Aprendiz de Jedi 6 Sendero Desconocido (12 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi 6 Sendero Desconocido
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—Ésa es una pregunta muy inteligente, Joli —dijo Qui-Gon—. Me encantaría que todos los planetas de la galaxia supieran la respuesta.

***

—Así que uno de los francotiradores mató a Cerasi —dijo Obi-Wan cuando llegaron a la calle. Ahora que sabía esa información, se sentía trastornado—. Ella está muerta por culpa de Mawat. Lo más extraño es que Mawat también quería a Cerasi.

—Lo importante es que Nield no mató a Cerasi —dijo Qui-Gon—. Él necesita saberlo, y también todo lo relacionado con la traición de Mawat. ¿Tienes idea de dónde puede estar Nield?

—Podría decir una docena de sitios —dijo Obi-Wan pensativo—. Los túneles. El parque...

—Pues vamos deprisa —dijo Qui-Gon con el semblante serio—. Nos queda poco tiempo.

Buscó dentro de su capa, agarró el sable láser de Obi-Wan, y se lo ofreció.

—Toma. Tengo la sensación de que vas a necesitarlo.

Obi-Wan agarró con fuerza la empuñadura. Cuando la tocó pudo sentir de nuevo la Fuerza que brotaba a su alrededor.

Se lo colocó en el cinturón, levantó la barbilla y miró directamente a los ojos a Qui-Gon. Por primera vez desde que había llegado no sentía vergüenza.

No le importaba lo que Qui-Gon pensara. Él todavía era un Jedi.

Capítulo 20

Obi-Wan se dirigió al lago Weir, donde Nield había pasado muchos ratos cuando era niño, al edificio del Congreso Unificado y a todos los sitios donde pensaba que podía encontrar al muchacho. De repente, se detuvo y, entonces, supo dónde estaba Nield.

Estaba con Cerasi.

Obi-Wan se apresuró a través de las calles que, extrañamente, tenían un aspecto desértico. ¿Se habrían enterado ya los ciudadanos de Zehava de que una batalla estaba a punto de comenzar? No tenía tiempo para preocuparse por eso.

Obi-Wan llegó a la Sala de la Evidencia. La entrada estaba marcada con disparos láser y con los efectos de los taladradores de piedra. Empujó la puerta y caminó en medio de la oscuridad. Esperó a que sus ojos se acostumbraran a la falta de luz y, después, bajó hacia el pasillo en el que habían colocado la estatua en homenaje a Cerasi.

Nield estaba tendido en el suelo, agarrado a la estatua de Cerasi. A Obi-Wan se le hizo un nudo en la garganta. Toda la ira que había sentido se desvaneció en un momento. Recordó las historias que Cerasi le contaba de la infancia de Nield. Una a una, todas las personas que él había querido habían sido asesinadas; su padre, su madre, sus hermanos y un primo con el que había crecido. Se convirtió en un huérfano sin hogar que no quería ni confiaba en nadie. Hasta que encontró a Cerasi. Si el dolor de Obi-Wan era terrible, el de Nield era aún peor.

En cuanto vio a Obi-Wan se incorporó de un salto.

—¿Cómo te atreves a venir aquí? —le espetó.

—Tenía que encontrarte —dijo Obi-Wan—. He descubierto algo que debes saber.

—Nada de lo que puedas decir es algo que yo deba saber —contestó impetuosamente Nield.

—Tú no mataste a Cerasi —dijo Obi-Wan rápidamente.

—Tienes razón. ¡Fuiste tú! —Gritó Nield.

—Nield —continuó Obi-Wan con suavidad—, sabes que yo también la echo de menos. Tú y yo éramos amigos. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me odias tanto?

—¡Porque ella está muerta! —aulló Nield.

De repente, el muchacho se abalanzó hacia Obi-Wan y empezó a golpearlo con los puños cerrados en la cabeza y en los hombros. Nield era fuerte y nervioso, pero Obi-Wan también lo era y, además, estaba mejor entrenado. Le resultó fácil defenderse, ponerse detrás de Nield y sujetarle los brazos a la espalda. Nield trató de soltarse.

