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Authors: Alejandro Suarez Sánchez-Ocaña

Desnudando a Google (16 page)

BOOK: Desnudando a Google
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La que promete ser a medio plazo la madre de todas las batallas se inició cuando Google pisó el nicho clave de la empresa de Steve Jobs. En agosto de 2011 adquirió la compañía fabricante de
hardware
Motorola, momento a partir del cual Google estuvo en disposición no sólo de competir en internet y con
software
, sino también de hacerlo con
hardware
propio contra Apple. Esto ya suena a un enfrentamiento frontal. No sé a ti, pero a mí no deja de asombrarme la capacidad que tiene Google de afrontar tantas batallas simultáneas.

Para muchos analistas la operación de Motorola es parte del deseo de Google de convertirse en lo que representa Apple y disponer, entre otras cosas, de una fábrica de
hardware
como centro de I+D desde el cual lanzar productos innovadores que mermen los espectaculares resultados de la compañía de la manzanita, con lo que entraría en un nuevo y lucrativo negocio: la fabricación de
gadgets
y
smartphones
, entre otros, sin tener que recurrir a las poco efectivas alianzas con terceros.

Esta operación sembró inquietudes entre los socios de Google en Android, empresas como LG, HTC o Samsung, hasta la fecha rivales comerciales de Motorola, que veían ahora cómo esta última podría ser juez y parte en el desarrollo de Android al ser propiedad de su principal promotor. La compañía de Mountain View se apresuró a decir que Motorola no se integraría en su estructura, lo que tranquilizó a sus socios y aseguró el juego limpio en la competencia entre ellos. Teniendo en cuenta el histórico de jugadas que ha llegado a hacer Google a sus
partners
, ¿habrán creído sus promesas? Si ha sido así y no vigilan su espalda, puedes darles por muertos

Google no sólo compró una enorme, pero decadente, fábrica de telefonía móvil que hace muchos años, con modelos como los StarTac,
[27]
fue vanguardista, y que ahora apenas tenía productos de primera línea. Con esta adquisición Google adquirió 17.000 patentes aprobadas y otras 7.000 pendientes de serlo relacionadas con la telefonía móvil 2G, 3G y 4G que eran exclusivas de Motorola. La clave reside precisamente aquí, en las patentes. La compra de la empresa de telefonía móvil parece un movimiento defensivo encaminado a proteger la futura joya de la corona de Google, Android, frente a sus eternos rivales, principalmente Apple y Microsoft. En los últimos meses Google y sus socios, los fabricantes de teléfonos que operan con el sistema operativo Android, han empezado a recibir demandas relacionadas con las patentes del
software
que emplean, de las que otros fabricantes exigen una cantidad de entre 3 y 15 dólares por cada teléfono en el que se ha instalado el sistema operativo promovido por Google. Me atrevería a decir que este juego resulta típico entre las compañías tecnológicas, y que al final acaba en acuerdos tras largos litigios. La única manera de no resultar perdedor es hacerse con una importante bolsa de patentes con la que amenazar a tus rivales para luego compensar esas demandas en los acuerdos posteriores. En definitiva, es un juego en el que aplastas al otro porque tienes muchos argumentos legales con los que demandar. O empatas porque, como Google, compras una bolsa de patentes con la que puedes decantar la balanza de las reclamaciones a tu favor para intimidar al vecino. Me parece estar viendo ya a sus enormes equipos de abogados frotándose las manos ante tan suculento escenario.

Apple ya considera a Google un rival en toda regla. Meses antes, junto con Microsoft y otras empresas como Oracle, fue comprando enormes cantidades de patentes relacionadas con la telefonía móvil que procedían de compañías que pasaban por dificultades económicas en plena crisis, o que directamente entraban en quiebra. Así, por ejemplo, Nortel subastó sus patentes, unas 6.000. Recibió una oferta de Google de 900 millones de dólares, que quedó muy lejos del consorcio ganador, que ofreció una cantidad muy superior, de hasta 4.500 millones de dólares. ¿Quiénes estaban detrás de tan astronómica oferta? Microsoft, Apple, Oracle, Sony y el fabricante de las conocidas Blackberry, RIM. ¿Cómo interpretó Google ese movimiento? Sin ningún tipo de duda, como una guerra declarada por Microsoft, Apple y Oracle, entre otras.

