—De acuerdo, señorita Jones, en el futuro, fíjese en lo que su madre le mete en la bolsa. Gracias por su ayuda, señor. Buenas tardes. Buenas tardes, señorita.
Hubo un segundo de silencio cuando Mark se quedó mirando el agujero de la pared, sin saber muy bien qué hacer, y entonces dijo de repente: «Disfruta de
Pingu», y
salió disparado escaleras abajo detrás de los policías.
miércoles 21 de mayo
57,5 Kg., 3 unidades de alcohol (muy bien), 12 cigarrillos (excelente), 3.425 calorías (sin apetito), progresos en el agujero de la pared hecho por Gary: O, pensamientos positivos acerca de llevar una tela de tapicería como traje original para una ocasión especial: 0.
Jude se ha vuelto completamente loca. Acabo de ir a su casa y me he encontrado con todo el espacio sembrado de revistas de novias, muestras de encajes, frambuesas doradas, folletos de soperas y cuchillos para pomelos, macetas de terracota con hierbajos y briznas de paja.
—Quiero un gurd —estaba diciendo—. ¿O es un yurd? En lugar de una marquesina. Es como la tienda de un nómada de Afganistán, con alfombras en el suelo, y quiero lámparas de aceite de bronce y con pico largo.
—¿Qué vas a llevar puesto? —dije hojeando una revista con fotos de modelos como palillos vestidas con bordados y arreglos florales en la cabeza, mientras me preguntaba si debería llamar a una ambulancia.
—Me lo van a hacer. ¡Abe Hamilton! Encaje y mucho escote.
—¿Qué tipo de escote? —murmuró Shaz cruelmente.
—El tipo del que hablarían los camioneros que leen la revista
Loaded.
—¿Perdona? —dijo Jude con frialdad.
—Escote de tía buena —expliqué.
—¡Basta, por favor! —dijo Shaz.
—Chicas —dijo Jude demasiado amablemente, como una profesora de gimnasia a punto de hacernos permanecer en el pasillo con las mallas de gimnasia—, ¿podemos seguir?
Interesante cómo el concepto «nosotras» se había ido introduciendo imperceptiblemente. De repente no era la boda de Jude sino nuestra boda, e íbamos a tener que hacer todas esas lunáticas tareas, como atar pajitas alrededor de 150 lámparas de aceite de cobre e irnos a un balneario para que la pongan a punto.
—¿Puedo decir sólo una cosa? —dijo Shaz.
—Sí —dijo Jude.
—NO TE CASES CON EL MALVADO RICHARD, JODER. Es un gilipollas nada de fiar, egoísta, holgazán e infiel del demonio. Si te casas con él, te cogerá la mitad de tu dinero y se escapará con una putilla. Ya sé que existen los acuerdos prematrimoniales pero...
Jude se quedó muda. De repente me di cuenta —al sentir su puntapié en la espinilla— de que se suponía que yo tenía que apoyar a Shazzie.
—Escuchad esto —dije ilusionada, y leí de la
Guía para la novia en la boda
—: «Padrino: lo ideal es que el novio elija a una persona responsable y sensata...»
Miré alrededor con suficiencia como para demostrar el punto de vista de Shaz, pero la respuesta fue gélida.
—Además —dijo Shaz—, ¿no crees que la boda ejerce demasiada presión en la relación? Quiero decir, no es exactamente hacerse la difícil, ¿no?
Jude respiró profundamente por la nariz mientras nosotras, con el alma en vilo, la mirábamos.
—¡Ahora! —dijo ella por fin, levantando la mirada con una valiente sonrisa—. ¡Los deberes de las damas de honor!
Shaz encendió un Silk Cut.
—¿Qué nos vamos a poner?
—¡Bueno! —dijo Jude efusivamente—. Creo que deberíamos encargar que los hiciesen. ¡Y mirad esto! Era un artículo titulado «50 maneras de ahorrar dinero en el Gran Día». «¡Para damas de honor, la tela de tapicería puede ir sorprendentemente bien!»
¿Tela de tapicería?
