El caso de la joven alocada (16 page)

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Authors: Michael Burt

Tags: #Policiaca

BOOK: El caso de la joven alocada
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Hizo un gesto con los labios.

—Técnicamente, puede que sí, pero no la necesitamos para nada, te lo prometo.

—La conoces, ¿no es cierto? —proseguí.

—La he visto dos o tres veces. Eso es todo. Ya hace algún tiempo.

—Entonces, estrictamente hablando, me llevas ventaja, Thrupp. Hasta ahora nunca la he visto desde que era una chiquilla. Dime qué piensas de ella.

Thrupp estuvo un momento sin contestar y después su fraseología me alarmó.

—La considero más bien una joven ligera, como dirías tú —decidió—, pero con todo, simpática.

Moderna, viciada del todo, probablemente sin moral alguna, y sin embargo, aun aparte de sus encantos, es la clase de joven a la que es un placer conocer. Hablando simplemente como varón; la encuentro extraordinariamente atractiva.

Asentí con la cabeza y le hice otra pregunta:

—Y hablando como detective, ¿no tienes nada contra ella? —inquirí.

—Ya te he dicho, Roger, que no la necesito para nada, lo que no es completamente lo mismo.

Estrictamente hablando y completamente entre nosotros, pienso que no sería difícil encontrar uno o dos cargos contra ella, pero son de tal naturaleza, que nunca recurrimos a ellos a menos que se nos obligue. Y de cualquier forma, no vienen al caso ahora. En realidad, naturalmente —agregó—, lo mejor que podría sucederle es que levantáramos algún cargo contra ella. Pero no quiero hacerla sino como último recurso.

Lo contemplé perplejo.

—Mi querido Thrupp, ¿qué demonio quieres decir con ello? —murmuré.

—Quiero decir —contestó ceñudo y sin vestigio de su acostumbrada sonrisa— que una celda sería el lugar más seguro para ella precisamente ahora. En rigor, en mis momentos más sombríos, me parece qué las únicas alternativas para ella son una celda o un ataúd.

—¿Eh?

—Hablo en serio, Roger, muy en serio. Sé que no te gusta el melodrama y lo mismo me pasa a mí, pero te aseguro qué el problema que me preocupa ahora es si tu dormitorio constituye o no una tercera alternativa posible. Si es así, es ciertamente más confortable que cualquiera de las otras dos. Pero, francamente, lo dudo.

—¿Quieres decirme que Bryony —interrumpí urgentemente— está en un enorme peligro? ¿Qué esa gente, quien quiera que sea, está dispuesta a matada, a sangre fría? ¿Dudas, ahora que mi dormitorio, con Barbary y yo como cuidadores, sea un refugio seguro para ella? Mi querido Thrupp…

—Quiero decir todo eso —replicó tranquilamente—. Mi querido Roger, no tienes ni la más ligera idea de dónde te has metido.

—Pero, ¡gran Dios!, ¿porqué? ¿Qué ha hecho ella?

—¿No te lo ha dicho?

—Ni una sola palabra. Estoy tomando su historia en confianza. En parte, supongo, porque soy un idiota, y en parte porque su madre fue en un tiempo una buena amiga mía. Te aseguro, Thrupp, que al principio pensé que me estaba engañando, pero de una forma u otra, sin presentar la más mínima evidencia verosímil se las arregló para persuadirme de que no era engaño. Pero todavía no me ha hecho la más mínima insinuación del asunto, y estoy completamente a obscuras. ¿Conoces la historia anterior?

Thrupp se contempló las uñas pensativamente.

—Digamos que puedo hacer una especie de conjetura —replicó—, y si accidentalmente estoy en lo cierto, lleva un largo tiempo explicar por qué tu joven amiga no se confía en ti. Me imagino que no está avergonzada y no quisiera ser indebidamente reticente sobre la mayor parte de las cosas, pero puedo ver perfectamente que si mi suposición es correcta, ella se cortaría la lengua antes de reconocerlo.

—Dímelo —dije de repente. Pero Thrupp movió la cabeza negativamente.

