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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

El beso del arcángel: El Gremio de los Cazadores 2 (20 page)

BOOK: El beso del arcángel: El Gremio de los Cazadores 2
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Illium, que caminaba a su lado con un vivido interés, se tomó sus palabras como una pregunta.

—Muchos de ellos no lo habían hecho.

—Supongo que no. —Elena frunció el ceño cuando percibió el vestigio de una esencia que despertó sus instintos, pero se desvaneció tan rápido que no pudo identificar los elementos que la componían—. Tal vez solo quieran verte a ti. —Con el torso desnudo y los músculos propios de quien sabía muy bien cómo utilizar su cuerpo, el ángel era «un bocadito delicioso», como lo habría descrito Sara.

Illium esbozó una sonrisa maliciosa.

—Tus alas están dejando un surco en la nieve.

Elena echó un vistazo a su espalda y descubrió que las puntas blancas de sus alas estaban llenas de hielo.

—No es de extrañar que las sintiera entumecidas. —Tras replegar las alas, se dio cuenta de que habían entrado en una de las avenidas principales. La calle estaba llena de actividad, pero bajo todo ese bullicio se percibía el zumbido de un hambre mortífera—. ¿Todos los vampiros conocen este lugar?

—No, solo los que son de confianza.

Eso convertía el secuestro de Sam en algo aun más vergonzoso. No obstante, todo el mundo sabía que el vampiro solo había sido una herramienta. Era el ángel quien importaba, el ángel que sería sentenciado a la muerte más dolorosa conocida por los inmortales, y ellos habían tenido muchísimo tiempo para idear métodos de tortura.

Cuando captó un leve matiz de cítricos, giró a la izquierda, hacia una zona en la que casi no había ángeles.

—¿Hay algún huerto de naranjos en esta dirección?

—No. Los huertos de naranjos se encuentran en las zonas del Refugio pertenecientes a Astaad y a Favashi.

Chocolate. Naranjas. Olores leves, muy tenues.

Elena se puso de rodillas y apartó la nieve con la mano desnuda, ya que había descubierto que si bien aún sentía el frío, no corría peligro de congelarse.

—Yo podría escarbar por ti —se ofreció Illium, que se agachó a su lado. Su frente estuvo a punto de rozar la de Elena cuando se inclinó hacia delante. Una de sus plumas cayó al suelo: un matiz exótico contra el blanco inmaculado—. ¿Quieres que lo haga?

La cazadora hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Necesito profundizar capa a capa, por si acaso la nieve ha atrapado su... —Sus dedos rozaron algo duro, más frío que la nieve—. Parece un colgante, o una moneda. —Tras deshacerse de los copos blancos que se habían derretido sobre su piel, giró el objeto para contemplarlo a la luz.

Se le congeló el aliento en el pecho.

—Es el símbolo de Lijuan. —La voz de Illium era grave, dura. De pronto, el ángel simpático que la escoltaba se convirtió en el ser despiadado que había amputado las alas de sus enemigos con rigurosa eficiencia.

—Sí. —Jamás olvidaría ese ángel arrodillado de cabeza diabólica mientras viviera—. ¿Qué clase de arcángel utilizaría esto como emblema personal?

Illium no respondió, pero Elena no había esperado que lo hiciera. Luchando contra el impulso de arrojar ese perturbador objeto al agujero más profundo que pudiera encontrar, se acercó el medallón a la nariz e inhaló con fuerza.

Bronce.

Hierro.

Hielo.

Naranjas recubiertas de chocolate.

—El vampiro tocó esto. —Puesto que no deseaba seguir en contacto con ese objeto, lo depositó sobre la palma extendida de Illium—. Vamos.

—¿Tienes la esencia?

—Podría ser. —Sentía la llamada del aroma enterrado bajo la nieve, en peligro de desvanecerse si el sol invernal empezaba a calentar después de uno de esos rápidos cambios climáticos tan frecuentes en ese lugar.

Empezó a caminar en pos de ese rastro tenue.

—¿Qué hay ahí abajo? —Su objetivo era un pasadizo cubierto situado entre dos edificios cerrados a cal y canto. Parecía un agujero negro que no llevara a ninguna parte.

—Un pequeño jardín interior. —Se oyó un susurro metálico cuando Illium sacó su espada de la vaina—. Los ángeles que viven aquí están en Montreal, pero debería haber una farola encendida en la pared.

—Vamos. —Un metro más allá de la entrada del pasaje, la oscuridad se hizo total, pero la luz apareció al otro extremo un poco más adelante. Elena aceleró el paso y salió al brillante paisaje blanco que la aguardaba con un silencioso suspiro de alivio.

Era, tal y como Illium había dicho, un jardín cerrado, un retiro privado del mundo. Seguro que en verano estaba lleno de flores, pero en invierto poseía un encanto especial. La fuente de la parte central estaba apagada, con los dos pilones superiores y el estanque llenos de nieve. La nieve también cubría las estatuas que rodeaban el estanque (algunas por dentro y otras por fuera), todas con poses de movimiento paralizadas.

