Darth Maul. El cazador en las tinieblas (29 page)

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Authors: Michael Reaves

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Darth Maul. El cazador en las tinieblas
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—Acércate a esa puerta y ábrela —dijo, con una voz que ni remotamente parecía la suya—, o te convertiré en un montón de chatarra.

I-Cinco volvió la cabeza y le miró un instante, antes de alargar la mano y quitarle la pistola sin que el humano tuviera tiempo de apretar el gatillo.

—Y ahora escúchame —dijo, mientras volvía a su trabajo—. Tenemos una posibilidad de sobrevivir a esto, y no es muy buena. En cambio, la padawan no tiene ninguna posibilidad, y ella lo sabe. —Metió un último dato en el panel de control de la unidad—. Entra en la unidad.

Lorn se le quedó mirando, volviéndose luego para mirar a través de la escotilla. No podía ver a Darsha o al Sith, pero sí sus sombras moviéndose por el suelo, proyectadas por la luz de las ventanas. Se dio cuenta de que habían llevado la batalla a una de las pasarelas de arriba.

Está haciendo por nosotros lo que su Maestro hizo por ella… ganar tiempo.

Apenas hacía cuarenta y ocho horas que la conocía y ya había pasado de odiarla a ella y a todo lo que representaba a… esto. A ese dolor frenético, esa frustración, y esas emociones que hacía años que no se permitía sentir. No se había enamorado de ella; no había tenido bastante tiempo para eso. Pero sí que había llegado a sentir cariño por ella, a respetarla y admirarla profundamente. Si todos los Jedi eran como ella…

No quería terminar el pensamiento. Se forzó a hacerlo.

Si todos los Jedi son como ella, entonces lo que le pasó a Jax fue lo mejor que pudo haberle pasado.

—Deprisa —dijo I-Cinco—. La unidad tiene un temporizador. Tenemos menos de un minuto.

Lorn pegó el rostro contra el acero transparente, buscando una última imagen de ella. No la consiguió. Podía oír el entrechocar y el zumbido de los sables láser a lo lejos, podía ver los fogonazos y las cascadas de chispas cuando las hojas chocaban o cortaban el metal como si fuera flinsiplast. Pero no podía verla a ella.

El androide lo apartó de la escotilla con suavidad y firmeza, cogiéndolo por los hombros. Lorn dejó que el androide le llevara hasta la unidad congeladora de carbono. No sentía miedo al entrar en ella. La tentación era no sentir nada y quedarse aturdido.

No, se dijo. Ya había vivido demasiado tiempo así. Si éstos iban a ser sus últimos instantes de vida, que muy bien podían serlo, dadas las pocas posibilidades de éxito que tenía el plan del androide, no los viviría sumido en un vacío emocional.

Era lo menos que podía hacer en reconocimiento al sacrificio de ella.

Entró en el cilindro abierto de la máquina. I-Cinco entró con él. Apenas había sitio suficiente para los dos.

Miró al androide.

—Si salgo de ésta con vida, mataré a ese Sith.

I-Cinco no replicó nada; no había tiempo. Lorn sintió que lo envolvía un vapor gélido, su visión se oscureció por una neblina que se tornó oscuridad. Una oscuridad tan profunda y completa como la muerte.

Capítulo 31

D
arth Maul se sintió ligeramente decepcionado al darse cuenta de que la Jedi no era tan poderosa como le había parecido en un principio. Su presencia en la Fuerza era impresionante, pero su metodología no estaba a la altura. Los dos sabían que sólo era cuestión de tiempo. Concentró sus ataques, obligándola a usar una defensa más basada en la técnica.

Ella saltó de la pasarela al suelo, y él la siguió. Sintió que una presión motivada por la Fuerza se desplazaba hacia él y la desvió, sintiendo que varios tanques y contenedores caían a su alrededor. La padawan se estaba debilitando. Un ataque de ese tipo era signo de desesperación. Pronto acabaría todo.

Saltó hacia adelante, rodando para situarse a su lado, bloqueando de paso el ataque de ella. Otra onda invisible de presión golpeó las máquinas situadas detrás de él.

Lastimoso.

Maul intentó ensartarla con su hoja y se topó con la de ella, que frustró momentáneamente su ataque. Ella no había explotado el punto débil que había dejado expresamente al descubierto, y volvió a perder aún más respeto por ella.

Era una pena, pero ya habría otras misiones, otros retos más dignos de su habilidad. Algún día, el Templo Jedi estaría en ruinas, y él se encontraría allí para verlo, tras haber matado personalmente a muchos Jedi. Pero ya iba siendo hora de terminar con ese asunto.

Se dispuso a propinar el golpe final.

— o O o —

Darsha lanzó una segunda oleada de la Fuerza, derribando otro tanque de combustible. Se las había arreglado para derribar varios cilindros de soldar y tanques de aceite y amontonarlos. Ahora estaban todos situados, formando una carga accidental pero extremadamente explosiva que esperaba a hacerse realidad.

