Read Aventuras de «La mano negra» Online
Authors: Hans Jürgen Press
—De acuerdo, ya me doy cuenta. Perdone la molestia.
Justo antes de salir de la habitación, Félix le tiró de la manga.
—Lord Caro miente —murmuró—, ha estado levantado.
¿Qué demostraba que había estado levantado?
Cuando el inspector Faraldo vio en la cómoda la copa de cerveza, supo que lord Caro había mentido.
—Bien, que se mejore, señor —dijo saliendo de la habitación.
—¿No le detiene? —preguntó Adela.
—No —repuso el inspector—. Todavía me faltan pruebas.
Al llegar a la calle Félix gritó:
—¡Cuidado! ¡Lord Caro se ha levantado!
Detrás de la ventana una sombra se movía. Faraldo se frotó las manos.
—Ya está —dijo—. Ahora va a hacer una solemne tontería. Va a intentar huir. ¡Cuidado con la entrada!
«La mano negra» vigilaba la puerta giratoria del hotel. Pasaron aproximadamente veinte minutos, y de pronto Rollo se sobresaltó.
—Mirad, un hombre con maletas. Tiene que haber una salida posterior.
—¡Vamos tras él! —ordenó Faraldo.
Todos corrieron a la calle transversal, pero era demasiado tarde. El hombre había desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra.
—Es culpa mía —dijo Faraldo enfadado.
—Ya le encontraremos otra vez —opinó Adela.
—Desde luego —exclamó Kiki c. a.—, yo sé dónde está ahora.
¿Adónde había ido el hombre de las maletas?
El hombre había salido del hotel por la calle del Monte y desapareció en un coche. Afortunadamente, Kiki c. a. había reconocido la matrícula, LB-1327, del coche de lord Caro.
—Miremos en el teatro —dijo el inspector Faraldo.
Pero la matrícula LB-1327 no se veía por ninguna parte. Faraldo preguntó al portero.
—¿El coche? —El portero guiñó un ojo—. Estaba aquí. Lord Caro ha arreglado su remolque y ha invitado a su ayudanta a ir con él. Luego salieron zumbando.
El inspector de policía reflexionó un momento.
—No pueden haber ido muy lejos con ese pesado remolque —dijo—. ¡Vamos!
Después de media hora de búsqueda Adela gritaba:
—¡Alto! ¡Ahí está!
Junto al hotel Del Tilo estaba aparcado un coche con un gran remolque. Todo estaba en silencio, no se oía nada. Adela señaló hacia arriba.
—La claraboya está abierta —dijo—, desde el árbol podemos ver qué ocurre dentro.
El inspector y la pandilla treparon al tilo y con una linterna Faraldo enfocó el remolque.
—Nada —murmuró—. No hay rastro de los animales robados.
—Estamos buscando la pantera, la cacatúa y la serpiente —recordó Adela—. Algún animal tiene que estar aquí. ¡Ajá! Allí está la prueba.
¿Qué había visto Adela?
También el inspector Faraldo vio la comida propia de las cacatúas.
—¿Quién puede identificar al pájaro? —preguntó.
—El vigilante Roldán —exclamó «la mano negra».
—Bien —dijo Faraldo—. Yo informaré por radio a la central. Que lo traiga un coche de policía.
Media hora más tarde, Roldán, pegado al remolque, decía en voz baja:
—¿Dónde está
Clara
?
De la parte baja del coche contestó una voz:
—¡Aquí echtá
Clara
! ¡Aquí echtá
Clara
!
—¡Basta! —dijo el policía—. Ya es suficiente. ¡Esperad aquí! —Volvió en seguida acompañado por lord Caro y una señora muy pintada—. ¡Abra el remolque! —ordenó.
Lord Caro obedeció, y Faraldo entró en el coche. Oculta en la parte posterior se veía una puerta, que abrió.
—¡La pantera! —gritó Roldán—. ¿Y la serpiente pitón? ¿Y
Clara
? ¡Mi
Clara
!
—¡Aquí echtá
Clara
! —gritó la cacatúa y agitó las alas.
