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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia-ficción

Barrayar (42 page)

BOOK: Barrayar
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Droushnakovi se aferró a su aturdidor.

—No la abandonaremos, señora. Lucharemos hasta el final.

—Tonterías —replicó Cordelia—. Con nuestras muertes no lograríamos nada más que arrastrar a un par de hombres de Vordarian. Sería absurdo.

—¿Se refiere a que debemos rendirnos?

—Un suicidio glorioso es el lujo de los irresponsables. No nos rendiremos. Aguardaremos una mejor ocasión para triunfar, opción imposible si nos matan. —Por supuesto, si hubiese sido la réplica verdadera la que estaba sobre la mesa… para entonces ya estaba lo bastante loca para sacrificar las vidas de esas personas por su hijo, reflexionó Cordelia desconsolada, pero no lo suficiente para sacrificarlos a cambio de nada. Todavía no había llegado a ser tan barrayaresa.

—Se estará entregando a Vordarian como rehén —le advirtió Bothari.

—Vordarian me ha tenido como rehén desde el día en que se llevó a Miles —señaló Cordelia con tristeza—. Esto no cambiará nada.

Después de negociar a gritos a través de la puerta durante unos minutos, aceptaron la rendición y tiraron fuera sus armas. Los guardias trajeron un detector de explosivos para asegurarse, y luego cuatro de ellos entraron en la pequeña habitación para registrar a sus nuevos prisioneros. Dos más esperaron fuera. Cordelia no hizo ningún movimiento brusco que pudiese alarmarlos. Un guardia frunció el ceño confundido al ver que el bulto sospechoso en el chaleco de Cordelia resultó ser un zapato de niño. Lo dejó sobre la mesa, junto a la bandeja.

El comandante, un hombre con la librea color rojo oscuro y dorado de Vordarian, habló por el intercomunicador.

—Sí. Todo está en orden. Comuníquelo a Vordarian. No, él ordenó que lo despertaran. ¿Querrá explicarle usted por qué no lo hizo? Gracias.

Los guardias no los sacaron al pasillo, sino que se limitaron a esperar. El hombre que había perdido el sentido por el puñetazo de Bothari fue arrastrado fuera. Con los brazos extendidos sobre la pared y las piernas separadas, colocaron a Cordelia junto a Bothari y Droushnakovi. Estaba aturdida por la desesperación. Pero Kareen se acercaría a ella en algún momento, aun como prisionera. Debía hacerlo. Sólo necesitaba treinta segundos con Kareen, tal vez menos.

Cuando vea a Kareen, serás hombre muerto, Vordarian. Podrás caminar, hablar y dictar órdenes, ignorante de tu muerte durante semanas, pero yo sellaré tu destino tal como tú has sellado el de mi hijo
.

Al fin se materializó el motivo de la espera; Vordarian en persona, con pantalones verdes y el torso desnudo, entró en la habitación. Tras él apareció la princesa Kareen, quien sujetaba una bata de terciopelo rojo contra su cuerpo. El corazón de Cordelia dobló sus latidos.
¿Ahora?

—Muy bien. Veo que la trampa funcionó —comenzó Vordarian con tono complaciente, pero agregó una exclamación de sorpresa cuando Cordelia se apartó de la pared y se volvió para enfrentarlo. Él alzó una mano para detener al guardia. La sorpresa dejó paso a una sonrisa de lobo en su rostro—. ¡Dios mío! ¡Vaya si funcionó! ¡Excelente! —A sus espaldas, Kareen miró a Cordelia, completamente perpleja.

Mi trampa funcionó
, pensó Cordelia. Obsérvame…

—De eso se trata, señor —dijo el hombre de librea, en absoluto satisfecho—. No funcionó. No descubrimos a este grupo fuera de la Residencia ni le despejamos el camino… simplemente aparecieron de la nada. No debió haber ocurrido. Si no hubiera venido aquí buscando a Rogen, tal vez no los habríamos descubierto.

