Cuentos completos (494 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
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»Dijo: “Encontrarás la respuesta en el solo y único oriente, el solo y único oriente”.

»“El solo y único oriente”, repetí. “Muy bien, tío Haskell, lo pensaré. Ahora hablemos de otra cosa”.

»Hice el ademán de sentarme otra vez, pero entró la enfermera y dijo que era hora de que el tío Haskell descansara. Y, a decir verdad, yo pensaba lo mismo: parecía quedarle apenas un hilo de vida.

»Dijo: “Me salvé de un sermón, Dios sea loado”, y rió en un susurro.

»Yo dije: “Adiós, tío Haskell. Regresaré”.

»Cuando llegaba a la puerta él exclamó: “No te apresures, sobrino. Piénsalo con cuidado. El solo y único oriente”.

»Esa es la historia, caballeros. Mi tío murió hace veintisiete días. Dentro de tres días, el próximo lunes, debo entregar mi elección al abogado. Sospecho que no entregaré esa elección, porque la clave de mi tío Haskell no significa nada para mí y no elegiré una ciudad como en un mero juego al azar. No lo haré.

Hubo un breve silencio después de que Murdock terminara su relato. James Drake fumaba pensativo su cigarrillo. Tom Trumbull miraba ceñudo su copa de brandy y vacía. Roger Halsted jugueteaba con la servilleta. Geoffrey Avalon estaba sentado muy erguido y con el rostro inexpresivo. Emmanuel Rubin sacudía la cabeza lentamente de un lado a otro.

Gonzalo rompió el silencio con incomodidad, pensando tal vez que era su deber de anfitrión.

—¿Le importaría decirnos los nombres de las seis ciudades, señor Murdock? —dijo.

—En absoluto, señor Gonzalo. Dado que usted me pidió que viniese aquí con la posibilidad de que me ayudaran (y dado que yo estuve de acuerdo en hacerlo) es obvio que busco ayuda. Teniéndolo en cuenta, debo contestar cualquier pregunta honorable. Los nombres de las ciudades, tal como los recibí de parte del abogado el día de la muerte de mi tío, están en este papel. Notarán que es el papel carta del abogado. Es el papel que me entregó.

Se lo pasó a Gonzalo. Aparte del membrete del abogado, contenía sólo la lista dactilografiada de las seis ciudades en orden alfabético:

  • ANCHORAGE, ALASKA
  • ATENAS, GEORGIA
  • AUGUSTA, MAINE
  • CANTON, OHIO
  • EASTON, PENNSYLVANIA
  • PERTH AMBOY, NUEVA JERSEY

Gonzalo lo hizo circular. Cuando lo recibió de vuelta, llamó:

—¡Henry! —y dijo después, dirigiéndose a Murdock—: Nuestro mozo es miembro del club. Espero que no tenga objeciones a que vea la lista.

—No tengo objeciones a que la vea cualquiera —dijo Murdock.

Avalon carraspeó.

—Antes de lanzarnos a la especulación, señor Murdock, es razonable preguntar si usted mismo se ha ocupado del asunto.

El rostro pesaroso de Murdock se puso pensativo. Apretó los labios y parpadeó. Dijo en voz baja, casi avergonzada:

—Caballeros, me gustaría decirles que he resistido la tentación por completo, pero lo cierto es que no fue así. A veces he pensado y tratado de convencerme de que una ciudad u otra encaja con el indicio de mi tío Haskell para poder presentarla al abogado el lunes con la conciencia limpia. De vez en cuando me he decidido por una u otra de las ciudades de la lista, pero en cada oportunidad sólo se ha tratado de engañarme a mí mismo, de transigir, de simular que no estaba jugando al azar cuando en realidad así ocurría.

—¿Oró usted, señor Murdock? —dijo Rubin, con el rostro inocentemente inexpresivo—. ¿Buscó la guía divina?

