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Authors: Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Tags: #Cuento, Fantástico

Buenos Aires es leyenda 3 (20 page)

BOOK: Buenos Aires es leyenda 3
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Si bien Ávalos no nos quiso revelar cuál era la farmacia o droguería, ciertos rumores nos llevaron a una que se ubicaba en las cercanías del monumento al Cid Campeador.

Antes de entrar, nos topamos con dos pequeños gemelos. Idéntica ropa, idéntica sonrisa. Nos dedicaron una breve mueca de simpatía y siguieron de la mano de su madre.

La farmacia es ya una recuerdo de por sí. Una aliada de la memoria, como Las Violetas, que se resiste a los cambios, pero los termina aceptando de alguna manera. Fotos de los antiguos dueños se mezclan con los nuevos. Todos de guardapolvo. Era lógico.

Mencionamos a Ávalos y su preparado, y el farmacéutico se nos quedó mirando un largo rato.

—¿Otra vez me van a preguntar lo mismo? —fue la increíble respuesta.

Le comentamos que tal vez nos había confundido con otras personas.

—En absoluto, tengo mucha memoria visual. Además fue ayer.

El farmacéutico nos «volvió» a contar, que Ávalos se refería a un tónico para la memoria, un preparado que se hacía unos años atrás a base de vitaminas y que, por una extraña razón, alguien imaginativo (y que no era él) había echo correr como un antídoto contra alguien en especial.

Todo poseía una cierta lógica: tanto Ariel como Ávalos tenían ciertos aspectos en común. Sobre todo eran personas que por diferentes motivos estaban sometidas a una situación de estrés: frecuentemente, las pérdidas de memoria son parte de la patología. Lo extraño es que, al parecer, también nos había afectado a nosotros. Es que, por más fuerza que hacíamos, no lográbamos recordar el haber estado en aquella farmacia. Y menos veinticuatro horas atrás.

Lo que sí recordábamos era que aquella se trataba de la zona frecuentada por «el loco de los carteles» (ver el primer tomo de esta saga). Si el loco existía, no había llegado a profanar aquella advertencia que habíamos ignorado. Allí estaba, a una cuadra de la farmacia, pegada en un poste de luz.

VECINOS ESTÉN ATENTOS

Esto recién comienza.

Los Asesinos de la memoria están sueltos y van a ser más.

Vienen por todo y por todos.

Entonces, por si acaso, abrimos dos sobres de azúcar, pensando en esos dos pequeños gemelos.

Por suerte, todavía los recordamos.

P
ARTE
VI
Historias con mística
Recoleta

La virgen anoréxica

Nos topamos con ella por casualidad. Uno de nosotros debía ir al médico y para hacer tiempo se quedó en la Plaza Vicente López. Mientras la sombra de un frondoso gomero le daba una pausa al calor de enero, se encontró con algo muy curioso: un mini altar con la foto de una chica llamada Belén y una pequeña estatuilla. Era la imagen en colores de una adolescente muy bonita y muy delgada sonriendo a cámara con un gesto tímido. Por un extraño efecto de la impresión, de su cabeza salía un destello considerablemente luminoso, lo que le daba un halo de particular santidad. Porque de eso hablamos. De una ¿santa? y en pleno barrio de Recoleta, entre edificaciones ostentosas y pasto prolijamente cortado.

Decidimos investigar, y la información se acumuló inexorablemente. Capas y más capas de datos y teorías se superpusieron para convertir a esta leyenda en una de las más polémicas pero, a su vez, alucinantes que nos tocó investigar.

El primer rumor dice que fue una invención de la gran artista plástica Marta Minujín, que vive muy cerca de la Plaza Vicente López. Según se dice de ella, le pareció «divertido tener una santita postmoderna en el barrio» y, en consecuencia, habría armado ese pequeño altar y «tratado» la foto para que se pareciera a la imagen que uno tiene de una santa. Pero al entrevistar a un mozo del coqueto restaurante ubicado en Vicente López y Ayacucho empezamos a dudar.

—Acá guardamos todos los dibujitos que hace en las servilletas —nos dijo—. Ella misma dice que los guardemos, porque en el futuro pueden valer mucho.

Cuando le mencionamos a Belén, pensó unos segundos antes de responder.

—Ahora vuelvo —nos contestó.

Ya con el pedido en nuestra mesa, una picada de gran variedad que incluía muchos tipos de quesos y fiambres, sacó unas fotos de su bolsillo.

—Estas obritas me las dejó sólo a mí. Son fotos de mi señora y de mi nene. En la que está mi hijo pintó la foto con algo, y lo hace parecer un angelito, ¿no? Con esa chica hizo lo mismo. Antes de irse de viaje me mostró la foto, no le pregunté de dónde la había sacado, pero estaba muy entusiasmada. Nunca me dijo que la existencia de esa piba fuera un invento suyo.

