—Cuando consigas mantener abierta tu válvula experimentarás una profunda alegría, Sara. Cuando seas capaz de reconocer que millones de personas eligen cosas distintas, sostienen opiniones distintas, tienen distintos deseos, se comportan de forma distinta, y cuando comprendas que esto contribuye a crear un todo más perfecto, que nada de ello representa una amenaza para ti —porque lo único que te afecta es lo que hagas con tu válvula— conseguirás vivir feliz y en libertad.
—Pero, Salomón, Jason y Billy hicieron algo más que amenazarte. Te tirotearon. ¡Te mataron!
—De modo que aún no has superado eso, Sara. ¿Pero no ves que no estoy muerto? Estoy vivo y coleando. ¿Acaso creías que yo deseaba vivir eternamente dentro del viejo y achacoso cuerpo de un búho?
Sara comprendió que Salomón le estaba tomando el pelo, porque no parecía ni viejo ni achacoso.
—Sentí una gran alegría cuando me desembaracé de ese cuerpo físico, sabiendo que siempre que lo deseara podía derramar mi energía sobre otro más joven, más fuerte, más ágil.
—¿Pretendes decir que querías que Jason y Billy te tirotearan?
—Se trata de una cocreación, Sara. Por eso dejé que me vieran. Para que cocrearan esta importante experiencia. No sólo por mí, sino también por ti, Sara.
Sara se sentía tan abrumada por todo lo ocurrido desde la muerte de Salomón que no había tenido tiempo de reflexionar sobre cómo habían logrado Jason y Bil1y dar con él.
—Lo importante, Sara, es que comprendas en primer lugar que todo va bien, al margen de cómo lo veas desde tu perspectiva física. Y segundo, que cada vez que abras tu válvula, sólo te ocurrirán cosas buenas. Procura apreciar a Jason y a Billy, como yo les aprecio. Te sentirás mucho mejor.
«¡Ni en un millón de años!» —pensó Sara, sonriendo ante esa reacción negativa.
—Pensaré en ello, porque tú me lo pides. Pero esto es muy diferente de lo que yo solía pensar. Siempre había oído decir que cuando alguien hace algo malo, debe ser castigado por ello.
—El problema con esa forma de pensar, Sara, es que las personas no conseguís poneros de acuerdo sobre lo que está bien y lo que está mal. La mayoría creéis tener razón, por tanto los otros deben de estar equivocados. Los seres físicos llevan muchos años matándose unos a otros, discutiendo precisamente sobre esa cuestión. Pero pese a las innumerables guerras y asesinatos que se han producido en tu planeta a lo largo de los años, no habéis logrado poneros de acuerdo. Sería preferible que prestárais atención a vuestras válvulas. La vida sería infinitamente más agradable.
—¿Crees que las personas aprenderán a mantener abiertas sus válvulas? ¿Crees que todo el mundo aprenderá a hacerlo? —preguntó Sara, impresionada por la magnitud de esa empresa.
—Eso no importa, Sara. Lo único que importa es que aprendas a hacerlo tú.
Eso no parecía muy difícil.
—De acuerdo, Salomón, seguiré practicando.
—Buenas noches, Sara. He disfrutado mucho con nuestra conversación.
—Yo también, Salomón. Buenas noches.
Jason y Billy pasaron a toda velocidad junto a Sara montados en sus bicicletas, gritando frases desagradables. Sara sonrió cuando pasaron junto a ella, reconociendo asombrada que se habría sentido decepcionada si no se hubieran comportado tan mal como de costumbre y que, curiosamente, los tres eran los cocreadores de este juego en el que participaban. El juego de «soy tu odioso hermano menor y éste es mi odioso colega, y nuestra tarea consiste en amargarte la vida y la tuya en reaccionar con desesperación». Qué raro, pensó Sara. No debería disfrutar jugando con ellos. ¿Qué está pasando?
Al cabo de un rato, mientras seguía caminando hacía su casa, Sara estuvo a punto de doblar la esquina como solía hacer para dirigirse al bosquecillo de Salomón, olvidando durante unos instantes que ya no se reunían allí. Ese pensamiento le hizo recordar la muerte de Salomón a manos de Jason y Billy, y la reacción de Salomón ante el hecho de que esos despreciables críos le hubieran abatido de un tiro. De pronto, a Sara se le ocurrió una reflexión de gran envergadura.