Por un instante pareció que la cuidadosa armadura de Murdock había sido penetrada, pero sólo por un instante. Después de esa leve pausa dijo:

—Si fuera apropiado en este caso, habría visto una solución sin orar. A los ojos de Dios, son mis necesidades las que cuentan y no mis deseos, y Él conoce mis necesidades sin que yo tenga que informarle.

—¿Ha tratado de encarar el problema empleando el arma inferior de la razón? —dijo Rubin.

—Lo he hecho, desde luego —dijo Murdock—. De modo casual. He tratado de resistir a verme llevado demasiado por el asunto. Me temo que desconfío de mí mismo.

—¿Y ha llegado a alguna conclusión favorita? —dijo Rubin—. Dijo usted que no había podido decidirse por alguna de las ciudades de modo definitivo, como para considerar su elección algo que ya no representa un juicio de azar…, ¿pero no se inclina en una u otra dirección?

—Me he inclinado en una dirección en un momento y en otra en otro. No puedo decir con honestidad que alguna de las ciudades sea mi favorita. Con su permiso, no les diré las cosas que se me ocurrieron dado que lo que busco es la ayuda de ustedes y preferiría que lleguen a sus conclusiones, o hipótesis, sin ser influidos por mis pensamientos. Si pasan por alto algo que he pensado, se los diré.

—Bastante justo —dijo Gonzalo, bajándose una punta del cuello de la chaqueta con aire de abstraído engreimiento—. Supongo que tenemos que fijarnos si una de estas ciudades es el solo y único oriente

—Eso creo —dijo Murdock.

—En ese caso —dijo Gonzalo—, perdón por mencionar lo obvio, pero la palabra inglesa “east” (este u oriente) sólo se presenta en Easton. Es el solo y único este.

—Curiosamente —dijo Murdock con sequedad—, no dejé de advertirlo, señor Gonzalo. Me impresiona como algo tan obvio que debe pasarse por alto. Mi tío Haskell dijo: “No te apresures”.

—Ah —dijo Gonzalo—, pero eso podría ser sólo para despistarlo. El auténtico jugador tiene que saber cuándo hacer un bluff y su tío bien podía estar haciéndolo. Si tenía un sentido del humor realmente podrido, le habría parecido cómico darle la respuesta, dejarla bien a la vista, y después asustarlo para que no la acepte.

—Puede ser —dijo Murdock—, pero algo así significaría que yo tendría que penetrar en la mente de mi tío Haskell y ver si era capaz de un doble juego o algo por el estilo. Sería un juego de azar y no jugaré. O el indicio, interpretado con corrección, vuelve tan evidente la cuestión que ya no es un juego de azar, o es inútil. En pocas palabras, Easton podría ser la ciudad, pero si es así, sólo lo creeré por algún motivo más fuerte que la mera presencia de “east” (este u oriente) en el nombre.

—Creo —dijo Halsted, inclinándose hacia Murdock— que ningún jugador que valga algo elaboraría un acertijo con una solución tan fácil como la conexión entre “east” y Easton. Eso no es más que un dato falso. Permítanme apuntar algo un poco más razonable, y un poco más convincente. De las seis ciudades mencionadas, creo que Augusta es la más oriental. Por cierto está en el estado de Maine, que es el más oriental de los cincuenta estados. Augusta tiene que ser el solo y único este, y sin lugar a dudas.

Drake sacudió la cabeza con violencia.

—Equivocado, Roger, equivocado. Que Maine es el estado más oriental es una superstición vulgar. No es cierto desde 1959. Una vez que Alaska se convirtió en el quincuagésimo estado, éste pasó a ser el estado más oriental.

Halsted arrugó el entrecejo.

—El más occidental, querrás decir, Jim.

