El borrico no parecía muy motivado, y, al pasar Sam delante de ellos gruñendo, Michael le dijo
:
—
Pero ¿por qué no lo azotas?
Le encantó su respuesta
.
A los verdaderos jinetes, las piernas y las manos; a los incapaces, la fusta
.
Una revelación tal bien valía una página virgen
.
Cerró su cuaderno, recibió a la señora de la casa y a sus invitados con copas de champán y un festín bajo el emparrado
.
—
No sabía que cocinara tan bien
—
dijo Kate, maravillada
.
Charles volvió a servirle
.
—
Es cierto que no sé nada
—
añadió ella, algo más seria
.
—
No pierde nada por esperar
.
—
Esperanza no me falta...
Su sonrisa permaneció largo rato sobre el mantel, y Charles consideró que con eso había alcanzado el último refugio antes de coronar la cumbre. Qué expresión más horrorosa... Antes de su último golpe de piolet... ¡Jajá! ¿Y ésa te parece mejor acaso? Estaba otra vez pedo y se enganchaba a todas las conversaciones sin seguir ninguna. Un día de éstos, la agarraría del pelo y la arrastraría por todo el patio antes de dejarla sobre su artilugio de Teflón para lamerle las heridas
.
—
¿En qué piensa?
—
le preguntó Kate
.
—
He puesto demasiado paprika
.
Estaba enamorado de su sonrisa. Se estaba tomando su tiempo para decírselo, pero se lo diría mucho tiempo
.
Tenía más de dos veces veinte años y estaba frente a una mujer que había vivido dos veces más que él. El porvenir se había convertido para ambos en algo aterrador
.
Porque esa cosa fantástica que se le había ocurrido en efecto había sido fantástica, desdeñó su cuaderno durante varios días
.
Un único dibujo da fe de ello... Y además medio borrado por un cerco de un vaso de licor...
Era la noche en que estaban todos en la plaza del pueblo. La víspera, sus queridos parisinos llegaron armando un jaleo de espanto (la tonta de Claire recorrió todo el camino de robles tocando la bocina...), Sam y su pandilla maltrataban el
flipper, mientras los pequeños jugaban alrededor de la fuente
.
Charles formó equipo con Marcy con Debbie, y les dieron una paliza monumental. Y eso que Kate les había advertido
:
—
Ya veréis, los viejos os dejarán ganar la primera partida para que os confiéis
, and then... they'll kick your assü!
Con el
ass
bien kickado como los parisinos y los yanquis idiotas que eran, se tomaban copitas de anís para consolarse, mientras Claire, Ken y Kate trataban trabajosamente de salvar el honor
.
Tom anotaba los puntos
.
Cuanto más perdían, más rondas pagaban, y cuanto más rondaban las botellas, menos veían dónde estaba ese
fucking boliche.
La que aparece en ese único dibujo de un fin de semana de lo más animado es Claire
.
No está muy concentrada. Flirtea con Barbie
boy
en un inglés básico pero muy gráfico
: «You
tiras
my biutiful chippendale ¿or
no tiras?
Bicós
if you not
tiras
correctly
, estamos
in big shit, ¿you
anderstand? Show mi, plis, what you are
capaz
to do with your two balls...»
El súper genio, investigador de átomos del átomo, no anderstandaba nada de nada salvo que esa chica estaba loca, que liaba porros como nadie y que si seguía agarrándose a su brazo mientras él trataba desesperadamente de salvar la última partida, la iba a tirar a la
fountain, ¿ok?
Más tarde, y en un inglés más preciso, le contaría a qué se dedicaba su hermana y que se había convertido en una de las abogadas más temibles de Francia, y probablemente de Europa, en su ámbito de acción
.
—But... what does she do?
—She saves the world.
—No?
—Absolutely.
Ken levantó la mirada hacia la chica que bromeaba con un abuelete mientras escupía los huesos de aceituna apuntando a la cabeza de Yacine, y se quedó muy perplejo
.
—
Pero ¿qué le estarás contando tú ahora?
—
le preguntó Claire a su hermano, inquieta
.
—
Tu profesión...
