Cuentos completos (519 page)

Read Cuentos completos Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
6.09Mb size Format: txt, pdf, ePub

»“Usted puede no ser el espía, pero puede ser un espía. Hay personas que piensan eso. Incluso yo veo una posibilidad.”

»“Pero ninguna clase de policía vendría a la policía…”

»“¡Por favor! Le haré el favor de escuchar, puede ser usted una distracción. Si juega ajedrez sabrá lo que quiero decir cuando digo que usted puede ser sacrificado. Es enviado para confundirnos y distraernos, ocupando nuestro tiempo y esfuerzo, mientras el verdadero trabajo es realizado en cualquier otro lugar.”

»Le dije, “Pero no ha funcionado, si eso es lo que se supone que sea. Usted no está confundido ni distraído. Nadie puede ser engañado por algo tan tonto como esto. No es un sacrificio razonable, por tanto no es un sacrificio de ninguna clase. Lo que le estuve diciendo es toda la verdad.

»Ve suspiró. “Entonces, ¿cuál es su nombre?”

» “John Smith. Pregúnteme un millón de veces y seguirá siendo mi nombre.”

»“Pero no puede probarlo. Mire”, dijo, “tiene dos alternativas. Una es convencerme de alguna manera razonable que me está diciendo la verdad. Afirmaciones simples, aunque elocuentes, son insuficientes. Debe haber evidencia. ¿Tiene algo con su nombre? ¿Algo material que pueda mostrarme?

»“Ya le dije”, le respondí desesperado, “me han robado.”

» “Si eso falla”, dijo como si no hubiese escuchado mi afirmación, “asumiré que usted está aquí para cumplir alguna función para su país que no será del interés de mi país, y que será interrogado con eso en mente. No será mi trabajo, me alegra decirlo, pero los que interrogarán serán mucho más persistentes y pacientes. Deseo que no hubiera sido de esta manera, pero cuando la seguridad nacional está en riesgo…”

»Estaba en absoluto pánico. Tartamudeando, dije, “Pero no puedo decir lo que no sé, no importa cómo me interrogue.”

»“Si es así, finalmente quedarán convencidos, pero usted no quedará muy bien. Y estará en prisión ya que no será muy político dejarle ir en esas condiciones. Si su país tiene éxito en lo que puede estar intentando hacer, en este país estarán furiosos y usted será, seguramente, víctima de eso y recibirá una larga sentencia. Su país no podrá interceder por usted. Ni lo intentará.

»Grité, “¡Eso es injusto! ¡Eso es injusto!”

»“La vida es injusta”, dijo Ve, tristemente. “Su propio presidente Kennedy lo dijo.”

»“Pero, ¿qué debo hacer?”, farfullé.

»Él dijo, “Convénzame de que su historia es verdad. ¡Muéstreme algo! ¡Recuerde algo! Pruebe que su nombre es John Smith. Lléveme a la taberna; mejor aun al hotel. Muéstreme su pasaporte. Deme algo, aunque sea pequeño, para comenzar, y tendré la fe suficiente en usted para intentar el resto, con cierto riesgo por mi parte, debo agregar.”

»“Lo aprecio, pero no puedo. Estoy desamparado. No puedo.” Estaba balbuceando. Todo lo que podía pensar era que enfrentaba la tortura y una prisión prolongada por el crimen de haber sido drogado y robado. Era más de lo que podía afrontar y me desmayé. Lo siento. No fue una acción heroica, pero ya les dije que no soy un héroe.

—No sabe lo que le pusieron en su trago en la taberna —dijo Halsted—. Usted estaba medio envenenado. No era usted mismo.

—Es muy amable al decirlo, pero la perspectiva de tortura y prisión por nada era algo que no podía enfrentar con estoicismo en uno de mis mejores días.

»Lo siguiente que recuerdo es que estaba acostado con la vaga sensación de ser manipulado. Creo que algunas de mis ropas habían sido quitadas.

»Ve me estaba mirando con la misma expresión de tristeza en el rostro. Me dijo, “Lo siento. ¿Desea algo de brandy?”

