El arte de la prudencia (9 page)

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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

BOOK: El arte de la prudencia
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153. En vez de cubrir faltas de otro, emprende tus propios logros.
Si te ves en la necesidad de cubrirlas, hazlo con suficiente exceso para que se vea que hiciste más que cubrir unas faltas. Es necesario que tu trabajo sea doblemente más notable que el del notable que reemplazas. Igualmente debes dejar una obra tan portentosa que cuando llegue el que te sustituye, la gente quede con el deseo de que tú vuelvas. Así que ten suficiente habilidad para que tu antecesor no te eclipse. Es difícil superar a un antecesor, porque con frecuencia se piensa que lo pasado fue mejor, de modo que debes aspirar, más que a igualarlo, a superarlo con creces. Pues si lo igualas, quedarás bajo el poder de él, que hizo lo que igualaste antes que tú. Emprende tus propios logros, muestra tus personales virtudes, para que el más notable seas tú.

154. No seas ligero ni en creer ni en decidir.
La persona madura se conoce en la paciencia que tiene para analizar algo antes de creerlo. Como es fácil que te mientan, no seas fácil en creer. Busca la forma de no darle a entender al otro que no le crees, ya que es descortesía; pues pensará que lo consideras engañador o engañado. Además, si das a entender que no crees, pueden considerarte mentiroso, puesto que parte de la naturaleza del que miente es que no cree a nadie ni nadie le cree. Tampoco seas ligero al decidir, que luego estarás apurado. Dejar la decisión para después es juicioso. Dale crédito a la frase que dice: “Una forma de imprudencia es la facilidad con que se decide”. Que si se miente con la palabra, también con los hechos, y es más dañino el engaño en los hechos.

155. Si puedes dominar la pasión, apasiónate.
De ser posible, usa la prudente reflexión como freno al instinto del ímpetu. Esto no es dificultoso al que se acostumbra a ser prudente. Lo primero para aprender a apasionarte es tener clara conciencia de que estás apasionado, en ese mismo instante. De ese modo adquirirás el señorío y dominio de tus afectos y desafectos, de tus amores y odios, tanteando para llevar tu emoción sólo al punto conveniente; tal vez llegando al enojo y no más. Combinada con este superior pensar: entre y salga la ira sin dañar. Aprende a detenerte bien y a tiempo, debido a que lo más dificultoso del correr está en parar. Persona de gran juicio es quien logra conservarse cuerdo en trances de locura. Todo exceso de pasión destruye lo razonable. Pero si adquieres la magistral atención para mirarte a ti mismo, nunca atropellarás la prudencia ni pisotearás la ponderación. Para ejercer el arte de la pasión, es necesario siempre tener a mano las riendas de la atención, y serás el primer hombre razonable que cabalga sin caerse sobre el potro de la pasión.

156. Cómo debes seleccionar a tus amigos.
Ha de ser a la luz de un examen de su afecto, probado en la fortuna y el infortunio. Que sean dotados no sólo de voluntad, sino también de buen entendimiento. La decisión de cuáles amigos elegir es la más importante de la vida, aunque es la menos cuidada por la gente. Algunos escogen a aquellos con los que se divierten, otros los eligen al azar. Pero es importante encontrar buena base para elegirlos, pues la sociedad te definirá por el tipo de amigos que tengas. Rara vez un sabio tiene amigos ignorantes. Aunque el compartir con uno no significa intimidad, ya que un sabio puede pasar buen rato compartiendo la graciosidad de un ignorante, lo cual hace que se confíe más en su capacidad. Hay amistades verdaderas y pasajeras: las primeras por su profundidad, la segundas por compartir algunos aciertos. Pocos son amigos de la persona, y muchos lo son de la fortuna. Por eso, más aprovecha un buen acuerdo con un amigo, que los muchos deseos que manifiesten otros. Haz, pues, tu elección por el pensar y no por el azar. Un sabio sabrá culparte de las ofensas que te ha hecho, pero un amigo sabrá cargar con ellas como propias.

157. No te engañes con las personas, escudríñalas bien.
Engañarse con las personas es el peor y el más fácil de los engaños en que caemos. Más vale que te engañen con el precio y no con la mercancía. Gasta tu valioso tiempo en la persona que conozcas en sus adentros, en su íntimo y verdadero ser. No hay cosa que necesite más verse en lo profundo que el humano. Es la diferencia entre el simple conocer y el profundo entender de la gente. El gran logro de los genios es saber distinguir los diversos tipos de hombres. Tan importante es conocer los libros como a quienes los escriben, conocer las palabras, como a quienes las dicen.

158. Mantén buenas relaciones con distintos tipos de amigos.
Para esto hay que tener el arte de lo discrecional, pues unos son buenos para ser amigos de lejos, otros para serlo de cerca. Y el que tal vez no fue bueno para la conversación, lo es para la correspondencia. La distancia puede reducir algunos defectos que eran intolerables al estar presente. No debes buscar en ellos sólo tu complacencia, sino las tres cualidades del bien: único, bueno y verdadero. Único, porque debe ser tu amigo en toda circunstancia. Bueno, porque pocos son así, y si no sabes elegir, encontrarás menos buenos amigos. Verdadero, porque deben durar mucho, y si son nuevos, has de tener la satisfacción de que poseen condiciones para cultivar una larga amistad. Busca los mejores, los muy dedicados, aunque tengas que gastar largo tiempo y experiencia. No hay peor desierto que vivir sin amigos. La amistad multiplica los bienes y reparte los males, y es el único remedio contra la adversidad de la fortuna y las penas del alma.

