El Desfiladero de la Absolucion (33 page)

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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El Desfiladero de la Absolucion
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Pero los pensamientos y experiencias eran difíciles de interpretar. La hija de Khouri seguía siendo un feto, las estructuras de su mente eran provisionales e incompletas, su modelo mental del universo exterior era forzosamente impreciso. Khouri hacía lo posible por interpretar las señales, pero a pesar de sus esfuerzos, tan solo una fracción de las cosas que captaba eran inteligibles. Pero incluso esa fracción resultó ser de vital importancia. Siguiendo las pistas de Aura, rescatando pequeñas joyas de entre un cenagal de señales confusas, Remontoire había logrado importantes mejoras en su arsenal de armas e instrumentos. Al menos la importancia del potencial de Aura se hacía más que evidente. Pero entonces fue cuando Skade entró en juego.

Había llegado al sistema Delta Pavonis mucho después de que los inhibidores hubiesen terminado de arrasar Resurgam y los demás planetas. Enseguida estableció líneas de negociación con los humanos que quedaban tras la partida de la
Nostalgia por el Infinito
. Su objetivo final seguía siendo recuperar tantas reservas de armas construidas por los combinados como pudiera. Pero con su propia flota dañada y con los inhibidores congregándose en masa, Skade no estaba en condiciones de obtener lo que quería mediante la fuerza bruta.

Para entonces, la
Luz del Zodiaco
ya había terminado con su autoreparación y las exploraciones humanas de Hades habían llegado a su conclusión lógica. Remontoire y sus aliados habían salido del sistema, por lo tanto Skade los siguió como una sombra. A eso le sucedieron varias tentativas de comunicación y Skade desplegó todos sus recursos para proteger a los evacuados de los inhibidores que los perseguían. El gesto fue calculado y arriesgado, pero ninguna otra cosa convencería a Remontoire de que era de fiar.

Pero lo único que quería Skade era que confiasen en ella. Había visto las pruebas de las nuevas tecnologías de Remontoire y reconoció que se encontraba en desventaja táctica. En un principio había venido a llevarse las armas almacenadas, pero las nuevas le valdrían igual. Sin embargo, lo que realmente le interesaba era Aura.

Durante meses de viaje, mientras la
Luz del Zodiaco
y las otras dos naves combinadas se apresuraban para llegar a Ararat, Skade jugó un delicado juego de insinuación. Se había ganado la confianza de Remontoire realizando sacrificios obvios, comerciando con inteligencia y recursos. Sacó partido de su antigua lealtad al Nido Madre, convenciéndolo de que debían cooperar por el bien de ambos. Cuando finalmente Remontoire permitió que algunos de los socios combinados de Skade subieran a bordo de su nave, simplemente pareció el último paso cordial hacia un alto el fuego.

Pero los combinados resultaron ser una cuadrilla de secuestradores. Localizaron a Khouri, matando a docenas de personas en el camino, la drogaron y se la llevaron a la nave de Skade. Allí sus cirujanos la operaron para sacarle a Aura, que solo estaba en el sexto mes de su desarrollo para reintroducirla en otro útero: una creación biocibernética de tejido vivo que instalaron en el nuevo cuerpo que Skade se había creado tras descartar su antiguo cuerpo, dañado en el Nido Madre. Los implantes en la cabeza de Aura estaban diseñados para comunicarse únicamente con los de Khouri, pero las infiltraciones de Skade deshicieron rápidamente el trabajo de Remontoire. Con Aura creciendo dentro de ella, Skade tenía acceso a la misma información que ya había proporcionado a Remontoire sus nuevas armas.

Ya tenía su trofeo, pero incluso entonces Skade resultó ser muy lista, demasiado lista. Podría haber matado a Khouri en aquel instante, pero gracias a ella podría tener mayor influencia sobre Remontoire. Incluso tras arrancarle a su hija del vientre, Khouri seguía siendo útil como rehén. Tras las negociaciones, Skade la devolvió a Remontoire a cambio de aún más compensaciones tecnológicas. Aura le proporcionaría tarde o temprano estas cosas, pero Skade no tenía ganas de esperar. Para entonces los inhibidores estaban casi sobre ellos.

Cuando las naves finalmente llegaron a Ararat, la batalla entró en una nueva y silenciosa fase. Los humanos habían escalado el conflicto incluyendo armas nuevas que apenas entendían, mientras que los inhibidores respondieron con nuevas estrategias brutales. Era una guerra de máximo sigilo. Todas las energías se redireccionaban hacia bandas indetectables. Se proyectaban imágenes fantasmales para confundir e intimidar. La materia y la fuerza se despilfarraban con despreocupación. Día a día, escaramuza tras escaramuza, incluso hora a hora, las facciones humanas se replanteaban sus alianzas, dependiendo de pequeños cambios en la proyección de la batalla. Skade había ayudado a Remontoire únicamente teniendo en cuenta que la alternativa era su aniquilación garantizada. El razonamiento de Remontoire no se distanciaba mucho.