»Recordé. La pesadilla había regresado. Sacudí mi cabeza. Todo lo que quería era convencerle de mi absoluta inocencia en todo. Dije, “¡Escuche! Debe creerme. ¡Todo lo que dije es verdad! Yo…”

»Puso su mano sobre mi hombro y lo sacudió. “¡Deténgase! ¡Le creo!”

»Lo miré, estúpidamente. “¡Qué!”

»“Dije que le creo. Para comenzar, nadie que ha sido enviado a realizar una tarea como esa puede interpretar un absoluto terror de esa manera tan convincente, en mi opinión. Pero es solamente mi opinión. Puede no ser convincente para mis superiores y es posible que no debiera haber actuado. De todos modos, nadie puede ser tan estúpido como usted ha probado serlo sin ser lo suficientemente estúpido para entrar en una taberna extraña tan confiadamente y haber olvidado el nombre del hotel,”

»“Pero, no entiendo.”

» “¡Ya es suficiente! He perdido mucho tiempo. Debería dejarlo en manos de la policía, a decir verdad, pero no deseo abandonarlo aún. Sobre la taberna y los ladrones, no puedo hacer nada. Tal vez en otro momento y por otra queja. Pero busquemos su hotel. Dígame cualquier cosa que recuerde, la decoración, la posición de la conserjería, el color del cabello del hombre allí, dónde había flores. Vamos señor Smith, ¿qué clase de calle era donde estaba? ¿Había negocios? ¿Tenía portero? ¿Algo?

»Me pregunté si era una especie de trampa, pero no vi alternativa sino responder las preguntas. Traté de recordar todo como estaba cuando entré en el hotel la primera vez, menos de doce horas antes. Hice lo mejor que pude en describir y él me apresuraba, preguntando más pronto que lo que podía responder.

»Miró las rápidas notas que había tomado y susurró a otro oficial, y que estaba en el lugar aunque no le vi entrar, tal vez un experto en hoteles. El recién llegado asintió, comprendiendo, y le devolvió el susurro.

»Ve dijo, “Muy bien, entonces. Creo que sabemos de qué hotel se trata, de modo que nos vamos. Cuanto más pronto encuentre su pasaporte, todo será mejor.”

»Salimos en un coche oficial. Me senté allí, temeroso y aprensivo, temiendo que fuera otra artimaña para romper mi espíritu ofreciéndome una esperanza, solamente para destrozarla metiéndome a prisión, en cambio. Dios sabe que mi espíritu no necesitaba romperse. ¿Y qué si me llevaban a un hotel, y no era el mío, me escucharían lo que tuviera que decirles?

»Llegamos a un hotel, de todos modos. Me encogí de hombros desvalido cuando Ve me preguntó si era ése. ¿Cómo podía decirles si no lo recordaba? Y temí asegurar algo que podía resultar un error.

»Pero era el hotel correcto. El conserje de la noche no me conocía, por supuesto, pero estaba el registro de una habitación para un John Smith de Fairfield. Subimos hasta mi habitación y miramos mi equipaje, mi pasaporte, mis papeles. Era suficiente.

»Ve estrechó mi mano y dijo en voz baja, “Una palabra de consejo, señor Smith. Salga de país rápidamente. Haré mi informe y lo exoneraré, pero si las cosas se ponen peores en algunos días, alguien puede decidir que usted debería ser arrestado otra vez. Será mejor que esté fuera de la frontera.”

»Le agradecí, y jamás tomé el consejo de nadie con tanto entusiasmo en toda mi vida. Pagué el hotel, tomé un taxi hasta la estación más próxima, y creo que no respiré hasta cruzar la frontera.

»Hasta este día, no sé de qué se trató todo eso, si los Estado Unidos tenían realmente el proyecto de espiar en camino en ese país en ese momento, o si tuvieron éxito o fracasaron. Como dije, alguien me pidió que no dijera nada acerca de todo el asunto, de modo que supongo que las suposiciones del gobierno de Ve eran más o menos justificadas.

»En todo caso, nunca planee volver a ese país en particular.