159. Aprende a sufrir, y serás feliz.
Los sabios siempre han sido mal sufridos, pues quien trae ciencia, trae lo nuevo, y eso produce impaciencia. Quien mucho sabe es difícil de complacer. Por eso, la mejor regla del vivir, según Epicteto, es aprender a sufrir, y a esto redujo la mitad de la sabiduría. Debes tener paciencia suficiente para tolerar todas las necedades y necesidades. A veces sufrimos mucho a causa de quienes dependemos para vivir, y es esta una buena ocasión para vencer nuestros impulsos y dominarnos a nosotros mismos. Del aprender a sufrir nace la preciosa paz, que es la mayor dicha de la Tierra. Y si no estás en disposición de aprender a sufrir, retírate a vivir solo, a ver si por ti mismo no has de sufrir, por no saber tolerarte. Aprender a sufrir es aprender a tolerar a los que no son como tú, y ser feliz compartiendo la vida con ellos.

160. Habla con prudencia.
Sé cauteloso con los demás, y ganarás fama de decente. Tienes todo el tiempo para lanzar una palabra, pero ninguno para devolverla. Habla como en los testamentos, que mientras menos palabras tienen, producirán menos pleitos. A los detalles sin importancia, debes dar importancia, para no fallar en los importantes. El mucho hablar te acercará a ser convencido y vencido. Hay algo de místico en lo silencioso. Es divino callar cuando es debido.

161. Conoce y domina los defectos que más te deleitan.
Son tus dulces faltas. El hombre más perfecto no escapa a algunas de ellas. Por ser dulces se casa, se amanceba y se entrega a ellas. Hay defectos en la gente culta, y mientras más culta son mayores, y se notan más. No porque el hombre los ignore, sino porque se hace fanático apasionado y vicioso de ellos. Son como manchas que afectan sus virtudes. Molestan tanto a los que los comparten como a aquellos que no. El gallardo reto de quien los tiene es vencer esa pasión, y de este modo dar el verdadero realce a sus virtudes. Muchas veces la gente, se arrepiente de elogiar tus grandezas, por el choque que les produce el recuerdo de estos viciosos defectos.

162. Triunfa sobre el envidioso y mal intencionado.
Debes restar importancia a su competencia contigo, y así se convencerá de tu grandeza. También puedes ser caballeroso con el que no lo es contigo. Te aplaudirán más, si dices cosas buenas del que habla mal de ti. La mejor venganza es la que otorga méritos al que desmerita. Es la mejor manera de vencer al envidioso. Cada felicidad tuya será un castigo para él, y tu gloria será su infierno. El envidioso no muere una vez, sino tantas veces como aplaudan al envidiado, y la eterna fama de uno será el perenne castigo del otro. Uno tendrá inmortal felicidad y otro inmortal dolor. El clarín que anuncia la subida de uno, publica la caída del otro.

163. Ayuda a los pobres, pero sin arriesgar tu fortuna.
La desventura de unos suele ser la ventura de otros; pues no hubiera dichosos si otros no fuesen desdichados. Los infelices consiguen casi siempre la compasión y agrado de la gente, que quiere devolverles en algo lo que les ha quitado el destino. Sin embargo, si ese mismo pobre que da pena y agrada llegase a ser afortunado, será entonces aborrecido por rico. La compasión del caído se vuelve venganza contra el ensalzado. Pero tú, aprende a manejar la suerte con habilidad. No seas de la gente que siempre van con los desdichados, y que reciben ahora con agrado al que odiaron por dichoso. Eso puede que muestre nobleza, pero es carencia de sagacidad. Ama y ayuda al infortunado, sin arriesgar tu fortuna.

164. Antes de hacer o decir algo, prueba a ver si será aceptado.
Para ver cómo es recibido, y mucho más debes hacerlo, si sospechas que puede no ser del agrado de gente importante. Esto te asegurará salir bien, y te permitirá crear las condiciones para rectificar sin problemas. Así descubrirás la verdadera voluntad de los demás, y sabrás a qué atenerte. Esta prueba es clave para el que pide, desea o es gobernante.

165. Pelea, si es necesario, pero en buena lid y con ética.
Pueden obligar al hombre sensato a ir a la guerra, pero debe hacerla sin malicia. Debes actuar como eres y como quieres, y no como te obligue otro. Es posible la caballerosidad con quien te enfrenta. Pelea no sólo por lograr el poder, sino para imponer un modo decente de competir. Vencer con ruindades, no es vencer. La generosidad siempre ha sido muestra de superioridad. Como hombre de bien, no debes valerte de armas inmorales. La amistad no ha de ser ofendida por el odio. Ni emplearse la confianza para la venganza. Todo lo que huele a traición difamará tu nombre. Es muy extraño que un hombre serio use la más mínima inmoralidad: establece distancia entre nobleza y vileza. Préciate de que si todo el mundo perdiese la caballerosidad, la generosidad y la fidelidad, no perecerán las que hay en tu corazón, que sería el último relicario de la virtud.