—Mira —prosiguió Jude—, en lo referente a la lista de invitados dice que no tienes que sentirte obligada a invitar a las nuevas parejas de los invitados... pero en cuanto lo mencioné ella dijo: «Oh, nos encantará venir.»
—¿Quién? —pregunté.
—Rebecca.
Miré a Jude muda de asombro. Ella no. Ella no podía esperar de mí que caminase por el pasillo vestida como un sofá mientras Mark Darcy estaba sentado con Rebecca, ¿no?
—Y me han preguntado si quiero ir de vacaciones con ellos. No es que vaya a ir, claro está. Pero creo que Rebecca estaba un poco dolida porque no se lo había dicho antes.
—¿Qué? —explotó Shazzer—. ¿No tienes el más mínimo concepto de lo que significa la palabra «amiga»? Bridget es tu mejor amiga junto conmigo, y Rebecca le ha robado descaradamente a Mark y, en lugar de hacerlo con la mayor discreción y tener un poco de tacto, está intentando absorber a todo el mundo en su repugnante telaraña social para que él esté tan atrapado en ella como para no poder salir de allí nunca más. Y tú no estás moviendo un puto dedo. Ése es el problema con el mundo moderno: todo es perdonable. Pues bueno, a mí eso me pone enferma, Jude. Si ésa es la clase de amiga que eres, puedes caminar por el pasillo con Rebecca detrás de ti vestida con cortinas de Ikea en lugar de hacerlo con nosotras. A ver si te gusta. ¡Y te puedes meter tu yurd, gurd, turd de mierda o como sea que se llame por el culo!
Y ahora ni Sharon ni yo nos hablamos con Jude. Oh, Dios mío. Dios mío.
domingo 22 de junio
58,5 Kg., 6 unidades de alcohol (sentía que se lo debía a Constance), 5 cigarrillos (muy bien), 2.455 calorías (pero principalmente alimentos cubiertos por alcorza de naranja), 1 animal de granja escapado, veces que he sido atacada por los niños: 2.
Ayer fue la fiesta de cumpleaños de Constance. Llegué casi una hora tarde y, siguiendo el ruido de los gritos, crucé la casa de Magda en dirección al jardín, donde se estaba desarrollando una escena de matanza desenfrenada, con adultos persiguiendo a niños, niños persiguiendo conejos y, en el rincón, una pequeña valla tras la cual había dos conejos, un jerbo, una oveja de aspecto enfermizo y un cerdo barrigón.
Me detuve ante las contraventanas mirando nerviosamente a mi alrededor. El corazón me dio un vuelco cuando le localicé, de pie, solo, según la tradicional forma que tiene Mark Darcy de comportarse en una fiesta, dando la imagen de ser indiferente y distante. Echó un vistazo en dirección a la puerta en la que yo estaba y, por un segundo, nos miramos fijamente a los ojos, hasta que me saludó confusamente con un gesto de cabeza y desvió la mirada. Entonces vi a Rebecca agachada a su lado con Constance.
—¡Constance! ¡Constance! ¡Constance! —ronroneaba Rebecca, mientras agitaba un abanico japonés delante de su rostro, a lo que Constance, ceñuda, parpadeaba malhumorada.
—¡Mira quién ha venido! —dijo Magda agachándose junto a Constance y señalando en mi dirección.
Una subrepticia sonrisa cruzó el rostro de Constance, y se encaminó con determinación, aunque ligeramente insegura, hacia donde yo me encontraba, dejando a Rebecca moviendo el abanico con un aspecto de lo más ridículo. Me agaché cuando la tuve cerca y ella me rodeó el cuello con el brazo y apretó su cálida carita contra la mía.
—¿Me has traído un regalo? —susurró.
Aliviada de que aquel descarado ejemplo de puro amor interesado hubiera sido inaudible para todos excepto para mí, murmuré:
—Puede ser.
—¿Dónde está?
—En mi bolso.
—¿Vamos a buscarlo?
