Cómo no escribir una novela (10 page)

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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

BOOK: Cómo no escribir una novela
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El vikingo vegetariano

Cuando el autor practica la corrección política

El caballero Rogaine se rascó la barbilla y sopesó lo que su amada Indinavir acababa de decir. Parecía que ella se rebelaba a aceptar el limitado papel de madre y esposa que la sociedad le había reservado. El propio Rogaine muchas veces había cavilado que el sexo femenino era el más inteligente. Su madre era una mujer sabia que conocía el uso de todas las hierbas y que le había enseñado a respetar los usos y costumbres de los marineros de piel oscura que llegaban a sus costas, cuya cultura matriarcal predicaba el respeto por todas las criaturas y cuyos barcos estaban diseñados siguiendo con gran cuidado y mimo las pautas de lo que en aquella lengua oriental llamaban Feng Shui.

Los personajes de ficción suelen tener más ideas políticamente correctas o valores de la New Age que las personas de la vida real. Esto no es una crítica a las ideas de izquierda o progresistas. Una novela con personajes de derechas cavilando sobre la importancia de los incentivos de la libertad de mercado puede ser igual de indigesta. Estas reflexiones políticas son especialmente funestas cuando el personaje, como hemos visto en el fragmento, vive en un tiempo o un lugar muy lejanos, donde esas actitudes que se describen simplemente no existían.

Un problema relacionado con éste es la reciente moda de presentar personajes homosexuales en novelas históricas. Vale, puede ser, pero no lo uses para demostrar la tolerancia de los demás personajes, tolerancia que en absoluto tenían. Además, es mejor que refrenes las observaciones sobre esa forma tan grácil que tiene ese samurái gay de caminar o lo muy interesado que está en la ropa.

¿Quién quiere a mi gatito?

El dichoso gato

Tragaldabas
salió a rastras de su escondite favorito bajo el sofá y lanzó un maullido interrogativo.

Melinda dijo:

—¿Al señor le apetece su comidita?

El minino pareció entrecerrar los ojos en señal de aprobación; todo su porte decía que era el amo y el niño mimado de la casa. Su suave y esponjosa cola se agitó en el aire y sus bonitas y suaves orejas se echaron ligeramente hacia atrás con impaciencia.

—Ya sabes que sólo vivo para servirte —dijo Melinda riéndose.

En muchas novelas una mascota debe destacar tanto como una butaca. Excepto si el gato encierra un misterio, o el hurón o el rollizo cerdito juegan un importante papel en la trama, seguramente ambos pueden desaparecer de la historia. Más importante aún, el truco de darle una personalidad a esa mascota para hacerla más simpática no funciona. Ver cómo alguien arrulla a un aburrido gato casi nunca tiene nada de simpático. A menos que la mascota sea un elemento principal en la historia —ese sagaz personaje que resuelve todos los crímenes—, limita su presencia a una frase, o elimínala.

Si en tu novela sale un gato, por el amor de Dios, ni se te ocurra…

  1. Ponerle un nombre que sea un pareado o cualquier otro juego de palabras (Gatito Bonito, Mini Micifuz).
  2. Ponerle el nombre de un compositor de música clásica (Bartok, Mahler, etc.).
  3. Ponerle el nombre de un escritor (Hemingway, Gertrude Stein, etc.).
  4. Ponerle el nombre de un personaje de la Grecia antigua.
  5. Llamarlo Señor/señorita + un adjetivo que haga referencia a una característica física del animal (Señor Mostachones, Señorita Colita Negra).
  6. Ponerle un nombre de dos palabras que empiecen con la misma letra (Perlita Plateada).
  7. Añadir al nombre el apellido de su propietario (Monín Buenatranca).
  8. Ponerle un nombre que refleje el orgullo que siente su propietaria por su herencia cultural o sus inclinaciones políticas (Trostky, Rosa Luxemburgo, Evita).

Tantas desgracias cansan

Cuando el personaje está más allá de la salvación

Desde que Melinda Ascoss había dejado la universidad para cuidar de su madre enferma, había luchado contra la depresión. Todos sus amigos le habían dicho que dejara que su madre se cuidara sola. Después de todo, la señora Ascoss era alcohólica y con ella Melinda sólo había conocido malos tratos y una larga serie de «padrastros» borrachos que habían usado a la niña para dar rienda suelta a su rabia y su lujuria. Pero Melinda no podía cortar los lazos que la unían con su desdichado pasado. Y ahora que su madre había muerto, dejándole unas astronómicas deudas que la habían arruinado, Melinda tenía que luchar para sobrevivir. Había esperado que los antidepresivos que le había prescrito su psiquiatra la permitieran trabajar como hacía todo el mundo, pero en vez de eso había engordado cuarenta kilos.

Los personajes de una novela deben tener serios problemas. Pero un solo personaje no debe tener todos los problemas conocidos por la humanidad. Esto no significa que tus personajes tengan que ser guapos, con éxito profesional, que estén muy satisfechos con su vida. Los lectores pueden identificarse con un protagonista que es un desastre o un tontorrón, pero si el personaje siempre acaba fracasando sin remedio, identificarse con él se convierte en una pesada carga.