Vordarian se alzó de hombros. Estaba demasiado encantado con la presa que acababa de atrapar como para emitir alguna palabra de censura.

—Interrogad a esa niña con pentotal —dijo señalando a Droushnakovi—, y supongo que averiguaréis cómo lo hicieron. Ella trabajaba en seguridad aquí.

Droushnakovi se volvió con una mirada acusadora hacia la princesa Kareen. De forma inconsciente, ésta se apretó aún más la bata y sus ojos oscuros la miraron con el mismo dolor interrogante.

—Bien —dijo Vordarian sin dejar de sonreír a Cordelia—, ¿lord Vorkosigan se encuentra tan limitado de tropas que debe enviar a su esposa para que haga el trabajo? No podemos perder. —Sonrió a sus guardias, quienes le devolvieron la sonrisa.

Mierda, me arrepiento de no haber matado a este mamón mientras dormía
.

—¿Qué ha hecho con mi hijo, Vordarian?

—Una mujerzuela de otro planeta nunca logrará el control de Barrayar tramando otorgar el imperio a un mutante. Eso lo puedo garantizar.

—¿Ésa es la versión oficial? Yo no quiero poder. Sólo me quejo cuando los idiotas lo tienen sobre mí.

A espaldas de Vordarian, los labios de Kareen se curvaron con tristeza.

¡Sí, escúchame Kareen!

—¿Dónde está mi hijo, Vordarian? —repitió Cordelia con obstinación.

—Es el emperador Vidal ahora —observó Kareen, mirando a uno y a otro—, si logra conservar el título.

—Lo haré —le prometió Vordarian—. Aral Vorkosigan no tiene más derechos de linaje que yo. Y yo sí sabré proteger y preservar al verdadero Barrayar, no fallare como los de su partido. —Volvió un poco la cabeza, como dirigiendo esta última frase a Kareen.

—Nosotros no hemos fallado —susurró Cordelia, mirando a Kareen a los ojos.
Ahora
. Alzó el zapato de la mesa y extendió el brazo; la princesa abrió los ojos de par en par y se abalanzó sobre la prenda. La mano de Cordelia se contrajo, como un mensajero entregando el testigo en una mortal carrera de relevos. La certidumbre ardió como un fuego en su alma.
Ahora te tengo, Vordarian
. El movimiento repentino despertó cierta inquietud entre los guardias armados. Kareen examinó el zapato con apasionada intensidad, haciéndolo girar entre sus manos. Vordarian alzó las cejas confundido, pero entonces se volvió hacia su jefe de guardia.

—Mantendremos a estos tres prisioneros en la Residencia. Yo asistiré personalmente a los interrogatorios. Se trata de una oportunidad espectacular…

Cuando Kareen volvió a levantar el rostro hacia Cordelia, sus ojos estaban llenos de esperanza.


, pensó Cordelia.
Has sido traicionada. Te han mentido. Tu hijo vive. Ahora debes volver a pensar y a sentir; basta de andar por ahí como un alma en pena, más allá del dolor. Lo que te he traído no es ningún obsequio. Es una maldición
.

—Kareen —dijo Cordelia con suavidad—. ¿Dónde está mi hijo?

—La réplica se encuentra sobre un estante en el guardarropa de roble, en la antigua alcoba del emperador —respondió Kareen con firmeza, mirándola a los ojos—. ¿Dónde está el mío?

El corazón de Cordelia se llenó de gratitud.

—Se encontraba a salvo y bien, cuando lo vi por última vez. Y seguirá así mientras este hombre —movió la cabeza hacia Vordarian— no descubra dónde está. Gregor la echa de menos. Le envía su amor. —Sus palabras parecieron clavarse en el cuerpo de Kareen.

Esto atrajo la atención de Vordarian.

—Gregor está en el fondo de un lago. Murió cuando su aeronave cayó con ese traidor de Negri —replicó con dureza—. La mentira más insidiosa es aquella que quieres escuchar. Ten cuidado, mi querida Kareen. Yo no pude salvarlo, pero lo vengaré. Te lo juro.

