Read El beso de la mujer araña Online
Authors: Manuel Puig
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Así empieza el bolero de Mario Clavel
Mi carta
(que en la voz andrógina de Elvira Ríos me grabó Manuel para la versión teatral) y éstas son las primeras palabras de Molinita en el capítulo 7 de
El beso de la mujer araña.
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El investigador inglés D.J. West considera que son tres las teorías principales sobre el origen físico de la homosexualidad, y refuta a las tres.
La primera de ellas intenta establecer que la conducta sexual anormal proviene de un desequilibrio de la proporción de hormonas masculinas y femeninas, presentes ambas en la sangre de los dos sexos. Pero los tests directos efectuados en homosexuales no han arrojado un resultado que confirme la teoría, es decir; no ha demostrado una deficiente distribución hormonal. Según comprobaciones del doctor Swyer, en su trabajo «Homosexualidad, los aspectos endocrinológicos», la medición de niveles hormonales en homosexuales y heterosexuales no ha revelado diferencias. Además, si la homosexualidad tuviese un origen hormonal —las hormonas son segregadas por las glándulas endocrinas—, se la podría curar mediante inyecciones que devolviesen el equilibrio endocrino. Pero no ha sido posible, y en su trabajo «Testosterona en homosexuales masculinos psicóticos», el investigador Barahal explica que la suministración de hormonas masculinas a homosexuales hombres, solamente ha dado como resultado el aumento del deseo que siente el individuo por el tipo de actividad sexual a la que está habituado. En cuanto a los experimentos efectuados con mujeres, el doctor Foss, en «La influencia de andrógenos urinarios en la sexualidad de la mujer», dice que las grandes cantidades de hormonas masculinas administradas a mujeres producen sí un notable cambio en dirección a la masculinidad, pero sólo en lo que concierne al aspecto físico: voz más profunda, barba, disminución de senos, crecimiento del clítoris, etc. En cuanto al apetito sexual, aumenta, pero continúa siendo normalmente femenino, es decir que el objeto de su deseo sigue siendo el hombre, claro está si no se trata de una mujer ya con costumbres lesbianas. Por otra parte, en el hombre heterosexual, la administración en cantidad de hormonas femeninas no despierta deseos homosexuales, sino que redunda en una disminución de la energía sexual. Todo lo cual indica que la aplicación de hormonas masculinas a las mujeres y de hormonas femeninas a los hombres no revela una relación entre el porcentaje de hormonas masculinas y femeninas en la sangre y los correspondientes deseos sexuales. Se puede aseverar entonces que la elección del sexo del sujeto amoroso no guarda relación demostrable con la actividad endocrina, es decir las secreciones hormonales.
La segunda teoría importante sobre el posible origen físico de la homosexualidad es, según D. J. West la referente a la ¡ntersexualidad. Puesto que ha sido imposible comprobar una anormalidad hormonal en los homosexuales, se ha intentado rastrear otros determinantes físicos, alguna anomalía desconocida, y determinados investigadores entonces se dieron a la tarea de encuadrar la homosexualidad como una forma de intersexualidad. Intersexuales o hermafroditas son aquellos que no pertenecen físicamente por completo a uno de los sexos, si bien presentan rasgos de ambos. El sexo al que pertenecerá un individuo se determina en el momento de la concepción, y depende de la variedad genética a que corresponda el espermatozoide que fecunda al óvulo. Las causas físicas de la ¡ntersexualidad no han sido bien determinadas aún, por lo común es producida por un trastorno endocrino que se produce durante el estado fetal. Son variadísimos los grados de intersexualidad, en algunos las glándulas sexuales internas (ovarios o testículos) y la apariencia física son contradictorias, en otros glándulas sexuales internas resultan mezclas de testículos y ovarios, y en otros los genitales externos pueden presentar todas las fases