—Aquí nada. Estudiar en la cama resfría la voluntad.
Tommy hizo un puchero.
—Creí que tenías que estudiar con Patrick.
—
Tenía
. Espero que no le importe, mañana hablaré con él —dijo Sasha dejando claras cuáles eran sus prioridades. Miró a Tommy a los ojos y le tomó la barbilla para alzar su rostro disgustado—. Tenemos todo el tiempo del mundo para estar juntos, Tommy. Lo que no tienes es tiempo para prepararte decentemente para el examen. Imagina que suspendes matemáticas y que tus padres te cambian de colegio. No nos veríamos más y yo no quiero eso ni tú tampoco, ¿verdad?
—¡No! —Tommy puso cara de terror—. ¡No quiero alejarme de ti nunca! Estudiaré, te lo prometo.
Sasha sonrió y lo tomó de las manos para ponerlo de pie. ¿Para qué necesitaba Tommy las matemáticas teniendo un rostro tan adorable? Sobre todo cuando hacía esos gestos de disgusto.
—Ven. —Se sentó en la silla y lo hizo sentarse en su regazo, rodeándole la cintura con un brazo.
—Hum… ¿A ese tal Patrick también le enseñas así?
—¡Cielos, no! —Sasha se echó a reír—. Cada cosa en su lugar, y ahora basta de charla. —Tomó los apuntes—. Veamos… ¿qué tenemos aquí? Sistemas de ecuaciones de segundo grado. No es difícil en realidad, lo único que tienes que hacer es poner atención en los factores.
Sasha explicó pacientemente a su compañero la teoría para resolver los ejercicios y lo guió para continuar con la parte práctica. La velada transcurrió tranquilamente hasta las once en que Tommy no pudo más y declaró que se iba a dormir, pero lo aprendido no se le olvidó, y tres días después sorprendió a Sasha con una nota bastante aceptable.
El curso terminó en junio y Sasha rindió sus exámenes de Sexto Bajo
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luego de una intensa preparación. Estaba seguro de haber pasado con una calificación superior al promedio y con la satisfacción del deber cumplido, comenzó a escribir una extensa carta para su madre.
En cuanto terminó, dejó la biblioteca donde escribía, y luego de dirigirle a Lester Banks una sonrisita de suficiencia, se encaminó al dormitorio de Tommy.
—Hice mi último examen. —Fue lo primero que dijo apenas se abrió la puerta—. Estoy seguro de haber pasado todo y Yeats ha dicho que, dependiendo de mi promedio, podría continuar con la beca para seguir estudiando aquí.
—Sabía que lo lograrías… ¡Me alegro mucho por ti! —exclamó Tommy, dándole un fuerte abrazo.
—Todavía es pronto para decirlo —acotó el ruso—. Pero tengo mucha confianza. Le escribí a mi madre. ¿Quieres que te lea lo que le digo? Luego podrás acompañarme a dejar la carta para que mi tío la envíe —propuso con un poco de timidez. A pesar de que Tommy conocía su historia y no la versión oficial en que era el hijo de Piotr, era la primera vez que lo hacía partícipe de algo tan personal e importante para él como su relación con su madre.
Tommy se sentó en la cama de golpe y palmeó a su lado para que Sasha se sentara junto a él. Un hormigueo de emoción se instaló en la boca de su estómago conforme escuchaba la carta, que Sasha leía en voz baja, traduciéndola del ruso. Estaba llena de anécdotas del colegio, relatos sobre Londres y lo poco que se parecía a su país, comentarios acerca de sus compañeros y tutores y varias menciones a su mejor amigo, Thomas Stoker. También le pedía a su madre que tuviera confianza, que pronto podrían estar todos juntos y que él haría todo lo que estuviera a su alcance para traerlos a su lado.
—Ojalá puedas traerlos pronto —dijo sinceramente Tommy. Sabía cuánto quería Sasha a sus padres y cuánto necesitaba tenerlos a su lado, aunque no dejaba de temer qué podrían pensar de él cuando lo conocieran, cuando supieran que eran más que amigos—. Yo también tengo algo que decirte —continuó en voz baja—. Mis padres quieren que vaya a Escocia este verano. No nos podremos ver… —Su desencanto era demasiado evidente. Sasha lo abrazó.
—No te sientas mal. De todos modos, yo tendré que pasar el verano trabajando. He conseguido un puesto de conserje a medio tiempo por las mañanas y otro de repartidor por las tardes. Aprovecharé las noches para estudiar un poco más. El tiempo pasará rápidamente, ya lo verás. Antes de que nos demos cuenta estaremos de nuevo en Saint Michael. Te escribiré cada quince días —prometió.
Y con esa promesa, se dirigieron a la ciudad, sintiendo la inminente sombra de la próxima separación.
El verano transcurrió para Sasha entre sus dos trabajos a medio tiempo y los estudios que se había impuesto por las noches. El dinero que había ahorrado se lo enviaría a su madre apenas pudiera; sin embargo, tendría que separar un poco para su tío Piotr y su familia como pago por la hospitalidad que le daban. Las relaciones seguían siendo tirantes entre ambos: su tío no entendía al orgulloso muchacho al que no le interesaba otra cosa que estudiar y estudiar. Para él, Sasha era simplemente un mocoso mimado y prepotente que necesitaba una novia para dejar de preocuparse de libros y apuntes.
