El señor Stangerson dice: "En ese momento, fui abordado por mi guardabosque, quien me retuvo un instante". Es decir que hay una conversación con el guardabosque. Este le habla al señor Stangerson de la tala de árboles o de la caza furtiva; la señorita Stangerson no está allí; ya ha llegado al laboratorio porque el profesor dice: "Dejé al guardabosque y me reuní con mi hija, que ya estaba trabajando".
Entonces, en esos breves minutos, se desarrolló el drama. ¡Es necesario! Veo muy bien a la señorita Stangerson entrando en el pabellón, penetrando en su cuarto para dejar su sombrero y encontrándose frente al bandido que la persigue. El bandido estaba allí, en el pabellón, desde hacía cierto tiempo. Debía de haber arreglado las cosas para que todo ocurriera por la noche. Entonces se había sacado los zapatos del tío Jacques, que le molestaban, en las circunstancias que le expuse al juez de instrucción, había robado los papeles, como se lo dije hace un momento, y se había deslizado luego bajo la cama cuando el tío Jacques había regresado para lavar el vestíbulo y el laboratorio... El tiempo le había parecido largo..., se había levantado después de la partida del tío Jacques, de nuevo había errado por el laboratorio, había ido al vestíbulo, mirado el jardín y visto venir, hacia el pabellón -pues, en ese momento, apenas anochecía- a la señorita Stangerson sola. Nunca se habría atrevido a atacarla a esa hora, si no hubiera estado seguro de que la señorita Stangerson estaba sola. Y para que la creyera sola, era preciso que la conversación entre el señor Stangerson y el guardabosque que lo retenía tuviera lugar en un rincón alejado del sendero, un sitio donde se encuentra un grupo de árboles que los ocultaba a los ojos del miserable. Entonces, su plan está listo. Va a estar más tranquilo, solo con la señorita Stangerson en ese pabellón, que si lo hubiera estado, en plena noche, con el tío Jacques durmiendo en el desván. Y sin duda cerró la ventana del vestíbulo, lo que también explica que ni el señor Stangerson, ni el guardabosque, por otra parte bastante alejados todavía del pabellón, hayan oído el disparo de revólver.