—No te retuerzas y no te dolerá —le ordenó Obi-Wan, pero Nield continuó moviéndose para tratar de librarse de él—. Escúchame, Nield. Mawat entregó armas a los Mayores.

Nield se quedó quieto.

—Él buscaba la guerra —continuó Obi-Wan—. Sí el conflicto empieza y los Jóvenes no ganan, te echará la culpa a ti. Sospecho que puede estar conspirando con los Mayores. Él quiere gobernar Melida/Daan y se aliará con quien haga falta para lograrlo.

—Mawat nunca me traicionaría —dijo Nield.

Obi-Wan ignoró el comentario.

—Mawat quería que se produjese un enfrentamiento armado el día que murió Cerasi. Colocó a francotiradores en los tejados. Tenían instrucciones de abrir fuego si tú o Wehutti no lo hacíais. Y ellos dispararon y mataron a Cerasi. No fuiste tú. Ni tampoco Wehutti.

Obi-Wan soltó a Nield, que se volvió y le miró de frente.

—Mawat ha estado presionándome para que nos movilizásemos —dijo Nield de mala gana—. Al principio lo hice, pero después de la muerte de Cerasi... no podía pensar. Apenas podía respirar. Pero me ha ocurrido algo, aquí junto a Cerasi. Me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. ¿Cómo podía desear otra guerra? Y ahora veo que Mawat me estaba presionando.

Obi-Wan escuchó sonidos que procedían del exterior del mausoleo e intercambió una mirada de desconcierto con Nield. Las Salas no tenían ventanas, así que ambos corrieron hacia la entrada principal y miraron a través de los agujeros de las paredes.

Mawat y un grupo de Jóvenes de los Basureros estaban fuera, muy ocupados poniendo algo cerca de los muros.

—Están colocando explosivos —adivinó Obi-Wan—. Van a volar la Sala. Es la forma de provocar a los Mayores. Mawat te echará a ti la culpa, Nield. Todos le creerán. Después de todo, fuiste tú el que propusiste la demolición de las Salas de la Evidencia.

—Tenemos que detenerlos —dijo Nield.

Obi-Wan se dio cuenta de que Nield, inconscientemente, había hablado en plural. Sacó su sable láser y lo activó. Cuando estuvo encendido y vio su pálido reflejo azul, Obi-Wan sintió resurgir el coraje en él.

—Juntos les venceremos —dijo.

Nield asintió y fue a coger su espada vibradora.

—Buena suerte —dijo Obi-Wan.

Lentamente, Nield comenzó a sonreír.

—Nosotros no necesitamos suerte.

—Todo el mundo necesita suerte.

—Nosotros no.

Nield puso la mano sobre el hombro de Obi-Wan. Su amistad había resurgido de las cenizas. Había una situación de peligro en el exterior y ellos iban a luchar juntos.

Con sus armas en alto, corrieron hacia el exterior para enfrentarse con Mawat.

Capítulo 21

Qui-Gon esperaba que Obi-Wan hubiese tenido más suerte que él en la búsqueda de Nield. Los túneles estaban vacíos. La mayoría de los Jóvenes ya había encontrado alojamiento en el exterior.

El Maestro Jedi se dirigió a la bóveda donde los Jóvenes habían establecido su cuartel general antes de la guerra. Quizás allí encontrara alguna pista que le indicara dónde localizar a Nield. Se quedó de pie unos momentos en la habitación adyacente, donde Cerasi había dormido con los más pequeños. Nadie había cambiado de sitio sus objetos personales, pero alguien había dejado flores en el lugar donde ella solía dejar su manta cuidadosamente ordenada y su saco de dormir.

Qui-Gon pasó su mano por la manta. Fue conmovedor para él. Cerasi había estado allí la última mañana de su vida.

Notó un pequeño bulto en la manta. Metió su mano entre los pliegues y descubrió un disco con un mensaje en forma de holograma. Qui-Gon insertó el disco en su lector. ¿Habría dejado Cerasi un último mensaje?