Pero Sasha no necesitaba una novia. Lo que necesitaba lo había encontrado en Saint Michael y era, junto a sus padres, su más preciado tesoro.
Apenas recibió los resultados de sus exámenes, escribió una emocionada carta a Tommy y otra a su madre. Podría pasar otro año en Saint Michael y eso le allanaría el camino hacia la educación superior.
También escribió otras cartas para Tommy, aunque no las envió todas. En las largas noches de estudio, solía escribir varias páginas para él, contándole lo que sentía, lo que hacía, descubriéndole en ellas su alma. Sin embargo, Tommy jamás leería esas cartas. Sasha sólo le enviaba una carta de amigos cada quince días. Las otras las guardaba celosamente en donde su tío jamás miraría: dentro de sus libros.
En septiembre se iniciaron las clases y Sasha fue uno de los primeros en volver a Saint Michael. Dedicó el primer día a ordenar su habitación que se le antojaba enorme comparada con el sofá donde dormía en casa de su tío.
«El colmo de lujo», pensó feliz. El comunismo de su niñez había sido olvidado entre los muros de Saint Michael y no sentía aprecio por el actual líder de la URSS, Yuri Andrópov, a quien consideraba un político envejecido, inmovilizado por el régimen y anclado en posiciones obsoletas.
Decidido a no perder el tiempo, aprovechó el siguiente día para revisar un poco de la bibliografía básica de los cursos más importantes. Sin embargo, esperaba a Tommy con ansia. Lo había añorado cada noche, masturbándose en el único baño del pequeño apartamento de su tío, fantaseando con hacerle una visita. ¿Cómo sería su casa? Seguramente era enorme y lujosa, aunque Tommy jamás hablaba de ella.
—¿En qué piensas, Ivanov? —preguntó Grant y se sentó a su lado en la Sala Común—. Pareces ido.
—En la huelga del sindicato minero —mintió Sasha. Pensaba en Tommy, pendiente de cada estudiante que veía pasar por la ventana.
—Pasará. Los laboristas están locos. La Dama se encargará.
Sasha hizo una mueca al oír mencionar a la Primera Ministra. No era de su agrado. No después de que hubiera acusado a los soviéticos de querer dominar el mundo con las armas, por más que fuera verdad.
—No te confíes, Grant. Los analistas políticos dicen que la situación es complicada.
—Quizá, pero como no podemos hacer nada no tiene caso preocuparse, ¿eh, Ivanov? Ya llegará el día en que hablaremos de política mientras jugamos al golf.
—Yo no juego al golf.
—Ya sé… juegas ajedrez. Pero la gente importante no juega al ajedrez, Ivanov. Deberías jugar al golf.
Sasha rió.
—Yo creo que sí juegan al ajedrez. La política y los negocios son un conjunto de tácticas y estrategias. Se hacen movimientos, se observan los resultados y se decide el modo de actuar, bien para ganar una elección o para ganar más dinero. O ambos.
—Sí, supongo que sí. —Grant entrecerró los ojos y Sasha imaginó que estaba pensando en su padre y en los políticos y hombres de negocios que seguramente conocía—. ¿Sabes? Mi padre me enviará a Oxford cuando termine el curso. Estudiaré Ciencias Políticas, como él. En octubre presentaré mi solicitud.
Sasha lo estudió brevemente. No asociaba a Grant con la imagen que tenía de un político.
—¿Y eso es bueno?
—Sí, claro que sí, Ivanov. ¿Qué harás tú? ¿Vas a ir a la universidad?
Sasha asintió.
—Oxford está fuera de mis posibilidades por el momento. Me presentaré a fin de mes al Steiner College de la Universidad de Kingston. Quiero estudiar Administración de Empresas.
Grant lo evaluó unos momentos y luego sonrió.
—Administración. Sí… Imagino que eso se te dará bien. Tienes lo que llaman aptitud. Sabes jugar.
Faltando un día para iniciar el curso, Sasha leía un artículo sobre la Teoría Z
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, meditando en los cambios que traería a la gestión de muchas empresas. Su mente divagó hacia su país y sus líderes retrógrados que no asimilaban que el Cambio (con mayúsculas) estaba en el aire: competencia, apertura de mercados, enfoque hacia el cliente, productividad. Todo se movía, todo se transformaba. Los viejos moldes no funcionaban en los ochenta.
«La constante es el cambio. ¿Es que no pueden verlo?»
Dos familiares golpes en la puerta hicieron que se levantara de un salto y se lanzó a abrir, seguro de que se trataba de Tommy.
Allí descubrió que el Cambio (con mayúsculas) no solamente afectaba a las empresas: el muchacho que había llamado era muy distinto al que esperaba encontrar.
—¿Tommy? —Sasha retrocedió, dando paso al adolescente vestido de negro, cerró la puerta y se volvió para mirarlo mejor—. ¿En verdad eres tú? ¡Cielos, cómo has crecido! ¿Acaso te tuvieron colgado en las mazmorras de un castillo escocés?