Pero hacía una semana, Skade había cambiado sus tácticas. Una corbeta había salido de una de las dos naves pesadas que le quedaban. Remontoire le había seguido la pista hasta Ararat en su escurridiza huida entre los grandes frentes de batalla. Los análisis de sus límites de aceleración sugerían que albergaba al menos a un humano. Un pequeño destacamento de las fuerzas inhibidoras persiguieron la corbeta, acercándose mucho más al planeta de lo que solían hacer. Era como si las máquinas supieran que algo importante estaba en juego y que la corbeta debía ser detenida a toda costa.

Fracasaron, pero no sin antes dañar la nave combinada. De nuevo, Remontoire y sus aliados lograron localizar la nave tocada gracias a que su sistema de ocultación funcionaba solo a ratos. Vieron cómo la nave entraba en la atmósfera de Ararat, haciendo un aterrizaje poco controlado en el mar. No había ninguna señal de que nadie en Ararat la hubiera visto.

Unos días después, Khouri la siguió. Remontoire se negó a enviar a un equipo más numeroso, ya que había pocas posibilidades de atravesar a los inhibidores hasta llegar a la superficie. Pero todos coincidieron en que una pequeña cápsula podría tener una mínima oportunidad. Además, alguien debía alertar a la gente de Ararat de lo que estaba sucediendo y enviando a Khouri podrían matar dos pájaros de un tiro.

Vasko meditó la fuerza voluntad que debía haber empujado a Khouri a venir sola, sin garantías de ser rescatada, y mucho menos de salvar a su hija. Se preguntó cuál habría sido la emoción más fuerte: el amor por su hija o el odio que debía sentir por Skade. Mientras más lo pensaba, menos le parecía que esta situación fuera fruto de ningún malentendido y dudaba que se solucionase con negociaciones. Skade le había robado su hija a Khouri contando con el elemento sorpresa, y no habría perdido nada si la maniobra hubiese terminado con la muerte de la niña o la madre. Pero esa no era la situación ahora. Skade, si es que estaba aún viva y si la niña seguía viva dentro de ella, estaba esperándolos. ¿Qué la obligaría a entregar a Aura?

Bajo la luz de la linterna, Vasko vio un reflejo plateado junto a Clavain y observó cómo el anciano examinaba el cuchillo que se había traído de su retiro en la isla.

Hela, 2727

Rashmika había solicitado una reunión privada con el cuestor Jones que tuvo lugar inmediatamente después de una sesión de negociación, en la misma habitación sin ventanas en la que había estado con Crozet. Tras su escritorio, el cuestor esperaba a que ella dijese algo con las manos sobre su generosa panza, mientras sus labios transmitían sospecha mezclada con un ligero interés lascivo. De vez en cuando ponía un poquito de comida en las mandíbulas de su mascota, que estaba agazapada sobre la mesa como una obra de escultura abstracta de plástico verde brillante.

Mientras lo estudiaba, Rashmika se preguntaba si sería bueno diferenciando la verdad de una mentira. Con algunas personas era difícil de averiguar.

—Es una señorita muy insistente, Peppermint —dijo el cuestor—. Le avisé de que no subiera al tejado, y allí estaba dos horas más tarde. ¿Qué crees que debemos hacer con ella?

—Si no quiere que la gente suba al tejado, debería ponérselo un poco más difícil —dijo Rashmika—. Además, no me gusta demasiado que me espíen.

—Es mi obligación proteger a mis pasajeros —dijo—. Si no le gusta, no tiene más que irse cuando el señor Crozet vuelva a las tierras baldías.

—En realidad quiero quedarme a bordo —dijo Rashmika.

—¿Significa eso que quiere hacer el peregrinaje hasta el Camino?

—No —dijo ocultando su repugnancia hacia la gente de las plataformas. Le habían dicho que se llamaban observadores—. No es eso. Quiero viajar hasta el camino y encontrar trabajo allí. Pero la peregrinación no tiene nada que ver.


Mmm
. Ya hemos repasado sus habilidades, señorita Els. No le gustó que se acordase de su apellido.

—Apenas hablamos sobre eso, cuestor. No creo que pueda hacer una evaluación justa de mis habilidades basándose en aquella corta conversación.

—Me dijo que era una estudiosa.

—Exacto.

—Pues regrese a las tierras baldías y continúe estudiando.

—Hizo un esfuerzo por parecer y sonar convincente. —¿Qué mejor lugar para profundizar en los estudios sobre los scuttlers que en el mismo lugar en el que se desentierran sus reliquias?

—Allí no se puede estudiar —respondió ella—. A nadie le importa lo que significan las reliquias, siempre y cuando les paguen bien por ellas. A nadie le interesa la visión de conjunto.

—¿E imagino que a usted sí?

—Tengo teorías acerca de los scuttlers —dijo, consciente de lo precoz que sonaba—, pero para avanzar necesito acceso a la información adecuada, del tipo que poseen los grupos de arqueólogos patrocinados por la Iglesia.

