Desafío (6 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Desafío
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Abro el libro de texto y rebusco en la mochila para coger papel y un bolígrafo, pero descubro que está llena a rebosar de tulipanes rojos. Son una especie de carta de amor de Damen. Esos pétalos rojos satinados pretenden recordarme que debo aguantar, y son una promesa de que, ocurra lo que ocurra, nuestro amor eterno es lo más importante. Lo único importante.

Deslizo los dedos sobre uno de los tallos y me tomo un momento para enviar a Damen un agradecimiento mental antes de manifestar las cosas que necesito. Cierro la mochila, segura de que nadie lo ha visto, hasta que descubro que Honor me mira fijamente, igual que aquel día en la playa.

Es una mirada llena de perspicacia que me hace preguntarme cuánto sabe sobre mí.

Y estoy a punto de investigarlo, de introducirme en su mente para llegar al fondo de la cuestión, pero ella se vuelve hacia el frente y el señor Borden me pide que empiece a leer, así que me dispongo a representar el papel de una alumna ambiciosa que intenta empezar bien su primer día de clase.

—Oye, Ever, ¡espera!

El sonido procede de algún lugar a mi espalda, pero decido hacer caso del instinto y seguir andando.

Sin embargo, cuando vuelve a llamarme, me detengo y me doy la vuelta. No me sorprende en absoluto ver que Honor apresura el paso para alcanzarme, aunque resulta muy raro verla sin Stacia. Como si de repente hubiese perdido un brazo, una pierna o alguna otra parte fundamental de su anatomía.

—Está en el baño —dice para responder a la pregunta que encuentra en mi mirada cuando sus ojos castaños recorren mi rostro—. Se estará retocando el maquillaje, vomitando el batido de frutas que se tomó en el almuerzo o ideando nuevas formas de chantajear al equipo de animadoras. Quién sabe, quizá las tres cosas. —Se encoge de hombros. Lleva un montón de libros en los brazos, y me recorre muy despacio con la mirada, desde mi cabello rubio hasta las uñas pintadas de rosa de los pies.

—No entiendo por qué te molestas —le digo, y empiezo a imitarla: me fijo en su largo cabello oscuro, que tiene ahora mechas rojas; en sus vaqueros ajustados negros; en sus botas negras hasta la rodilla y en el jersey de punto que se ciñe a la camiseta de tirantes que lleva debajo—. Si tanto la odias, ¿para qué tantos planes y tanto agobio? ¿Por qué no pasas de todo y sigues con tu vida?

—Así que es cierto que puedes leerme la mente. —Sonríe. Baja tanto la voz que parece que estuviera hablando consigo misma, y no conmigo—. Quizá algún día quieras enseñarme a hacer eso.

—Lo dudo. —Suspiro. Me entran ganas de colarme en su cabeza para ver de qué va todo esto, pero me digo que está mal, que debo ser paciente y dejar que las cosas se desarrollen por sí solas.

—En ese caso, quizá Jude quiera hacerlo. —Arquea una ceja y me observa, como si el comentario fuera una especie de prueba… o, quizá, una amenaza velada.

Sin embargo, me limito a apretar los labios y a contemplar mi taquilla, impaciente por dejar los libros que ya he «leído» y reunirme con Damen, que me está esperando en el coche.

—No cuentes con ello —le digo.

Prefiero no tener que acordarme de Jude en absoluto. A excepción de algún escueto mensaje de texto que le he enviado de vez en cuando para asegurarme de que se encuentra bien, de que sigue vivo, y de que Haven no ha ido todavía a por él, no hemos hablado desde la noche que mató a Roman.

Desde esa noche en la que no me quedó más remedio que proteger a la persona con quien estoy tan cabreada… Tengo ganas de matarlo yo misma.

—La última vez que lo vi no tenía ese don —añado, a la vez que me cambio la mochila de hombro y la miro con una expresión que dice a las claras: «No sé muy bien qué pretendes, pero si quieres algo, ¡ve al grano!».

Honor encoge los hombros y aparta la vista. No mira a ningún sitio en particular, se limita a contemplar el pasillo.

—¿No quieres que pague por todo lo que ha hecho? —Se vuelve para observarme con expresión seria—. Te ha hecho pasar un infierno. Lo de la expulsión, el vídeo de YouTube, lo de Damen… —Hace una pausa dramática con la esperanza de conseguir alguna reacción; pero puede quedarse callada todo el tiempo que quiera, porque no pienso decir nada—. Da igual —añade a toda velocidad, como si hubiera leído mi expresión y supiera que estoy a punto de marcharme—. Supongo que me sorprende que no quieras ayudarme. Deberías estar la primera en la fila… Bueno, quizá la segunda, justo detrás de mí.

Respiro hondo. Lo único que quiero es largarme de aquí y disfrutar de la mejor parte del día, pero me tomo un momento para contestar.

