Read El caballero de Alcántara Online

Authors: Jesús Sánchez Adalid

Tags: #Histórico

El caballero de Alcántara (42 page)

BOOK: El caballero de Alcántara
10.62Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Beatriz (Gracia de Luna) será en todo momento la administradora de la fortuna familiar, y Brianda (cuyo verdadero nombre era Reina) terminó por no soportar más esta situación. Entonces se inició un pleito entre ambas hermanas, cuando esta última acudió a la autoridad veneciana para pedir que se le otorgase la mitad del patrimonio de los Mendes. El pleito duró al menos cinco años: una primera sentencia del tribunal veneciano es de septiembre de 1547 y otra definitiva de diciembre que cede a Brianda la mitad de la herencia de los Mendes, quedando depositada en las oficinas de la Zecca veneciana hasta que la otra Beatriz, hija de ésta, alcanzase los dieciocho años.

Gracia Nasi no se sintió ya segura en Venecia. Y repentinamente, durante la noche de 1549, decide huir a Ferrara. Reina fue denunciada por un agente francés empleado de los Mendes a quien ella sobornó en su anterior litigio. Fue detenida y llevada a prisión, y las jóvenes, Brianda y Beatriz (en realidad Reina la Joven y Gracia la Joven), recluidas en un convento. Entonces, como tantas veces, José empleó sus notables destrezas diplomáticas para lograr que el sultán turco exigiera la liberación de Gracia.

Reconciliadas al fin ambas hermanas y con sus hijas nuevamente bajo su custodia, la familia entera se reunió en Ferrara. Allí, en 1550, Gracia se despojó de su identidad cristiana y confesó abiertamente su judaísmo. A partir de ese momento fue conocida como doña Gracia Nasi, en lugar de Beatriz de Luna, e intensificó su ayuda a los expatriados marranos. Además, financió la publicación de numerosos libros, entre ellos, la primera traducción de la Biblia hebrea al español, así como otras obras en hebreo, español y portugués, y se empleó intensamente socorriendo y animando a la comunidad judía.

Pero el clima de intolerancia cristiana en Europa se intensificaba. Los judíos pudientes empezaban a mirar hacia Constantinopla, donde eran mejor recibidos por el sultán turco Solimán, a quien Gracia Nasi le estaba agradecida por facilitarle sus gestiones en favor de los hebreos huidos. En 1553 trasladó su familia y su fortuna a la capital del Imperio otomano. Allí las comunidades judía y marrana de la ciudad les recibieron con gran magnificencia, como si de príncipes se tratara, pues para ese entonces se había convertido en una verdadera leyenda para el pueblo hebreo en la diáspora.

Doña Gracia se estableció en una imponente mansión en los suburbios, en el célebre barrio de Ortaköy, donde celebraba lujosos festejos, recibía a sus congéneres y ofrecía comidas gratis a ochenta pobres cada día. El comercio de lana, sedas y especias prosperó en el Imperio turco, tal como lo había hecho en la Europa cristiana. Y ello propició que «La Señora», como ya se la conocía entre los judíos, pudiera continuar sus buenas obras como patrona de sabios, academias y sinagogas en Constantinopla, Salónica y otros lugares.

Y en Turquía cumplió una promesa que le había hecho a su difunto esposo: que vería la manera de darle sepultura en la Tierra de Israel. Al hallarse Palestina bajo el dominio otomano, logró que los restos de su esposo salieran secretamente de Lisboa y fueran enterrados nuevamente al pie del Monte de los Olivos.

Cuando en 1554, la Inquisición llegó a Ancona, decenas de marranos que ejercían el comercio en aquel puerto fueron arrestados y torturados. Con la ayuda del sultán, doña Gracia logró que algunos de ellos fueran liberados por ser súbditos turcos. Aunque la mayoría fueron obligados a confesar su error. Y veinticuatro de ellos que se negaron a renegar de su fe murieron en la hoguera.