—Fue afortunado, señor Smith —dijo Avalon—. Ya veo lo que quiere decir cuando dijo que estaba desorientado por el final. Ve, como usted le llama, dio un giro repentino ¿no es así?

—No lo creo —intervino Gonzalo—. Creo que le tuvo simpatía todo el tiempo, señor Smith. Cuando usted se desmayó, llamó a algún superior, lo convenció de que era un pobre idiota en problemas, y le dejó ir.

—Puede ser —dijo Drake, que fuera su desmayo lo que le convenció. Si realmente fuera un agente sabría los riesgos que corría, y estaría más o menos preparado para ellos. De hecho, él lo dijo, ¿verdad? Dijo que usted no podía simular el temor de modo convincente y que por ello usted era lo que decía ser, o algo por el estilo.

—Si ha contado la historia detalladamente, señor Smith —dijo Rubin—, debo pensar que Ve no le tiene simpatía al régimen, o no habría tenido apuro en que usted saliera del país. Creo que tiene una buena oportunidad de ser purgado, o que ya lo ha sido en este momento.

—Odio estar de acuerdo contigo, Manny —dijo Trumbull—, pero lo estoy. Creo que el fallo de Ve en retener a Smith puede haber sido el colmo.

—Eso no me hace sentir muy bien —murmuró Smith.

Roger Halsted empujó la taza de café a un lado y colocó los codos sobre la mesa. Dijo seriamente:

—Escuché los hechos desnudos de la historia antes de que usted la contara, y estuve pensando en ellos y creo que hay más. Además, y si todos están de acuerdo, debe estar mal.

Se volvió hacia Smith.

—Me dijiste, John, que este Ve era un hombre joven.

—Bueno, me pareció de unos treinta años.

—Entonces bien —dijo Halsted—, si un hombre bastante joven está en la policía secreta, no debiera estar satisfecho y debería planear ascender de cargo. No correría riesgos ridículos por nada. Si fuera un hombre viejo, podría recordar los tiempos antiguos del régimen y no tener ninguna simpatía por el nuevo gobierno, pero…

—¿Cómo sabes —preguntó Gonzalo— que este Ve no era un agente doble? Tal vez por eso es que nuestro gobierno no quiere que Smith vaya contando el asunto.

—Si Ve fuera doble agente —dijo Halsted—, entonces, considerando su posición en la inteligencia del gobierno de allí, sería enormemente valioso para nosotros. Razón de más para no arriesgarse a por una sonsera. Sospecho que había más que una simpatía en esto. Debió haber pensado en algo que realmente autenticaba la historia de John.

—Algunas veces pienso que así fue —dijo Smith malhumorado—. Sigo pensando en su afirmación después de salir de mi desmayo respecto de que yo era demasiado estúpido para ser culpable. Nunca explicó esa afirmación.

—Espere un minuto —dijo Rubin—. Después que salió de su desmayo, dijo que se sentía desarreglado. Mientras usted estaba así, ellos revisaron su ropa, muy cuidadosamente, se dieron cuenta de que eran de confección americana…

—¿Eso qué probaría? —interrumpió Gonzalo desdeñoso—. Un espía americano puede vestir ropa americana tanto como cualquier idiota americano. Sin ofender, señor Smith.

—No hay problema —dijo Smith—. Además, las ropas que vestía fueron compradas en París.

—Me pregunto —dijo Gonzalo— si le preguntó por qué pensaba que usted era un estúpido.

—Quiere decir que si le dije —resopló Smith—, “Oiga, tipo vivo, ¿a quién está diciendo estúpido?” No, no lo dije, o nada parecido. Solamente contuve la respiración.

—Los comentarios acerca de su estupidez, señor Smith —dijo Avalon—, no debieran tomarse a la letra. Ha dicho varias veces que usted no era usted mismo durante esos momentos tan difíciles. Después de haber sido drogado, podría muy bien parecer estúpido. En todo caso, no creo que podamos saber los secretos del cambio de opinión de Ve. Sería suficiente aceptarlo y no cuestionar los favores de la fortuna. Es suficiente que usted haya salido a salvo de la boca del león.

