—¿Sabes en que consiste?
—Se dice que la magia blanca lo creó para defenderse de los embates de los demonios. Para sellar a alguien es preciso hacer una ceremonia donde se dicen una serie de oraciones muy poco conocidas y luego, la carne del sujeto se quema con una gran letra C en un hierro incandescente.
—¿Qué significa la C?
—No lo sé. Quizá ni siquiera se trate de una letra C tal como la conocemos. Puede que sea algún signo con otro significado, todas estas cosas vienen de tiempos y sitios muy lejanos.
—¿Dónde se puede indagar más al respecto?
—Se dice que algunos ejemplares de textos oscuros vinieron a América. Es posible que en Haití exista algún ejemplar del libro de hechizos y que los padres de Candau lo tuvieran en alguna oportunidad.
—¿Lo tendrá la vieja consigo?
—Todo está dentro de lo posible.
—Quizá deberíamos indagar un poco.
—Sigo pensando que es mejor mantenerse al margen. Además, si el dichoso libro existe, debe estar custodiado de personas como tú y como yo, somos herejes para la misma iglesia que decimos servir.
—Pero una buena acción podría reivindicarnos, sino ante los hombres, si ante Dios.
—No sé si Kennedy sea alguien que nos pueda redimir.
—Su corazón aún es puro.
—Quizá si y quizá no, pero creo que pronto sabremos de que está hecho el sacerdote.
Johnson era sin duda más visceral que Bronson y comenzó a maldecir sin cuidarse de bajar la voz, su compañero se había quedado estupefacto, no tenía sentido, aquel ataúd estaba vacío y en él no se advertía siquiera señales de descomposición del cuerpo de aquel chico. Alexander corrió a mirar solo para mostrar su quijada caída, tampoco podía dar crédito a lo que miraban sus ojos.
—Esto no puede ser, es un ultraje —decía mientras Bronson intentaba que no pisoteara de más aquella tierra que había sido excavada.
—Cálmese señor McIntire, todo esto tiene que tener una explicación y entre más pronto nos centremos en encontrarla, más pronto saldremos de este caso.
—Creo que está muy claro —dijo McIntire.
—¿Qué es lo que está claro para usted?
—Alguien ha profanado la tumba de Jeremy y de seguro lo que desean es hacerlo de alguna manera responsable de las muertes de estos sujetos.
—No diga tonterías, el hijo de su esposa está muerto y eso no lo puede cambiar nadie.
—El brujo…
—¿Qué dice?
—El maldito sacerdote que ustedes tienen prisionero…
—No comience a decir estupideces.
—El hizo creer a mi mujer que Jeremy podía volver de la tumba y de alguna manera se las ha agenciado para que esto parezca una resurrección.
—No hay muertos que se desentierren solos y mucho menos que vuelvan a dejar las cosas como estaban para que nadie sospeche de que siguen con vida.
—De eso estoy seguro, no me tome por un imbécil.
—Tranquilícese —dijo Bronson endureciendo el tono de voz— no soy como su mujer para temerle.
—No estará insinuando que yo…
—No insinúo nada, pero si no se calma tendré que tomar medidas que no quiero.
—Será mejor que me marche, debo decirle a mi esposa antes de que ustedes lo hagan.
—No sé si deba.
—Pues tendrá que arrestarme, porque no dejaré que vayan ustedes con su historia a llenarle la cabeza de ideas equivocadas.
McIntire comenzó a caminar hacia el automóvil cuando Bronson lo alcanzó:
—Señor McIntire —¿Vio usted el cadáver de Jeremy?
—Por supuesto.
—¿Y está seguro de que estaba muerto?
—Tan seguro como que está anocheciendo, espero no esté pensando que todo lo que Jenny ha dicho pueda ser verdad.
—Por supuesto que no, no creo en zombis si es a lo que se refiere. Pero bien podría ser que Jeremy haya fingido su muerte.
—¿Y por qué haría tal cosa?
—Para salir del encierro en que usted y su esposa lo tenían.
—Tendría que haber contado con alguien que lo ayudara.
—¿No se le ocurre nadie que pueda haberse prestado?
—El chico Bonticue o el mismo Kennedy.
—Dudo que el padre se preste para tal cosa. En cuanto al chico Bonticue, podría ser…
—¿Por qué haría tal cosa?
—No lo sé, creo que tendré que volver a hablar con él.
—Tiene sentido, fue él quien los dirigió hacia la exhumación.
—¿Y que lograría con eso?
—Darle cuerpo a la leyenda de que su amigo se convirtió en un zombi.
—Me ha dicho que con Jeremy solían asustar a las chicas, usted sabe, una forma macabra de seducir.
—Los chicos de hoy en día son bastante extraños.
—No demos nada por sentado.
—Lamento haberme ofuscado —dijo McIntire con gesto infantil.
—Entiendo su preocupación por su mujer y su salud mental, pero le agradeceré no decirle nada hasta que Johnson o yo estemos presentes.
