Desafío (33 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Desafío
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Asiento con la cabeza. Es un buen resumen.

—¿Prefieres hacer eso que enfrentarte a Sabine?

Asiento de nuevo, aunque esta vez también encojo los hombros.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Claro. —Esbozo una sonrisa—. Aunque lo más probable es que no te responda hasta que lleguemos allí, así que confía en mí, ¿vale? Hay algo que necesito averiguar primero.

Damen me mira con perplejidad. Es obvio que no le hace gracia pasar por eso, pero tampoco quiere negarme nada, así que se apresura a hacer aparecer un caballo. Una vez montados, cierro los ojos y animo al animal a avanzar hacia la parte más siniestra y lúgubre de este lugar.

Un momento después, aquí estamos. Nuestra montura se detiene en seco, y Damen y yo tenemos que esforzamos por mantenernos sobre el lomo. El caballo retrocede, corcovea y clava los cascos en el suelo mientras Damen intenta tranquilizarlo con susurros y le asegura que no es necesario que siga adelante. Al final logra calmarlo lo suficiente para que podamos apearnos y echar un vistazo a los alrededores.

—Bueno, está tal y como lo recordaba —dice Damen, impaciente por ir a algún lugar más cálido, más vivo. A un lugar mejor.

—¿En serio?

Me acerco a la zona donde empieza el barro y le doy unos golpecillos con la punta del pie. Compruebo la consistencia y la profundidad en un intento por determinar si algo ha cambiado.

—No sé qué pretendes —dice sin quitarme los ojos de encima—. Pero en mi opinión este sitio sigue igual de húmedo, desolado, fangoso y deprimente que la última vez que estuvimos aquí.

Hago un gesto afirmativo con la cabeza.

—Todo eso es cierto, pero ¿no te da la sensación de que es más… grande? No sé, es como si creciera o se expandiera…

Damen entorna los párpados. No ve adónde quiero llegar con esto, y aunque sé que voy a parecer una chiflada (o lo que es peor, una paranoica), decido explicárselo. Necesito una segunda opinión.

—Tengo una teoría…

Él se limita a mirarme con atención.

—Bueno… —Respiro hondo y miro a mi alrededor—. Creo que yo podría ser la responsable de todo esto.

—¿Tú? —Damen frunce el ceño con preocupación.

Sin embargo, dejo su inquietud a un lado y continúo. Tengo ganas de soltarlo, de pronunciar las palabras en voz alta antes de pensármelo mejor, antes de perder el coraje.

—Oye —le digo con voz tensa, apremiante—, ya sé que parece una estupidez, pero escúchame primero, por favor.

Damen asiente y me muestra las palmas de las manos para darme a entender que no piensa detenerme.

—Creo que quizá… bueno, que este lugar empezó a extenderse cuando comenzaron a ocurrir las cosas malas.

—¿Las cosas malas?

—Sí. Ya sabes, cuando maté a Drina, por ejemplo.

—Ever… —empieza a decir con la intención de negarlo, de disipar toda mi sensación de culpabilidad.

Pero lo interrumpo antes de que pueda continuar.

—Tú llevas viniendo aquí desde hace mucho tiempo, ¿no?

—Desde los sesenta. —Encoge los hombros.

—Vale, bien. Estoy segura que en todo este tiempo has explorado un poco este lugar, sobre todo al principio.

Asiente con la cabeza.

—Y dijiste que nunca habías visto nada parecido a esto, ¿no es así?

Asiente de nuevo y deja escapar un suspiro.

—Pero lo cierto es que Summerland es un lugar muy, muy grande —asegura—. Por lo que sabemos, podría ser infinito. Jamás he encontrado murallas ni límites, así que es muy posible que esto siempre haya estado aquí y yo nunca lo haya visto.

Aparto la mirada e intento comportarme como si estuviera dispuesta a dejar el tema si eso es lo que quiere, aunque lo cierto es que no estoy nada convencida.

Me da la sensación de que aquí hay algo que he causado yo. O algo que necesito ver. O ambas cosas. Eso fue lo que me trajo a este lugar la primera vez. Le pedí a Summerland que me mostrara lo que debía saber y aparecí aquí. Pero aún no sé por qué.

¿Podría estar relacionado de algún modo con las almas que han acabado en Shadowland por mi culpa?

¿Son esas almas las que hacen que se extienda, como el fertilizante con las malas hierbas?

Y, si es así, ¿significa eso que seguirá expandiéndose? ¿Que podría acabar por apoderarse de todo Summerland?

—Ever —dice Damen—. Podemos explorar un poco si quieres, pero lo cierto es que no hay mucho que ver, ¿no crees? Da la impresión de que solo hay más de lo mismo.

Miro a mi alrededor, reacia a rendirme tan pronto. La verdad es que no sé lo que busco; no sé cómo demostrar mi teoría. Así que empiezo por darme la vuelta. Y ya he echado a andar hacia Damen cuando la oigo.

Oigo la cancioncilla.

Flota desde algún lugar a mi espalda, como transportada por un lejano soplo de brisa, pero resulta inconfundible.

No hay manera de confundir esa voz. Las palabras. El espeluznante tonillo hechizante.