intermedias entre los masculinos y los femeninos, hasta incluso tener pene y útero contemporáneamente. El investigador T. Lang en «Estudios sobre la determinación genética de la homosexualidad», por ejemplo, aduce que los homosexuales varones serían genéticamente mujeres cuyos cuerpos han sufrido una completa inversión sexual en dirección a la masculinidad; para demostrar su hipótesis realizó encuestas y llegó a la conclusión de que se producían homosexuales varones en las familias que tenían exceso de hermanos y carencia de hermanas, resultando así el homosexual varón como un producto intermedio, de compensación no lograda. Si bien el dato resulta interesante, la teoría formulada por Lang se debilita fatalmente al no lograr explicar las características físicas normales de la gran mayoría, 99 por ciento, de los homosexuales. En esto último se basa el investigador C. M. B. Pare, «Homosexualidad y sexo cromosomático», para rebatir la teoría de Lang; según Pare, después de aplicar modernos métodos microscópicos, identificó por igual como biológicamente masculinos a todos los varones homosexuales examinados en una larga investigación, que incluía varones heterosexuales. Por otra parte, la teoría de Lang es también refutada por J. Money en su trabajo «Establecimiento del rol sexual», al afirmar que los intersexuales, a pesar de su apariencia bisexual, no resultan bisexuales llegado el momento de elegir el objeto de su deseo amoroso; los impulsos sexuales de estos individuos, dice Money, no siguen la pauta de sus glándulas sexuales internas, según tengan ovarios, testículos, o glándulas mixtas. Los deseos del intersexual se adaptan a los del sexo en que han sido educados, aún cuando sus cromosomas y las características dominantes de sus órganos sexuales externos e internos sean del sexo opuesto. De todo esto se puede deducir que la heterose- xualidad y la homosexualidad, en todos los casos, sea el individuo de constitución física normal o no, son actividades adquiridas a través de un condicionamiento psicológico, y no predeterminados por factores endocrinos.
La tercera y última teoría sobre el origen físico de la homosexualidad, de que se ocupa West es la que propone el factor hereditario. West señala que pese a la seriedad de los estudios efectuados, entre los que señala «Estudio gemelo comparativo de los aspectos genéticos de la homosexualidad masculina» de F.J. Kallman, la vaguedad de las evidencias presentadas no permite establecer que la homosexualidad sea una característica constitucional de tipo hereditario.
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Servicio publicitario de los estudios Tobis-Berlín, destinado a los exhibidores internacionales de sus películas, referente a la superproducción «Destino» (páginas centrales).
La llegada de la vedette extranjera no fue anunciada con la fanfarria acostumbrada, por el contrario, se prefirió que Leni Lamaison arribase de incógnito a la capital del Reich. Sólo después de pruebas de maquillaje y vestuario se convocó a la prensa. La diva máxima de la canción francesa había de ser presentada a los representantes más conspicuos de la prensa libre internacional, finalmente, esa tarde. En el Grand Hotel de Berlín. Reservado para la ocasión estaba el Salón Imperial, situado en el entrepiso, adonde llegaban suaves ecos emitidos por la orquesta del jardín de té. A Leni se la había identificado con los frivolos gritos lanzados por la moda parisiense, la cual se había servido de su belleza para encarnarlos. Todos esperaban por lo tanto una muñeca rematada por diminutos rulos permanentes en forma de caracolillos, dos pómulos enrojecidos de cosmético aplicado sobre el rostro previamente lacado en blanco. Se descontaba que sus ojos apenas podrían mantenerse abiertos, ya que los párpados iban a estar cargados de sombra negra y pesadas pestañas postizas. Pero la curiosidad mayor estaba centrada en su atuendo, puesto que se daba por inevitable la profusión de inútiles drapeados dictados por los decadentes modistos de Ultra-Rin, cuyo designio conocido