El hombre unidimensional (22 page)

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Authors: Herbert Marcuse

BOOK: El hombre unidimensional
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Seguramente podemos asumir que las ecuaciones establecidas por la física matemática expresan (formulan) la constelación real de los átomos, esto es, la estructura objetiva de la materia. Sin referencia a un sujeto «exterior» que observa y que mide, A puede «incluir» a B, «preceder» a B, «resultar» B; B puede estar «entre» C, ser «mayor que» C, etc…, seguiría siendo verdad que estas relaciones implican localización, distinción e identidad en la diferencia de A, B, C. Así, implican la capacidad de
ser
idénticos en la diferencia, de
estar
relacionados con… de una manera específica, de
ser
resistentes a otras relaciones, etc. Sólo que esta capacidad existirá en la materia misma y entonces la materia misma existirá objetivamente en la estructura de la mente; interpretación que contiene un fuerte elemento idealista :

…los objetos inanimados, sin duda, sin error, simplemente por su existencia, integran las ecuaciones de las cuales no saben nada. Subjetivamente, la naturaleza no es mental: no piensa en términos matemáticos. Pero objetivamente, la naturaleza es mental: puede ser pensada en términos matemáticos.
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Karl Popper,
128
quien sostiene que, en su desarrollo histórico, la ciencia física descubre y define diferentes estratos de la misma realidad objetiva, nos ofrece una interpretación menos idealista. En este proceso, los conceptos superados históricamente son eliminados y su cometido es ser integrados en los sucesivos; una interpretación que parece implicar un progreso hacia el centro de la realidad, o sea, la verdad absoluta. A no ser que la realidad resulte ser una cebolla sin centro y el mismo concepto de verdad científica peligre.

No quiero sugerir que la filosofía de la física contemporánea niegue o incluso ponga en duda la realidad del mundo externo sino que, de una manera u otra, suspende el juicio sobre lo que pueda ser la realidad misma o considera la pregunta incontestable. Convertida en un principio metodológico, esta suspensión tiene una doble consecuencia:
a
) fortalece el cambio del acento teórico desde el metafísico «Qué es…?» (tí sgtív) al funcional «Cómo…?» y
b
) establece una certeza práctica (aunque de ningún modo absoluta) que, en sus operaciones con la materia, está libre con buena conciencia del compromiso con cualquier sustancia fuera del contexto operacional. En otras palabras, teóricamente, la transformación del hombre y la naturaleza no tiene otros límites objetivos que aquellos que ofrece la facticidad bruta de la materia, su resistencia todavía no domada al conocimiento y al control. De acuerdo con el grado en que esta concepción se hace aplicable y efectiva en la realidad, ésta es abordada como un sistema (hipotético) de instrumentación; el término metafísico «siendo como es», cede ante el «siendo instrumento». Es más, probada su efectividad, esta concepción obra como un
a priori
: predetermina la experiencia,
proyecta
la dirección de la transformación de la naturaleza, organiza la totalidad.

Acabamos de ver que la filosofía contemporánea de la ciencia parece estar luchando con un elemento idealista y, en sus formulaciones extremas, se mueve peligrosamente cerca de un concepto idealista de la naturaleza. Sin embargo, la nueva forma de pensamiento pone de nuevo al «idealismo «sobre sus pies». Hegel compendió la ontología idealista: si la razón es el común denominador del objeto y el sujeto, lo es como síntesis de los
opuestos
. Con esta idea, la ontología abarcó la
tensión
entre objeto y sujeto; fue saturada de concreción. La realidad de la razón era el juego de esta tensión en la naturaleza, la historia y la filosofía. Así, incluso el sistema más monístico mantenía la idea de una sustancia que se desenvuelve a sí misma en sujeto y objeto: la idea de una realidad antagónica. El espíritu científico ha debilitado cada vez más este antagonismo. La filosofía científica moderna puede empezar muy bien con la noción de dos sustancias,
res cogitans
y
res extensa
; pero conforme la materia extensa se hace comprensible en ecuaciones matemáticas que, traducidas, a la tecnología, «rehacen» esta materia, la
res extensa
pierde su carácter como sustancia independiente.