Como represalia, los Mendes organizaron un boicot general del puerto de Ancona por parte de la comunidad financiera judía del Imperio otomano. Pero, a pesar de que muchos líderes judíos apoyaron su propuesta, finalmente fue rechazada al oponerse el rabino de la Gran Sinagoga de Constantinopla.

Doña Gracia Nasi se había pasado la vida trasladándose de un refugio inseguro a otro y, como tantos judíos, soñaba con la reconstrucción del verdadero hogar de su pueblo, la patria de Israel. En 1560, los Nasi propusieron al Sultán que le fuera vendida la tierra de Tiberíades con siete aldeas adyacentes, a cambio de recaudar allí los impuestos y de una cuota anual de mil ducados.

Solimán accedió y don José Nasi fue nombrado gobernador de Tiberíades. Éste envió entonces a José ibn Adret como delegado suyo para que supervisara la reconstrucción de la ciudad y sus murallas.

Se conservan documentos que acreditan que por entonces doña Gracia estableció una academia talmúdica que atrajo eruditos, rabinos y sabios en diversas materias. Así como que mandó construir un palacio para sí misma cerca de las fuentes termales de Tiberíades. Por su parte, don José importó ovejas y moreras para producir lana y criar gusanos de seda que aportasen la base de una rentable industria textil en la ciudad que sustentase a la población judía llegada desde todo el mundo. Sin embargo, los Nasi no se adaptaron a la vida allí y no tardaron en regresar a Constantinopla.

Doña Gracia murió en el verano de 1569 a la edad de cincuenta y nueve años, dejando un hondo pesar en las comunidades judías. Su memoria se perpetuó en publicaciones eruditas y fue alabada en las sinagogas, siendo comparada con las grandes heroínas bíblicas: «la corona de la gloria de las mujeres virtuosas».

Don José Nasí

Cuando la familia judía conversa Mendes fue acogida en la corte de doña María de Hungría, hermana de Carlos V y regente de los Países Bajos españoles, doña Beatriz de Luna llamó a su sobrino mayor, Joao Miguez (después José Nasi), cuyo padre había sido médico del rey de Portugal. El joven marrano fue admitido en el círculo íntimo de Maximiliano de Habsburgo, que más tarde heredaría el trono del Sacro Imperio romano, llegando a ser su camarada y compañero de torneos.

Entonces iniciaba su ascenso vertiginoso este judío, que adoptó luego el nombre de José Nasi (príncipe, en hebreo) y llegaría a ser uno de los hombres más ricos, célebres y poderosos del siglo
XVI
. Se le llegó a considerar un verdadero monarca entre las comunidades hebreas y mantuvo por toda Europa agentes y amistades que constantemente le informaban cuanto ocurría en la cristiandad.

En 1553 se establecieron en Constantinopla Gracia de Luna y su parentela. Posteriormente se les uniría José Nasi, el cual se casó con su prima Raina. Allí alcanzaría la cima del poder. Influyó decisivamente en el sultán turco, intervino en asuntos de la mayor envergadura política y llegó a vengarse de España alentando la revuelta de los holandeses. Se le concedió el ducado de Naxos y de las Siete Islas, que gobernaba por medio de sus servidores y gozó en Constantinopla, donde residía, de prerrogativas principescas. Ningún judío de su tiempo pudo soñar siquiera alcanzar tanto poder.

El comerciante alemán Hans Dernschwam nos habla de él en estos términos:

El mencionado portugués, como otros españoles de la corte imperial, debe de haber practicado en justas y torneos. Se ha traído toda suerte de equipos, como armaduras, yelmos, armas de fuego, lanzas largas y cortas, así como hachas de combate y horquetes, grandes y chicos. Y hasta en su jardín de gálata ha conservado esta momería de hacer que sus servidores lidien y jueguen.

Resulta cuando menos sorprendente que una historia tan apasionante, que parece sacada de los cuentos de
Las mil y una noches
, sea tan poco conocida y pertenezca hoy casi exclusivamente a los muy reducidos círculos de los eruditos.