es la desfiguración de la silueta femenina Pero al escucharse un murmullo de profunda admiración entre la concurrencia, era una mujer diferente la que aparecía ante quienes rápidamente le abrían paso. Su cintura pequeña y sus caderas redondeadas no se ocultaban bajo traperíos superfluos, su busto erecto no se hallaba comprimido por extravagancias de diseño: al contrario, la muchacha, proveniente de Esparta diríase, avanzaba ceñida por una simplísima túnica blanca que revelaba sus formas plenas, y el rostro lavado nos hablaba de la salud de una montañesa El cabello por su parte estaba dividido al medio y anudado en trenza que circundaba el erguido cráneo. Los brazos de gimnasta estaban desprovistos de mangas, pero una breve capa de la misma tela blanca abrigaba los hombros. «Nuestro ideal de belleza deberá ser siempre la salud», ha dicho nuestro Conductor y más precisamente en cuanto a la mujer, «la misión de ella es ser hermosa y traer hijos al mundo. Una mujer que dio cinco hijos al Volk, dio más que la más notable jurista del mundo. No hay lugar para la mujer política en el mundo ideológico del Nacional Socialismo, puesto que llevar a la mujer a la esfera parlamentaria donde desmerece, significa robarle su dignidad. La resurrección alemana es un evento masculino, pero el Tercer Reich, que cuenta con 80 millones de súbditos, dentro de un siglo, en el glorioso año de 2040, necesitará de 250 millones de patriotas que rijan los destinos del mundo, tanto desde el Padre Estado como desde nuestras incontables colonias. Y ése será el evento femenino, después de haber aprendido la lección de otros pueblos, en lo que concierne al grave problema de descomposición de razas, que puede ser atajado por medio de un nacionalismo consciente del pueblo mismo. Síntesis de Estado y Pueblo». Estas mismas palabras las repite a la bella extranjera, en ese Salón llamado Imperial, el delegado de los estudios berlineses que la tienen contratada, palabras que impresionan vivamente a Leni, así como su pura belleza impresiona a los representantes de la prensa allí citados. Al día siguiente su nueva imagen enaltece la primera plana de los diarios del mundo libre, pero Leni no pierde tiempo en leer los himnos que se entonan a su belleza, toma el teléfono y —sobreponiéndose a un fuerte recelo— llama a Wernen Le pide que en esos pocos días que él pasará en la capital antes de retornar a París, la ayude a descubrir las maravillas del nuevo mundo alemán. Werner comienza por llevarla a un gigantesco mitin de la juventud alemana, que tiene lugar en un estadio portentoso. El prefiere soslayar las comodidades de una limousine oficial, y llevar a Leni en su veloz coupé blanco. Su propósito es que ella se sienta tan sólo una de tantas entre esa multitud fervorosa, y lo que es más: lo logra. Todos quienes pasan junto a Leni la admiran, pero no por su excentricidad de diva alambicada, sino por su majestuoso porte de mujer sana, desprovista de afeites. En efecto, Leni se ha presentado en simple traje de dos piezas, con reminiscencias de recio uniforme militar La tela, un paño típico de la región alpina, tiene algo de la rudeza del pueblo montañés, pero no obstante señala sus formas femeninas, y sólo las firmes hombreras se apartan de las líneas de su silueta, tan sólo para robustecerlas. Werner la contempla extasiado, ponque ya descontaba el arrobamiento de Leni ante el monumental frontispicio del estadio, y ella efectivamente no ha podido substraerse al impacto del mismo. Leni pregunta entonces a Werner cómo su nación ha podido crear algo tan puro e inspirado, mientras en el resto de Europa se ha impuesto un arte por demás frívolo y efímero, tanto en pintura y escultura como en arquitectura, un arte meramente decorativo y abstracto destinado a perecer como las prescindibles modas femeninas urdidas en la capital de Ultra-Rin. Él sabe muy bien qué responderle, pero no lo hace de inmediato, le ruega que espere unos momentos.Y ya se encuentran ante el espectáculo inolvidable que les brinda la flor de la juventud alemana: sobre el campo