—Todavía, no —dijo—. Después de todo, puede ser que me equivoque. Y de cualquier forma, ello no afecta tu situación.

—Pero, ¡demonio!, ¡claro que la afecta! —grité exasperado—. Me he comprometido a cuidar de esta mujer, Thrupp, y cuando yo me propongo hacer una cosa, no paro hasta el fin. Y siendo así, me parece que si hay alguien que tenga títulos para saberlo todo, ése soy yo. Mira, hombre: no soy ni una muchacha ni un tarado mental, y tampoco lo es Barbary. Ya tengo decidido que hay algo deshonroso, pero no soy ni un pimpollo ni una lila. Como tú dices, puede que Bryony tenga alguna excusa que le impida decirme exactamente qué le sucede, aunque no sea más que porque somos extraños y de diferente sexo. Pero tú no tienes excusa alguna para ocultármelo. Los dos somos, hombres hechos y derechos, y supongo que no hay mucho que no sepamos del lado peor de la vida.

No podrías escandalizarme, aunque te lo propusieras.

Thrupp volvió a encender su pipa, que se había apagado.

—No me siento inclinado a hacer el experimento, Roger —dijo—, y lo lamento, pero en el estado en que se encuentran los procedimientos no puedo entrar en detalles, aunque no sea más que porque todo el asunto es en gran parte conjeturas. Solamente diré esto (y lo digo porque no quiero que sigas pensando demasiado mal de esa chica): que aunque el asunto en que creo está mezclada es, como tú supones, bastante sucio, ella misma está en este enredo, principalmente porque ha reconocido su suciedad y ha rehusado contaminarse. Por desgracia su conocimiento de la verdad, agregado a la negativa de ser contaminada la ha puesto en una situación imposible. Además, para empeorar las cosas, un resto de decencia (de nuevo me sobresalté al escuchar que Thrupp usaba otra frase mía) la inspiró a hacer activas diligencias para exponer a la luz del día la desvergüenza de los otros. Esto, naturalmente, firmó y selló su sentencia de muerte, como se dice en los libros, y ahora ha llegado el momento de poner en ejecución la sentencia, a menos que podamos salvarla. Bueno, no pensaba decirte tanto, Roger, pero lo he hecho porque, como te digo, se debe a Miss Hurst el que sepas que es relativamente inocente comparada con los otros. Ha sido una locuela, ¡oh!, una locuela perfectamente sangrienta, pero se ha detenido de repente al borde del precipicio en vez de atravesarloo con el resto de los puercos gadarenos.

Después de un corto silencio, dije:

—Thrupp, los puercos gadarenos estaban poseídos por los demonios, ¿no es cierto?

—Espíritus impuros. Y su nombre era «Legión» —murmuró Thrupp, hurgando su pipa con un tallo de hierba—. Pero como escritor, deberías saber algo más que tomar los símiles y metáforas demasiado literalmente, Roger. No estoy haciendo una relación ya preparada, y la alusión a cerdo vino instintivamente al través de la imagen algo vulgar de un precipicio. De cualquier forma, todo ello está fuera de la cuestión. Y la cuestión es cómo estamos y qué es lo que vamos a hacer.

9

C
INCO
minutos más tarde, después de una animada discusión con Thrupp, lo dejé bajo la sequoia y entré en la casa. Encontré a las dos mujeres en mi dormitorio, y las ansiosas miradas con que me saludaron me hicieron ver que temían lo peor. Tuve que confirmar sus temores, pero no di importancia al descubrimiento de Thrupp, y presioné a Bryony para que le concediera la entrevista. Pero la simple sugestión de ello llevó el pánico a sus ojos. Después siguieron las lágrimas, y a todas mis súplicas contestaba con aterrorizadas negativas. En vano procuré asegurarle que no tenía nada que temer de Thrupp, cuyo solo deseo era ayudarla a salvar la vida. Mi prima me apoyó muy noblemente, pero ninguno de los dos pudimos hacerla cambiar de actitud. Sea lo que Thrupp pudiera decir, ella estaba definitivamente asustada de encontrarse con él.