Por esas casualidades de la vida, tuve la suerte de dar en una librería especializada de Venecia con algunos documentos muy interesantes acerca de los judíos sefardíes que se instalaron en la serenísima república en el siglo
XVI
. De entre ellos, me llamó la atención la singular historia de los Mendes portugueses. Comencé a seguirles la pista y hallé una sustanciosa información en tres libros: dos de ellos de Riccardo Calimani,
Storie di marrani a Venezia
(Milán, 1991) y
Storia del guetto di Venezia
(Milán, 1995); el tercero es un vasto ensayo de Brian Pulían que lleva por título
Gli ebrei d'Europa e l'Inquisizione a Venezia dal 1550 al 1570
.

Se ha escrito con frecuencia que Nasi y sus parientes huyeron a Turquía por haberse negado doña Gracia de Luna a que su hija se desposara con el anciano don Francisco de Aragón. Según el historiador judeobritánico Cecil Roth, que es quien con mayor detenimiento ha estudiado a los Mendes, ese argumento no es válido, dado el poder que tenían y que se mantenía intacto cuando Nasi se encontró con el emperador en Ratisbona, casi dos años después de la partida de sus familiares. Dubnow afirma que la familia de Nasi escapó de la Inquisición y que éste se instaló en Constantinopla por requerimiento de Solimán. «El sultán Solimán —escribe— notó las aptitudes de José y lo atrajo a su corte». Pero, sin embargo, todo parece apuntar a que decidió establecerse en la capital turca porque existían fundados elementos para creer en una posible victoria del Gran Turco sobre Occidente. Y para muchos, Solimán II el Magnífico, el adversario jurado de la cristiandad y particularmente de España, parecía estar llamado a gobernar un inmenso imperio que abarcase también los territorios que un día pertenecieron a los emperadores romanos. Si se cumplía este sueño de los musulmanes, el judaísmo podría albergar la esperanza de alcanzar una patria. Por eso tantos marranos emigraron a Turquía, ocupando allí posiciones influyentes, y contribuyeron a la causa del islam expiando para ella.

Dice Roth que «Debió de haber sido una persona singularmente fascinadora en esta época. Contemporáneos suyos sin ningún motivo para lisonjear atestiguan su planta vigorosa, su hermoso aspecto y su encanto personal. A todo esto se sumaba una gran fortuna, maneras refinadas y una amplia experiencia. Su conocimiento del mundo era memorable. Había sido una figura familiar en la corte de Bruselas. Había conocido íntimamente a la reina regente de los Países Bajos, al rey Francisco I de Francia, y hasta al mismo Santo Emperador romano, el severo, fanático Carlos V, que lo había hecho caballero, y a su hijo, Felipe II de España».

Tras la muerte de Solimán en 1566, Selim II el Borracho fue proclamado sultán. En la ceremonia de entronización José Nasi ocupaba un lugar principal. El nuevo sultán «lo elevó al rango de
muteferik
o "caballero del séquito imperial"… y en los documentos oficiales se le mencionaba constantemente como Frank Bey Oglu, o Príncipe franco (esto es, europeo), o si no Modelo de los notables de la nación mosaica».

Y no podía ser de otra manera, ya que don José lanzaba constantemente llamamientos a los judíos de todo el mundo para reunidos en una nación. Todo hebreo podía instalarse en el territorio judío independiente establecido en el siglo
XVI
en Palestina bajo la protección del sultán otomano. El rumor de que se había levantado una nueva ciudad sobre las ruinas de Tiberíades, y de que se construía una patria judía en Éretz Israel, impresionó a los judíos de Europa y les llenó de esperanzas. El entusiasmo cundió entre las masas perseguidas y errantes que veían una luz mesiánica en José Nasi.

El intento de Felipe II de devolver a la cristiandad Los Mendes

La información que constaba en España acerca de Joao Miques (o Juan Micas, como se le llama en los documentos) decía que era un judío de origen portugués —y, más lejano, español— que residió en Amberes desde 1530 y en Venecia entre 1549 y 1553, hasta su expulsión, entre otras razones, por ser acusado de espiar para los turcos. Y que luego se instaló en la corte de Solimán, donde gano la confianza del sultán sobre todo por sus habilidades como espía.