—Oh, ¿no es encantadora? —oí ronronear a Rebecca, y levanté la vista para contemplar a ella y a Mark que observaban cómo Constance me cogía de la mano y se me llevaba hacia la inhóspita casa.
De hecho me gustaba bastante el regalo de Constance, un paquete de Minstrels y un tutú rosa estilo Barbie con una falda de malla dorada y rosa por la que había tenido que explorar dos sucursales de Woolworth hasta encontrarla. Le gustó mucho y, naturalmente —como hubiera hecho cualquier otra mujer— quiso ponérsela inmediatamente.
—Constance —dije después de que la hubiésemos admirado desde todos los ángulos posibles—, ¿te has alegrado de verme por mí o por el regalo?
Me miró cabizbaja.
—Por el regalo.
—Vale —dije.
—¿Bridget?
—Sí.
—¿Sabes...? en tu casa...
—¿Sí?
—¿Por qué no tienes ningún juguete?
—Bueno, porque la verdad es que no juego con
esa clase
de juguetes.
—Oh. ¿Por qué no tienes un cuarto de jugar?
—Porque no hago esa clase de juegos.
—¿Por qué no tienes un hombre?
No me lo podía creer. Acababa de llegar a la fiesta y una niña de tres años me estaba hablando como una Petulante Casada.
Y entonces, sentadas en las escaleras, tuve una conversación larga y bastante seria con ella en la que le hablé de que todas las personas somos diferentes y algunas Solteronas, y entonces oí un ruido y levanté la vista y vi que Mark Darcy nos estaba mirando.
—Sólo... ejem. El lavabo está arriba, ¿supongo? —dijo sin interés—. Hola Constance. ¿Cómo está
Pinguí
—No es real —dijo ella mirándole ceñuda.
—Cierto, cierto —dijo él—. Perdón. Estúpido de mí, ser tan... —me miró fijamente a los ojos— ... simplón. De todas formas, feliz cumpleaños.
Y entonces pasó por delante nuestro sin ni siquiera darme un beso de saludo ni nada. «Simplón.» ¿Seguiría creyendo todavía que le había sido infiel con Gary el Chapuzas y con el tipo de la tintorería? De todas formas, pensé, me da igual. No importa. Todo va bien y lo he superado, sí, completamente.
—Pareces triste —dijo Constance. Pensó un momento y entonces se sacó un Minstrel medio chupado de la boca y me lo metió en la mía. Decidimos volver a salir para enseñar el tutú, y Constance fue inmediatamente abordada por una maníaca Rebecca.
—Oh, mira, es un hada. ¿Eres un hada? ¿Qué clase de hada eres? ¿Dónde está tu varita mágica? —dijo atropelladamente.
—Un gran regalo, Bridge —dijo Magda—. Voy a buscarte algo de beber. Ya conoces a Cosmo, ¿verdad?
—Sí—dije, con el corazón en los pies al ver los temblorosos carrillos del enorme y fanático banquero.
—¡Bueno! ¡Bridget, encantado de verte! —vociferó Cosmo mientras me repasaba con la mirada de arriba abajo impúdicamente—. ¿Qué tal el trabajo?
—Oh, genial, de hecho —mentí, aliviada de que no se metiese de lleno en mi vida amorosa. ¡Cómo han cambiado las cosas!—. Ahora estoy trabajando en televisión.
—¿Televisión? ¡Maravilloso! ¡Jodidamente maravilloso! ¿Estás delante de las cámaras?
—Sólo ocasionalmente —dije en esa clase de tono modesto que sugería que yo era casi como Cilla Black pero no quería que nadie lo supiese.
—¡Oh! Una celebridad, ¿eh? Y —se echó hacia adelante como preocupado—, ¿estás solucionando el resto de tu vida?
Por desgracia en aquel instante Sharon pasaba por nuestro lado. Se quedó mirando a Cosmo, como lo hace Clint Eastwood cuando piensa que alguien está intentando engañarle.
—¿Qué clase de pregunta es ésa? —gruñó.
—¿Qué? —dijo Cosmo mirándola sorprendido.