Fracasando las súplicas y los razonamientos, pretendí recurrir a la coerción. Si —yo dije— ella persistía en sus negativas, tendría que considerar yo muy seriamente si podría seguir proporcionándole asilo. No era convencionalista, pero me desagradaba dispensar hospitalidad a personas que esquivaban encontrarse con la policía. Bryony, en una repentina explosión de cólera, me conjuró a que dispusiera de mi casa, de mi hospitalidad y de mis policías. Hasta me exhortó a que me tirara por la ventana y anunció que se marcharía sin esperar siquiera a ser espectador de este despliegue acrobático. En resumen, se hubiera ido del cuarto y marchado escaleras abajo si Barbary no la hubiera detenido firmemente por la muñeca y arrastrado hacia atrás. Por un momento pareció como si fuera a producirse una viva pelea y estaba yo a punto de intervenir, cuando mi prima, como un relámpago, me hizo seña de que me fuera. Me fui dando un portazo.

Thrupp pareció serio cuando le informé de mi fracaso, pero en seguida se encogió de hombros filosóficamente.

—Bien; no podemos obligar a nadie a aceptar la protección de la policía contra su voluntad, Roger, pero al mismo tiempo estoy completamente convencido de que esta joven necesita muchísima más protección que el noventa por ciento de la gente que acude a la Yard. Tú la retendrás, ¿no es cierto?, contra su voluntad, si es necesario. Sí, ya sé que esto es ilegal, pero te apoyaré en el caso improbable de que ello diera lugar a dificultades. Supongo que no tendrás inconveniente en improvisarme una cama para esta noche.

—Encantado, mi querido amigo. Me quitaría un gran peso de encima si te quedaras. Tenemos tres dormitorios desocupados, y Barbary siempre tiene todo listo.

—Gracias. Sin embargo, no creo que vaya a molestar con un dormitorio. Me parece que sería prudente estar sobre aviso esta noche.

—Entonces, ¿es serio el asesinato?

—En realidad, probablemente no, pero no quiero correr riesgos. La precaución excesiva es un defecto en mi profesión en estas ocasiones. A propósito, no se debe dejar dormir sola a esta joven.

Brevemente expliqué las disposiciones que había tomado para pasar la noche: Barbary y Bryony compartirían la cama de dos plazas de mi propio dormitorio, mientras yo haría uso de la habitación contigua, que acostumbra a usar mi prima.

—Pero —agregué— no voy a permitir que estés levantado toda la noche tú solamente, amigo Thrupp. Nos turnaremos, y así el que no esté de guardia puede descansar.

Thrupp movió la cabeza negativamente.

—Muy razonable lo que dices, pero completamente innecesario —dijo—. No estoy solo en este asunto, ¿sabes? Ciertamente, vine manejando solo como para dar la impresión de que estaba de paseo, pero tengo un colega en la población. Si llamas por teléfono a
Green Maiden
y preguntas por Mr. Openshaw te encontrarás conversando con el detective sargento Haste, un hombre íntegro, entre paréntesis. Le echaré mano en seguida y entre los dos nos repartiremos los turnos de la noche, mientras tú te acuestas en la habitación contigua. ¿Qué te parece?

Asentí.

—Tú —dije—, desde ahora diriges el espectáculo, querido Thrupp, y yo estaré encantado de hacer lo que me digas, aunque no veo por qué he de irme a dormir cómodamente, mientras que tú y Haste estarán levantados. Por otra parte, me parece muy buena idea que alguien esté cuidando continuamente a las jóvenes.

—Precisamente —dijo Thrupp, levantándose con lentitud—, y tú, sin duda, eres el hombre indicado. Bueno, voy a telefonear para que Haste esté aquí al anochecer. Supongo que el teléfono está todavía en el mismo sitio, ¿no? .

Afirmé con la cabeza y pensativamente lo contemplé mientras se encaminaba con lentitud hacia adentro. Yo tenía mucho que pensar, y mi cerebro estuvo tan activo durante algunos minutos que al principio no me di cuenta del tiempo que empleó en telefonear. En rigor, transcurrió casi un cuarto de hora antes de que apareciera, y aunque su aspecto parecía bastante indiferente, sus ojos me dijeron que algo le había inquietado. Pero volvió a sentarse y se sirvió más cerveza antes de hablarme sobre el asunto.

