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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

El arte de la prudencia (12 page)

BOOK: El arte de la prudencia
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210. Aprende cuándo y cómo decir la verdad.
Es siempre peligrosa, pero el hombre de bien no debe dejar de decirla, aunque es necesario saber cómo. Los sabios en el oficio de curar el alma inventaron el modo de endulzarla, para que la gente no tenga el terrible sufrimiento del desengaño. Si empleas las palabras apropiadas, con una misma verdad puedes elogiar a uno y reprender a otro. Una de esas formas inteligentes de manejar la verdad es hablar de lo que está pasando como si hablaras de algo que pasó. El buen entendedor sabrá interpretar de qué se trata. Y cuando no hay manera de evitar que al decir una verdad haya problemas, lo mejor es callar. No es bueno que seas tú quien informe a tus superiores las verdades amargas. Pero si debes decírselas, busca las más suaves palabras, para que sea menos doloroso el desengaño.

211. En tiempos buenos alégrate, y así compensarás el pesar de los malos.
Estamos en el mundo, en medio de tiempos malos y buenos, y participamos de ambos. La suerte es variante: ni siempre has de tener felicidad ni siempre adversidad. Si está solo, este mundo es pobre, pero junto al cielo es rico. Es decir, la desdicha es mala, pero cuando se alterna con la felicidad, se hace menos mala. Lo mejor para ser feliz frente a esas variaciones, es que emplees la serena cordura, pues no es de sabio alarmarse. Va desarrollándose nuestra vida como una comedia que al final entendemos. Si eres cuidadoso en manejarla, serás feliz hasta el final.

212. Resérvate algunos trucos de tu arte: nunca lo digas todo.
Los grandes maestros de cualquier oficio tienen la audacia de saber hasta dónde enseñar. Siempre le hacen saber a sus alumnos que faltan más cosas por enseñarles, y se reservan eso. No debes agotarte como fuente de saber, ni dar todo lo que tienes. Con eso conservas tu fama y prestigio, y haces que siempre te necesiten y busquen. En materia de educar y dar, debes cumplir siempre con este principio: estar siempre cultivando en los demás la admiración por lo que posees, y tu gran capacidad de dar. El ahorro en todo es la gran regla de la vida y el triunfo, y mucho más en los oficios de cierta altura.

213. Cuando contradigas, hazlo con sutileza y moderación.
Quiéralo o no, el que contradice siempre cuestiona el valor de la opinión del otro, y casi siempre lo pone en apuros. Daña las relaciones entre la gente y destruye los afectos. Hace que el contradicho eche afuera los motivos secretos de la afirmación que le han cuestionado, y es llave que abre el corazón y hace que se desborden los sentimientos. Cuando contradigas a alguien, hazlo con gran sutileza y moderación, con firme voluntad, pero con cuidadoso juicio. Quien tiene la sagacidad de cuestionar la palabra del otro, va en busca de las secretas razones que éste guarda. Cuando discutas, hazlo con suavidad, dale facilidades para que se exprese hasta que salgan a flote las razones en que se fundamenta, y caiga en las redes de tus argumentos. La tranquilidad y silencio del hombre ponderado hace arrojarse al otro sobre ella, sintiendo que puede dominarle, y sus palabras descuidadas le harán enterarse de lo que guardaba en su corazón inescrutable, como razón verdadera de su opinión. Una duda cortésmente comunicada es la más sutil trampa del curioso para saber cuanto quisiere. Incluso, el discípulo suele contradecir al maestro para aprender más. Y este, por orgullo y por dar muestra de su maestría, se empeña en ofrecer todas las aclaraciones y fundamentos posibles. Así que lo mejor es que contradigas con moderación, y lograrás que el otro te enseñe cosas nuevas sobre el tema.

214. Para curar la enfermedad, no busques un remedio que produzca dos.
Es muy frecuente que una persona, queriendo excusarse por un error, diga algo que es cuatro veces peor que el error. Si tratas de justificar una impertinencia con otra peor, se darán cuenta de que una de las dos es falsa o lo son las dos: que una mentira, para justificarse necesita crear todo un mundo falso. El peor de los pleitos es aquel en que tus propias armas se vuelven contra ti. Si el mal que sufres es dañino, peor es no saberlo remediar. La más mala de las debilidades es la que abre la puerta para que entren otras. En un error puede caer hasta el más sabio, pero caer en dos, eso no. Es mejor quedarse con la enfermedad, si el remedio que la cura producirá dos peores.

215. Ten cuidado del que bajo su apariencia trae una segunda intención.
Es táctica de algunos negociantes dar la impresión de no defender sus intereses, sino otros, pues si de esto te convence, te vence. El truco consiste en poner como de segunda importancia lo que en sus adentros consideran como de primera. De este modo buscan que tú desees la que ponen de primera, para luego quedarse con la que consideran mejor, que es la que esconden en su segunda intención. Te hacen errar el tiro, si no estás advertido. Pero no te duermas. Pon mucha atención, y lograrás descubrir la verdadera intención del otro: y si para engañarte la ha puesto de segunda, ponla de primera en tu razonamiento. Estudia con cautela los artificios que el otro emplea contra ti. Dale seguimiento hasta encontrar el punto verdadero de sus pretensiones. Dile que quieres la izquierda y en tus adentros pretende la derecha hasta que consigas con sutileza conocer claramente su intención. Ten clara conciencia de si te conviene concederle lo que de verdad quieres concederle, y tal vez te convendrá dar a entender que le has creído.