—Yes! —
dijo, dirigiéndose al pasmado
—, I am very good in global warming! Globaly I can
calentar
anything, you know... Do you still live
en casa de
your parents?
Kate se reía. También Marc, que había hecho el trayecto con Claire en coche desde París y que era según él el sistema de navegación más birria del mercado
.
Pero tenía muy buena música... Menos mal, porque se habían perdido la friolera de seis veces, nada menos...
Entre paliza y paliza comían tocino y patatas muy grasientas, y con sus tonterías y sus carcajadas habían conseguido reunir a todo el pueblo bajo los tilos
.
Era el don de Kate, pensó
.
El don de crear vida dondequiera que fuera...
—
¿A qué estás esperando?
—
le preguntó Claire dos días después
por la noche, al
otro
lado del puente, antes
de cargar ella también en su
cochecito kilos de frutas y verduras.
Y como su hermano seguía frotando el parabrisas, le arreó un patadón en el culo
.
—
Eres más tonto que hecho aposta, Balanda...
—
Ay
.
—
¿Sabes por qué nunca serás un gran arquitecto?
—
No
.
—
Pues porque eres más tonto que hecho aposta
.
Risas
.
Tom acababa de volver a aparecer, cargado de
ice-creams
para los niños, y Marc recogía las bolas perdidas cuando Kate anunció
:
—
¡Venga! La del consuelo y nos vamos...
Los abueletes se sacaron unos trapos de los bolsillos para limpiar las bolas, asintiendo con la cabeza
.
—
¿Qué es eso?
—
quiso saber, inquieto
—.
¿Va a haber que brindar con un matarratas típico del lugar, o algo así?
Kate se apartó soplando el mechón de la frente
.
—
¿Que es qué? ¿La del consuelo? ¿Nunca había oído esa expresión?
—
No
.
—
Pues... está la primera partida, la segunda, luego la decisiva, después la revancha y, por último, la del consuelo. Es una partida en la que ya nadie se juega nada... Una partida sin competición, sin perdedores... Por el placer de jugar y ya está...
Jugó perfectamente, permitiendo así que su equipo gan..., no, honrara ese concepto tan maravilloso. La partida del consuelo
.
Cuando ya se iba a acostar, después de despedirse de todos y de dejar a su hermana muy ocupada con sus clases particulares (sospechaba que hablaba inglés mucho mejor de lo que estaba demostrando y que se inventaba
challenges
con su propia lengua), ésta le
anunció:
—Tienes razón,
vete a dormir. Mañana por la
mañana tienes que
estar
a las once en la estación de Limoges.
—
¿En Limoges? Pero ¿qué cono quieres que vaya a hacer allí?
—
Es lo que me ha parecido más práctico para ella
. —
Ella ¿quién?
—
¿Cómo se llamaba?
—
Claire frunció el ceño, haciendo como que trataba de recordar el nombre
—.
Mathilde, creo... Sí, eso es... Mathilde
.
«
Las» «más» «felices» «de» «su» «vida
».
He ahí por qué
.
Cuando volvía con ella, los encontraron a todos todavía, una vez más, y como siempre, sentados a la mesa
.
Se apiñaron para hacerles sitio, y juntos celebraron dignamente la llegada del nuevo miembro de la banda
.
Pasaron el resto de la tarde a la orilla del río
.
Por primera vez desde que estaba allí, no se llevó su cuaderno. Todas las personas a las que quería en este mundo estaban junto a él, y no podía soñar, imaginar, concebir o dibujar nada más
.
Absolutamente nada
.
* * *
Al día siguiente se encontraron con Alexis y Señora en el mercado
.
Claire tardó varios segundos en decidirse a besarlo
.
Pero lo besó
.
Alegre, tierna y cruelmente
.
Ya estaban lejos cuando Corinne le preguntó quién era esa chica
.
—
La hermana de Charles...
—
¿Ah, sí?
Y, volviéndose hacia el quesero, añadió
:
—
Oiga, ¿no se le habrá olvidado ponerme el gruyere rallado, como la última vez?
Y, volviéndose luego hacia la sombra en que se había convertido su marido, le dijo
:
—
¿Y
tú a qué estás esperando para pagar?