Al acercarse, Elena sintió una inesperada chispa de deleite en su interior: todas las estatuas eran niños, y sus rostros habían sido esculpidos por una mano afectuosa.

—¡Ese es Sam! —exclamó al ver una versión reducida del niño que tenía un pie en la fuente, las manos apoyadas en el borde y una expresión traviesa en los ojos—. Y también está Issi.

—Aodhan los utilizó como modelos. —Al ver su expresión interrogante, Illium añadió—: Uno de los Siete.

—Tiene talento. —Todas las estatuas estaban llenas de detalles, desde el botón desgarrado de una de las camisas hasta el cordón suelto de un zapato abandonado.

Mientras rodeaba esa obra de arte, la sonrisa de Elena se desvaneció. Se le retorcieron las entrañas al descubrir que alguien había mancillado ese lugar.

Naranjas recubiertas de chocolate.

Y bajo eso... comenzaba a asomar el horrible hedor de la podredumbre.

18

L
a furia la asaltó como una ola glacial. Quitó la nieve del borde para poder subirse en él. No tuvo que limpiar mucho la fuente antes de que sus dedos encontraran una carne que se había vuelto azulada a causa del frío. Retiró la mano y volvió la cabeza hacia Illium.

—Creo que hemos encontrado al vampiro que se llevó a Sam.

—Otra profanación. —Los huesos de su rostro se marcaron contra la piel mientras apretaba con los dedos la empuñadura de su espada—. Se lo he dicho a Rafael.

—¿Y Dmitri? —El número dos de Rafael se encargaba de muchas cosas, y puesto que el arcángel tenía programada una temprana «conversación» con Dahariel, Elena había supuesto que sería el vampiro quien se encargara de aquello.

—Se marchó a Nueva York poco después de que encontráramos a Sam —le dijo Illium, que enfundó su relámpago con un movimiento fluido—. Veneno es el más joven de nosotros. Como Galen ya no está en la Torre, algunos podrían empezar a albergar esperanzas equivocadas.

Elena pensó en la cantidad de tiempo que Rafael había pasado alejado de la Torre por ella, para darle tiempo a recuperar las fuerzas necesarias para enfrentarse al mundo. Se preguntó qué le habría costado eso.

—¿Veneno sería capaz de contener un ataque hasta que llegara la ayuda si fuera necesario?

—Por supuesto. Es uno de los Siete. —El tono de Illium hablaba alto y claro de los requerimientos necesarios para ser uno de los miembros de ese exclusivo club—. Además, la Torre fue construida como una fortaleza. Siempre hay alrededor de cien ángeles, y el mismo número de vampiros altamente cualificados, dentro de la Torre o en los alrededores.

Todo un ejército, pensó Elena. Sin embargo, los arcángeles no gobernaban precisamente por su benevolencia. Gobernaban porque tenían poder y no les preocupaba utilizarlo para reafirmar sus órdenes. En ese mismo instante, el vivo ejemplo de ese poder aterrizó en el jardín: un escuadrón completo de ángeles liderados por Galen.

El ángel pelirrojo se acercó a la fuente, y esa fue la primera vez que Elena tuvo oportunidad de examinarlo con detalle. Se sorprendió al descubrir que Galen tenía el aspecto de un matón. Medía bastante más de un metro ochenta de altura, tenía los hombros anchos y los muslos muy musculosos. Sus bíceps (uno de los cuales estaba rodeado por una fina banda de metal) eran los de un ser que cuidaba su cuerpo, y no ejercitándose en un gimnasio. Su rostro mostraba una mandíbula cuadrada y unos labios sensuales..., una de esas bocas que evocaba en las mujeres pensamientos tórridos, sudorosos y nada angelicales.

Los ojos del pelirrojo se clavaron en el cadáver.

—¿Crees que este es el vampiro que secuestró a Sam?

Tras descartar el desconcierto que le provocaba el aspecto tan humano y terrenal de ese ángel, Elena asintió con la cabeza.

—Tiene la esencia correcta y, por lo que sé, nadie ha sido capaz de imitar una esencia lo bastante bien como para engañar a un cazador nato.

Una leve inclinación de cabeza que hizo que su cabello captara el fuego de la luz del sol.

—Dejadnos espacio para poder desenterrarlo.

Elena retrocedió y observó a los ángeles mientras desenterraban y sacaban el cuerpo con cuidado de no pasar nada por alto. Tal y como había esperado, faltaba la cabeza: la decapitación era la forma más eficaz de matar a un vampiro, seguida de cerca por la incineración. Dejó que Galen y su tropa se encargaran de inspeccionar la fuente y la zona circundante mientras ella examinaba el jardín.

—No hay rastros —murmuró al final mientras contemplaba el estanque, ya vacío—. Dejaron caer al vampiro desde lo alto.

—El líder o uno de los ángeles que lo siguen. —Las alas de Illium creaban un vivo contraste con las alas blancas de los ángeles que habían llegado con Galen, quienes ya se marchaban con el cadáver.