216. Conviene que tengas la virtud de hablar con claridad.
De esa forma tienes la satisfacción de expresar lo que sientes y de comunicar bien tus conceptos. Algunos conciben bien y paren mal; es decir que hacen buenas obras, pero no saben explicarlas. Son como esas tinajas donde cabe mucho agua, pero es difícil sacarla. Otros en cambio dicen más de lo que sienten y hablan más de lo que deben. Tan importante como tener firme voluntad es la claridad para el entendimiento: son dos grandes tesoros de la inteligencia. Los cultos claros son dignos de aplauso. Algunos sabios son venerados porque nadie los entiende, y tal vez conviene cierta oscuridad para no caer en la común vulgaridad, pero, ¿cómo podrán los demás que te oyen recibir los conceptos que quieres llevarles? Convence más quien habla con claridad.

217. No quieras ni aborrezcas para siempre.
Cuenta con que los amigos de hoy pueden ser los enemigos de mañana, y de los peores. Al igual que cambian las circunstancias, cambia tu actitud. No les des armas contra ti a las amistades pasajeras y momentáneas, pues las aprovecharán para hacerte mayor daño. Con los amigos, secreta prevención. Con los enemigos, abierta actitud de reconciliación, sobre todo emplea para esto tu caballerosidad: es la que te asegura mejores resultados. No uses nunca la venganza, pues luego te atormenta la posibilidad de que la usen contra ti, y te puede pesar el contento por la maldad que hiciste.

218. Actúa por reflexión y no por obstinación.
Toda obsesión produce fricción, y es hija de la pasión, que nunca ha sido buena guía. Hay gente que todo lo convierte en un conflicto. Son irrespetuosos en el trato, y en lo que hacen están obsedidos en vencer a alguien. No saben comportarse pacíficamente. Para gobernar, el hombre así es sumamente dañino, pues convierte al gobierno en un bando y a los demás en otro, y transforma en enemigos a quienes deberían ser sus aliados. Todo quiere conseguirlo como fruto de la violencia y los trucos. Pero cuando los demás le descubren esta paradójica conducta, traman contra él, buscan impedirle sus quiméricos sueños, y de este modo nada de lo que se propone lo consigue. Está todo el tiempo enfadado, y todo el que le ayuda lo hace a disgusto. Tiene enferma la voluntad y dañado el corazón. La mejor manera de comportarse con semejantes monstruos es huir lo más lejos posible, a los Antípodas, pues por más bárbaros que estos sean, no alcanzarán la fiereza de esta bestia.

219. Nunca des la imagen de ser hombre de hábiles estratagemas.
Aunque entre los hombres no puede vivirse sin estratagemas, es mejor que se piense que eres prudente y no astuto. Es agradable que tengas soltura en el trato, pero no muestres a todos tus tácticas y astucias. Que tu sinceridad no llegue a extremos tales que se te considere un hombre simple y superficial. Los sinceros son amados, pero también engañados. Que tu sagacidad no llegue hasta el punto en que la gente te vea como un astuto, pues desconfiarán de ti. Es mejor que te veneren por sabio y no que te teman por sagaz. El mayor artificio es desmentir que tengas artificios. La mayor astucia consiste en saber disimular tu astucia, pues el hombre al que ésta se le atribuye, gana fama de engañoso. En el Siglo de Oro creció la flor de la sinceridad, y detrás de ella se escondió la espina de la malicia. Gánate la fama de hombre que sabe hacer las cosas, que eso es honrado, y hace que confíen en ti. No te muestres artificioso, pues todos consideran falsos los argumentos de éste, y le tienen gran recelo.

220. Si no puedes vestirte de león, vístete de zorra.
Saber ceder a tiempo es otra forma de ganar. Quien se lanza y hace un buen intento, no pierde reputación, aunque no triunfe. A falta de fuerza, cultiva la destreza. Por un camino o por otro, por tu inteligencia natural o el artificio aprendido. Más triunfos ha logrado la habilidad que la fuerza, y más veces perdieron los valientes que los sabios. Lo importante es lograr lo que te propones, pues no alcanzarlo, te hará sentir despreciado.

221. No seas agresivo para que no te dañes a ti mismo.
No lo seas, porque siendo así te complicas tú y complicas a los demás. Así, faltarás tanto al decoro ajeno como al propio, y siempre serás visto como un necio. Muchos son de este modo, y puedes encontrártelos con facilidad. Trata de escapar de ellos, pues te matan la felicidad. No hacen nada en un día entero, sino mostrar cien rabiacas. Tienen siempre el humor revuelto, y contradicen a todo el que les habla. Parecen haberles puesto la razón al revés, en dirección contraria a los demás, y por eso todo lo reprueban. Pero lo peor que tienen es que viven tentando al hombre sensato y cuerdo. Nada hacen bien y todo lo dicen mal. Los monstruos como ellos viven en el país de la impertinencia y la necedad.

