El diablo de los números (17 page)

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Authors: Hans Magnus Enzensberger

Tags: #Matemáticas

BOOK: El diablo de los números
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—Electrónica —dijo el anciano—. Si quieres, construiremos una pirámide.

Cogió el primer par de cubos y los puso en fila en el blanco suelo.

—Ahora tú, Robert.

Siguieron construyendo hasta que la fila tuvo el siguiente aspecto:

—¡Alto! —gritó el diablo de los números—. ¿Cuántos cubos tenemos ahora?

Robert contó.

—Diecisiete. Pero es una cifra coja —dijo.

—No tan coja como tú piensas. Sólo tienes que restarle uno.

—Dieciséis. Otra vez un número saltado. Un dos saltado cuatro veces: 2
4
.

—Fíjate —dijo el anciano—. Te das cuenta de todo. Pero ahora sigamos construyendo. El siguiente ladrillo se pone siempre sobre la grieta entre los dos anteriores, exactamente igual a como hacen los albañiles.

—O. K. —dijo Robert—. Pero esto nunca llegará a ser una pirámide. Las pirámides tienen tres o cuatro esquinas en la base, y esta cosa es plana. Esto no se convertirá en una pirámide, sino en un triángulo.

—Bien —dijo el diablo de los números—. Entonces construiremos un triángulo.

Y siguieron hasta que estuvo listo.

—¡Listo! —gritó Robert.

—¿Listo? Ahora es cuando empieza lo bueno.

El diablo de los números trepó por un lado del triángulo y escribió un uno en el cubo más alto.

—Como siempre —murmuró Robert—: ¡tú y tus unos!

—¡Claro! —respondió el anciano—. Todo empieza en el uno. Ya lo sabes.

—Pero ¿cómo sigue?

«Parece cristal o plástico», constató Robert. «Grandes cubos. Dentro brilla algo. Tienen que ser filamentos eléctricos o algo por el estilo.»

—Enseguida lo verás. En cada uno de los otros cubos escribiremos lo que resulte de sumar lo que hay encima.

—Una obra de arte —dijo Robert.

Sacó del bolsillo su grueso rotulador y escribió:

—Nada más que unos —dijo—. Hasta yo soy capaz de hacerlo incluso sin calculadora.

—Enseguida serán más. Sigue —gritó el diablo de los números, y Robert escribió:

—Un juego de niños —dijo.

—No seas tan arrogante, querido. Espera a ver cómo sigue.

Robert calculó y escribió:

—Ya veo, las cifras al borde son unos, no importa lo abajo que lleguemos. Y las de al lado en diagonal también puedo escribirlas enseguida, son sencillamente los números normales: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7...

—¿Y qué pasa con la siguiente diagonal, la que está justo al lado de 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7...? Lee las primeras cuatro cifras —el diablo de los números había vuelto a poner su sonrisa astuta, y Robert leyó de arriba a la derecha abajo a la izquierda:

— 1 , 3, 6, 10... Me suenan familiares.

—Cocos, cocos —gritó el anciano.

—¡Ah, sí!, ahora me acuerdo. 1, 3, 6, 10... son los números triangulares.

—¿Y cómo se hacen?

—Por desgracia lo he olvidado —dijo Robert.

—Muy sencillo:

—...15 + 6 = 21 —prosiguió Robert.

—¡Ahí lo tienes!

De esa forma, Robert escribió cada vez más números en los cubos. Por una parte, la cosa era cada vez más fácil, porque ya no tenía que estirarse tanto, pero, por otra, las malditas cifras se volvían cada vez más elevadas.

—¡Ehhh! —dijo—. No puedes pedirme que calcule todo eso de cabeza.

—Como tú digas —contestó el anciano—. Pero no te excites. ¡Que todo esto se vaya al diablo si no lo hago en un abrir y cerrar de ojos!

Y, a un ritmo de locos, escribió el triángulo entero.

—Ahí abajo se vuelve un rato estrecho —dijo Robert—. ¡12870! ¡Qué auténtico!

—Oh, eso son pequeñeces. Hay aún mucho más en este triángulo.

»¿Sabes lo que hemos construido? —preguntó el diablo de los números—. ¡Esto no es un simple triángulo, es un monitor! Una pantalla. ¿Por qué crees que todos los cubos tienen vida electrónica interior? Sólo tengo que conectar esta cosa y se iluminan.

Dio unas palmadas y la habitación se oscureció. Luego dio otra más, y el cubo de arriba del todo se iluminó en rojo.

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