—¿Reconoce usted a estos animales? —preguntó Faraldo al vigilante.
—¡Claro que sí! —contestó—. Son los animales que robaron del zoo.
—Eso es ridículo —dijo lord Caro—, éstos los he comprado yo. No sé nada de que en el zoo hayan robado animales, puedo jurarlo.
—Sería un claro perjurio —dijo Rollo tranquilamente—. Es evidente que usted conocía estos robos.
¿Qué había descubierto Rollo?
El
Correo de la Mañana
en el bolsillo de su abrigo delató a lord Caro; no podía decir que ignoraba el robo del zoo. El mismo día por la tarde comenzó el interrogatorio en la comisaría de policía número 11.
—Yo he comprado los animales a un domador español —dijo lord Caro, luego mostró un papel—. Mire, esta factura lo prueba. Se llama Noratella.
Félix dio un paso hacia adelante y preguntó:
—¿No significa la N quizá Noriega?
—¡Yo no conozco a ningún Noriega! —contestó lord Caro.
—Ese punto lo comprobaremos en seguida —dijo el inspector—, visitando al señor Noriega.
Éste estaba en casa.
—Sólo unas preguntas —dijo Faraldo—. ¿Conoce usted a lord Caro?
—¿Lord Caro? No, no le conozco.
—Así que niega usted que haya tenido algo que ver alguna vez con lord Caro?
—¡Exacto! —exclamó Noriega con suficiencia.
—El señor Noriega miente —dijo Adela sin inmutarse.
—¡Eso es ridículo! —dijo Noriega, y se rió a carcajadas.
—Aquí en la habitación hay una prueba —dijo Rollo—. El señor Noriega ha enviado una hoja del almanaque como factura a lord Caro. El señor Noriega también es culpable.
¿Qué había descubierto Rollo?
«...Debo daros las gracias por vuestra ayuda y os espero a las cinco en la cafetería del zoo. Vuestro amigo G. Torres. Director del zoo...» Así terminaba la carta que recibió «la mano negra».
Puntualmente, llegaron al lugar de la cita. Además del director apareció también el inspector de policía.
—No tenéis ni idea de la preocupación que me habéis quitado de encima —dijo.
El director del zoo pedía al camarero más nata batida para la pandilla.
—¡Buenas tardes a todos! —dijo un joven.
—El reportero Lozano, del
Correo de la Tarde
—presentó el inspector.
Lozano comenzó a preguntar.
—¿Así que robaron tres· animales del zoo?
—¡Exacto! —dijo Félix—. Noriega los sacó en el carrito de los helados y luego los envió a lord Caro.
—Sí, y la hoja de calendario rota en la habitación de Noriega fue la última prueba —añadió Rollo.
El reportero miró con admiración a «la mano negra».
—Como somos cinco todo es más fácil —dijo Adela.
—¿Cómo cinco? —preguntó Lozano sorprendido—. ¿No sois cuatro?
—No, cinco —dijo Kiki, C. a.—. Mi ardilla pertenece también al grupo.
—¿Y dónde está ahora? —preguntó Lozano extrañado.
—¿No la ve usted? Está allí sentada —dijeron todos a la vez.
¿Dónde estaba la ardilla?
El reportero Lozano trabajaba con rapidez. Al día siguiente salió el
Correo de la Tarde
con un gran reportaje especial. Incluso apareció una foto de todos en la cafetería del zoo (aunque sin la ardilla, pues en el momento de la foto retozaba con los monos). «La mano negra » leía en silencio cuando Félix se echó a reír. Luego leyó en voz alta: «El
Correo de la Tarde
da la enhorabuena a los detectives campeones de fIla mano negra"».
El número de respuestas correctas demostrará tu talento de detective.
De 1 a 20 respuestas acertadas: Consuélate, ningún campeón detective ha caído del cielo.
De 21 a 40 respuestas correctas: Tienes unas dotes de observación excelentes. Te puedes entrenar en casa, en la escuela y en la calle.
De 41 a 60 respuestas correctas: Tienes madera de campeón de detective y ya te puedes comparar con Sherlock Holmes. Pero piensa que él aprendió durante toda su vida.