Oh, espera Kareen
. Cordelia se mordió el labio.
Aquí no. Es demasiado peligroso. Espera a tener una ocasión mejor. Cuando el maldito esté dormido, al menos
… Pero si ni siquiera una betanesa se atrevía a dispararle a su enemigo mientras dormía, ¿cuánto menos una Vor?
Ella es una verdadera Vor

Los labios de Kareen se curvaron con una sonrisa. Tenía los ojos brillantes.

—Esto nunca ha estado sumergido —observó con suavidad.

Cordelia escuchó el tono asesino latente en su voz; al parecer, Vordarian sólo escuchó cierto alivio aniñado. Miró el zapato sin comprender el mensaje, y sacudió la cabeza como si tratara de aclarársela.

—Algún día tendrás otro hijo —le prometió con suavidad—. Nuestro hijo.

Espera, espera, espera
, gritó Cordelia interiormente.

—No —susurró Kareen. Retrocedió hasta el guardia de la puerta, le arrancó el disruptor nervioso de la funda, lo apuntó a Vordarian y disparó.

El guardia alcanzó a desviarle la mano, y el disparo fue a dar contra el techo. Vordarian corrió a protegerse detrás de la mesa, el único mueble de la habitación. Por puro reflejo, el hombre de librea extrajo su disruptor nervioso y disparó. El rostro de Kareen se contorsionó de agonía mientras un fuego azul envolvía su cabeza: su boca se abrió en un último grito silencioso.

Espera, seguía gimiendo la mente de Cordelia.

—¡No! —gritó Vordarian horrorizado, arrancando el arma de las manos de otro guardia. Al comprender la enormidad de su error, el hombre de librea soltó su disruptor como si le quemase. Vordarian le disparó.

Cordelia sintió que la habitación se inclinaba. Su mano se cerró sobre la empuñadura del bastón de estoque y la funda salió volando para dar contra la cabeza de un hombre. Entonces descargó la espada sobre la muñeca de Vordarian. Él gritó y dejó caer el disruptor nervioso, bañado en sangre. Droushnakovi ya se estaba abalanzando sobre un arma caída. Bothari se desembarazó de su blanco con un simple golpe mortal en el cuello. Cordelia cerró la puerta para impedir el paso de los otros guardias. La descarga de un aturdidor zumbó contra una pared, y entonces tres rayos azules, disparados por Droushnakovi en rápida sucesión, acabaron con el último de los hombres de Vordarian.

—Captúrelo —le gritó Cordelia a Bothari. Vordarian, quien temblaba mientras se sujetaba la mano derecha, casi separada del brazo, no estaba en condiciones de resistirse, aunque de todos modos pateó y gritó. Su sangre tenía el mismo color que la bata de Kareen. Bothari lo sujetó por el cuello con firmeza, y apuntó el disruptor a su sien.

—Salgamos de aquí —dijo Cordelia, y abrió la puerta de un puntapié—. A la alcoba del emperador. —
A Miles
. Los otros guardias de Vordarian, preparados para disparar, se detuvieron al ver a su líder.

—¡Atrás! —rugió Bothari, y todos se apartaron de la puerta. Cordelia cogió a Droushnakovi del brazo, y juntas pasaron sobre el cuerpo de Kareen. Sus miembros de marfil yacían enredados en la tela roja, hermosas formas abstractas incluso en la muerte. Utilizando a Bothari y a Vordarian como escudo, las mujeres retrocedieron por el pasillo.

—Coja mi arco de plasma y comience a disparar —bramó Bothari a Cordelia. Sí; Bothari había logrado recuperarlo en algún momento de la pelea.

—No puede incendiar la Residencia —exclamó Drou, horrorizada.

Esa ala sola ya albergaba una fortuna en antigüedades y objetos históricos barrayareses, sin duda. Cordelia esbozó una amplia sonrisa, se apoderó del arma y disparó en el pasillo. Los muebles de madera y los antiguos tapices se encendieron apenas fueron rozados por el fuego.