—El más occidental y el más oriental. Y más norteño además. Fíjate que la línea de los 180 de longitud pasa a través de las islas Aleutianas. Las islas que están al oeste de la línea están en el Hemisferio Oriental. Son la única parte de los cincuenta estados que se encuentran en el Hemisferio Oriental y eso hace de Alaska el estado más oriental, el solo y único oriente.

—¿Y qué me dicen de Hawai? —preguntó Gonzalo.

—Hawai no llega a la línea de los 180. Incluso la isla Midway, que está al oeste del estado, no lo hace. Puedes fijarte en el mapa si lo deseas, pero sé que tengo razón.

—No importa que tengas razón o no —dijo Halsted con vehemencia—. Anchorage no está al otro lado de la línea de los 180, ¿verdad? Así que queda al occidente de ella, no al oriente. En el caso de Augusta, la ciudad es la más oriental de las seis mencionadas.

—Caballeros —interrumpió Murdock—, no vale la pena discutir el asunto. Yo había pensado en el estado oriental de Maine, pero no encontré que tuviera el peso suficiente como para convertirlo en una propuesta segura. El hecho de que uno pueda discutir acerca de la cuestión Alaska contra Maine (y admito que la posibilidad de Alaska no se me había ocurrido) saca a ambos de la categoría del solo y único oriente.

—Además —dijo Rubin—, desde el punto de vista estrictamente geográfico, este y oeste, oriente y occidente, son términos puramente arbitrarios. Norte y sur son absolutos porque hay en la Tierra un punto fijo que es el Polo Norte y otro que es el Polo Sur.

»Dados dos puntos cualquiera sobre la Tierra, el que está más cerca al Polo Norte está más al norte, el otro más al sur, pero de esos dos mismos puntos, ninguno de los dos está más al este o más al norte, porque se puede ir del uno al otro, en cualquiera de los dos sentidos, viajando hacia el este o hacia el oeste. No hay ningún punto este o punto oeste absolutos sobre la Tierra.

—¿Y adónde te lleva eso, Manny? —dijo Trumbull.

—Al ángulo psicológico. Lo que simboliza el oriente o el este para nosotros en los Estados Unidos es el Océano Atlántico. Nuestra nación se tiende de un mar brillante al otro y la única ciudad de la lista que está sobre el Océano Atlántico es Perth Amboy. Augusta puede estar más al este geográficamente, pero es una ciudad de tierra adentro.

—Eso es un puñado de naderías, Manny —dijo Trumbull—. El Océano Atlántico simboliza el este o el oriente para nosotros, de acuerdo, pero a través de la mayor parte de la historia de la civilización occidental representó el occidente, el lejano occidente u oeste. Sólo después de que Colón viajó hacia el oeste se convirtió en el este para los colonos del Nuevo Mundo. Si quieres algo que pertenezca al oriente para la tradición occidental, y que siempre ha pertenecido al oriente, tienes a China. La primera ciudad china que se abrió al comercio occidental fue Canton y la ciudad norteamericana de Canton fue bautizada en realidad a causa del nombre de la ciudad china. Canton tiene que ser el solo y único oriente.

Avalon alzó la mano y dijo con majestuosa severidad:

—Eso no me convence para nada, Tom. Aunque Canton simbolice el oriente porque recuerda a una ciudad china, ¿por qué es el solo y único oriente? ¿Por qué no Cairo, de Illinois, o Memfis, de Tennesse, cada una de las cuales simboliza el antiguo oriente egipcio?

—Porque esas ciudades no están en la lista, Jeff.

—No, pero Atenas, Georgia, lo está, y si hay una ciudad en todo el mundo que sea el solo y único oriente es la Atenas griega: la fuerte y el hogar de todos los valores humanísticos que hoy tanto apreciamos, la escuela de la Hélade y de todo el occidente…

—De todo el occidente, idiota —dijo Trumbull con brusca ferocidad—. Atenas nunca fue considerada el oriente ni por sí misma ni por los demás. La primera gran batalla entre oriente y occidente fue la de Maratón en el año 490 a.c. y Atenas representó al occidente.