Esto creó una enorme preocupación en Google y posiblemente fue lo que desencadenó el movimiento defensivo que acabó con la compra de Motorola. Así, su vicepresidente de Asuntos Legales daba el pistoletazo de salida a la guerra abierta contra Apple al declarar que «empresas como Apple y Microsoft, en vez de invertir en innovación, invierten en litigio. Por cada
smartphone
fabricado se pueden reclamar hasta 25.000 patentes. Al final, el que pagará será el usuario, ya que tendrá que pagar el sobreprecio en su terminal Android».

Esta postura me parece un poco forzada. Efectivamente, en ese escenario el usuario tendría que pagar más por cada terminal con Android. Pero ¿son esos pocos dólares que el usuario tendrá que gastar de más la verdadera preocupación de Google, o es la pérdida de su principal ventaja competitiva, la gratuidad del sistema operativo? Lanzaré otra pregunta ingenua. ¿No deberían haber desarrollado desde cero Android en vez de apoyarse en el trabajo de otros, como los creadores del
software
libre, de modo que no les afectara la guerra de patentes al disponer de un producto ciento por ciento propio? Esto deja claro que los atajos y «lo barato» le puede salir muy caro hasta a un gigante como Google.

A Google se le ha acusado de haberse aprovechado en repetidas ocasiones del trabajo de la comunidad del
software
libre para obtener ventajas competitivas, menor coste y velocidad para dominar el mercado. Algo así sucedió con su navegador Chrome. En pocas palabras, se le acusa de apoyar esas iniciativas en su propio beneficio. Ahora eso se está volviendo como un bumerán contra las oficinas de Larry y Sergey. Aunque no hayamos caído en ello, el
software
libre también tiene problemas. Posiblemente nadie demandará a una aplicación móvil
open source
que vulnera una patente. Pero si es tu competencia, y detrás está una multinacional como Google, los tiburones huelen la sangre fresca, sobre todo porque el premio es doble: dañas el producto de la competencia al encarecerlo, y a la vez puedes tener derecho a una millonaria indemnización.

Generalmente Apple responde a declaraciones altisonantes como la de Google, de modo que el asunto fue durante algunas semanas subiendo de temperatura, hasta que después de un agrio cruce de acusaciones desde Mountain View quisieron suavizar los ánimos. En 2011, Madhou Chinnappa, responsable de Google News, declaró a
The Telegraph
que «desde Google no estamos en guerra con Apple. Pese a que tengamos servicios similares, su naturaleza y usuarios son diferentes, ya que Apple tiene un modelo cerrado, con sus pros y sus contras, y nosotros abierto».

Curiosamente, en este cruce de alianzas forzadas, de compra de patentes y de acusaciones, Microsoft reveló que había ofrecido un acuerdo a Google para comprar las patentes de la empresa Novell de forma conjunta. Así, y ante la duda que ofrecía tal declaración a analistas y usuarios, Frank Shaw, responsable de Relaciones Públicas de Microsoft, se vio obligado a colgar en su cuenta de Twitter la captura del correo electrónico con el que Ken Walker, consejero general de Google, rechazaba la propuesta. Sorprendente oferta, y sorprendente rechazo.

El consumo de los móviles con Android y el iPhone es diferente. Apple mantendrá una importante cuota de mercado, aunque siempre se verá superado. En agosto de 2011 se activaban 550.000 terminales con Android cada día. A ese ritmo, las cifras globales hacen prever que no falta demasiado tiempo para que Android, que cuenta ya con 150 millones de usuarios en todo el mundo, pueda plantar cara al iPhone que contaba, en la misma fecha, con 200 millones de usuarios.