Nada, no estaba esperando a nada. Eso era exactamente lo que estaba haciendo
.
Volvería al día siguiente a Les Vesperies con el pretexto de pedir prestada una herramienta, y uno de los niños le anunciaría que Claire ya se había marchado
.
Charles, que estaba trabajando con Marc en el salón, no se tomaría la molestia de levantarse
.
Tom, Debbie y Ken, tras aplazar mil veces la prolongación de su viaje hacia España, se marcharon también
.
Y la madre de Kate, que había llegado el día anterior, ocupó a su vez la habitación de Hattie
.
Y hablando de Hattie, ya empezaba a dársele muy bien el póker, y, buena niña como era, le cedió su segunda habitación a Mathilde...
Dos noches nada más
.
Después Mathilde se bajó el colchón al guadarnés
.
Charles, a quien preocupaba al principio cómo resultaría la mezcla «ratón de ciudad con ratón de campo», pronto se tranquilizó. A partir del segundo día Mathilde volvió a subirse a lomos de un caballo, enchufó un par de altavoces a su mp3 y los desplumó a todos al póker
.
Y eso que Charles sabía que era muy farolera. Podría haberlos avisado...
Se iba a la cama ahíto, oyendo su risa, más fuerte que todas las demás
.
Una mañana que estaban los dos solos, Mathilde le preguntó
:
—
¿Qué es esta casa?
—
Pues creo que es lo que se llama una casa, precisamente...
—
¿Y Kate?
—
¿Qué pasa con Kate?
—
¿Estás
in love?
—¿Tú crees?
—A tope —dijo
ella, poniendo los ojos
en blanco.
—
Vaya, hombre. ¿Y es preocupante?
—
No sé... ¿Y qué pasa entonces con ese apartamento que ni siquiera he visto?
—
No cambia nada... Pero, a propósito de eso... Quería hacerte una pregunta...
Se la hizo y obtuvo la respuesta que quería oír. Se acordó entonces de Claire y de lo que le había comentado sobre la benevolencia. Esa abogadita siempre sacaba las conclusiones acertadas...
Y lo mismo ocurría con sus alegatos...
—
¡Charles, has recibido una carta!
—
gritaba Yacine desde la escalera
.
Reconoció la letra de su hermana y la forma de un CD
.
«Si la cabra no se ha zampado tu portátil, escucha una y otra vez la pista 18. La letra no es muy complicada, y con el vozarrón que tienes nos la cantarás muy bien...
»Gud lac.»
Le dio la vuelta a la carátula y vio que era la banda sonora original de una comedia musical de Colé Porter
.
¿El título?
Kiss me, Kate.
—
¿Qué es eso?
—
preguntó Mathilde
.
—
Una tontería de tu tía...
—
contestó, sonriendo como un bobo
.
—
Pjff... Anda que no sois críos los dos...
Más tarde, al leer el libreto, se enteraría de que se trataba de una adaptación de
La fierecilla domada
de Shakespeare
.
Otro título que podría estar mejor traducido...
The Taming,
domesticar, domar
, Of The Shrew
es, por desgracia, mucho más hipotético...
Las cuatro páginas siguientes son todo un catálogo de casitas de madera
.
Una mañana le propuso a Nedra, que pasaba largas horas jugando sólita en las entrañas de un gran boj, construirle una casa de verdad
.
Por toda respuesta obtuvo un largo parpadeo
.
—
Primera regla: antes de construir lo que sea, encontrar el emplazamiento adecuado... Así que sígueme para decirme dónde la quieres...
Nedra vaciló unos segundos, buscó a Alice con la mirada y por fin se levantó alisándose la faldita
.
—
Desde las ventanas ¿qué quieres ver? ¿El sol levantándose o poniéndose?
Sentía tener que someterla a ese suplicio, pero no podía hacer las cosas de otra manera, era su profesión...
—
¿Levantándose?
La niña asintió con la cabeza
.
—
Tienes razón. Sur, sureste, es lo más sensato...
Dieron en silencio una gran vuelta alrededor de la casa...