—Sí, ya… Te diré una cosa, Honor, si quieres ver las cosas así, quizá tengas que admitir que tú también te has portado fatal conmigo. —Se remueve con incomodidad. Son movimientos casi imperceptibles, pero me animan a continuar—. De hecho, tuviste un papel principal en mi expulsión, como bien sabes, y no olvidemos que también estabas en Victoria’s Secret el día que ella grabó el vídeo que acabó en internet. Y aunque no fuera idea tuya, aunque lo único que hicieras fuese mirar, lo cierto es que al final es casi lo mismo. Eso no te hace menos culpable; solo te convierte en cómplice. Salir con una sinvergüenza y no tratar de detenerla te convierte más o menos en cómplice de todo lo que esa sinvergüenza hace en tu presencia. Con todo, yo no os acoso ni me obsesiono con la venganza, ¿verdad? ¿Sabes por qué?

Me quedo callada un instante. Percibo que su interés ha disminuido en lugar de aumentar, pero continúo de todas formas.

—Pues porque no merece la pena. No merece la pena ni el esfuerzo. El karma se encargará de equilibrar las cosas. En serio, deberías replantearte este asunto. Tus planes son una mala idea y una pérdida de tiempo. Porque el hecho es que no eres del todo inocente, y las cosas tienen un efecto rebote que a veces no ves venir. —Hago un gesto afirmativo con la cabeza. No quiero añadir que eso lo sé por experiencia propia. Una experiencia muy reciente y muy personal.

Honor me mira, aunque sus ojos están casi ocultos tras el flequillo, y mueve la cabeza de un lado a otro con expresión incrédula.

—¿El karma? —Suelta una carcajada y pone los ojos en blanco—. Bueno, odio ser yo quien te lo diga, Ever, pero empiezas a hablar como Jude, con todas esas bobadas del «buen rollito» y el «mal rollito». En serio, pregúntate una cosa: ¿cuándo fue la última vez que el karma se fijó en Stacia? —Arquea una ceja—. Porque, en caso de que no te hayas percatado, ella va por la vida haciendo lo que le da la gana a quien le da la gana. Y aunque quizá a ti eso te parezca bien, yo estoy harta. Estoy hasta el gorro de sus jueguecitos. ¿Sabías que intentó salir con Craig solo para hacerme daño? Quería demostrarme quién era la reina y quién la eterna número dos.

La miro sin decir ni una palabra. El pasillo se está quedando vacío a nuestro alrededor, ya que todo el mundo se marcha. Todo el mundo menos nosotras, claro.

Sin embargo, Honor sigue adelante sin fijarse en la hora que es o en el hecho de que también nosotras deberíamos marcharnos.

—Pero no lo consiguió. Una lástima —añade en voz baja—. ¿Qué clase de amiga hace algo así?

—¿Por eso habéis roto? —pregunto, aunque en realidad me da igual. Ya sé la verdad sobre Craig, sus auténticas «preferencias». Lo único que me intriga es si ella lo sabe también.

—No, rompimos porque es gay. —Encoge los hombros—. Así que no tengo ningún futuro con él. Pero no se lo digas a nadie… —Me mira con expresión aterrada, ansiosa por proteger a Craig y guardar su secreto, pero la tranquilizo con un gesto de la mano. No me interesan los chismes—. De cualquier forma, la cosa es que aunque lamento mucho haber sido su «cómplice», o como quieras llamarlo, no pienso volver a serlo. No voy a interponerme en tu camino, Ever. Siempre que tú no te interpongas en el mío, claro.

La observo con los ojos entrecerrados, preguntándome si eso ha sido una amenaza sutil. Estoy a punto de explicarle que tengo peces más gordos que pescar, que su enfrentamiento con Stacia me importa un comino, cuando veo a Haven.

Está al otro lado del pasillo. Me mira a los ojos y todo lo demás desaparece; solo queda el rastro frío de su energía, el aguijonazo de su inmenso odio y ese dedo índice curvado que me invita a acercarme.

Y sin darme cuenta, lo hago.

La voz de Honor queda reducida a un zumbido vago y distante mientras persigo la cola del vestido azul de Haven. El tejido seductor flota detrás de ella cuando desaparece tras la esquina, así que echo a correr para alcanzarla.

Capítulo seis

M
e quedo delante de la puerta con los ojos cerrados y me tomo un momento para realizar una de las sencillas minimeditaciones rápidas que Ava me enseñó a fin de fortalecerme. Me imagino una brillante luz blanca que atraviesa mi cuerpo y se introduce en todas mis células mientras busco con los dedos el amuleto que llevo al cuello. La combinación de cristales fue creada para mantenerme a salvo y proteger todos mis chakras, en especial el quinto (el centro de la falta de discernimiento y el uso inadecuado de la información), que es mi punto débil. Si me golpearan en ese chakra, me vería condenada al abismo eterno.

Contacto un instante con Damen para informarle de que es probable que la cosa se haya puesto en marcha, y para recordarle su promesa de no hacer nada a menos que yo le pida ayuda expresamente.

Un instante después, respiro hondo y sigo mi camino a través del horrible suelo de baldosas rosa. Me detengo justo al lado de la hilera de lavabos blancos que hay junto a la pared. Mantengo una postura relajada, con los brazos sueltos a los costados, mientras observo cómo Haven abre a patadas las puertas de todos los aseos para asegurarse de que estamos solas. Luego se vuelve, pone los brazos en jarras, inclina la cabeza hacia un lado y me mira con una expresión crítica que no perjudica en nada la nueva belleza de sus rasgos.