La antigua división del mundo en procesos objetivos en el espacio y el tiempo, y en la mente en la que estos procesos se reflejan —en otras palabras, la diferencia cartesiana entre
res cogitans
y
res extensa
—, ya no es un punto de partida adecuado para nuestra comprensión de la ciencia moderna.
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La división cartesiana del mundo ha sido puesta en cuestión también en su propio terreno. Husserl señaló que el
Ego
cartesiano, en último término, no era realmente una sustancia independiente sino más bien el «residuo» o límite de cuantificación; parece ser que la idea del mundo de Galileo como
res extensa
«universal o absolutamente pura» dominaba
a priori
la concepción cartesiana.
130
En tal caso, el dualismo cartesiano sería engañoso y el ego-sustancia pensante de Descartes, igual a la
res extensa
, anticipando el sujeto científico de observación y medida cuantificables. El dualismo de Descartes implicaría ya su negación; aclararía antes que cerraría el camino hacia el establecimiento de un universo científico unidimensional en el que la naturaleza es «objetivamente de la mente», o sea, del sujeto. Y este sujeto está relacionado con su mundo de una manera muy especial:

…la naturaleza es puesta bajo el signo del hombre activo, del hombre que inscribe la técnica en la naturaleza.
131

La ciencia de la naturaleza se desarrollo bajo el
a priori
tecnológico que proyecta a la naturaleza como un instrumento potencial, un equipo de control y organización. Y la aprehensión de la naturaleza como instrumento (hipotético)
precede
al desarrollo de toda organización técnica particular:

El hombre moderno toma la totalidad del ser como materia prima para la producción y somete la totalidad del mundo-objeto a la marcha y el orden de la producción (
Herstellen
). …el uso de la maquinaria y la producción de maquinaria no es la técnica en sí misma, sino tan sólo un instrumento adecuado para la realización (
Einrichtung
) de la esencia de la técnica en su materia prima objetiva.
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El
a priori
tecnológico es un
a priori
político, en la medida en que la transformación de la naturaleza implica la del hombre y que las creaciones del hombre salen de y vuelven a entrar en un conjunto social. Cabe insistir todavía en que la maquinaria del universo tecnológico es «como tal» indiferente a los fines políticos; puede revolucionar o retrasar una sociedad. Un computador electrónico puede servir igualmente a una administración capitalista o socialista; un ciclotrón puede ser una herramienta igualmente eficaz para un partido de la paz como para uno de la guerra. Esta neutralidad es refutada por Marx en la polémica afirmación de que el «molino de brazo da la sociedad con el señor feudal; el molino de vapor, la sociedad con el capitalista industrial».
133
Y esta declaración es modificada más aún en la misma teoría marxiana: el modo social de producción y no la técnica es el factor histórico básico. Sin embargo, cuando la técnica llega a ser la forma universal de la producción material, circunscribe toda una cultura, proyecta una totalidad histórica: un «mundo».

¿Podemos decir que la evolución del método científico «refleja» meramente la transformación de la realidad natural en realidad técnica dentro del proceso de la civilización industrial? Formular la relación entre técnica y sociedad de esta manera es asumir dos campos y acontecimientos separados que se encuentran, a saber: 1) la ciencia y el pensamiento científico, con sus conceptos internos y su verdad interna, y 2) el empleo y aplicación de la ciencia en la realidad social. En otras palabras, no importa cuán cercana pueda ser la conexión entre los dos desarrollos, ellos no se implican ni se definen entre sí. La ciencia pura no es ciencia aplicada; conserva su identidad y su validez aparte de su utilización. Más aún, esta noción de la
neutralidad
esencial de la ciencia se extiende también a la técnica. La máquina es indiferente a los usos sociales que se hagan de ella, en tanto esos usos estén dentro de sus capacidades técnicas.

Ante el carácter interno instrumentalista del método científico, esta interpretación parece inadecuada. Una relación más íntima parece prevalecer entre el pensamiento científico y su aplicación, entre el universo del discurso científico y el del discurso y la conducta ordinarios ; una relación en la que ambos se mueven bajo la misma lógica y racionalidad de la dominación.