166. Diferencia al hombre de huecas palabras del de hechos.
Es una necesaria precisión, tan valiosa como diferenciar al amigo de los conocidos, de los que accionan casualmente contigo. Son muy distintos. Está mal que un hombre no sepa hablar ni tenga hechos que lo avalen. Peor está el que sabiendo hablar, no tenga buenas obras a su favor. No son tan importantes las palabras, que, en fin, se las lleva el viento, y es poco lo que se consigue con la cortesía, que en ocasiones es un simpático engaño. Lo bueno es que logres deslumbrar, como la luz que atrapa al insecto alado. Los árboles que sólo dan hojas que lleva el aire, son menos apreciados que los que dan frutos. Conviene conocerlos y diferenciarlos. Unos sirven para el mayor provecho, que es el alimento, y otros para la momentánea sombra. Unos son palabras. Otros hechos.

167. Aprende a ayudarte tú mismo.
La mejor compañía en los malos momentos es un buen corazón. Y cuando ese corazón te flaquea, debes suplirlo con tu esfuerzo. Si conoces tus valores y los empleas con tesón, tendrás mejores resultados. No te dejes llevar de los bienes de la fortuna, que puedes perder todo. A algunos se les hace doble el trabajo, por no saberlo hacer, por no esforzarse. El que conoce sus debilidades, sabe cómo remediar a tiempo sus caídas. Y si es ponderado y hábil, todo le saldrá bien, hasta compitiendo con los mejores.

168. Que no te atrape el vicio de ser presumido.
Todos los desvanecidos con supuestas grandezas, son presuntuosos, discutidores, caprichosos, petulantes, extravagantes, exhibidores, burlescos, entrometidos, contradictorios, sectarios y todo género de características de la gente insensata. Son monstruos de la impertinencia. Toda discapacidad del alma es más deforme que la del cuerpo, porque desdice de la belleza moral. ¿Y quién podrá corregir tan incorregible y vulgar desperfecto? Donde falta sensatez, no queda lugar para la corrección. Ambas empezarían con la observación de sí mismo, acompañada de reflexión, pero el presumido no puede ver esto, no lo dejan los aplausos que imagina recibir.

169. Un error te pesará más que cien aciertos.
Nadie mira el sol cuando está resplandeciente. Todos lo ven cuando está eclipsado. El hombre común no tomará nota de tus aciertos, sino de tus yerros. Son más mencionados los malos para murmurarlos que los buenos para elogiarlos. A muchos nadie los conoció hasta que no delinquieron. Desengáñate, y sé cuidadoso, que los malintencionados te echarán en cara todas las faltas y ninguno de tus logros.

170. Siempre guarda una reserva.
Es la forma de asegurar lo importante. No debes emplear todo el caudal, ni mostrar nunca el total de tus fuerzas. Aun en lo que sabes, debes ser reservado, ya que luego sorprenderás, mostrando el doble de tus virtudes. Siempre debes tener algo a qué apelar en caso de aprieto. Más te favorecerá ser conservador que intrépido, porque guardarás valores y crédito para el momento en que los necesites. Quien obra con cordura, va por senda segura. Y en este sentido también es cierta esta hilarante paradoja: la mitad vale más que el todo.

171. No gastes los favores: pide sólo cuanto necesites.
No debes pedir algo pequeño a alguien de confianza, que en otras ocasiones podría darte más. Será un desperdicio del favor. Tu joya más cara debes reservarla para usarla en tu más caro riesgo. Si necesitando poco abusas pidiendo mucho, ¿qué dejarás para cuando vuelvas a necesitar? Importantísimos son quienes nos hacen favores; nada es más valioso que un favor cuando es urgente. El que lo hace, hace y deshace el mundo, da y quita bienes. A los habilidosos de naturaleza, se les envidia la aptitud para retener la fortuna. Pero más debe envidiarse la capacidad de conservar personas, que es más valiosa que conservar bienes.

172. Jamás te comprometas con quien no tiene qué perder.
Es luchar en condiciones desfavorables para ti. El otro va sin presión alguna, porque lo perdió todo, hasta la vergüenza. Como remató lo que poseía, se lanza con facilidad a la impertinente imprudencia. No asocies tu reputación a tal riesgo. Cuesta muchos años conseguir prestigio, y puede perderse en un instante. Se cae de un golpe lo que te costó sudor. El hombre serio se fija bien cuándo tiene mucho qué perder. Cuidando su buen nombre, cuida el del contrario, y como actúa con sensatez, procede con calma, pues aconseja la prudencia que te des la oportunidad de retirarte a tiempo y tener a salvo tu crédito. Pérdida irreparable es la que tienes al exponerte asociándote con quien no tiene qué perder.

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