Obi-Wan y Nield se lanzaron de lleno al combate. Partían con inferioridad numérica, pero tenían el factor sorpresa a su favor.

Su primer objetivo era evitar que los subordinados de Mawat colocasen los explosivos. Obi-Wan y Nield atacaron con todas sus fuerzas. El sable láser encajaba perfectamente en la mano de Obi-Wan. Lo movía con agilidad y en perfecto equilibrio. Nield atacaba con su espada vibradora, destrozando las cajas de instrumental y reduciéndolas a cenizas. Los Jóvenes de los Basureros abandonaron el material y salieron corriendo.

Obi-Wan y Nield los siguieron y lograron hacerles retroceder hasta el lugar donde Mawat estaba organizando al resto de sus fuerzas. Los dos jóvenes utilizaron la fuente para cubrirse. Su curvado muro de piedra les servía de escudo contra los disparos. Pero no resistirían en esa situación mucho tiempo.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Nield a Obi-Wan. Después agachó la cabeza y un disparo láser alcanzó el muro de piedra de la fuente e hizo saltar por los aires pequeños guijarros—. No tengo un arma de fuego, sólo mi espada vibradora.

Obi-Wan asomó la cabeza y, después, volvió a agacharse rápidamente.

—Somos inferiores en número, eso es seguro. Y seguramente Mawat habrá pedido refuerzos.

—Bueno, al menos Mawat no ha volado el mausoleo —dijo Nield con voz preocupada.

—Nos inventaremos algo —contestó Obi-Wan.

En el fondo, no se sentía nada seguro. Obi-Wan deseó que apareciese Qui-Gon. Juntos podrían hacer frente a las fuerzas de Mawat. Con un solo sable láser no podía luchar y, al mismo tiempo, proteger a Nield.

De repente, se oyeron disparos láser a sus espaldas. Obi-Wan y Nield se volvieron sorprendidos. Deila, Joli y Roenni se dirigían hacia ellos a la vez que disparaban.

—Pensamos que quizá necesitaríais ayuda —dijo Deila, colocándose a su lado detrás de la pared de piedra—. Roenni ha reclutado a más gente. Van a atacar a los hombres de Mawat por el otro lado.

Nada más terminar de hablar, Deila vio que la mayoría de los Jóvenes se dirigían a la plaza y rodeaban a Mawat. Ahora, al menos, las dos partes estaban igualadas.

—¡Vamos!—gritó Obi-Wan.

Salieron de detrás de la fuente y corrieron hacia la batalla. Los disparos láser caían a su alrededor, pero Obi-Wan los iba rechazando con su sable láser. Con un sentimiento de honda gratitud, Obi-Wan sintió cómo la Fuerza entraba en él y le guiaba. Se movía sin tener que pensarlo, adivinando de dónde vendría el próximo disparo.

Mawat silbó y, de repente, un escuadrón de los Jóvenes de los Basureros apareció por una esquina y se unió a la lucha. Balanceando el sable láser de un lado a otro, Obi-Wan intentaba llegar a Mawat. Si era capaz de capturarle, quizá la batalla terminaría.

Un miembro de los Jóvenes de los Basureros enfiló a Nield con su arma, pero Obi-Wan reaccionó y le golpeó con el sable en la muñeca. El impacto le produjo una quemadura que hizo que el chaval gritara y cayera de rodillas con la cara pálida del dolor.

Nield y Obi-Wan intercambiaron una mirada de preocupación. Esto era el último error, lo que nunca debería haber pasado. Los Jóvenes estaban luchando entre ellos. Y lo estaban haciendo justo en el lugar donde había muerto Cerasi.

De repente, como si la hubiesen convocado, la voz de Cerasi resonó en el aire.

—Ahora que la guerra ha terminado, he tomado una decisión —dijo con voz fuerte y clara—. No volveré a utilizar un arma. No volveré a luchar en nombre de la paz. Pero puede que hoy muera por eso.