—Y así empieza nuestro último año. —Sonríe con desdén. El zafiro pegado entre sus cejas atrapa la luz de los fluorescentes y empieza a emitir destellos—. ¿Qué te ha parecido hasta ahora? Los profesores, las clases, ¿son como los imaginabas?

Encojo los hombros, sin más. Me niego a entrar en su juego. Esta es la clase de jueguecito que le encantaba a Roman, y si no lo jugué con él, está claro que no lo voy a hacer con ella.

Haven sigue estudiándome. Resulta evidente que mi silencio no le molesta ni lo más mínimo. Si acaso, parece animarla más.

—Bueno, en mi caso las cosas han salido mejor de lo que imaginaba. Estoy segura de que has notado que ahora soy muy popular. De hecho, no sé si intentar unirme al equipo de animadoras, presentarme como delegada de la clase o las dos cosas. ¿Tú que piensas? —Se queda callada el tiempo suficiente para que le responda, pero al ver que no lo hago, alza los hombros y continúa—. Bueno, no quiero parecer engreída, pero la verdad es que ahora puedo hacer lo que me dé la gana. Seguro que has visto cómo me mira la gente, cómo me siguen a todas partes. Es como… —Con los ojos brillantes y las mejillas ruborizadas, Haven se rodea la cintura con los brazos, endiosada—. Como si fuera una estrella del rock o algo así… ¡Nunca tienen bastante!

Suspiro lo suficientemente fuerte para que me oiga. Enfrento su mirada arrogante con un gesto de aburrimiento absoluto.

—Créeme, ya me he dado cuenta —le digo, y le borro al instante la sonrisa de la cara cuando añado—: Es una pena que no sea real. Porque eres consciente de eso, ¿verdad? Eres tú quien hace que eso ocurra. Eres tú quien los atrae deliberadamente, quien les roba la libertad de elegir y la voluntad propia, como solía hacer Roman. Nada de todo eso es real.

Se echa a reír y resta importancia a mis palabras con un gesto de la mano. Camina en círculo muy despacio antes de detenerse justo delante de mí.

—Me parece que alguien se ha tragado un limón. —Frunce los labios en una mueca desdeñosa y niega con la cabeza—. En serio, Ever, ¿qué te pasa? ¿Te sientes celosa porque ahora yo tengo acceso a la mesa guay mientras que tú sigues siendo una imbécil atrapada en el país de los fracasados?

Pongo los ojos en blanco mientras recuerdo mi antigua vida en Eugene, Oregón, cuando era la mismísima encarnación de la popularidad. Antes lo echaba de menos, añoraba esa vida tan sencilla y el conformismo que tan fácil me resultaba aceptar por entonces, pero ahora no volvería atrás por nada del mundo. En la actualidad, esa vida no me tienta en absoluto.

—Ni por asomo. —La miro con suspicacia—. Aunque me sorprende ver cuánto te gusta a ti… considerando lo mucho que te burlabas de todo eso. Pero supongo que solo lo hacías para ocultar el hecho de que, en el fondo, querías ser uno de ellos. Fingías que no te importaba que te despreciaran, pero por lo visto no era así. —Hago un gesto negativo con la cabeza y la miro con lástima. Y, a juzgar por su expresión, eso la enfurece aún más—. Pero dudo mucho que sea por eso por lo que me has hecho venir aquí —añado, impaciente por llegar al meollo de la cuestión—. Así que, ¿por qué no lo sueltas de una vez? ¿Qué es eso que te mueres por decirme? ¿Qué es tan importante como para no poder esperar a hablar en otro lugar que no sea este cuarto de baño asqueroso?

La observo con paciencia, a la espera de que empiece, mientras me repito en silencio las promesas que me hice.

No empezaré la lucha
.

No daré el primer golpe, ni lanzaré el primer puñetazo, ni nada por el estilo
.

Agotaré todas las demás posibilidades antes de llegar a eso
.

No acabaré con su vida a menos que mi vida o la de otra persona estén en peligro
.

Dejaré que ella haga el primer movimiento
.

Pero cuando lo haga… Bueno, desde ese momento en adelante ya no seré responsable de lo que le suceda
.

Haven mira al techo y suelta un suspiro exasperado antes de mirarme con expresión asqueada.

—Vaya, ¿no me digas que te preocupa que te pillen holgazaneando en el baño el primer día de clase? —Chasquea la lengua al tiempo que levanta una mano para admirar los anillos azules y plateados que lleva en todos los dedos—. No logro entender por qué insistes en parecer tan «normal», tan ridículamente ordinaria. En serio, eres la inmortal más patética que he visto en mi vida. Roman tenía razón: Damen y tú sois un absoluto desperdicio de espacio. —Exhala el aire de sus pulmones y provoca una ráfaga de aire que enfría la estancia—. ¿Qué esperas conseguir con eso? ¿Un galardón? ¿Un título enmarcado que certifique que eres la favorita de los profesores?

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