—El caso se complica —dijo tranquilamente un momento después—. Puede que te interese saber que algún granuja, premeditadamente, ha cortado los alambres del teléfono donde salen de la casa, a la vuelta. Como sé lo defectuosas que son las comunicaciones en el interior pasó algún tiempo antes de que me diera cuenta de ello.

—¡Diablos! —exclamé excitado—. ¿Estás bien seguro?

—¡Claro que lo estoy! Revisé el cable interno en toda su longitud, y no encontrando nada anormal saqué la cabeza por la ventana de la despensa y miré hacia arriba. El corte probablemente no se ve desde afuera por la enredadera, pero desde abajo se nota claramente. ¿Qué te parece esto?

—Pues —repliqué—, parece como si alguien quisiera empezar ya el acto. En todas las obras de Burt y en una o dos mías, el corte de los alambres telefónicos es el tiempo preliminar establecido para hacer toda clase de crueldades. Y también señalaría que los villanos de Burt son los superiores intelectuales y que yo ciertamente nunca hubiera cometido error tan infantil.

—¿Cómo error?

—¡Hombre!, cualquier tonto sabe que si alguien va a cortar la comunicación es una cosa elemental que debe hacerlo lo más tarde posible y no con horas de anticipación. Hay siempre la probabilidad de que la víctima necesite el teléfono, como nosotros ahora, y que habiendo descubierto la maniobra se ponga en guardia. Ha sido una suerte que hayas tenido que comunicarte con el sargento, ¿verdad?

Thrupp gruñó un asentimiento, pero antes de que pudiera discutir el asunto, un fuerte grito de Barbary nos hizo mirar bruscamente hacia la casa. Barbary estaba en la puerta y nos hacía señas. Nos levantamos y fuimos hacia ella.

—Es hora de comer —nos dijo—. He encerrado a la joven en su cuarto, Roger, con media gallina fría, una botella de ginebra y jugo de lima, así es que por un rato no tenemos que preocuparnos por ella. Y a propósito, pensé que sería mejor comer afuera para estar listos en caso necesario, aunque no puede suceder nada todavía. ¿No es cierto, Me. Thrupp?

Thrupp parecía dudoso.

—No me fiaría mucho —dijo al sentarnos a la mesa.

—Sé que el ultimátum oficial vence a medianoche, pero no me fiaría ni media pulgada de estos granujas. Por lo que sé de ellos, podrían hacer el chiste de darle tiempo hasta medianoche y después dar el golpe a las once. ¿No ha podido conseguir usted algunos detalles de ella, Barbary?

—Ni uno. Y a propósito, esto me recuerda que estoy absolutamente a obscuras en el asunto, aunque ustedes parecen haberlo pasado por alto. Ha sido todo tan precipitado desde que Roger me llamó por teléfono que no he tenido tiempo de descubrir nada. Antes de que sigamos más adelante debo insistir en que se me diga todo lo que saben ustedes. Es lo que corresponde, y tú me lo prometiste, Roger.

—Muy acertado —replicó Thrupp—. Podría agregar que yo mismo apreciaría muchísimo una detallada relación de todo lo sucedido. Necesito saber todo lo que te ha dicho Miss Hurst, y una relación completa de todas tus andanzas en ese bodegón. Hay una probabilidad de que ella haya dejado escapar algo que pudiera ajustarse a lo que ya sé y dar sentido a algunas cosas que ahora parecen tonterías. Y antes que nada, Roger, me gustaría saber, en primer lugar, cómo vino Miss Hurst a pedirte ayuda, cómo la conociste y por qué te eligió a ti entre todos sus amigos para salir del lío en que se ha metido. Esto no es curiosidad frívola o vulgar. Puede resultar muy importante que sepamos la historia desde el principio. Y no necesitas ahorrarte nuestros rubores ni los tuyos.

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