Con esos datos escasos salimos a recorrer la zona.

Por lo que pudimos investigar, Belén llevaba comida a los indigentes que se juntan delante de la Iglesia del Corazón Eucarístico de Jesús, frente a la plaza. Generalmente, una monja de la congregación da números para que la entrega de un digno desayuno sea ordenada y democrática. Ninguna de las religiosas quiso comentarnos nada al respecto. No obstante, fuimos varias mañanas y obtuvimos algunos testimonios:

—Algunos vecinos del barrio se nos acercan, la mayoría para decir boludeces —nos declaró una señora que mantenía una presentación muy digna, salvo por el estado desprolijo y sucio de sus cabellos—, que tenés que buscar trabajo, que si te gusta estar así y otras mierdas. Lo que no saben es que, no te digo que vivía por acá, pero tenía mi casa… Lo perdí todo en el casino, todo. Y por mi edad no me toman en ningún lado y mis hijos… a ellos no le quiero decir nada.

»De esta chiquita me hablaron apenas llegué. Me dijeron tantas cosas que me hubiera gustado conocerla. Era muy menudita, demasiado linda, evidente que era de la zona, las ropas limpias con olor a rosas y llevaba una bolsa marrón. Hablaba muy poco.

—Yo no vi nada —nos dijo un hombre de mediana edad, sin dientes—, pero me contaron de que sí. Que la piba, muy flaquita, muy blanquita, venía y daba pan, sobre todo pan, hasta repartía las miguitas a las palomas. Una mañana se comentó mucho. Resulta que traía una bolsita marrón y empezó a repartir pan, y era bueno el pan, ni siquiera era de ayer, estaba fresquito y empezó a repartir y sacaba y sacaba. Era como hacer magia. No sé qué tenía esa bolsa, pero no paraba la piba. Ese día, ella solita le dio de morfar a todos.

¿Un truco?

Su figura frente al árbol aparece con un pedazo de pan. Curiosamente, Belén en hebreo significa
Casa de Pan
.

También el mito nos llevó a la muy conocida villa 31, ubicada detrás de la Estación propiamente del Retiro, en la que supuestamente estuvo.

El lugar podría ser el paraíso de un artista posmoderno. La villa 31 representa los deseos y las frustraciones, todo junto. Antenas parabólicas se mezclan con callejuelas de tierra y como fondo, no tan lejos, la desarrollada y promocionada zona de los docks de Puerto Madero.

Hablamos con P
EDRO
V., delegado vecinal.

—No lo digo por ustedes, muchachos, pero ya me hinchan las pelotas los que vienen para darse un poco de corte acá, hasta hacen desfiles de moda y después que se apagan las luces y la cámara, se van como si nada. Cualquier periodista de esos de cuarta cree que haciéndonos una notita se va para arriba. ¿Cuál era la pregunta?

—Sobre una chica de nombre Belén que ayudaba en el barrio.

—Menos plata y soluciones para que seamos un barrio como la gente, tenés de todo. ¿Belén dijeron? —Pedro llamó a una mujer que aparentaba unos 70 años—. Esta es Matilda, ve de un solo ojo pero con el que le queda se entera de todo.

Pedro le alcanzó una desvencijada silla de madera y apenas la señora se sentó, empezó a acumularse gente, sobre todo chicos.

—Belén, Belén… humm, acá vino hace un tiempo una chica muy delgadita. Una muchacha muy bonita; decía que quería ayudar. De entrada nomás pensamos que era de esas nenitas de mamá que para sacarse la culpa de toda su plata vienen acá, para ayudar a los pobres —esta última palabra la alargó sarcásticamente, lo que produjo una risa instantánea por parte de Pedro y los demás—. Esta chica se notaba que era cogotuda, muy fina, pero no se le cayeron las joyas en ningún momento.

—¿Qué tareas realizaba?

—Hacía de todo. Además de traer comida, casi siempre pan, cuidaba a las criaturas y les enseñaba hasta palabras en inglés. Ya la conocían por acá. Las últimas veces que vino estaba tan flaquita que parecía flotar en vez de caminar.

Uno de los chicos que se había juntado a escuchar a Matilde empezó a tironearle una de sus mangas.

—Decile, doña Matilde —exigió.

—Eso de flotar no era una manera de decir parece, muchos la vieron despegar los piecitos del suelo. Eso le pasaba solo frente a las criaturas, y les decía: «Recen mucho que Él los escucha, siempre los escucha». Me suena a camelo, pero bueh, si las criaturas lo dicen, será verdad eso de la santita.