Qué apropiado resultaba usar el sacrificio del Maestro Bondara como ejemplo, pensó.

Darsha se permitió pensar en Lorn por un momento. Esperaba que el robot hubiera visto la fuga potencial que representaba la unidad congeladora de carbono. De no ser así, su sacrificio sería en vano.

Había visto la cara de Lorn en la ventanilla, su expresión llena de preocupación y desesperación, no por él mismo, sino por ella. Desde luego no era la expresión de alguien que la odiaba, o que fuera indiferente a su destino.

Había sido una lástima, pensó ella. Si hubieran tenido más tiempo… Si hubieran podido llevar sus intenciones a término y llegar juntos al Templo Jedi…

Pero eso no era lo que estaba destinado a ser.

No hay pasión; hay serenidad.

Cargó contra el Sith, con el sable láser zumbando, y se colocó en una posición mejor. Tenía que hacerlo con precisión, que no pareciera algo deliberado.

Bajó la guardia. Su enemigo aprovechó de inmediato esa circunstancia.

Su arma le atravesó el costado, produciéndole un dolor tan ardiente que le hizo gritar.

Darsha Assant soltó el sable láser, usando la Fuerza para lanzarlo hacia adelante, todavía conectado, y atravesar con él uno de los cilindros de gas.

Aún tuvo tiempo para un último pensamiento.

No hay muerte; hay Fuerza.

Sabía que era la verdad.

— o O o —

Darth Maul se dio cuenta en el último momento de los planes de su contrincante y de lo que planeaba hacer. Saltó, empleando la Fuerza para propulsarse hacia una de las ventanas de arriba. La atravesó fácilmente y aterrizó en un aeropaseo cercano, en el instante en que detonaban los contenedores explosivos.

Por fortuna, la explosión quedó contenida por las sólidas paredes del edificio. La padawan había sido hábil hasta el final; el Sith se dio cuenta de que había preparado la trampa con sus débiles ataques con la Fuerza. Había sido un oponente más digno de lo que había supuesto.

Sus actos le habían costado el placer de matar a su principal objetivo. Sonrió a la memoria de la muchacha. No todos podían luchar tan bien; era algo que debía honrarse.

Ya empezaba a formarse una multitud de curiosos. Debía asegurarse de que su misión estaba completada, y debía hacerlo cuanto antes. Saltó de vuelta a la ventana que había atravesado y por la que ahora se escapaba el humo, dificultándole la visión del infierno que era esa sala. Usó la Fuerza para disipar momentáneamente las nubes y ver la unidad contenedora donde se había escondido su objetivo. La onda expansiva la había partido en dos, dejando al descubierto el equipo y la maquinaria rota de su interior.

Nada podía haber sobrevivido a eso. Tampoco en la Fuerza vio rastro alguno de los cuerpos de la padawan o de Lorn Pavan; la explosión los había vaporizado.

Por fin había completado su misión.

Pero, aun así, debía estar completamente seguro. Después de todo, Pavan había demostrado ser extraordinariamente difícil de matar, sobreviviendo incluso a una explosión anterior. Debía asegurarse.

Recurrió al Lado Oscuro, sondeando la sala con sus vibraciones, buscando cualquier signo de vida.

No encontró ninguno.

Excelente.

Volvió al paseo de un salto. Sin prestar atención a los curiosos que se amontonaban, se echó la capucha sobre el rostro y se alejó del edificio en llamas.

Ya era hora de informar a su Maestro del éxito de su misión. Por fin.

Capítulo 32

O
bi-Wan Kenobi volvió a sentir la muerte cuando se acercó una vez más al lugar donde se estrelló el aerocoche del Maestro Bondara. No era la del Maestro Jedi que había sentido antes, sino algo nuevo.

Al acercarse más, vio que el humo se alzaba desde la calle y notó las luces giratorias de los cruceros policiales que rodeaban la zona. Era evidente que había tenido lugar algún nuevo desastre, y lo bastante importante como para atraer a la policía local.

Tras dejar el Oasis Tusken, volvió al último lugar donde fueron vistos por última vez Darsha Assant y el Maestro Bondara, que había sido en el aerocoche del último. Un control flotante avisó al padawan de que retrocediera y por un momento estuvo a punto de hacerlo. Después de todo, estaba en el Pasillo Carmesí. Sin duda investigaban algún crimen sin relación con lo que le llevaba allí, y sólo conseguiría estorbar.

Pero entonces volvió a sentirlo. Sintió esa sensación de ominosidad que tanto le había enervado la vez anterior que estuvo en ese lugar.

Obi-Wan maniobró el vehículo para superar el control. Un androide forense estuvo a punto de darle un aviso, pero le dejó pasar al ver que era un padawan. Al Jedi no le gustaba utilizar sus poderes seculares, pero dentro de la República tenían capacidad para atravesar los cordones policiales de cualquier investigación relacionada con una propia.