—Además —interrumpió Murdock—, mi tío Haskell difícilmente habría pensado en considerar única a Atenas, si se tiene en cuenta su valor puramente secular. Si hubiese incluido en la lista Belén de Pennsylvania, yo podría haberla elegido de inmediato sin la sensación de jugar al azar. Tal como son las cosas, sin embargo, sólo puedo agradecerles, caballeros, por sus esfuerzos. El mero hecho de que lleguen a distintas conclusiones y las discutan muestra que cada uno de ustedes tiene que estar equivocado. Si alguien tuviese la auténtica respuesta ésta tendría el peso suficiente como para convencer a los demás (y también a mí) de inmediato. Por supuesto, puede ser que mi tío Haskell me haya dado con deliberación una clave sin sentido para su propio placer póstumo. De ser así eso no disminuye en nada, por supuesto, mi gratitud a todos ustedes por su hospitalidad, su compañía y sus esfuerzos.

Iba a ponerse en pie pero Avalon, que estaba a su izquierda, apoyó una mano cortés pero aún así imperiosa sobre su hombro.

—Un momento, señor Murdock, hay un miembro de nuestra pequeña banda que aún no ha hablado. ¿Henry, no tienes nada que agregar?

Murdock parecía sorprendido.

—¿El mozo?

—Uno de los Viudos Negros, como dijimos antes. Henry, ¿Puedes proyectar alguna luz sobre este acertijo?

—Puede ser que sí, caballeros —dijo Henry con solemnidad—. Me impresionó uno de los primeros argumentos del señor Murdock, aquel sobre que la razón es a veces inadecuada para llegar a la verdad. No obstante, supongan que empezamos con la razón. No la nuestra, sin embargo, sino la del tío del señor Murdock. No tengo dudas de que eligió con deliberación ciudades que representaban en cada caso al este (o al oriente) de algún modo ambiguo, ¿pero dónde encontraría en esa lista una referencia decisiva y convincente? Tal vez sabríamos la respuesta si recordásemos sus intereses especiales: el señor Murdock dijo que en una época él trabajó en un libro referente a la Inglaterra de la Restauración. Creo que se trata de la segunda mitad del siglo diecisiete.

—Charles II —dijo Rubin— reinó desde 1660 hasta 1685.

—Estoy seguro de que usted está en lo cierto señor Rubin —dijo Henry—. Todas las ciudades nombradas están en los Estados Unidos, así que me pregunté si podríamos encontrar algo interesante en la historia norteamericana durante el período de la Restauración.

—Durante el reinado de Charles II se fundaron una cantidad de colonias —dijo Rubin.

—¿Acaso una de ellas no fue Carolina, señor? —preguntó Henry.

—Seguro. De hecho Carolina fue bautizada así en recuerdo de él. Charles es Carolus, en latín.

—Pero más tarde Carolina demostró ser difícil de manejar y fue dividida en Carolina del Norte y Carolina del Sur…

—Correcto. ¿Pero qué tiene que ver eso con la lista? En ella no hay ciudades de ninguna de las dos Carolinas.

—Es cierto, pero pensarlo me recordó que hay también una Dakota del Norte y una Dakota del Sur, y si vamos al caso una Virginia Occidental, pero no hay ningún estado norteamericano que tenga la palabra Este en su nombre. Desde luego, podemos hablar de Texas del Este o de Kansas del Este o de Tennessee del Este, pero…

—Es más apto decir “oriental” —murmuró Halsted.

—Sea como fuere, señor, no se trataría de un solo y único oriente, pero…

—Aguarda un minuto, Henry —explotó Gonzalo con brusca excitación—. Creo que veo a qué quieres llegar. Si tenemos el estado de Virginia Occidental
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(el solo y único oeste), entonces podemos considerar que Virginia es Virginia Oriental; el solo y único oriente.

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