Google es un monopolio dañino, fagocita mercados y daña la competencia. Apple, que también enamora a los usuarios, actúa de forma similar. Por ejemplo, con el App Store,
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con el que goza de un control absoluto sobre los terminales de los usuarios e impone sus normas y criterios sobre aplicaciones, contenidos y dispositivos. En definitiva, ambas tiranizan de manera similar.

Mozilla Firefox

Es un navegador web libre proveniente de Mozilla Application
Suite
, desarrollado por Mozilla. Fue creada en agosto de 2005 y se encarga de coordinar e integrar el desarrollo de aplicaciones web, como el navegador web Firefox y el cliente de correo electrónico Thunderbird.

Firefox comenzó como un experimento de la mano de Dave Hyatt y Blake Ross. Consiste en un navegador multiplataforma que está disponible en varias versiones de Microsoft Windows, Mac OS X, GNU/Linux y algunos sistemas basados en Unix. El nombre original fue Mozilla/Browser. Se cambió por Phoenix en septiembre de 2002. En 2003 se denominó Mozilla Firebird, y en junio de 2004 pasó a llamarse tal y como se lo conoce hoy en día: Mozilla Firefox.

En 2010, Firefox alcanzó uno de sus principales hitos al superar en porcentaje de usuarios a Explorer y colocarse como el navegador más utilizado en Europa.

Durante el primer trimestre de 2011 las cifras de la batalla de los navegadores eran muy significativas: Explorer era el buscador más utilizado en el mundo, con un 37,7% de los usuarios, mientras que Firefox llegó al 28,3%. El tercer navegador más usado fue Chrome, con el 16,8% de cuota.

En cuanto a la relación de Google con Firefox, está fundada en la protección
antipishing
,
[29]
que apareció en Firefox 2 y que se activaba por defecto. Esta protección está basada en una lista que se actualiza dos veces por hora y que se descarga al ordenador del usuario desde el servidor de Google. El usuario, por su parte, no puede cambiar el proveedor de estos datos desde la interfaz gráfica, y tampoco conoce cuál es el proveedor predeterminado. Asimismo, el navegador envía la
cookie
de Google en cada solicitud de actualización. Como verás más adelante, esto último resulta muy importante para la enorme base de datos de usuarios que tiene Google.

En 2006, los ingresos de Mozilla Corp. fueron de 66,9 millones de dólares. El 90% derivó de las ganancias de sus motores de búsqueda. ¿Qué buscador tiene un acuerdo con la Fundación Mozilla y que representa la inmensa mayoría de las ganancias de Firefox? Acertaste. ¡Google! En otras palabras, Firefox depende en su totalidad de su aliado Google. Y Google Chrome compite con Firefox. A pesar de todo, como ya hemos visto en otros ejemplos, a Google los amigos no les duran demasiado.

Google creó el proyecto Chromium, de
software
libre, para fundamentar las bases del diseño y desarrollo del navegador Chrome, así como del sistema operativo Google Chrome OS. El objetivo del proyecto era ofrecer un navegador más estable, veloz y seguro que tuviera una interfaz de usuario más sencilla y eficiente.

La fundación tiene un acuerdo estable con Google para realizar conjuntamente las búsquedas por defecto desde la barra de búsqueda de Firefox. Ambas compañías comparten los ingresos publicitarios derivados del consumo de la publicidad de estas búsquedas. En 2006, el informe financiero de Mozilla afirmaba que «Mozilla tiene un contrato con un proveedor de motor de búsqueda de derechos de autor». El contrato original expiró en noviembre de 2006. Sin embargo, Google renovó el contrato hasta noviembre de 2008 y, posteriormente, se ha renovado el contrato hasta 2011, momento en el que Google deberá plantearse si da más cuerda a la víctima o empieza a engullirla. Es un poco cruel, ¿no?