—«¿Estás solucionando
el resto de tu vida/i»
¿A qué te refieres con eso exactamente?
—Bueno, ah, ya sabes... bueno, que cuándo va a... ya sabes...
—¿Casarse? Así que, básicamente, sólo porque su vida no es exactamente como la tuya tú crees que no está solucionada, ¿verdad? ¿Y tú, estás tú solucionando el resto de tu vida, Cosmo? ¿Cómo van las cosas con Woney?
—Bueno yo... pues... —dijo Cosmo resoplando y poniéndose colorado.
—Oh, cuánto lo siento. Está claro que le he tocado la fibra. ¡Vamos, Bridget, antes de que vuelva a meter la pata!
—¡Shazzer! —dije cuando estuvimos a una distancia prudente.
—Oh, venga —dijo ella—. Ya basta. No pueden ir por ahí tratando a la gente de forma paternalista en cuanto se la encuentran delante y despreciando sus estilos de vida. Probablemente a Cosmo le gustaría que Woney perdiese veinticinco kilos y dejase de emitir esa risa chillona todo el día, pero nosotras no asumimos eso al minuto de haberle conocido y tampoco decidimos que sea asunto nuestro refregárselo por la cara, ¿no es así? —Un maligno destello iluminó su mirada—. O quizá deberíamos hacerlo —dijo agarrándome del brazo y volviendo a encaminarse en dirección a Cosmo, pero volvimos a tropezar con Mark, Rebecca y Constance. Ay Dios mío.
—¿Quién crees que es más viejo, yo o Mark? —estaba diciendo Rebecca.
—Mark —dijo Constance de mala gana mirando de lado a lado como si estuviese planeando su fuga.
—¿Quién crees que es más vieja, yo o mami? —prosiguió Rebecca en tono guasón.
—Mami —dijo Constance de forma desleal, y Rebecca esbozó una sonrisita.
—¿Quién crees que es más vieja, yo o Bridget? —dijo Rebecca guiñándome un ojo.
Constance me miró dubitativa mientras Rebecca le sonreía alegremente. Yo le hice un rápido gesto de asentimiento a Rebecca.
—Tú —dijo Constance.
Mark Darcy estalló de risa.
—¿Jugamos a las hadas? —gorjeó Rebecca cambiando de tema e intentando coger a Constance de la mano—. ¿Vives en un castillo de hadas? ¿Es Harry también un hado? ¿Dónde están tus amiguitas hadas?
—Bridget —dijo Constance mirándome con cara circunspecta—, creo que será mejor que le digas a esta señora que no soy un hada de verdad.
Más tarde, cuando le estaba contando eso a Shaz, me dijo misteriosamente:
—Oh Dios. Mira quién está aquí.
Al otro extremo del jardín estaba Jude, radiante, vestida de color turquesa, charlando con Magda pero sin el Malvado Richard.
—¡Las chicas están aquí! —dijo Magda alegremente—. ¡Mira! ¡Allí!
Shaz
y yo
bajamos la mirada y observamos con aplicación el interior de nuestros vasos como si no nos hubiéramos dado cuenta. Cuando levantamos la mirada, Rebecca estaba besuqueando a Jude y a Magda como una esposa de literato que ha subido socialmente y acaba de ver a Martin Amis hablando con Gore Vidal.
—¡Oh Jude, me alegro tanto por ti, es maravilloso! —dijo con efusión.
—No sé lo que se ha metido esa mujer pero yo quiero un poco —murmuró Sharon.
—Oh, tú y Jeremy tenéis que venir, seguro. Sin duda alguna —estaba diciendo Rebecca entonces—. ¡Bueno, traedlos! ¡Traed a los niños! ¡Me encantan los niños! El segundo fin de semana de julio. En casa de mis padres, en Gloucestershire. Les encantará la piscina. ¡Va a venir toda clase de personas encantadoras! He invitado a Louise Barton-Foster, a Woney y a Cosmo... —A la madrastra de Blancanieves, a Fred y Rosemary West y a Calígula, pensé que diría a continuación.