Anotamos un dato que se repetía sistemáticamente en todos los testimonios y que era la extrema delgadez de la joven. Una delgadez que excede la constitución física y se transforma en patología. Hablamos de la anorexia. Como ahora sabemos, esta enfermedad hace que se vea la paciente siempre excedida de peso y, en consecuencia, interrumpe la ingesta de alimentos. A veces se combina con la bulimia, que consiste básicamente, en darse atracones compulsivos de comida para después provocarse el vómito. Si bien el tema de la anorexia ha adquirido mucha trascendencia en la actualidad, no es privativo del presente. Hay varios estudios que señalan la anorexia en muchas de las Santas conocidas.

Basta con citar a Santa Catalina de Siena (1347-1380 d.C.) que ayunaba y utilizaba hierbas para purgarse para alcanzar el estado de pureza ideal, o Santa Teresa de Jesús, que, a través del ayuno, entraba en una zona de éxtasis espiritual y hasta se decía que podía levitar.

Actualmente, en muchas sociedades de Occidente, se exalta la extrema delgadez como sinónimo de perfección. Se multiplican los sitios de internet con adolescentes (la gran mayoría, mujeres de entre 14 y 18 años) que no solo ven con buenos ojos su estado, sino que lo estimulan. Se habla de un estado, de una forma de vida. Podemos encontrar desde personas que actualizan su blog con la cantidad de calorías que consumen, hasta fotos de modelos esqueléticas a las cuales quieren parecerse.

Ya era momento de conocer la identidad de nuestra Santa, y fue entonces cuando la leyenda se enrareció y nos llevó por caminos disímiles. Solo teníamos una foto, un nombre y la casi certeza de una adolescente con problemas de anorexia.

Poseíamos un posible origen del mito o protomito, y por las características de la persona que lo generó, decidimos tomarlo en cuenta. Se trataba de otra figura ilustre del barrio: la escritora argentina Beatriz Guido, que vivió una parte importante de su vida en una casa de la calle Vicente López 1756. Títulos como
Fin de Fiesta
y
El incendio y las vísperas
le valieron el reconocimiento general y la ubicaron, junto con Marta Lynch y Silvina Bulrich, como exponente literario femenino importante y masivo de los 60 y 70.

Según se cuenta, la escritora habría plasmado toda una historia «verídica» sobre una niña de la alta sociedad que por rebeldía y por sentirse asqueada de los de «su clase», decidía dar la vida por los pobres. La versión, en un formato mecanografiado, se habría encargado de distribuirlo ella misma por el barrio, y con la ayuda de algunos amigos, empezó a circular. Casualmente, en ese escrito de Guido aparece el nombre de Belén. El contenido sería más o menos así.

A quien corresponda:

Debo decir en mi descargo que lo he pensado muy bien. No es una decisión alocada, por cierto. He visto lo que mi familia hace con la servidumbre, las injusticias se multiplican día a día. Madre, Padre, tal vez jamás me perdonen, pero me niego a ser cómplice. Ya no más. Mi refugio en Dios no es nuevo. He considerado la posibilidad de meterme a monja en un convento pero tendría una utilidad más fútil. Tengo que estar en las calles. Detrás de estas fachadas aristocráticas se esconden secretos, pequeñas y grandes miserias humanas en mi barrio. La tarea es mucha e interminable pero siento que Dios me guía y ha de cuidarme.

Amorosamente, Belén.

No sabemos si el supuesto experimento, que podríamos fijar a principios de los 70, habría cubierto las expectativas de su autora.

¿Para qué alguien querría inventar a una santa?

Tal vez, en el caso de un escritor, para medir el poder de su oficio. Pero en otros casos…

Dentro de las posibilidades del mito, se rumorea también que la Iglesia habría encargado a una agencia de publicidad «inventar» una santa para el barrio. Siguiendo esta línea de investigación, y luego de un estudio de mercado, se habría llegado a la conclusión que de esta manera, se atraería a los fieles de alicaída fe de la zona.

Consultado sobre el tema, un sacerdote que pidió reservar su identidad negó enfáticamente esa versión del mito, aunque agregó:

—La competencia es muy fuerte. Tenemos que lidiar con los protestantes, sectas de todo tipo y tal vez la Iglesia a nivel oficial no logra comprender los cambios de la sociedad. Dios no te pide nada, solo que lo escuches y que, siguiendo las enseñanzas de Jesús, seas una persona más espiritual. No damos soluciones mágicas ni regalamos autos, solo enseñamos la fe, a ser mejores personas. Por supuesto, la institución puede tener miles de defectos, como toda institución humana y algunos de sus miembros pueden equivocar su camino. No somos seres perfectos. El único perfecto es Él. Con respecto a esta niña, el tiempo dirá si estamos ante algo cierto. Si sirve de inspiración para otros, bienvenida sea.

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