«Jason y Billy mataron a Salomón de un tiro, pero Salomón sigue queriéndoles. Salomón es capaz de mantener su válvula abierta incluso en esas circunstancias, de modo que quizá yo también esté aprendiendo a hacerlo. Quizá mi vida se ha convertido en algo tan valioso para mí que ya no me importa lo que otros hagan o digan». Sara sintió que se le ponía la carne de gallina. Experimentó un intenso gozo y un cosquilleo por todo el cuerpo, y comprendió que había llegado a una conclusión muy importante. Esto es bueno —pensó Sara. «Estoy totalmente de acuerdo contigo», oyó decir a Salomón.
—Hola, Salomón. ¿Dónde estás? —preguntó Sara, ansiosa de contemplar a su entrañable amigo mientras charlaba con él.
—Estoy aquí, respondió Salomón, despachando rápidamente la pregunta para pasar a otros asuntos más interesantes. Acabas de dar con el secreto más importante de la vida. Has empezado a comprender lo que significa el amor incondicional.
—¿Amor incondicional?
—Sí, Sara, has empezado a comprender que amas. Eres una extensión física de la energía pura y positiva no física, o amor. A medida que seas capaz de permitir que esa pura energía de amor fluya, al margen de las circunstancias, a pesar de lo que te rodea, alcanzarás el amor incondicional. Entonces, y sólo entonces, te convertirás en la extensión de la persona que realmente eres y has llegado a ser. Entonces, y sólo entonces, habrás cumplido el auténtico propósito de tu existencia. Esto es magnífico, Sara.
Sara se sentía eufórica. No comprendía la magnitud de lo que Salomón le había dicho, pero a tenor del entusiasmo con que éste se expresaba, dedujo que debía de ser algo muy importante y estaba convencida de que Salomón se sentía muy satisfecho de ella.
—Bien, Sara, sé que esto te parecerá un poco extraño al principio. Representa una orientación totalmente nueva para la mayoría de la gente, pero hasta que no consigas comprenderlo, nunca serás realmente feliz. En todo caso, no durante mucho tiempo. Siéntate un ratito y presta atención mientras trato de explicarte lo que significa.
Sara buscó un lugar seco y soleado y se sentó en el suelo para escuchar a Salomón. Le encantaba el sonido de la voz del búho.
—Hay un torrente de energía pura y positiva que fluye hacia ti en todo momento. Algunos lo llaman fuerza vital. Tiene muchos nombres, pero en cualquier caso es el flujo de energía que creó tu planeta. Y ese flujo de energía sigue sosteniendo a tu hermoso planeta. Ese flujo de energía hace que tu planeta siga girando en su órbita en perfecta proximidad con otros planetas. Ese flujo mantiene el equilibrio perfecto de tu microbiología. Ese flujo mantiene el equilibrio perfecto del agua en tu planeta. Ese flujo hace que tu corazón siga latiendo, incluso mientras duermes. Es un maravilloso y potente flujo de bienestar, Sara, y todos recibís este flujo cada minuto del día y de la noche.
—¡Córcholis! —exclamó Sara suspirando al tiempo que trataba de comprender el significado de ese maravilloso y potente flujo.
—Te aseguro que todos desearían beneficiarse de él, Sara, si comprendieran en qué consiste. Nadie se resiste a él deliberadamente. Pero las personas adquieren unas de otras unos hábitos que hacen que se resistan a ese flujo de bienestar.
—¿Por ejemplo?
—La causa principal de que las personas se resistan a ese flujo de bienestar es el hecho de contemplar lo que han creado otros que se han resistido a él.
Sara se quedó perpleja. No acababa de entenderlo.
—Verás, Sara, cuando prestas atención a algo, por el mero hecho de observarlo empiezas a vibrar junto con ello, por así decir, mientras lo observas. De modo que si contemplas una enfermedad, durante el tiempo que la observas, o hablas sobre ella, o piensas en ella, no permites que te llegue el flujo de bienestar. Tienes que contemplar el bienestar para permitir que éste llegue a ti.
—¡Ah! Eso es como lo de las aves del mismo plumaje que comentamos un día, ¿verdad? —preguntó Sara más animada.
—Sí, Sara. Tiene que ver con la ley de la atracción universal. Si quieres atraer el bienestar, tienes que vibrar al ritmo del bienestar. Pero si prestas atención a alguien que está enfermo, no puedes dejar que el bienestar llegue a ti al mismo tiempo.
Sara hizo un mohín mientras reflexionaba sobre lo que Salomón le había dicho.
—Pero, Salomón, yo creía que tenía que ayudar a las personas que están enfermas. ¿Cómo puedo ayudarlas si no las miro?