En un desarrollo paradójico, los esfuerzos científicos para establecer la rígida objetividad de la naturaleza conducen a una desmaterialización cada vez mayor de la naturaleza:

La idea de una naturaleza infinita que existe como tal, esta idea que tenemos que desechar, es el mito de la ciencia moderna. La ciencia ha empezado destruyendo el mito de la Edad Media. Y ahora la ciencia se ve forzada por su propia consistencia a comprender que meramente ha levantado otro mito en su lugar.
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El proceso, que empieza con la eliminación de sustancias independientes y causas finales, llega a la idealización de la objetividad. Pero es una idealización muy específica, en la que el objeto se constituye a sí mismo en una relación bastante
práctica
con el sujeto:

¿Y qué es la materia? En la física atómica, la materia se define por sus posibles reacciones a experimentos humanos y por las leyes matemáticas —esto es, intelectuales— que obedece. Definimos la materia como un posible objeto de la manipulación del hombre.
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Y si éste es el caso, la ciencia ha llegado a ser en sí misma tecnológica:

La ciencia pragmática tiene la visión de la naturaleza que corresponde a la edad técnica.
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En el grado en el que este operacionalismo llega a ser el centro de la empresa científica, la racionalidad asume la forma de la construcción metódica; organización y tratamiento de la materia como el simple material de control, como instrumentalidad que se lleva a sí misma a todos los propósitos y fines: instrumentalidad
per se
, en «sí misma».

La actitud «correcta» hacia la instrumentalidad es el tratamiento
técnico
, el logos correcto es
tecnología
, que proyecta y responde a una
realidad tecnológica
.
137
En esta realidad, tanto la materia como la ciencia es neutral; la objetividad no tiene ni un
telos
en sí misma ni está estructurada hacia un
telos
. Pero es precisamente su carácter neutral el que relaciona la objetividad a un sujeto histórico específico; o sea, a la conciencia que prevalece en la sociedad para la que y en la que esta neutralidad es establecida. Opera con las mismas abstracciones que constituyen la nueva racionalidad: mas como factor interno que como externo. El operacionalismo puro y aplicado, la razón práctica y teórica, la empresa científica y la de negocios ejecutan la reducción de las cualidades secundarias a primarias, la cuantificación y abstracción a partir de los «tipos particulares de entidades».

Sin duda, la racionalidad de la ciencia pura está libre de valores y no estipula ningún fin práctico, es «neutral» a cualesquiera valores extraños que puedan imponerse sobre ella. Pero esta neutralidad es un carácter
positivo
. La racionalidad científica requiere una organización social específica precisamente porque proyecta meras formas (o mera materia: en este terreno, los términos de otra manera opuestos, convergen) que pueden llevarse a fines prácticos. La formulación y la funcionalización son,
antes
que toda aplicación, la «forma pura» de una práctica social concreta. Mientras la ciencia liberaba los fines naturales de los inherentes y despojaba la materia de todas las cualidades que no sean cuantificables, la sociedad liberaba a los hombres de la jerarquía «natural» de la dependencia personal y los relacionaba entre sí de acuerdo con cualidades cuantificables; o sea, como unidades de tiempo. «Gracias a la racionalización de las formas de trabajo, la eliminación de las cualidades es transferida del universo de la ciencia al de la experiencia diaria.»
138

Entre los dos procesos de cuantificación científica y social, ¿hay paralelismo y causación, o su conexión es simplemente obra de una constatación sociológica tardía? La discusión anterior propuso que la nueva racionalidad científica era en sí misma, en su misma abstracción y pureza, operacional en tanto que se desarrollaba bajo un horizonte instrumentalista. La observación y el experimento, la organización metodológica de los datos, las proposiciones y conclusiones nunca se realizan en un espacio sin estructurar, neutral, teórico. El proyecto de conocimiento implica operaciones con objetos o abstracciones de objetos que existen en un universo dado del discurso y de la acción. La ciencia observa, calcula y teoriza desde una posición en ese universo. Las estrellas que observaba Galileo eran las mismas en la antigüedad clásica, pero el diferente universo de discurso y de acción —en una palabra, la diferente realidad social— abrió la nueva dirección y amplitud de la observación y las posibilidades de ordenar los datos observados. No estoy tratando aquí la relación histórica entre la racionalidad científica y la social en los comienzos de la época moderna. Mi propósito es demostrar el carácter
interno
instrumentalista de esta racionalidad científica gracias al cual es una tecnología
a priori
, y el a
priori
de una tecnología
específica
; esto es, una tecnología como forma de control social y de dominación.

El pensamiento científico moderno, en tanto que es puro, no proyecta metas prácticas particulares ni formas particulares de dominación. Sin embargo, no existe tal cosa como la dominación
per se
. Conforme la teoría procede, se abstrae de o rechaza, un contexto factual ideológico: el del universo dado y concreto del discurso y la acción. Es dentro de este universo donde el proyecto científico se realiza o no se realiza, donde la teoría concibe o no concibe las alternativas posibles, donde sus hipótesis subvierten o difunden la realidad preestablecida.

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