—Sí, todo el mundo conoce esos grupos. Pero ¿no cree que ellos solos sabrán emitir sus propias teorías? Le ruego me disculpe, señorita Els, pero ¿por qué cree que una chica de diecisiete años puede aportar un nuevo enfoque al asunto?

—Porque yo no tengo ningún interés personal en mantener la visión quaicheista —dijo Rashmika.

—¿Que es?

—Que los scuttlers son un detalle secundario sin relación al asunto más profundo de las desapariciones, o como mínimo el mejor recordatorio de lo que puede pasarnos si no seguimos la ruta quaicheista hacia la salvación.

—No hay duda de que se les negó la salvación —dijo el cuestor—, pero también a otras ocho o nueve culturas alienígenas. No recuerdo el último recuento. Está claro que no hay ningún misterio en eso. Los detalles locales acerca de esta especie desaparecida en particular, su historia, su sociedad, etcétera, deben ser investigadas, por supuesto, pero lo que les pasara a ellos al final no tiene discusión. Todos hemos escuchado las historias de los peregrinos de los sistemas evacuados, señorita Els, las historias sobre las máquinas que surgieron de la oscuridad entre las estrellas. Ahora parece ser nuestro turno.

—¿Se supone que los scuttlers fueron aniquilados por los inhibidores? —quiso saber Rashmika.

El cuestor colocó una miguita en la intrincada boca de su mascota.

—Saque sus propias conclusiones.

—Eso es lo que llevo haciendo desde siempre —dijo ella—, y mis conclusiones son que les pasó algo muy diferente.

—Algo los borró de la faz del planeta —dijo el cuestor—.

¿Eso no le basta?

—No estoy convencida de que fuera lo mismo que destruyó a los amarantinos o a las demás culturas. Si los inhibidores hubieran estado implicados, ¿cree que habrían dejado esta luna intacta? Puede que tengan escrúpulos a la hora de destruir un mundo, un lugar con una biosfera establecida, pero ¿una luna sin aire como Hela? La habrían convertido en un sistema de anillo o en una nube de vapor radiactivo. Sin embargo, lo que, o quien, acabara con los scuttlers no fue ni mucho menos tan concienzudo. —Hizo una pausa, temiendo revelar demasiado de su apreciada tesis—. Fue un trabajo urgente. Se dejaron demasiadas cosas atrás. Casi como si quisieran dejar un mensaje o, quizás, una advertencia.

—Está apelando a toda una nueva clase de extinción cósmica, ¿no es así?

Rashmika se encogió de hombros.

—Si los hechos lo requieren…

—No tiene problemas de falta de confianza en sí misma, ¿verdad, señorita Els?

—Solo sé que las desapariciones de Haldora y los scuttlers tienen que estar relacionados. Todos lo saben, pero están demasiado asustados e intimidados para admitirlo.

—¿Y usted no?

—Me pusieron en Hela por algún motivo —dijo, soltando las palabras como si las hubiera dicho otra persona.

El cuestor la miró durante un rato largo e incómodo.

—Y esta cruzada —dijo—, esta búsqueda para desvelar la verdad sin importar cuántos enemigos le granjee, ¿es por lo que tienen tanto interés por llegar al Camino Permanente?

—Hay otra razón —dijo en voz baja. El cuestor pareció no haberla oído.

—Tienes un interés especial en los Primeros Adventistas, ¿no? Me di cuenta cuando mencioné mi puesto de legado.

—Es la Iglesia más antigua —dijo Rashmika— y una de las más grandes, me imagino.

—La más grande. La orden de los Primeros Adventistas gestiona tres catedrales, incluyendo la más grande y pesada del Camino.

—Sé que tienen un grupo de estudio arqueológico —dijo—. Les he escrito. Seguramente tendrán algún trabajo para mí.

—¿Para así avanzar en esa teoría y fastidiar a todos? Rashmika negó con la cabeza.

—Trabajaría en silencio, haciendo lo que haga falta. Así podría examinar el material. Solo necesito un trabajo para poder mandar dinero a casa y hacer algunas investigaciones.

El cuestor suspiró como si el mundo y todos sus problemas fueran responsabilidad suya.

—¿Qué es lo que sabe exactamente de las catedrales, señorita Els? Me refiero en el aspecto físico.

Por primera vez notó que la pregunta era sincera.

—Son estructuras móviles —dijo—, mucho más grandes que esta caravana, mucho más lentas… pero siguen siendo máquinas. Viajan alrededor de Hela por la carretera ecuatorial que llamamos el Camino Permanente, completando una vuelta cada trescientos veinte días estándar.

—¿Y por qué realizan esta circunnavegación?

—Para garantizar que Haldora sigue en el cielo, siempre en su cénit. El mundo se mueve bajo las catedrales, pero las catedrales cancelan ese movimiento.

Una sonrisa se vislumbró en los labios del cuestor.

—¿Y qué sabes acerca del movimiento de las catedrales?

—Que es lento —dijo—. De media, a las catedrales les basta moverse al ritmo del gateo de un bebé para completar el circuito de Hela en trescientos veinte días. Un tercio de metro por segundo es suficiente.

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