Dos investigadores sin uniforme se acercaron a interceptarlo cuando aterrizó junto a la línea de escáneres policiales. Uno era mrlssi, el otro sullustano, y los dos tenían aspecto de querer estar en cualquier otro lugar que no fuera ése. El mrlssi habló primero.

—¿Podemos ayudarle?

Obi-Wan decidió ver qué respuestas podía obtener por esa parte. No había motivos para decirles que habían desaparecido dos Jedi.

—Estoy siguiendo los informes de un criminal que se dice actúa en la zona. Parece ser que han tenido lugar varios asaltos… —dejó la frase colgada, concentrándose en la reacción de la pareja, esperando provocar así una respuesta en ellos—. Me han hecho pensar que podrían estar relacionados con este suceso.

—Bueno, quizá sea así. Venga a echar un vistazo —dijo el sullustano mirando al mrlssi.

Obi-Wan siguió a los dos policías; hacia otro vehículo estrellado, situado a una media manzana del que perteneció al Maestro Bondara. Pese a estar muy quemado y con el metal muy retorcido por el fuego, resultaba evidente que le habían arrancado una buena parte y que había un corte limpio en la cabina donde se sentaba el piloto androide.

—¿Alguna idea, padawan…?

—Kenobi. Obi-Wan Kenobi.

—¿Reconoce el tipo de aerocoche? —añadió el sullustano.

—¿Tiene eso alguna importancia? —contestó, negando con la cabeza.

—Esto es, o era, un PCBU, un crucero policial de apoyo. Está diseñado para ayudar a los agentes que responden a una llamada en lugares como el Pasillo Carmesí. Se supone que deben flotar diez metros detrás y quince arriba de las unidades policiales.

El aprendiz de Jedi se dio cuenta del problema a que se enfrentaban los policías. ¿Cómo podía alguien saltar quince metros en el aire para llegar al PCBU sin que le dispararan?

—¿Ha muerto alguien? —preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

—Dos patrulleros —dijo el mrlssi.

Obi-Wan asintió a los dos investigadores.

—Puede ser obra de hombres del Sol Negro. Contactaré con el Templo para informar de esto. Tendrán la plena cooperación de los Jedi en este asunto —dijo, encaminándose a continuación hacia su aerocoche.

El asunto se había complicado demasiado para que un padawan se ocupara de él. La posible implicación del Sol Negro y la muerte de los dos policías hacían que lo prudente fuera informar a sus superiores. Habría que llevar a cabo una investigación completa, en colaboración con las fuerzas de seguridad.

Elevó el aerocoche hasta alcanzar el décimo nivel, bajo el estrato inferior de tráfico pero lo bastante elevado como para trazar un rumbo recto hacia el Templo. Fuera lo que fuera lo que había sucedido, estaba seguro de que había algo más en juego que la desaparición del Maestro Bondara y de Darsha.

— o O o —

Darth Sidious pudo sentir una ligera turbación en la Fuerza antes de que su comunicador le avisara que tenía una llamada, y supo que su aprendiz estaba a punto de conectarse. Pisó la rejilla del holoproyector y la activó. Las medidas de seguridad brillaron verdes antes de que él hablase.

—Mi aprendiz. Has completado tu misión.

Era una afirmación, no una pregunta. Sidious sabía que Darth Maul no le llamaría para comunicarle un fracaso, y no había señales inapropiadas en las energías que rodeaban su imagen.

—Sí, Maestro. La padawan Jedi murió en combate. Luchó bien para ser una neófita. Una explosión que tuvo lugar durante nuestro enfrentamiento mató a Lorn Pavan y su androide.

El Señor Sith asintió. Sentía la verdad de esa afirmación incluso a través de la distancia que los separaba. Eran noticias excelentes. Se había anulado cualquier fuga de información que pudieran tener sus planes. Seguramente habría otros problemas, aunque sólo fuera porque desconfiaba tanto de las habilidades combativas de los neimoidianos como de su veracidad, pero serían obstáculos que tendrían lugar cuando su plan estuviera ya demasiado avanzado como para ser detenido.

—Quiero que lleves el holocrón a este lugar —le dijo a su discípulo, proporcionándole las coordenadas e instrucciones que necesitaría para franquear a los androides de seguridad.

Darth Maul asintió, aceptando las instrucciones.

—Ten mucho cuidado, aprendiz mío. La discreción es vital. Los Jedi estarán molestos por perder a dos de los suyos, y buscarán una explicación. Debes procurar que no encuentren ninguna.

Tras decir esto, apagó la conexión, rompiendo la comunicación. No esperó ninguna respuesta; no era necesaria.

Ya era hora de hacer nuevos preparativos. Hora de poner en marcha el plan que llevaba décadas preparándose y que culminaría con la destrucción final de los Jedi.

Pronto.

Muy pronto.

— o O o —

Obi-Wan conducía el aerocoche a la mayor velocidad que le permitía la seguridad, recorriendo el estrecho laberinto de calles y edificios. De pronto, su atención se vio distraída por un rumor y un fogonazo de luz anaranjada a dos calles de distancia.

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