—Puedes mirarlas, Sara, pero no debes verlas como personas enfermas, sino como personas que se están recuperando. O mejor aún, debes verlas como si estuvieran restablecidas o recordar los momentos en que gozaban de buena salud. De esa forma, no las utilizas como disculpa para impedir que el flujo de bienestar llegue a ti.
—A las personas no les resulta fácil asimilar esto, Sara, porque están acostumbradas a observar todo cuanto les rodea. Si supieran que cada vez que miran algo que hace que sientan una emoción negativa ese sentimiento indica que están impidiendo que el flujo de bienestar llegue a ellas, la mayoría de personas no estarían dispuestas a contemplar cosas que les hicieran sentirse mal. Durante unos instantes, mientras estás aquí, no trates de comprender lo que hace la mayoría de las personas, Sara. Escucha lo que voy a decirte. Existe un torrente constante de bienestar que fluye sistemáticamente hacia ti en todo momento. Cuando te sientes bien, significa que permites que ese flujo llegue a ti, y cuando te sientes mal, lo rechazas. Pues bien, ahora que lo has comprendido, ¿Qué es lo que deseas por encima de todo?
—Quiero sentirme tan bien como pueda.
—Excelente. Ahora digamos que estás mirando la televisión y ves algo que hace que te sientas mal.
—¿Como cuando alguien muere tiroteado o asesinado, o sufre un accidente?
—Eso mismo. Cuando ves eso, Sara, y te sientes mal, ¿comprendes qué está pasando?
A Sara le brillaron los ojos.
—Sí, Salomón, estoy oponiendo resistencia al flujo.
—Exactamente. Cuando ves una cosa así, y te sientes mal, significa que te estás resistiendo al flujo de bienestar. Cada vez que dices NO, lo estás rechazando y por tanto resistiéndote a él. Cuando alguien dice NO al cáncer, en realidad está rechazando el flujo de bienestar. Cuando alguien dice NO a unos asesinos, está rechazando el flujo de bienestar. Cuando alguien dice NO a la pobreza, está rechazando el flujo de bienestar, porque cuando prestas atención a algo que no deseas, estás vibrando junto con ello, lo cual significa que te estás resistiendo a lo que deseas. Por tanto, la clave consiste en identificar lo que no quieres, brevemente, para centrarte de inmediato en lo que deseas y decir SÍ.
—¿Y ya está? ¿Es lo único que debo hacer? ¿Decir SÍ en lugar de NO? —A Sara le sonaba increíblemente sencillo—. ¡Es muy fácil, Salomón! —exclamó entusiasmada—. ¡Puedo conseguirlo sin ningún problema! ¡Cualquiera puede hacerlo!
Salomón gozó al contemplar el entusiasmo que le producía a Sara ese descubrimiento.
—Sí, Sara, puedes hacerlo sin ningún problema. Y eso es lo que debes enseñar a los demás. Practica durante unos días. Presta atención a tu persona y a los que te rodean y observarás que la mayoría de las personas soléis decir NO con más frecuencia que SÍ. Al cabo de un tiempo observarás las cosas que hace la gente para resistirse al flujo de bienestar que es natural. Diviértete con esto, Sara.
Durante todo el día siguiente Sara no dejó de pensar en lo que Salomón le había explicado. Le entusiasmaba haber comprendido una cosa que Salomón consideraba tan importante, pero a medida que pasaba el tiempo desde su última conversación con el búho, empezó a dudar de haber entendido bien lo que éste pretendía enseñarle. No obstante, Sara recordó que Salomón le había animado a observar a los demás, para comprobar que decían con más frecuencia NO que SÍ, de modo que decidió prestar más atención a ese detalle.
—No te retrases esta tarde, Sara —le advirtió su madre—. Vienen unos invitados a cenar y tienes que ayudarme. No queremos que nuestros invitados vean la casa patas arriba, ¿verdad?
—De acuerdo —respondió Sara de mala gana. No le apetecía en absoluto que vinieran unos invitados a cenar.
—Lo digo en serio, Sara. ¡No te retrases!
Sara se detuvo en la puerta, gratamente sorprendida de haber hallado una prueba, al principio de la jornada, que confirmaba lo que le había dicho Salomón. Se movió pausadamente, con mirada inexpresiva, mientras repasaba lo que recordaba sobre las explicaciones de Salomón, dejando sin querer que entrara una ráfaga de aire frío a través de la puerta abierta.