Si su perro pertenece a una raza de animales poderosos, no puede hacer nada para controlar la energía de las personas que lo rodean. No puede pretender que nadie se asuste de su perro, aunque el buenazo de él nunca haya hecho daño a una mosca. Lo único que puede controlar es precisamente a su perro, y es responsabilidad suya hacerlo debidamente por el bien de las personas y los demás animales.
Los perros en zona roja necesitan saber que nosotras ejercemos el control. Eso no significa que tengamos que mostrarnos agresivas con ellos. Maltratar a un perro nunca resuelve su problema de agresividad; es más, si está ya en zona roja, sólo conseguiremos exacerbarla. Pero como sus cuidadoras deberemos ser fuertes y firmes, y debemos corregir enérgicamente cualquier comportamiento no deseado o peligroso. Los perros tienen que saber que somos el líder de la manada y que siempre seremos más poderosas que ellos, y esto se consigue tanto mediante nuestro estado mental como a través de la disciplina física. Dicho esto, muchos perros agresivos sólo pueden corregirse con la ayuda de expertos cualificados, personas con experiencia en manejar esta clase de casos. Si tiene la más mínima duda de si es capaz o no de manejar a su perro, o si piensa que el animal podría ser un peligro para usted o para su familia, debe por su propio bien y el del perro buscar un experto contrastado cuyas técnicas y filosofía le resulten asequibles.
Finalmente, en mi opinión ningún perro en zona roja debería perder la vida hasta no haber agotado todos los medios de rehabilitación posibles o haber intentado cambiarle de ubicación. Hay muy pocos albergues en el mundo en los que el fin de los perros no sea la muerte, y los que existen están siempre saturados y escasos de fondos. Las personas que trabajan en esta clase de centros comparten mi opinión de que es una equivocación condenar a un animal a muerte cuando no es consciente moral o intelectualmente de lo que estaba haciendo. No debemos condenar a nuestros perros a muerte por haber llegado a ser el monstruo que sus propios dueños crearon… y que los perros no estaban destinados a ser.
Este libro no es un manual de uso. Como ya dije en la introducción, no estoy aquí para enseñarle cómo conseguir que su perra reconozca órdenes orales o señales hechas con la mano; no he escrito este libro para enseñarles cómo conseguir que su perra camine pegada a sus talones o que haga monerías. Existen en el mercado montones de guías y libros sobre el adiestramiento de perras, y muchos especialistas cualificados que pueden hacerlo. Pero a pesar de que mi misión principal es ayudarlo a comprender la psicología de su perra, también puedo ofrecerle algunos consejos prácticos que se pueden aplicar a todos los canes, independientemente de su raza, edad, tamaño, temperamento o si es un animal dominante o sumiso. A continuación describo mi fórmula en tres pasos para que usted pueda llenar satisfactoriamente la vida de su perra. Nunca olvide que no se trata de un parche mediante el que arreglar a un animal conflictivo. Las perras no son máquinas; no se las puede enviar al taller para que las reparen y ya está. Si pretende que la fórmula que le propongo funcione, tendrá que ponerla en práctica todos los días de la vida de su perra.
La fórmula es muy simple: para que su perra sea un animal equilibrado, ha de proporcionarle tres cosas:
— Ejercicio
— Disciplina
— Afecto
… ¡y en ese orden!
¿Por qué es importante el orden? Pues porque es el orden natural de las necesidades innatas del animal. El problema en Norteamérica es que la mayoría de las perras reciben de sus dueños sólo una parte de la fórmula: afecto, afecto y afecto. Hay quien lo hace mejor y da a sus perros afecto y ejercicio. Otros practican las tres partes, pero anteponiendo el afecto. Como he dicho ya muchas veces en este libro, con esa receta se consigue un perro desequilibrado. Sí, nuestros perros ansían recibir afecto, pero aún más ejercicio y disciplina. Sobre todo ejercicio, como verán a continuación.
El ejercicio es la primera parte de la fórmula de la felicidad para su perra, y es la única que no debe faltar nunca. Irónicamente es la primera cosa que la mayoría de propietarios de perras en Estados Unidos no hacen nunca. Quizá sea porque los norteamericanos tienen problemas a la hora de hacer ejercicio incluso ellos mismos y no se dan cuenta de que todos los animales, incluidos los humanos, tenemos una necesidad innata de estar activos. Salir y movernos parece haber pasado a un segundo plano en nuestra sociedad actual. Nuestra vida moderna está tan ocupada que parece verdaderamente imposible tener que añadir además la tarea de pasear con nuestras perras, pero, si está usted decidido a asumir la responsabilidad de vivir con una de ellas, éste será el contrato que deberá firmar: tendrá que caminar con su perra. Todos los días. A ser posible dos veces al día. Y un mínimo de treinta minutos cada sesión.