—¿Y eso cuando sería?
—Una vez llenemos el papeleo, creo que esta misma noche o mañana por la mañana.
—Cuando salí Jenny dormía profundamente, creo que no se despertará hasta mañana.
—Entonces iremos mañana temprano y recuerde, ni una palabra al respecto de lo que hemos encontrado hoy.
—No le diré nada a nadie, pierda cuidado.
—Aprovecharé la noche para hablar con Francis Bonticue y con el padre Kennedy.
Alexander se marchó con la preocupación de que en su cara, Jenny pudiese notar la contrariedad que había vivido al descubrir el féretro vacio, si bien es cierto no deseaba ver el cuerpo descompuesto de aquel muchacho, tenía que admitir que no ver nada allí había sido impactante. ¿Quién podría estar interesado en robar el cadáver de aquel joven? Quizá la mejor explicación era la que había esbozado Bronson, quizá Francis en una estúpida broma juvenil lo había sacado para luego inventar todo aquel disparate de que había regresado de entre los muertos. Que fuera Kennedy el actor de aquel hecho sería sin duda más tétrico e inaceptable. Así como le había inculcado aquellas ideas estúpidas en la mente de su esposa, era probable que hubiera robado el cuerpo para luego hacer gala de las supercherías que había traído de la isla. Debió pedirle al detective que también exhumaran al amigo del sacerdote, si había sido profanada su recién ocupada tumba no quedaría dudas de que Adam Kennedy era quien estaba detrás de aquel macabro hecho. ¿Estaría Kennedy formando un ejército de zombis? Que estupidez, pensó para sí mientras entraba al coche, ¿para qué querría alguien un ejército así? Además, Kennedy era sacerdote y el cementerio tierra santa, cómo perpetrar un acto vandálico como aquel, ¿Qué ganaría el sacerdote con eso? Puso su coche en marcha y no se atrevió a encender la radio, quería seguir meditando sobre toda aquella situación y la mejor forma de enfrentar a Jenny que sin duda al enterarse, daría por cierta la resurrección de su hijo.
Bronson calmó a Johnson que seguía enfurecido sin saber bien el por qué.
—¿Qué te pasa?
—Odio tener razón desde un primer momento y que no me crean.
—¿Y respecto a qué tenías razón?
—A que Kennedy está detrás de todo esto.
—No creo que tengas bases para hacer tal afirmación.
—Para mi está claro. Tres personas relacionadas con este hombre, quizá cuatro si contamos al amigo que acaba de enterrar, han muerto y el común denominador de todos ellos es la maldita relación que tenían con Kennedy.
—Lo mismo puedo pensar de los McIntire.
—Pero su hijo fue asesinado.
—Solo era hijo de Jenny, eso hace a Alexander sospechoso.
—También está lo del crucifijo encontrado.
—Que también puede habérsele caído cuando estos hombres lo asaltaron o el mismo Alexander McIntire lo tomó cuando el cura forcejeaba con su mujer. Además, ¿qué motivos podría tener Kennedy para asesinar a este chico?
—Eso aún no lo sé.
—Por otra parte, puede que McIntire si tuviera un motivo y arreglara la muerte de Jeremy.
—¿Hablas de que contrató a esos sujetos?
—Piénsalo, McIntire necesita deshacerse de Jeremy, contrata a esos fulanos, los tipos lo matan y luego lo intentan extorsionar, McIntire decide no pagar y se las arregla para sacarlos de la ecuación.
—¿Y estos tipos asaltan a Kennedy?
—Quizá McIntire les solicitó un segundo trabajo para emboscarlos…
—Y Kennedy apareció de pronto arruinando sus planes.
—Cuando Kennedy vapulea a los dos tipos, Alexander que mira toda la escena, regresa a casa a fraguar su plan, recibe a Kennedy, le roba de alguna forma el crucifijo y luego lo deja en la escena del crimen que él cuidadosamente había planeado.
—¿Si? Te crees muy listo con esa teoría. Veamos la mía. Kennedy tiene un oscuro secreto que trae desde la isla de Haití, algo realmente escabroso, huye de la isla pensando que en América estará a salvo pero su amigo Renaud lo sabe, tiene que salir de él cuanto antes pero no quiere lucir demasiado obvio así que da un compás de espera, se relaciona con Jeremy y éste de alguna manera descubre su secreto, lo manda a asesinar con aquellos hombres, Renaud que comienza a sospechar de que él será la próxima víctima se hace demasiado peligroso y decide matarlo usando a los mismos tipos, queda con ellos de pagarles el trabajo y es cuando se da la riña en media calle que sorprenden los policías, con lo que no puede concluir su plan, le pide a los policías que no detengan a los presuntos ladrones porque teme que en un interrogatorio se les afloje la lengua, los tipos son liberados y Kennedy que para ese momento ha salido de la casa de los McIntire los busca, los asesina y los cuelga en la iglesia para incriminar a cualquiera menos a un sacerdote, su crucifijo que luego de forcejear con Jenny McIntire está por caerse y termina haciéndolo en la iglesia. Ryan, lo descubre y de alguna manera lo encubre, pero luego se atemoriza y lo llama por teléfono pidiéndole que diga la verdad a los policías, en otras palabras, que se entregue, Kennedy no está de acuerdo y lo asesina.
