El juego del cero (40 page)

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Authors: Brad Meltzer

Tags: #Intriga

BOOK: El juego del cero
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—¿Por qué no lo llama por el busca y le pide que se reúna con usted? —pregunta Viv.

—¿Y dejar que sepa dónde estoy?

—Pero venir aquí… ¡Harris, es una estupidez! Si él está trabajando con Janos, ellos pueden…

—Janos no está aquí.

—¿Cómo puede estar tan seguro?

—Por lo mismo que acabas de decir: es una estupidez que estemos aquí.

Por la expresión de su rostro, veo que está desconcertada.

—¿De qué está hablando?

Detrás de nosotros se oye un leve golpeteo. Me vuelvo justo cuando él entra en la oficina.

—¿Harris? —pregunta Barry—. ¿Eres tú?

Capítulo 61

—¡Maldito hijo de puta…! —grito, y me abalanzo sobre él.

Barry me oye llegar e instintivamente trata de apartarse. Pero es demasiado tarde. Ya estoy encima de él, empujándolo por el hombro y obligándolo a retroceder.

—¿Te… te has vuelto loco? —pregunta Barry.

—¡Eran nuestros amigos! ¡Conocías a Matthew desde la universidad! —grito—. Y Pasternak… ¡te aceptó cuando nadie más quería contratarte!

—¿De qué estás hablando?

—¿Fue ésa la razón? ¿Algún asunto de negocios que salió mal con Pasternak? ¿O simplemente pasó de ti para hacerte socio de la firma y ésa fue tu forma de vengarte de él?

Vuelvo a empujarlo y Barry pierde el equilibrio. Está luchando por llegar a su escritorio. Se golpea la espinilla contra la papelera y la envía rodando por el suelo.

—¡Harris! —grita Viv.

Está preocupada porque Barry es ciego. No me importa.

—¡¿Cuánto te pagaron?! —grito, de pie justo detrás de él.

—Harris, por favor… —implora, aún buscando recuperar el equilibrio.

—¿Mereció la pena? ¿Conseguiste todo lo que querías?

—Harris, nunca haría nada para herirlos.

—¿Entonces por qué figuraba tu nombre allí? —le pregunto.

—¿Qué?

—¡Tu nombre, Barry! ¡¿Por qué estaba tu nombre allí?!

—¿Allí, dónde?

—¡En el jodido formulario de declaración de cabildeo para Wendell Mining! —estallo con un empellón final.

Barry sale trastabillando hacia un costado y choca con fuerza contra la pared. Su diploma enmarcado cae al suelo y el cristal se hace añicos.

Se acerca a la pared y apoya la espalda contra ella, luego recorre la superficie con la palma de la mano buscando estabilidad. Acto seguido, levanta lentamente la barbilla hacia mí.

—¿Crees que fui yo? —pregunta.

—¡Tu nombre figura en ese documento, Barry!

—Mi nombre está en todos ellos… cada cliente en toda la oficina. Es parte de ser el último miserable pez en la cadena alimenticia.

—¿De qué estás hablando?

—Rellenar esos formularios es trabajo de soldado raso, Harris. El personal de apoyo se encarga de todos ellos. Pero desde que nos multaron con diez de los grandes porque un socio no rellenó su formulario hace un par de años, decidieron poner a alguien a cargo de esa tarea. Algunas personas forman parte del comité de reclutamiento… otras se encargan de los beneficios asociados y la política de personal. Yo recojo todos los formularios de declaración y estampo una firma de autorización en la última página. Dichoso de mí.

Me detengo allí mismo y estudio sus ojos. Uno de ellos es de cristal; el otro está completamente nublado, pero mira directamente hacia mí.

—¿O sea que me estás diciendo que Wendell Mining no es vuestro cliente?

—No lo es.

—Pero todas esas veces que llamé… siempre estabas allí con Dinah…

—¿Y por qué no iba a estar allí? Es mi novia.

—¿Tu qué?

—Novia. Todavía recuerdas lo que es una novia, ¿verdad? —Barry se vuelve hacia Viv—. ¿Quién más está aquí contigo?

—Una amiga… sólo es una amiga —digo—. ¿Estás saliendo con Dinah?

—Acabamos de empezar… hace menos de dos semanas. Pero no puedes decir nada…

—¿Por qué no nos lo contaste?

—¿Estás de broma? ¿Un cabildero saliendo con la empleada jefe de Asignaciones? Se supone que ella debe evaluar cada proyecto según sus méritos… Si esto se descubre, Harris, nos colgarán sólo para divertirse. Su reputación… Estaría acabada.

—¿Cómo pudiste no decirme nada a mí? ¿O a Matthew?

—No quería contárselo a nadie… especialmente a Matthew. Sabes muy bien lo cargante que era… Dinah lo jode… Dinah lo jodía todos los días.

No… no puedo creer que estés saliendo con ella.

—¿Qué pasa? ¿Es que ahora no puedo ser feliz?

Incluso ahora, es lo único que ve. Todo se lo toma como algo personal.