—Bueno, espera —dijo Gonzalo—. No hemos preguntado la opinión de Henry aún.

Smith se vio muy asombrado.

—¿El camarero? —y en voz más baja—. No me di cuenta de que estaba escuchando. ¿Entiende que todo esto es confidencial?

—Es un miembro del club —dijo Gonzalo—, y nuestro mejor hombre. Henry, ¿puedes entender el cambio de actitud de Ve?

—No deseo ofender al señor Smith —dijo dudando—. No le llamaría estúpido, pero puedo ver por qué ese oficial extranjero, Ve, pensaba así.

Hubo una agitación general alrededor de la mesa. Smith, con frialdad, preguntó:

—¿Qué quiere decir, Henry?

—Usted dijo que los eventos de la pesadilla tuvieron lugar en algún momento del año pasado.

—Correcto —dijo Smith.

—Y dijo que sus bolsillos habían sido revisados. ¿Estaban completamente vacíos?

—Por supuesto —dijo Smith.

—Pero eso es claramente imposible. Usted dijo que aún llevaba el frasco original de píldoras, y que lo había llevado todo el tiempo y en todo lugar, y por eso supongo que lo tenía cuando viajó y que aún lo tenía cuando entró a la taberna… y que aún lo tenía cuando salió de la taberna.

—Bueno, sí, tiene razón —dijo Smith—. Estaba en el bolsillo de mi camisa como siempre. Tanto porque no lo vieron o no lo quisieron.

—Usted no dijo nada acerca de eso en el curso de la historia que nos contó

—Nunca se me ocurrió.

—De modo que supongo que tampoco le dijo a Ve sobre él —dijo Henry.

—Mire —dijo Smith, enfadado—, no pensé en él. Pero aunque lo hubiera hecho, no hubiera mencionado el asunto. Podrían haberlo usado para inventar un cargo de posesión de drogas y así justificar mi encierro.

—Sería cierto si pensara solamente en las píldoras, señor —dijo Henry.

—¿En qué otra cosa hay que pensar?

—En el envase —dijo Henry suavemente—. Las píldoras son recetadas por prescripción médica y usted dijo que era el frasco original. ¿Podemos verlo, señor Smith?

Smith lo sacó del bolsillo de su pantalón, lo miró, y dijo con vehemencia:

—¡Maldición!

—Exactamente —dijo Henry—. En la etiqueta adherida al frasco por el farmacéutico debería estar impreso el nombre de la farmacia y la dirección, probablemente en Fairfield, y su nombre debería aparecer también, con las indicaciones para el uso.

—Tiene razón.

—Y después de que usted estuviera negando tener una identificación, aun ante la amenaza de tortura, Ve miró en sus bolsillos mientras usted estaba inconsciente, y encontró exactamente lo que le había estado pidiendo.

—No me asombra que haya pensado que soy un estúpido —dijo Smith, sacudiendo la cabeza—. Fui un estúpido. Realmente me siento mal.

—Y ahora tiene una explicación —dijo Henry— de algo que lo ha desconcertado por un año, y eso debería hacerle sentir bien.

POSTFACIO

Esta es otra historia para la que acepté el título de Fred y descarté el mío. La había titulado “What”s my Name” y me pareció que “Can you prove it?” (¿Puede probarlo?) tiene más encanto. Hay cierto aire de hostilidad en ¿Puede probarlo? que aumenta instantáneamente la tensión, aun antes de comenzar la historia.

Incidentalmente, esta historia, como “El Conductor”, sostiene la tensión en el hecho de que el mundo tiene dos súper potencias que se han enfrentado durante cuarenta años con armas de destrucción sin paralelo y que una guerra entre ambas significaría la pérdida (tal vez irreversible) de toda la humanidad.

Other books

God Loves Haiti (9780062348142) by Leger, Dimitry Elias
Spring Fires by Wright, Cynthia
Recoil by Jim Thompson
The Midnight Swimmer by Edward Wilson
Penny Dreadful by Will Christopher Baer
Silent Witness by Patricia H. Rushford
The Letter Killers Club by Sigizmund Krzhizhanovsky