Y sé, sin necesidad de mirar, que ella está ahí.

Me vuelvo y descubro que me apunta con el dedo de esa mano retorcida y nudosa mientras canturrea:

Se alzará desde el barro

y se elevará hacia los vastos cielos de ensueño.

Y tú-tú-tú te alzarás también…

Pero esta vez continúa. Añade más líneas que no cantó la última vez que estuvimos aquí.

Desde el abismo y las oscuras profundidades

lucha por avanzar hacia la luz
.

Solo desea una cosa
.

¡
La verdad
!

La verdad de su ser
.

Pero ¿se lo permitirás
?

¿
Permitirás que se alce, florezca y crezca
?

¿
O lo condenarás a las profundidades
?

¿
Desterrarás su alma agusanada y exhausta
?

Y justo cuando pienso que se ha acabado, la vieja hace algo de lo más extraño.

Levanta las manos hacia delante con las palmas hacia arriba, como si esperara algún tipo de ofrenda. Y, de repente, Misa y Marco aparecen por detrás de su espalda y se colocan a ambos lados de la mujer. La flanquean a la vez que me miran fijamente, y la anciana cierra los ojos en un gesto de concentración, como si intentara manifestar algo espectacular.

Sin embargo, lo único que consigue con sus esfuerzos es una rociada de ceniza gris que sale del centro de sus palmas y cae con suavidad a sus pies.

Cuando alza la vista para mirarme a los ojos, su rostro parece angustiado. Me observa con expresión acusadora.

Damen me agarra del brazo y empieza a tirar de mí. Quiere alejarme de aquí. De ella. De ellos. Está impaciente por dejar atrás esta horrible escena.

Ninguno de los dos sabemos quién es, de dónde viene o qué puede significar esa canción.

Ninguno de los dos sabemos cuál es la conexión que tiene con Misa y Marco.

Solo hay una cosa clara: la canción es una advertencia.

Son palabras a las que debo prestar atención.

Palabras que debo escuchar.

La vieja sigue cantando con voz melódica, y sus estrofas nos persiguen mientras corremos hacia el caballo.

De vuelta al lugar donde existen la magia, el poder de la manifestación y todas las cosas buenas.

De vuelta a la seguridad relativa del plano terrestre, donde aterrizamos juntos en una playa vacía.

Nuestras manos permanecen entrelazadas mientras intentamos recuperar el aliento tumbados de espaldas sobre la arena. Mientras intentamos encontrarle sentido a las palabras, a la perturbadora escena que hemos presenciado.

Alzo la vista hacia el cielo negro sin luna y descubro que no se ve ni una sola estrella.

Mi estrella nocturna ha desaparecido.

Y, por un momento, me siento abrumada por la horrible certeza de que nunca volverá.

Pero, entonces, Damen pronuncia mi nombre, su voz atraviesa el silencio e interrumpe mis pensamientos.

Y cuando me pongo de lado para poder mirarlo y veo su rostro frente al mío, su mirada está tan llena de amor y adoración que mi mente se llena de alivio.

Los dos brillamos en este lugar.

—Esa canción era para mí —le digo, pronunciando en voz alta unas palabras que sé que son ciertas—. La muerte de Haven, el hecho de haber perdido la camisa… —Me quedo callada un instante y respiro hondo cuando siento la calidez de su dedo sobre mi garganta—. Todo forma parte de mi karma. Y ahora, al parecer, hay algo más que se supone que debo hacer.

Damen empieza a hablar, impaciente por consolarme, por negarlo, por borrar la preocupación de mi rostro.

Pero lo detengo de inmediato poniéndole el dedo sobre los labios.

No necesito esas palabras.

No sé de qué habla la canción de la anciana, pero estoy preparada para afrontarlo.

Más tarde. Ahora no.

—Nos las apañaremos —le digo, y mis palabras rozan su mejilla cuando me estrecha con fuerza—. Juntos podemos enfrentarnos a cualquier cosa. Pero por el momento… —Lo beso y disfruto del suave y dulce «casi» contacto de sus labios—. Por el momento, demos gracias por esto.

Agradecimientos

U
na vez más, quiero dedicar mi más enorme y chispeante agradecimiento al equipo de St. Martin: Matthew Shear, Rose Hilliard, Anne Marie Tallberg, Brittany Kleinfelter, Katy Hershberger, Angela Goddard y todos los demás, que tanto han contribuido.

También quiero expresarle mi gratitud al equipo de Brandt & Hochman: Gail Hochman, Bill Contardi y Marianne Merola. ¡Gracias por todo lo que hacéis!

Y a mis editores extranjeros: ¡Os agradezco lo mucho que habéis luchado por los Inmortales!

Me siento increíblemente afortunada por el amor y el apoyo que he recibido de mis familiares y amigos (¡vosotros ya sabéis quiénes sois!), aunque debo dedicarles un abrazo especial a Jim y a Stacia: ¡esas cenas mensuales me proporcionaron la distracción perfecta!

Y, como siempre, gran parte de mi gratitud va para Sandy, porque lo cierto es que no podría haberlo hecho sin él.

Pero, sobre todo, quiero darles las gracias a mis lectores. Chicos, ¡sois sin duda LOS MEJORES!

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