Tommy se echó a reír. Había crecido al menos cinco centímetros durante el verano y ahora Sasha podía besarlo en la frente sin tener que agacharse. Además, la ropa negra le hacía parecer mucho más maduro.
—No me colgaron de ningún sitio —contestó con la voz más grave, aún riéndose, y se abrazó de Sasha con fuerza—. Te he echado muchísimo de menos.
—Y yo a ti. —Sin perder tiempo, se apoderó de sus labios, saboreándolos y reconociéndolos después de una larga ausencia. Lo besó dulcemente y luego el beso se hizo más intenso y apasionado, hasta que ambos se separaron sin aliento.
—¡Dios, cómo te he echado de menos! —dijo Tommy con la respiración un poco entrecortada—. ¿Cómo te ha ido en el verano? — preguntó para romper el silencio, aunque había releído sus cartas más de cien veces.
—Bien… lo de siempre. —Sasha enredó los dedos en el negro cabello y lo miró a los ojos, aún maravillado con el cambio—. Trabajando, estudiando un poco, intentando que mi tío deje de creer que soy anormal porque no tengo novia. La verdad, creo que el próximo verano buscaré otro lugar para quedarme. ¿Qué me dices de ti? ¿Has hecho tratamiento con vitaminas? Es increíble lo alto que estás.
—Mis padres son altos, algún día tenía que empezar a crecer. Pero todavía no le llego al hombro a mi padre, así que imagino que creceré más. —Hizo un mohín—. Si crezco más que tú, ¿me querrás?
Sasha se echó a reír y le revolvió el cabello.
—En primer lugar, no creo que crezcas más que yo —dijo, divertido—. Y en segundo lugar, si así fuera, te querría igual que siempre, porque habría más de ti para querer. —Sus labios le recorrieron la mejilla con besitos cortos, hasta llegar a su cuello y seguir un sendero de besos por sus hombros una vez que quitó la chaqueta del uniforme y desabotonó la camisa.
—Yo que tú no apostaría por ello, mi madre es casi tan alta como tú —replicó Tommy con una sonrisa, dejándose hacer—. Y mi padre casi te saca una cabeza, es enorme. Siempre me está mirando con ojo crítico por ser tan pequeño. Y mi abuelo era un gigante…
—A mí no me molesta que seas pequeño —susurró Sasha, a quien en esos momentos le importaba muy poco la estatura de los miembros del árbol genealógico Stoker—. Me gusta cómo eres… me gusta tu piel… —Su voz murió en un murmullo, mientras seguía besándole los hombros, una parte del cuerpo de su amigo que siempre le había fascinado. En un instante tuvo a Tommy recostado en la cama, con la camisa completamente desabotonada y jugueteó haciéndole cosquillas con la lengua en el ombligo—. Delicioso…
—Hum… ¿Sabes una cosa? —Tommy sonrió con picardía—. Mi estatura no es lo único que ha aumentado este verano. —La sonrisa se amplió y elevó las caderas un poco, en inequívoco gesto.
Los ojos de Sasha brillaron con anticipado placer y se apresuró a quitarle el pantalón y luego el boxer, para detenerse extasiado, contemplando la incipiente erección entre las piernas de su amigo.
—Joder, Tommy… esto es… es… —Lanzó un adjetivo en ruso, para luego arrodillarse con reverencia, venerando su recién descubierto tesoro como si fuera la primera vez que lo veía. Y en cierto modo lo era, nada quedaba ya del tierno capullo que había saboreado el año anterior. La erección de Tommy debía medir buenos quince centímetros y su grosor también había aumentado.
Habituado al antiguo tamaño, le tomó unos momentos adaptarse al cambio, hasta que encontró el ángulo exacto en su garganta para poder contenerla, y se entregó con abandono a proporcionar placer, hasta que sintió que no podía más y jadeando de deseo, se arrodilló entre las piernas de su compañero y comenzó a preparar su camino.
Tommy gemía bajito. Durante todo el verano se había matado a pajas pensando en Sasha, pero no tenía comparación con la sensación que le prodigaba estar dentro de su boca. Cuando comenzó a prepararlo, ahogó un sollozo de anticipación… ¡Deseaba tanto tenerlo dentro!
Sasha lo penetró y, gracias al lubricante, fue como deslizarse en aceite exquisito. Dentro de Tommy se sentía en el paraíso y ambos desearon prolongar al máximo ese momento. Se movieron con perfecta sincronía, besándose y acariciándose. Sasha se maravillaba del modo en el que el cuerpo de Tommy había cambiado, como si se estuviera adaptando mejor a él. Cuando por fin sucumbió a todas esas emociones e inundó el interior de su compañero, sólo pudo pensar que todo el sacrificio del trabajo de verano había valido la pena, porque la recompensa estaba allí, entre sus brazos.
Tommy le rodeó la cintura con las piernas sujetándolo con fuerza, aún dentro de su orgasmo.
—No te salgas… No salgas todavía —dijo con la respiración entrecortada—. Quiero sentirte dentro más… más tiempo… toda la vida…