Las lunas llenas y los problemas de dinero no son nada extraordinario en el Castillo de Otramano. Pero esta vez hay que añadir a un profesor horrible, peludo y que encima aúlla, una caja de madera que pesa mucho, que la tierra tiembla y empiezan a aparecer cuerpos en el castillo. El resultado: Solsticio y Silvestre están en peligro. ¡Angustia! Y cuando Colega aparece llevando un vestido de boda blanco y fumando en pipa, Edgar se da cuenta de que tiene que entrar en acción y salvarlos a todos. Otra vez.
Ganadora del premio Blue Peter Book 2011 a la novela ilustrada más divertida.
Marcus Sedgwick
Chalados y chamba
Crónicas de Edgar el cuervo - 3
ePUB v1.0
Crubiera01.02.13
Título original:
Lunatics and Luck
Marcus Sedgwick, 2010.
Traducción: Santiago del Rey
Ilustraciones: Pete Williamson
Editor original: Crubiera (v1.0)
ePub base v2.1
A Ann
En el castillo
de Otramano
viven toda clase
de chiflados,
lunáticos y
bichos raros.
Menos mal que todos
ellos cuentan con
un arma secreta:
Se llama Edgar.
¡A
aaaark!
Creo que me estoy volviendo gris. Ayer me encontré dos plumas grises en la cola, y hoy tres más en mi pequeña panza negra. Digo «pequeña», pero me pregunto si ya no lo será tanto como antes. Últimamente me ha dado por mirarme de perfil en el espejo y, si contengo la respiración, la cosa no tiene tan mala pinta. Pero un pájaro no puede contener la respiración mucho tiempo sin empezar a marearse y ver las estrellas, y sin acabar cayéndose de la repisa de la chimenea. Lo cual puede acarrearle problemas. Problemas con monos, de entrada.
Supongo que quizá me estoy haciendo un poquito viejo, pero no son los años, ¿sabes?, es el daño que me hace este sitio.
Dudo mucho, por ejemplo, que tuviera ninguna pluma gris si no fuese por los traumas y los horrores a los que me veo expuesto con tanta frecuencia viviendo en el castillo de Otramano. Por no hablar del extraño ambiente general que de vez en cuando parecen desprender estas viejas piedras.
Hablo de cosas raras, de rasgos peculiares, de excentricidades, de verdaderas chaladuras, vamos, y no se me ocurre mejor ejemplo de lo que digo que la turbia, la demencial serie de acontecimientos que se produjeron hace poco.
Todo empezó el día del terremoto.
Lo llamo así por cortesía, aunque si no hubiera riesgo de que el aludido pudiera escucharme, diría que no pasó de ser un simple temblor de tierra. De todos modos, fue terrorífico.
Se produjo sin previo aviso.
Era una mañana de primavera tranquila y soleada; las ovejas triscaban en los pastos que hay por encima del lago; unos mullidos conejitos se deslizaban entre los narcisos de la linde del Bosque de Otramano y varios pájaros más esmirriados e idiotas que yo volaban en círculo para fardar ante sus novias.
Yo estaba con los niños en la Terraza Superior, adoptando poses elegantes y contemplando todo el valle. Cualquiera que se hubiera molestado en mirarme habría sacado la conclusión de que estaba sumido en profundos pensamientos sobre las cosas importantes de la vida… Pero nadie se molestaba.