El periodista Devindra Hardawar escribió en
VentureBeat
en abril de 2011: «Firefox 3 fue lanzado en junio de 2008, y Google aprovechó para salir de la nada, sin que nadie lo supiera, y para robar muchos de los adelantos de la tecnología de Mozilla. De repente, Google estaba en tercera posición, muy por delante de cualquier competidor que no fueran Microsoft o Mozilla».

Y es que mientras Google ofrecía apoyo técnico y económico a Firefox, sus ingenieros estaban aprendiendo de ellos. La colaboración con la Fundación Mozilla no era tan desinteresada como podría parecer a simple vista. En ese momento estaban preparando su propio navegador, y qué mejor manera de hacerlo que averiguando cómo funcionaba el que sería su futuro competidor.

Mientras escribo estas líneas Google no ha decidido si amplía el contrato que sirve de colchón económico a Mozilla. Bien es cierto que, como dicen reiteradamente los directivos de Google con cierto sarcasmo, «la competencia está tan sólo a un clic de nosotros». Pero también lo es que sin ese acuerdo la empresa que gestiona Firefox quedaría a la deriva en términos económicos. Aunque existen otros buscadores en el mercado, especialmente Bing, el producto de Microsoft, lo esencial no es, a mi modo de ver, la mejor o peor calidad de un motor de búsqueda, sino la mezcla de calidad de ese motor de búsqueda y la capacidad de comercializar publicidad web en formato de texto en todo el mundo. Esa capacidad y ese
long tail
[30]
de clientes a escala mundial es, a día de hoy, la gran ventaja de Google. En definitiva, si ese acuerdo no se renueva el propio Microsoft no puede ofrecer a Firefox rentabilizar las búsquedas en ingresos a escala mundial, como hace la solución de Google, que tiene dos opciones: ampliar un contrato lucrativo, a sabiendas de que es vital para su competencia, o dejarles caer y no renovarlo, con lo que el beneficiado será su producto Chrome ante la tremenda merma de ingresos que Firefox experimentaría y que, por otra parte, resulta evidente que influiría en su futuro. ¿No es increíble poder tomar estas decisiones? Imagina que la supervivencia de Pepsi Cola debe decidirse por los directivos de su más directo rival, que debaten si renuevan o no un acuerdo del que depende el futuro de la compañía de su principal e histórico competidor. ¡Ése es justo el escenario que se está dando en internet! ¿Debería tener una única empresa tanto poder como para que su competencia dependa de ella, sin apenas alternativas reales, por mucho que nos digan que están a un clic de distancia?

En relación con esto último me viene a la cabeza un encuentro que tuve con Scott Rubin, portavoz oficial de Google, en el verano de 2011. En medio de una charla informal, en la que expuse algunas cuestiones más o menos incómodas, no quise dejar de preguntarle qué pensaba que ocurriría en el caso Firefox. Le comenté que si Google no renovaba el contrato tendría que afrontar una pérdida no sólo económica, ya que parece ser un acuerdo lucrativo para ambas partes, sino también en términos de imagen, puesto que se podría pensar que asfixiaba literalmente a su competencia. Por el contrario, si se renovaba el contrato la competencia de Chrome para competir con Firefox y con internet Explorer sería mucho más dura. Scott me explicó que aún no se había tomado una decisión y que se sabría pronto. Nada nuevo en el horizonte. Sin embargo, en ese punto me permití incidir en lo que para mí es el problema. Le pregunté si consideraba que alentaba a la competencia, y por tanto a la diversidad y a la innovación, el hecho de que una compañía tuviera tantos intereses y tanto poder como para que su más firme competencia dependiera de ella. Su enigmática sonrisa, que se congeló durante unos segundos mientras yo trataba de adivinar lo que pensaba, lo decía todo —incluso, de forma muy evidente, que no era una pregunta grata—. Permaneció inalterable hasta que esquivó el debate, visiblemente molesto, con un expeditivo
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