Las alas de Galen le recordaban a Elena las de un aguilucho pálido: tenían un color gris oscuro con estriaciones blancas que solo resultaban visibles cuando se desplegaban para iniciar el vuelo.

—La cabeza no está aquí —dijo el ángel pelirrojo justo antes de que una ráfaga de viento, originada por el poderoso batir de unas alas, agitara la nieve.

Elena observó embelesada el aterrizaje de Rafael.

—Encontramos la cabeza —dijo el arcángel con un tono tan frío como el aire que los rodeaba—. La dejaron sobre la almohada de Anoushka, y tenía el sekhem grabado en la frente.

Elena estaba bastante segura de que el vampiro aún seguía con vida cuando sufrió esa humillación. Debía de haberse sentido aterrorizado al ver que el chacal al que adoraba se había vuelto contra él... ya que sabía a la perfección lo que le esperaba.

—Una provocación —dijo Galen—. Una provocación destinada a Neha y enviada a través de su hija.

—O un doble juego de lo más inteligente —murmuró Elena al recordar lo que había leído sobre Anoushka. Inteligente, ambiciosa y con una corte compuesta por muchos vampiros y ángeles poderosos, esa criatura era muy capaz de haberlo planeado todo. Sin embargo, también podrían haberlo hecho Nazarach y Dahariel.

—Si es una verdadera víctima—dijo Illium—, ¿cómo es posible que alguien se haya acercado tanto? Los guardias de Anoushka son letales.

—No existe la seguridad absoluta. Y, según parece, el ángel responsable de esto empezó a trazar sus planes hace meses.

—¿Jason? —preguntó Elena.

Un gesto de asentimiento que hizo que el cabello negro de Rafael se llenara de reflejos azules bajo la luz del sol.

—Uno de sus hombres consiguió sacar un mensaje de la corte de Charisemnon: al parecer, no existen pruebas de que la muchacha llegara a cruzar jamás la frontera. No obstante, Titus está convencido de que posee una prueba irrefutable, una grabación que le enviaron.

Fue Galen quien habló después.

—¿Estamos seguros de que quien hizo esto sigue en el Refugio?

—Los juegos políticos pueden dirigirse desde la distancia, pero este asunto es demasiado personal. Está cerca, ansioso por observar los resultados de sus actos. —La voz de Rafael poseía un tono distante que la asustó. La última vez que lo había oído hablar así, acabó sosteniéndola sobre un abismo, convertido en un ser que habría estado dispuesto a dejarla caer solo para poder sentir sus gritos.

Empezó a oír el zumbido de la sangre en sus oídos, así que tuvo que esforzarse para oír lo que Rafael dijo a continuación.

—Hay que pasar por alto las distracciones. Tal vez empezara esto con la intención de demostrar su poder, su derecho a formar parte de la Cátedra. Quizá se convenciera a sí mismo de que estas acciones le permitirían conseguir su objetivo...

—... pero, en realidad, el cabrón disfruta con sus jueguecitos perversos —concluyó Elena en su lugar, con el estómago revuelto. Porque esa clase de psicópata no se detendría hasta que alguien lo obligara a hacerlo. Y ya había demostrado que sentía predilección por los niños.

Unos ojos color cromo se enfrentaron a los suyos.

—Nuestro objetivo sigue siendo el mismo. Seguiremos intentando castigar el insulto a Noel y a Sam. Y también la renovada amenaza contra la vida de Elena.

Ella parpadeó. De pronto, el sol parecía calentar su piel con más fuerza.

—¿Qué?

—Se encontró una daga del Gremio en la boca de la cabeza que dejaron en la cama de Anoushka.

Furiosa a causa de tanta violencia, por las burlas continuas dirigidas al Gremio que le había dado una familia cuando la suya la desechó como si fuera basura, Elena sintió que su mente se calmaba, que su cerebro se congelaba.

—¿Qué dice el laboratorio forense? —Aunque no había hablado con Rafael sobre las posibles pruebas encontradas sobre el cuerpo destrozado de Noel, intuía que el Refugio disponía de ese tipo de laboratorio. Porque aunque los ángeles tuvieran el aspecto de unos seres salidos de los mitos y las leyendas, en su mayoría eran muy prácticos. No le sorprendería que tuvieran incluso un banco de ADN.

—El cuerpo está siendo procesado —respondió Galen—. Haré que mi gente examine el escenario de nuevo, pero intuyo que no encontraremos nada importante, como ocurrió con Noel y con Sam.

—La única pista era la esencia del vampiro muerto —dijo Elena, a sabiendas de que el tipo había sido asesinado por esa misma razón. Resultaba perturbador saber que su talento había firmado la sentencia de muerte de ese vampiro... Aunque, bien pensado, él ya se había encargado de eso al colaborar en el abuso brutal de un niño. Tensó la mandíbula—. ¿Sabemos quién era?

—Estaba bajo la protección de Charisemnon —dijo Rafael—. Era un vampiro de nivel medio seducido por la promesa de un ascenso.

Ese era un motivo tan humano que Elena supo que el arcángel no se equivocaba. Después de todo, todos los vampiros habían sido humanos una vez.

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