—¿Y que hay del cuerpo de Jeremy?
—Teme que haya huellas en el chico que coincidan con las de Renaud, lo que sin duda uniría los dos crímenes y quizá las huellas que encontraríamos serían las de los tipos de la iglesia.
—No puedo negar que tu teoría es fantasiosa.
—No más que la tuya.
—Tienes razón, lo que nos dice que seguimos sin saber mucho de este caso.
—Ahora tenemos a posibles cinco asesinados y nos falta un cuerpo.
—A Ryan aun no lo entierran, los dos hombres serán enterrados en fosas comunes y…
—¿Crees que debemos exhumar a Renaud?
—Será más sencillo obtener la orden ahora que este cuerpo no apareció en su tumba. Estoy seguro que el juez Vinton dará la orden con tal de que no se haga un escándalo en la ciudad.
—¿Qué hacemos con Kennedy?
—No podemos retenerlo más de veinticuatro horas más.
—Será suficiente para buscar huellas en el cadáver de Renaud.
—Pediré que le tomen huellas a los tipos de la iglesia.
—Y de paso al padre Ryan.
—Solo espero que de verdad el cadáver de este tipo Jean Renaud no haya sido robado.
—Deberíamos custodiar el de Ryan y el de esos sujetos.
—Llama a la morgue, para que tomen las huellas que puedan y de paso que un par de uniformados estén custodiando los cuerpos de estos hombres y de Ryan.
—La iglesia puede que se oponga.
—Ya hablaremos con ellos, si no quieren un escándalo de grandes proporciones, colaborarán con nosotros.
—¿Qué hay de Kennedy?
—Iré a verlo de inmediato, tu en tanto, vuelve al chico Bonticue.
—¿Crees que sepa algo?
—No podemos descartar que incluso sea quien se robó el cadáver de su amigo.
Bronson condujo hasta la oficina de detectives que parecía tener mayor actividad de la acostumbrada, las fiestas siempre terminaban en escándalos públicos y adictos muertos y por eso odiaba el Mardi Grass. Al llegar la secretaria le salió al paso.
—Adam Kennedy ha estado preguntando por usted insistentemente.
—¿Ha pedido un abogado?
—Dice no necesitarlo, solo quiere hablar con usted.
—Aun así debemos proveerle de uno si no queremos echar el caso por la borda.
—¿De verdad le parece que el hombre pueda ser un asesino?
—¿Por qué lo pregunta?
—Porque el hombre se ha pasado orando, en un lenguaje muy extraño, pero sé que son oraciones porque suele hacer la señal de la cruz.
—¿Lo has notado ansioso?
—Tanto como lo estaría cualquiera a quien tengan detenido acusado de matar a un amigo y de paso sacerdote.
—Quizá tengas razón y este tipo no sea culpable, hasta ahora no tenemos más que evidencias circunstanciales, nada que pueda ser de peso en un juicio.
—¿Y que hay del aquelarre que harían Johnson y tú esta tarde?
—Si te refieres al cadáver, debo decirte que no está.
—¿No está?
—Alguien lo ha robado.
—¿Quién puede robarse un cadáver y para qué?
—Eso aun no lo sé.
—Pero piensas que Kennedy te puede dar una pista.
—Ya veremos, iré a hablar con él.
Bronson caminó hasta las celdas del sótano y apenas bajó las escaleras Kennedy comenzó a llamarlo.
—Detective, tengo que hablar con usted.
—Entonces hablemos, padre Kennedy.
—¿Ya hizo lo que quería con el cuerpo de Jeremy?
—Si se refiere a si hicimos la exhumación, la respuesta es sí.
Bronson se quedó escrutando los ojos grises del padre a la espera de algún gesto que dejara saber que ya sabía los resultados, pero Kennedy no mostró más que la ansiedad por saber lo que el detective no acababa de decirle.
—¿Y bien?
—Padre Kennedy —dijo sentándose frente al sacerdote y mientras se rascaba una ceja— hábleme de su relación con Jeremy.
—Ya hemos hablado de eso, el chico estaba confundido y traté de guiarlo al camino correcto.
—Pero él no quería salir de las drogas.
—Así es. Creo que de alguna manera se sentía a gusto en ese mundo en que se metió.
—¿Tuvo usted algo que ver con que Jeremy se interesara en ese mundo mágico?
—Supongo que traté de alejarlo y solo logré que tomara mayor interés.
—¿Qué hay del chico Bonticue?
—¿Francis? Es solo un mal imitador de Jeremy, creo que el chico sufre de algunos trastornos de la personalidad y encontró en Jeremy un posible aliado para salir del estado de ansiedad en que estaba.