Andrés Laguna —cautivo en Constantinopla poco tiempo atrás— hace referencia a él en su obra autobiográfica
Viaje de Turquía
:

Los primeros días que Juan Micas estuvo viviendo en Constantinopla como cristiano, fui a verlo diariamente y le rogué que no hiciera una cosa tal como convertirse al judaísmo por cuatro reales, pues algún día el diablo se los quitaría. Lo encontré tan firme (en su fe) que naturalmente me fui de allí consolado; pues me aseguró que no volvería a visitar a su tía, y que deseaba regresar (a Occidente) en seguida. Puede usted juzgar mi sorpresa cuando supe que se había convertido ya en uno de los del diablo. Cuando le pregunté por qué lo había hecho, me dijo que era para no quedar expuesto a la Inquisición española. Le contesté: «Pues sepa usted que estará más expuesto a ella aquí, si vive; pero no creo que sea por mucho tiempo, y enfermo y arrepentido de ello.

También el comerciante alemán Hans Dernschwam habla de él en sus escritos:

Ha estado en la corte del emperador del Santo Impero romano. Los prisioneros cristianos lo conocen de vista… Los judíos que lo rodean a diario no están de acuerdo en cuanto a su nombre, a fin de que la gente no llegue a conocer a tales pillos. Se dice que lo han llamado Zuan Mykas, o Six; dicen que su padre era un médico de nombre Samuel. Este pícaro a quien acabo de mencionar llegó a Constantinopla en 1554 con más de veinte sirvientes españoles bien trajeados. Lo atienden como si fuera un príncipe. Él mismo traía ropas de seda bordeadas de marta. Delante de él marchaban dos jenízaros con varas, con lacayos montados, según la costumbre turca, a fin de que nada pudiera ocurrirle. Se circuncidó en el mes de abril de 1554… Es un hombre alto con una barba negra muy cuidada… Los sirvientes que han llegado con él y con las mujeres se han circuncidado también y se han hecho judíos…

Quien más tarde fuera arzobispo de Gran, Antonio Veranciscus (Verántius), que estuvo en Constantinopla en misión diplomática, describió en uno de sus despachos a su vuelta a Nasi como hombre que «tanto por su aspecto como por su trato abierto, el porte de su figura y su conversación se prestaba más para ser cristiano que judío».

José Nasi era uno de los grandes personajes de la corte turca. Y su influencia en el sultán no era disimulada. En Constantinopla se le conocía por «el Gran Judío». Los embajadores extranjeros lo visitaban con frecuencia y le pedían consejo e intervención en los asuntos, escuchaban con deferencia sus opiniones para saber cosas acerca de la Sublime Puerta. En la correspondencia diplomática de la época se encuentran constantemente referencias a su persona, ya sea bajo el nombre de Giovanni o Jean, Jehan, Joseph, Micas, Nasi, el Gran Judío o el Judío Rico.

Por estas informaciones y otras muchas por el estilo llegadas a la cristiandad, José Nasi (Joao Micas) desde 1569 se convirtió en objetivo de los servicios secretos españoles. Primeramente se buscó la manera de eliminarlo, pero después Felipe II intentó ganárselo para devolverlo a la cristiandad y sacar provecho de su ingente fortuna. El virrey de Sicilia, marqués de Pescara, aconsejaba al Rey Católico que se ganase al poderoso marrano porque: «sería hacerle menos al Turco una cabeza que tanto vale y mano tiene en los negocios de por allá […] cuando más que tendría en el Vuestra Majestad, por su mucha experiencia y noticia que ha alcanzado de las cosas de Levante, grandísimo caudal por la razón de saber los secretos del enemigo que podrían excusar trabajos con prevenirlos».

BOOK: El caballero de Alcántara
10.62Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Varius: #9 (Luna Lodge) by Madison Stevens
Power of the Pen by Turner, Xyla
The End of the Trail by Brett Halliday
Masquerade by Nyrae Dawn
Nora Roberts Land by Ava Miles