Caminar con la perra es una actividad primaria que responde a lo que su animal lleva grabado genéticamente en el cerebro y que es migrar con la manada. Las perras no sólo disfrutan del paseo porque así pueden hacer sus necesidades y tomar el aire, aunque sorprendentemente ésta es la percepción de muchos de los dueños. Para algunos salir a pasear con su perra significa sacarla al jardín trasero, esperar a que haga sus necesidades y volver a meterla en casa. Esto es una verdadera tortura para una perra. Cada célula de su cuerpo le pide a gritos un paseo. En estado salvaje las perras pasan hasta doce horas en movimiento buscando comida. Los lobos, que son los ancestros vivientes de los perros, recorren distancias de más de ciento sesenta kilómetros y cazan durante diez horas en su hábitat natural
[1]
. Obviamente las perras poseen distintos niveles de energía, y algunas necesitan caminar más a menudo que otras. Algunas razas tienen genes que las empujan a caminar más tiempo, o más rápido, o a llegar más lejos, pero todas las perras caminan. Todos los animales viajan. Los peces necesitan nadar, los pájaros, volar… ¡y las perras necesitan andar!
Caminar es la herramienta más efectiva que puedo ofrecerle para que conecte con todos los aspectos de la mente de su perra: animal, perro, raza y nombre. Y todo al mismo tiempo. Paseando con ella, tendrá la capacidad de establecer un verdadero vínculo como líder de su manada. El paseo es la base de su relación y es el modo en que una perra aprende a ser perra. Aprende sobre su entorno, sobre los otros animales y humanos que hay en él, sobre los peligros que son los coches y las cosas que hay que evitar, como bicis y monopatines. Puede hacer pis en los árboles y conocer su territorio.
Los animales necesitan conectar con el mundo y estar al aire libre en él. No es natural para ellos pasarse la vida dentro de casa o tras un muro. Otra parte de la «paradoja de los poderosos» de la que he hablado, es decir, la tendencia patente en la gente muy poderosa de tener perros que se sienten muy confusos, es que estas personas suelen poseer casas enormes y lujosas con inmensos jardines, y que por lo tanto piensan que dejar que su perro vague en ellos es suficiente ejercicio. ¡No piense que un jardín por espacioso que sea puede sustituir al paseo primario con su perra! Por muchos kilómetros que tenga su propiedad para su perra sigue siendo una caseta. Por otro lado, el hecho de que el animal se pase el día vagando solo por la propiedad no le proporciona la estructura que asimila cuando camina con el líder de su manada. Unos paseos estructurados y regulares son vitales, especialmente para perras con problemas de comportamiento y dificultades.
De vez en cuando, después de atender a algún cliente nuevo y trabajar con su perra, me dicen: «Hemos pagado trescientos cincuenta dólares por la consulta, ¿y todo lo que va a decirnos es que tenemos que sacar a pasear al perro?». En algunos casos sí, es así de simple. Sin embargo, tiene mucha importancia lo que yo llamo la «técnica del paseo». Hay una sola forma correcta de sacar al perro a pasear y un millón de hacerlo mal. Yo diría que el 90 por ciento de los norteamericanos lo hacen mal. ¿Cree que exagero? Le propongo un ejercicio: acérquese a cualquier parque de una gran ciudad, como el Central Park de Nueva York o el Griffith Park de Los Ángeles, y observe a los dueños con sus mascotas. Observe a diez, por ejemplo. Cuente en cuántas ocasiones el animal va delante, sujeto por una correa extensible o larga. Fíjese en cuántos hay que arrastran prácticamente a sus dueños. Añada el número de personas que están de pie, esperando pacientemente a que su perra huela la hierba, los árboles, todo lo que tiene a su alrededor, completamente ajena a la presencia de su amo. Ninguno de estos amos domina la técnica del paseo.
Del grupo que ha estado estudiando ¿cuántos llevaban a su perra obedientemente al lado, o incluso detrás? No muchos, ¿verdad? Ahora vayámonos al otro lado de la ciudad, donde viven los sin techo. ¿Se aprecia alguna diferencia en el lenguaje corporal de la perra y su amo? Irónicamente los sin techo parecen tener perfectamente controlada la técnica de pasear con su perra. No son los canes quienes los arrastran, ni quienes deciden dónde van a ir o qué van a hacer. ¿Por qué? En primer lugar porque viajan juntos montones de kilómetros al día, todos los días. Y segundo porque las perras ven a sus dueños como el líder de la manada. Los sin techo no miman constantemente a sus perros, dándoles golosinas o acariciándoles todo el día… aunque la perra presiente que a su dueño le hace feliz tenerla al lado. Los amos proporcionan liderazgo, alguien a quien seguir y que las llevará hasta la comida, el agua y un lugar en el que descansar. Sus vidas son simples pero están estructuradas. Un paseo debería ser siempre así: simple pero estructurado.