Todos se quedaron paralizados. Obi-Wan sintió que el corazón le golpeaba con fuerza en el pecho y miró a su alrededor. Vio a Qui-Gon, que estaba de pie al lado de la pared de la fuente. El Jedi llevaba un amplificador de sonido. Los Jóvenes lo habían utilizado en algunas batallas durante la guerra para confundir a los Mayores y hacerles pensar que tenían más armas de las que en realidad estaban utilizando.

El holograma de Cerasi apareció en la fuente. Obi-Wan escuchó susurros a su alrededor. Miró las caras y vio que todas reflejaban sorpresa y tristeza.

Cerasi había tenido contacto con muchos de ellos y les había llegado al corazón. Los Jóvenes habían luchado a su lado, habían sufrido derrotas, habían conseguido victorias y habían sido inspirados por ella. Ahora, ella podía detenerlos para que la escucharan.

—Hacedme un favor, amigos. No construyáis ningún monumento en mi honor, pero tampoco destruyáis ninguno. La historia no está de nuestra parte, pero eso no significa que debamos aniquilarla. No dejéis que nuestro sueño de paz desaparezca. Trabajad para conseguirlo, pero no matéis por él. Ya luchamos en una guerra para conseguir la paz y siempre dijimos que una guerra era ya más que suficiente.

Cerasi esbozó la sonrisa coqueta que Obi-Wan recordaba tan bien.

—No lloréis mucho tiempo por mí. Después de todo, yo sólo quería la paz —se encogió de hombros—. Miradlo de esta manera. Ahora he obtenido la paz eterna.

La imagen de Cerasi desapareció. La plaza no había gozado de su presencia mucho tiempo, pero el eco de su voz, lleno de amor y de razón, permanecía.

Nield bajó el arma y Obi-Wan desactivó su sable láser. Ambos miraron a Mawat, que les respondió con una mirada amenazadora.

Uno a uno, todos los Jóvenes de la plaza bajaron las armas y se volvieron hacia Mawat.

El gesto desafiante desapareció de su cara y Mawat bajó su arma.

La última batalla de Zehava había terminado.

Capítulo 22

Gracias a la hábil negociación de Qui-Gon y al poder de Nield y Wehutti se alcanzó un sólido acuerdo de paz en Melida/Daan. Nield accedió a compartir el poder con los Mayores Melida y Daan. La ciudad no volvería a estar dividida ni por tribus ni por edades.

Mawat regresó al campo con algunos de sus seguidores. Había visto cómo se le escapaba a Nield el control de la ciudad y había pensado que él sería capaz de convertirse en el salvador de Melida/Daan. Se había equivocado y así lo admitió ante Nield y los Jóvenes. Las palabras de Cerasi habían llegado también a su corazón.

—Quizás encuentre la manera de perdonarse a sí mismo en el campo —le dijo Nield a Obi-Wan.

Era el día de la partida de Obi-Wan y ambos estaban de pie frente a la fuente. Obi-Wan había decidido volver al Templo. Tenía que preguntar al Consejo si podía volver a ser un Jedi. Qui-Gon había accedido a acompañarle.

Nield abrazó a Obi-Wan por los hombros.

—Te hice pasar un mal rato, amigo mío. Fue estupendo encontrar el perdón en tu corazón.

—El dolor puede sacar lo peor de cada uno de nosotros —dijo Obi-Wan.

Nield miró pensativo hacia la fuente.

—Ahora soy consciente de lo cerca que estuve de volver a conducir mi mundo a la misma batalla sangrienta que tanto he odiado. La verdad, Obi-Wan, es que tuve miedo.

Obi-Wan se echó hacia atrás para mirarle mejor.

— ¿Tú? ¿Miedo?

—Me sentía solo —confesó Nield—. Tenía un trabajo que me venía grande. Necesitaba que me guiaran y no tenía a nadie que lo hiciese. Tenía la sensación de que ni los Mayores ni los de la Generación de Mediana Edad podían aconsejarme bien. Pero he descubierto que no es verdad. Sólo escuchaba las voces que gritaban más. Ahora he descubierto que hay otros que sí comparten nuestra idea de paz para Melida/Daan.

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