—O sea, que la ayuda que le has estado brindando a Wendell…

—Dinah dijo que era una de las últimas cosas que Matthew estaba tratando de conseguir. Yo… yo sólo pensé que estaría bien que consiguiera su último deseo.

Miro a Barry. Su ojo nublado no se ha movido, pero lo veo todo en la dolorosa arruga que se ha formado entre sus cejas. La tristeza está en todo su rostro.

—Te lo juro, Harris… no son clientes míos.

—¿Entonces, de quién? —pregunta Viv.

—¿Por qué estás tan furioso por…?

—Sólo contesta a la pregunta —le exijo.

—¿Wendell Mining? —pregunta Barry—. Sólo llevan un año con nosotros, pero hasta donde yo sé, trabajaban únicamente con una persona: Pasternak.

Capítulo 62

—¿Wendell Mining estaba trabajando con Pasternak? —pregunto.

Las palabras golpean como una bala de cañón en mis tripas. Si Pasternak estaba metido en este asunto desde el principio…

—Él lo sabía todo el tiempo —susurro.

—¿Sabía qué? —pregunta Barry.

—Espera un segundo —dice Viv—. ¿Cree que él le tendió una trampa?

—Tal vez… No lo sé…

—¿De qué estás hablando? —insiste Barry.

Me vuelvo hacia Viv. Barry no puede vernos. Sacudo la cabeza hacia ella. «No digas una sola palabra».

—Harris, ¿qué está pasando? —pregunta Barry—. ¿Tenderte una trampa para qué?

Aún titubeante, miro a través de la puerta abierta del despacho de Barry hacia el resto de la oficina. Sigue vacía, pero no por mucho tiempo. Viv me lanza otra mirada. Está dispuesta a largarse de aquí. No puedo decir que no esté de acuerdo con ella. Sin embargo, he estado en el Capitolio el tiempo suficiente para saber que no puedes acusar a la gente a menos que puedas probar que lo que dices es cierto.

—Deberíamos marcharnos de aquí —dice Viv—. Ahora.

Niego con la cabeza. No hasta que hayamos conseguido alguna prueba.

—Barry, ¿dónde guarda la firma los registros de facturación? —pregunto.

Viv está a punto de decir algo, pero cambia de idea. Ve lo que estoy tratando de hacer.

—¿Los qué? —pregunta Barry.

Registros de facturación… plantillas de minutas… cualquier cosa que demuestre que Pasternak estaba trabajando con Wendell Mining.

—¿Por qué quieres…?

—Barry, escúchame… no creo que a Matthew lo atropellase un coche accidentalmente. Ahora, por favor… se nos está acabando el tiempo… ¿dónde están los registros de facturación?

Barry está paralizado. Gira ligeramente la cabeza en mi dirección, percibiendo el temor en mi voz.

—Es… están en el sistema —musita.

—¿Puedes conseguirlos para nosotros?

—Harris, deberíamos llamar a…

—Sólo consíguelos, Barry. Por favor.

Tantea el aire buscando el sillón del escritorio. Cuando se instala finalmente en él, las manos buscan el teclado, que parece un teclado normal excepto por la fina cinta de plástico de cinco centímetros que se encuentra justo debajo de la barra espaciadora y discurre a lo largo de la parte inferior. Gracias al, aproximadamente, centenar de puntos diminutos que sobresalen de la cinta, Barry puede deslizar los dedos por encima de ellos y leer lo que aparece en la pantalla. Naturalmente, también puede utilizar el lector de pantalla.

—JAWS
para Windows está preparado
—dice una voz femenina informatizada a través de los altavoces del ordenador de Barry.

Recuerdo el software de lectura de pantalla de los tiempos de la universidad. El ordenador lee cualquier cosa que aparece en la pantalla. Lo mejor es que puedes elegir la voz.
Paul
es el hombre; la de
Shelley
es la femenina. Cuando Barry lo instaló por primera vez, nosotros solíamos jugar con el tono y la velocidad de la voz para que sonase más puta. Todos crecimos, y ahora la voz no se diferencia de la de una secretaria robótica.

—¿
Introducir nombre de usuario
?
Editar
—pregunta el ordenador.

Barry introduce su contraseña y pulsa
Enter
.


Escritorio
—anuncia el ordenador. Si el monitor de Barry estuviera encendido, veríamos el escritorio de su ordenador. Pero el monitor está apagado; él no lo necesita.

Barry pulsa unas cuantas teclas y se activan instrucciones fijadas previamente que lo llevan directamente a su destino.


Archivo barra menú. Menú activo
.

Finalmente, Barry pulsa la letra B.


Registros de facturación
—dice el ordenador—.
Pulse F4 para ampliar todas las ventanas
.

Yo permanezco detrás de Barry, observando por encima de su hombro. Viv está junto a la puerta controlando el corredor.


Salir de barra menú. Buscar por
… —Barry pulsa la tecla
Tab
—. ¿
Nombre de la compañía
?
Editar
—pregunta el ordenador.

Barry teclea las palabras
Wendell Mining
. Cuando pulsa la barra espaciadora, el ordenador anuncia todas las palabras que él teclea, pero sus dedos se mueven tan de prisa que lo que dice es
Wen-Mining
.