Te quemaré. Te quemaré por Kareen. Haré una pira en ofrenda a su coraje y su dolor, una pira que arderá más y más alto
… Cuando llegaron a la alcoba del emperador, Cordelia completó el cuadro lanzando una descarga por el pasillo que acababa de atravesar.
ESO es por lo que me habéis hecho a mí, y a mi hijo
… Las llamas detendrían a sus perseguidores unos cuantos minutos. Cordelia sintió que su cuerpo flotaba, ligero como el aire.
¿Así se sentirá Bothari cuando mata?

Droushnakovi se dirigió al panel que ocultaba la escalera secreta. Ahora maniobraba con firmeza, como si sus manos pertenecieran a otro cuerpo, y no a aquel cuyo rostro estaba bañado en lágrimas. Cordelia dejó caer la espada sobre la cama y corrió hacia el enorme ropero de roble tallado. Una vez allí abrió las puertas de par en par. Unas luces verdes y ámbar brillaban en la oscuridad del interior.

Dios, no permitas que sea otro cebo
… Cordelia rodeó la caja con los brazos y la alzó a la luz. Esta vez tenía el peso correcto, lleno de fluidos; las cifras eran las indicadas. Era el que buscaba.

Gracias, Kareen. Yo no quería matarte
. Seguramente había enloquecido. No sentía nada, ni pena ni remordimiento, aunque el corazón le latía a toda velocidad y tenía la respiración entrecortada. Era la violencia del combate, esa ilusión de inmortalidad que impulsaba a empuñar ametralladoras. Así que esto era lo que buscaban los adictos a la guerra.

Vordarian todavía luchaba contra Bothari, profiriendo horribles maldiciones.

—¡No escaparéis! —Dejó de resistirse y miró a los ojos de Cordelia. Inspiró profundamente—. Piense, señora Vorkosigan. Nunca lo logrará. Me necesita a mí como escudo, pero no podrá llevarme inconsciente. Despierto, me resistiré cada metro del camino. Mis hombres estarán aguardando allá afuera. —Volvió la cabeza hacia la ventana—. Nos dormirán a todos con los aturdidores y la tomarán prisionera.

Su voz se hizo más persuasiva.

—Ríndase ahora y salvará las vidas de todos. La vida de esa cosa también, ya que significa tanto para usted.

Movió la cabeza en dirección a la réplica que ella llevaba en sus brazos. Cordelia estaba más pesada que Alys Vorpatril en ese momento.

—Yo nunca le ordené a ese tonto de Vorhalas que matase al heredero Vorkosigan —continuó Vordarian con desesperación ante su silencio. La sangre manaba rápidamente entre sus dedos—. Sólo el padre, con sus fatales políticas progresistas, constituía una amenaza para Barrayar. El hijo podía haber heredado el título de conde con mi bendición. Piotr no debió separarse del partido al que verdaderamente pertenece. Fue un crimen que lord Aral le obligara a hacerlo…

Así que eras tú. Desde el principio
. La pérdida de sangre convertía en una parodia la habitual labia política de Vordarian. Parecía pensar que hablando lograría evitar el castigo, que sólo debía encontrar las palabras adecuadas. Cordelia dudaba mucho de que lo lograse. Vordarian no era un malvado tan evidente como había sido Vorrutyer, ni tampoco había alcanzado la corrupción personal de Serg; sin embargo, la maldad manaba de él de todos modos, no de sus vicios sino de sus virtudes: la valentía de sus convicciones conservadoras y su pasión por Kareen. A Cordelia le dolía terriblemente la cabeza.

—Nunca llegamos a probar que usted se encontraba detrás de Evon Vorhalas —dijo Cordelia con suavidad—. Gracias por la información.

Eso lo silenció por unos momentos. Inquieto, dirigió la mirada hacia la puerta, que debía estar a punto de estallar, recalentada por el infierno que ardía al otro lado.

BOOK: Barrayar
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