222. Tu serenidad evidencia tu prudencia.
La lengua es como una fiera: después que la sueltas, difícil de encadenar. Es ella el pulso del alma, y por ella conocen los sabios tu grandeza o pequeñez. En los dichos de la lengua sale lo que hay en el corazón. Los males del alma, sus penas y resentimientos, son lo primero que saca la lengua en su hablar, cuando debían ser los que ella más se cuidara de guardar. Por eso, el sabio evita los enfados y conflictos, y nos muestra cuán señor es de sí, cuánto logra dominarse. Procede tú como el hombre que tiene sabiduría, que siempre está circunspecto, comedido, sereno y equidistante, semejante al dios Jano, que no se apasiona, pues ambos lados cuida: la pasión y la cordura. Sé como el hombre cuidadoso, que como Argos mira y examina antes de seguir. Igual que la diosa Momo, el hombre sensato hubiera querido que el humano tuviese en el pecho una ventana para ver los sentimientos que lleva en el corazón, y así mejor controlarlos con serena ponderación.

223. Huye del vicio de ser excéntrico, para no hacer el ridículo.
Unos presumen de ser formales hasta el extremo del ridículo, y otros de ser informales hasta provocar burlesca risa. Ambos tienen la manía de ganar notoriedad por el vicio de querer ser extremadamente diferente de todos. Tan lejos llegan que sus formas se ven más como defectos que como diferencias. De suerte que así como algunos son conocidos por tener un feo rostro, otros lo son por su extraño estilo de andar, vestir o hasta sentarse. No caigas nunca en estas excentricidades que no sirven para otra cosa que para dar nota de payaso impertinente, que unas veces causa risa y otras muchas, causa enfado.

224. Toda cosa tiene un lado bueno y otro malo: aprende a buscarlos.
Toma todo por el lado conveniente. Nunca en forma rabiosa, aunque venga así. Todas las cosas tienen un derecho y un revés. De modo que la más favorable, si la tomas por el lado inverso, te lastimará. Al contrario, la más cortante espada, si la tomas por la empuñadura, no te hace daño. Aún lo más repugnante tiene su lado amable. Hay muchas informaciones tristes, que si se vieran de otra forma mostrarían sus partes buenas, y alegría producirían. En todo hay convenientes e inconvenientes: la destreza está en saber encontrar el lado suave. Muy diferente imagen da una misma cosa si se mira con luces de distintos colores. Búscale siempre el color de la felicidad y te hará dichoso. No dejes que a la hora de escoger entre el bien y el mal, la duda te paralice y te lleve a cambiar tu forma de ver las cosas. Ese es el error que causa un excesivo optimismo de unos, y un nocivo pesimismo de otros. Entonces, en todo ven alegría o en todo tristeza, cuando en realidad, ambas son necesarias: una para enfrentar los reveses de la fortuna, otra como gran regla preventiva para dominar los imprevistos del tiempo y los trabajos.

225. Es bueno que conozcas tu principal defecto.
Nadie deja de tener algún gran defecto, que hace contrapeso a sus virtudes relevantes. Tú no eres la excepción. Si te inclinas apasionadamente en favor de ese defecto, se apoderará de ti como un tirano. Al descubrirlo, empieza enseguida a luchar contra él, expresando que estás tratando de superarlo. El primer paso es decirlo a alguien, pues es claro que así lo conocerás mejor, y aquello bien conocido es fácil que sea vencido. Y más fácil puedes librarte de tu defecto si tomas plena conciencia de él, tanto como los amigos tuyos que lo notan. Si quieres llegar a ser gran señor, primero debes enseñorearte sobre ti. Cuando venzas este gran defecto, los demás serán fáciles de superar.

226. Gánate el respeto de la gente, y harás buenos negocios.
Muchos hombres no hablan ni actúan por ellos mismos, sino como otros los comprometen. Son tan tontos que cualquiera puede persuadirlos a hacer cosas malas, porque son muy creídos, aunque esta verdad parezca increíble. Lo mejor que has de lograr es ganarte el respeto de los demás, para que no te conduzcan sin darte cuenta a malos negocios. No basta que tengas la razón, pues es necesario ayudarla con la diligencia para estudiar bien de qué te responsabilizan. Cuesta a veces muy poco el compromiso, pero por sus consecuencias vale mucho. Con palabras empeñadas se compran obras y se dañan honras. Cuida los detalles antes de obligarte a algo, pues no hay posesión, por pequeña que sea, que no llegue a hacerte falta en un momento de emergencia. Cuídate de no comprometer lo tuyo sin antes estudiar bien la conveniencia. Y ama tus bienes, pues cada uno habla del objeto según el afecto que le tenga.

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