El ordenador emite un sonido corto y agudo como si algo estuviese mal.


No se encuentra cliente
—dice el ordenador—. ¿
Nueva búsqueda
?
Editar
.

—Esto no tiene ningún sentido —dice Barry. Sus manos son un borrón en movimiento.

La voz femenina no puede seguirlo.


Nue-Sis-Wen-Min, buscando en la base de datos

Barry está ampliando el campo de búsqueda. Miro intensamente la pantalla del ordenador a pesar de que está negra. Es mejor eso que mirar a Viv, presa del pánico junto a la puerta.

—Harris, ¿sigues ahí? —pregunta Barry.

—Aquí mismo —contesto mientras el ordenador zumba.

—No se encuentra cliente en el sistema
—contesta la voz mecanizada.

Barry vuelve a teclear.

—¿Cuál es el problema? —pregunto.

—Espera un momento.

Barry pulsa la W y luego la tecla con la flecha que señala hacia abajo.


Waryn Enterprises
—dice el ordenador—.
Washington Mutual… Washington Post
… —Está realizando una búsqueda alfabética—.
Wong Pharmaceuticals… Wilmington Trust… Xerox… Zuckerman International… Fin del archivo
—señala finalmente el ordenador.

—¿Estás de broma? —dice Barry sin abandonar la búsqueda.

—¿Dónde están? —pregunto.


Fin del archivo
—repite el ordenador.

Barry vuelve a pulsar el teclado.


Fin del archivo
.

—No lo entiendo —dice Barry. Sus manos se mueven ahora más de prisa que nunca.

—Todo-Sis —Buscando…

Barry, ¿qué coño está pasando?


Error en la búsqueda
—interrumpe la voz femenina mecanizada—.
El nombre del cliente no está en el sistema
.

Miro la pantalla apagada; Barry mira su teclado.

—Ha desaparecido —dice Barry—. Wendell Mining ha desaparecido.

—¿De qué estás hablando? ¿Cómo puede haber desaparecido?

—No está aquí.

—Tal vez alguien olvidó introducir sus datos.

—Ya estaban introducidos. Lo comprobé personalmente cuando revisé los formularios de declaración.

—Pero si ahora no está en el sistema…

—Alguien lo sacó… o borró el archivo —dice Barry—. Comprobé cada sílaba de Wendell… Revisé toda la base de datos. Es como si nunca hubiesen sido clientes de la firma.

—Buenos días… —saluda a Viv un hombre de corta estatura y vestido con un caro traje de rayas cuando pasa delante de la puerta de la oficina de Barry.

Ella se vuelve hacia mí. La gente comienza a llegar.

—Harris, cuanto más tiempo nos quedemos aquí…

—Lo sé —le digo a Viv. Mis ojos siguen fijos en Barry—. ¿Qué me dices de las copias de seguridad? ¿Hay alguna otra cosa que pueda demostrar que Pasternak trabajaba con Wendell?

Barry es ciego desde que lo conozco. Y sabe reconocer el pánico cuando lo oye.

—Creo… creo que están los archivos de clientes de Pasternak…

Un sonido estridente irrumpe súbitamente en la planta. Los tres nos sobresaltamos ante lo agudo del sonido.

—¿Qué diablos…?

—¡Alarma de incendio! —grita Viv.

Le concedemos unos cuantos segundos para que se apague. No hay suerte.

Viv y yo volvemos a cruzar la mirada. La alarma continúa sonando. Si Janos está aquí, ésa es una manera perfecta de vaciar el edificio.

—Harris, por favor… —me ruega Viv.

Niego con la cabeza. Todavía no.

—¿Pasternak sigue conservando sus archivos en su despacho? —le grito a Barry por encima del estridente sonido de la alarma.

—Sí… ¿por qué?

Eso es todo lo que necesito.

—Vamos —le digo a Viv, haciéndole un gesto para que salgamos al corredor.

—¡Espera…! —dice Barry, saliendo de detrás del escritorio y siguiéndonos hacia el corredor.

—Sigue andando —le digo a Viv, quien camina unos pocos pasos delante de mí. Si Barry no tiene nada que ver con todo este asunto, lo último que quiero es comprometerlo.

Cuando Barry sale al corredor, miro hacia atrás para asegurarme de que se encuentra bien. El hombre bajo del traje de rayas llega para ayudarlo a encontrar la salida. Barry se aparta de él con un gesto brusco y se lanza tras nosotros.

—¡Harris, espera!

Es más rápido de lo que pensaba.

—¡Oh, mierda! —exclama Viv cuando giramos en la esquina del corredor. Al abrirnos paso hacia la zona de los ascensores, comprobamos que no se trata de un simulacro de incendio.

Las puertas de los tres ascensores están herméticamente cerradas, pero ahora se oye un coro de tres alarmas de ascensor que compiten con la alarma de incendios principal. Un hombre de mediana edad abre la puerta metálica de emergencia que da a la escalera y un jirón de humo gris oscuro invade el corredor. El olor nos dice el resto. Hay algo que se está quemando.

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