En primer lugar yo suelo recomendar correas muy simples y cortas. Las que yo utilizo no tienen más de cincuenta centímetros de cuerda de nailon. Claro que, si a uno le importa la moda, no tiene por qué ir tan a lo básico, pero le recomiendo, particularmente para perros con problemas, que abroche el collar por encima de la parte superior de la cabeza del animal, y no alrededor de su cuello. La mayoría de collares se apoyan en la parte más fuerte del cuello de un perro, lo que permite al animal mantener el control sobre la cabeza y a veces, si se trata de una raza fuerte, el control también sobre su dueño. Si quiere ver un ejemplo de cómo queda el tipo de correa que yo uso, eche un vistazo al American Kennel Club Dog Show (Concurso de Perros de la Organización Americana de Criadores). Así es como los concursantes llevan a sus perras. Verá al criador y a su perra correr por la zona de exhibición juntos, sin que el criador tenga que tirar con fuerza de la correa, sólo lo suficiente para mantener alta la cabeza del animal. Las perras que participan en esta clase de concursos se muestran siempre orgullosas, van con la cabeza bien alta, porque seguramente es así como se sienten teniendo en cuenta la relación entre energía y lenguaje corporal. No es que se sientan orgullosas de su corte de pelo o de los lazos azules. A ellas no les importan esas cosas. En el mundo canino una cabeza alta es un lenguaje positivo, un signo de una sana autoestima. Sosteniendo la correa en esta posición, se tiene el máximo control sobre el animal, ya que sólo podrá ir adonde quiera usted que vaya.
A mucha gente le gustan las correas extensibles porque creen que la perra necesita «libertad» durante el paseo. Habrá tiempo de compartir esa libertad más tarde, pero será la clase de libertad que usted pueda siempre controlar. A mí no me gustan esa clase de correas excepto para los perros más dulces y despreocupados. Aun así, la elección es sólo suya. En cualquier caso no permita que la excitación que a su perra le produce verle coger la correa eche a perder toda la experiencia. Tuve una clienta de
Dog Whisperer
, Liz, cuya dálmata de nombre Lola se volvía loca, daba saltos y se subía casi a los hombros de su dueña cada vez que la veía descolgar la correa de la percha. Luego salía como una bala por la puerta y con tanta fuerza tiraba de su correa flexible que a veces conseguía arrebatársela de la mano a Liz. Ni que decir tiene que ese modo no es el más conveniente de salir de casa con su perra.
Lo crea o no, hay un modo correcto y otro incorrecto de salir de casa con su perra. En primer lugar nunca deje que sea ella quien controle la actividad, como era el caso de Lola. Su liderazgo debe empezar antes del paseo. No permita que su perra lleve la correa puesta hasta que no se muestre sumisa. Una vez que esté tranquila póngale la correa y acérquese a la puerta. No permita que la perra se sobreexcite otra vez mientras esperan para salir, y si es necesario asegúrese de que la perra vuelve a mostrarse sumisa. A continuación ábrala. Usted ha de salir el primero. Esto es importante. Saliendo el primero, está diciéndole a su perra «yo soy el jefe dentro y fuera de casa».
Cuando camine con su perra, asegúrese de que el animal va a su lado o detrás de usted. Cuando va por delante o tirando de la correa, es la perra la que pasea al dueño, ella es la que dirige a la manada. Seguramente está acostumbrado a que su perra olisquee cada arbusto, cada árbol, planta o hierba que se encuentran. Eso es normal en una perra, pero, cuando se ha iniciado la «migración», el animal no debe detenerse hasta que usted se lo diga. Imagínese si una manada de lobos necesitase recorrer unos quince kilómetros y cada miembro del grupo anduviera a lo suyo, olisqueando árboles y hierba en lugar de avanzar… jamás llegarían a la comida. El paseo es, en primer lugar, el modo de establecer el vínculo entre perra y amo y la ocasión de demostrarle su liderazgo; en segundo, un rato de ejercicio y, en tercero, el momento de que su perro pueda explorar. Debe llevar la correa con firmeza pero al mismo tiempo con el brazo relajado, como si portase un maletín. Y lo más importante: no se olvide de su energía serena y firme. ¡Piense en Oprah! ¡Piense en Cleopatra! ¡Piense en John Wayne! Piense en cualquier experiencia en la que se haya sentido fuerte y dominando la situación. Yérgase. Saque pecho. Haga lo que sea para sentir de verdad esa energía de la que hablamos y proyéctesela a su perra a través de la correa; ella recogerá cada señal que le envíe. Muchos de mis clientes se han sorprendido de lo que pueden conseguir mejorando esa energía y proyectándola en un paseo. No es magia, sino la naturaleza puesta a trabajar. Las perras, instintivamente, quieren seguir a un líder que les inspire serenidad y firmeza. Una vez que haya asumido usted ese papel lo seguirán sin dificultad.