Un chico solitario y picado de acné lo suspende todo en su instituto y recibe una paliza cada día que va a su casa… bueno, ¿a quién le apetece volver a ver cómo le pegan otra vez sin un atisbo de esperanza? Sin embargo, si ese mismo chaval conoce a un misterioso desconocido que le promete los Secretos del poder en el capítulo 1, los lectores seguirán leyendo para ver cómo los matones reciben su merecido en el capítulo 10.

Estoy expresando mi sexualidad

Cuando la naturaleza sexual de un personaje anula sus otras cualidades

Joe se quedó boquiabierto cuando la secretaria se agachó sobre la papelera; su falda le marcaba todo su delicioso pandero. Iba a tener que machacársela después, lo sabía. ¡Joder! ¿Cómo podía un hombre ir tan caliente? Pensó en el nuevo número de
Hustler
que tenía en casa y que ya había tenido más uso que la mayoría de sus novias.

El/la protagonista no debe masturbarse ni comerse con los ojos a un/a desconocido/a en los primeros capítulos. Los lectores saben que la gente tiene necesidades sexuales pero si lo primero con lo que se encuentran son esas necesidades pensarán que eres un individuo de lo más grosero. Esto no quiere decir que el público lector sea muy moralista o unos estirados. Ellos ya saben que todo el mundo se masturba, tiene pensamientos indebidos sobre los culos de sus colegas de trabajo, etc. Incluso están al corriente de que la gente hace pipí y popó. Pero si lo primero que hace un personaje es defecar delante del lector, éste pensará en él desde ese momento como el Cagón.

En determinadas circunstancias muy especiales un héroe o heroína sexualmente hiperactivos funcionan muy bien. Es lo que pasa con James Bond, por ejemplo, y en las novelas de Jackie Collins. En estos casos la atracción siempre es mutua, la promiscuidad normal y parte de la magia que hace que se vendan esos libros.

También funciona con autores como Philip Roth o Martin Amis, que a veces se centran en las obsesiones sexuales de sus protagonistas, por lo general cómicamente, para ilustrar sus tribulaciones psicológicas. Pero, y esto es muy importante, ambos escriben obras literarias, así que si no quieres escribir novelas literarias, no escojas esta opción. Por si fuera poco este material es muy difícil de trabajar, pues combina dos técnicas que ya son muy difíciles por sí mismas: las escenas sexuales y el humor (véase sexta parte, Efectos especiales y enfoques novedosos. No lo intentes en casa). Los novelistas noveles pueden esperar unos resultados similares al del esquiador novato que decide estrenarse en la Pista del Diablo a la vez que intenta afilar cuchillos por primera vez en su vida.

Por último, aunque puede ser parte del trabajo de un novelista explorar audazmente los rincones más oscuros del alma humana, si lo que encuentras ahí es una especie de ser que no ha evolucionado en ningún otro lugar de la Tierra, no sólo los lectores no se identificarán con ese personaje, sino que también dejarán el libro y se pondrán a especular sobre la participación del autor en cualquiera de esos comportamientos tan raros que ha descrito.

6
LOS AMIGOS Y OTROS SECUNDARIOS

«Te amo más de lo que he amado a ninguna otra mujer de este barrio desde hace un par de años.»

Llegados a este punto, si tu protagonista es un mero monigote o —aun mejor— un sujeto directamente repulsivo, lo que toca ahora es llenar su mundo, y su dormitorio, con personajes apenas esbozados y de lo más plastas.

Mi colega me conoce mejor que yo mismo

Cuando se introduce el personaje de un amigo sin motivo ni razón

El teléfono sonó y Melinda fue corriendo a cogerlo. Era su mejor amiga, Yonquil.

—Hola, monstruita —la saludó su vieja amiga.

—Oh, Yonquil —gritó Melinda con alegría—. Hace dos días que no me llamas.

—Sí, ya sé que no solemos pasar tanto tiempo sin hablar —dijo Yonquil—. Tú eres de esa clase de personas que necesitan mucho contacto.

—Sí, pero eso me hace ver que últimamente he estado baja de ánimos.

—Oh, tienes que volver a ser la que eras. Ya sé que has estado liada hasta las orejas con ese trabajo. Lo que necesitas es una vueltecita con Yonquil.

Melinda pensó en las muchas veces que Yonquil le había levantado el ánimo cuando salían juntas. Melinda siempre había sido una chica tímida, la más parada de las dos, mientras Yonquil, mucho más desenvuelta, siempre era la reina de las fiestas. Yonquil la llevaría a la terraza del Empire State Building, o a comer a su último restaurante italiano favorito, Corleone’s; o verían una peli para chicas en el DVD mientras comían un helado. ¿Qué habría hecho ella todos esos años sin Yonquil?

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