verde se despliegan líneas rectas que se quiebran y se vuelven a componer para enseguida dar lugar a curvas que ondulan brevemente y a su vez retoman la virilidad del trazo rectilíneo. Son jóvenes atletas de ambos sexos, vestidos de negro y de blanco en sus exhibiciones gimnásticas, y entonces Werner dice, como comentario a la visión olímpica de la que Leni no puede quitar los ojos: «Sí, el heroísmo se yergue como futuro modelador de los destinos políticos, y cumple al arte ser la expresión de este espíritu de nuestra época. El arte comunista y futurista es un movimiento retrógrado, anárquico. La nuestra es la Cultura del Norte contrapuesta a las intentonas mongoles, comunistas, y a la farsa católica, producto de la corrupción asiria. Al Amor hay que oponer el Honor. Y Cristo será un atleta que echa a puñetazos a los mercaderes del Templo».Y a continuación los jóvenes, verdadera antorcha humana del nacional-socialismo, entonan coros marciales vibrantes de patriotismo,«… flotan nuevamente nuestros pabellones de otrora el joven revolucionario debe atizar las pasiones volcánicas, despertar las cóleras, organizar desconfianza e ira con cálculo frío y certero, y así sublevar a las masas humanas», parafraseando un lema de nuestro Jefe Supremo de propaganda el Mariscal Goebbels.Y Leni, pese al conflicto que anida en su espíritu desde aquel día que oyó pronunciar a Wer- ner una sentencia de muerte, se siente transportada de júbilo. Werner le estrecha la mano, la atrae contra sí, pero no se atreve a besarla, pues teme que los labios de ella todavía estén fríos. Esa misma noche cenan en silencio, Werner no atina a más nada, siente que ella está distante, perdida en sus pensamientos secretos. Ninguno de los dos prueba bocado casi, Leni apura una copa de suave vino de Mosela. Pero después de beber la última gota arroja con fuerza la copa contra la chimenea chisporroteante, el cristal se hace añicos. Sin preámbulo alguno Leni postula la pregunta que por dentro la quema: «¿Cómo es posible que tú, un hombre superior hayas mandado a matar a un ser humano?». Werner enseguida replica, aliviado: «¿Es eso lo que te mantenía alejada de mí?». Al responder Leni afirmativamente, Werner sin más le ordena seguirlo al Ministerio de Asuntos Políticos, Leni obedece. Pese a ser hora avanzada, las oficinas de gobierno bullen de actividad, porque la nueva Alemania no descansa, ni de día ni de noche. Todas las puertas se abren al paso de Werner; quien viste su arrogante uniforme militar Pocos minutos después tienen acceso a un subsuelo donde se localiza un microcine. Werner ordena una proyección inmediata. La pantalla se ilumina, de atrocidades. Trátase de un largo documental sobre el hambre, el hambre en el mundo. Hambre en África del Norte, hambre en España, hambre en Dalmacia, en el valle del Yang-Tse-Kiang, en Anatolia. Y precediendo cada una de esas agonías, el paso por esas mismas tierras de dos o tres hombres implacables, siempre los mismos, los hebreos errantes portadores de la muerte. Todo ello puntualmente registrado por las cámaras. Sí, esos funéreos mercaderes, cual buitres, visitan sequías, inundaciones, cualquier tipo de catástrofe propicia, para organizar su banquete satánico: el acaparamiento de víveres, el agio. Y detrás de ellos, sus secuaces, todos malditos hijos de Abraham, repitiendo con precisión matemática las mismas operaciones: la desaparición del grano de trigo, y paso a paso los demás cereales, hasta los más burdos y por lo tanto destinados al alimento de animales.Y las carnes, y azúcares, sustancias oleaginosas, frutas y vegetales frescos o envasados. Así va cundiendo el hambre en las ciudades, cuyos habitantes se vuelcan al campo, donde sólo encuentran el espectáculo vandálico que han dejado tras de sí las langostas de Jehová. Y los rostros del pueblo van sumiéndose, ya nadie logra caminar erguido, por esos horizontes de holocausto se recortan las siluetas vencidas de los hambrientos, que dan sus últimos pasos hacia el espejismo de un duro pedazo de pan, que no alcanzarán ya nunca a tocar.