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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Antártida: Estación Polar (50 page)

BOOK: Antártida: Estación Polar
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Mirarlo.

La granada de aturdimiento estalló como una lámpara de flas, cegándolos a todos. Los hombres de las
SAS
del nivel E retrocedieron al unísono y el interior de sus ojos se llenó de galaxias de estrellas y puntos de luz.

Schofield volvió a salir al agua. Solo que esta vez, cuando salió a la superficie, llevaba la ballesta de Petard en las manos, cargada y lista para ser usada.

Schofield apuntó con rapidez y disparó.

El virote de la ballesta recorrió el nivel E y encontró su objetivo. Golpeó en el lanzador del Maghook, que se encontraba atrancado entre los travesaños de la escalera.

El lanzador se soltó y salió de los travesaños en dirección al tanque. Tras atrancarlo entre los travesaños de la escalera, habían pasado el cable por encima del puente retráctil hasta formar un ángulo de cuarenta y cinco grados. Ahora que el lanzador se había soltado (y como Schofield estaba flotando en el agua y, por tanto, no había ningún peso al otro extremo), osciló como un péndulo sobre el tanque y se golpeó contra la expectante mano de Schofield.

¡Bien!

Schofield alzó la vista al puente del nivel C. El cable colgaba ahora del puente como un polispasto: la parte ascendente del cable paralela a la que descendía del puente.

Schofield apretó con fuerza el lanzador mientras pulsaba el botón negro de la empuñadura del Maghook. Salió despedido de las aguas teñidas de sangre cuando el mecanismo de enrollado del Maghook lo alzó al puente del nivel C.

Schofield llegó al puente y se subió a él justo cuando los primeros soldados de las
SAS
del nivel E sacaron las ametralladoras.

Schofield ni siquiera los miró. Ya estaba corriendo por el puente cuando comenzaron a disparar.

Schofield subió de dos en dos los travesaños de la escalera que conducía al nivel B.

Cuando llegó a lo que quedaba de la pasarela del nivel B, cargó de nuevo la ballesta. A continuación corrió hacia el túnel este, rumbo a las habitaciones del personal de la estación. Tenía que dar con Kirsty y encontrar una forma de salir de allí.

De repente, un soldado de las
SAS
dobló la curva del túnel, justo delante de él. Schofield lo apuntó con la ballesta y disparó. La cabeza del soldado cayó hacia atrás cuando el virote se alojó en su frente y se desplomó en el suelo.

Schofield se acercó rápidamente al cuerpo y se arrodilló junto a él.

El soldado de las
SAS
tenía un MP-5, una pistola Glock-7 y dos granadas azules que Schofield reconoció como cargas de nitrógeno. Cogió todo. El soldado de las
SAS
también llevaba unos cascos de radiocomunicaciones ligeros. Schofield los cogió, se los colocó en la cabeza y echó a correr por el túnel.

Kirsty. Kirsty.

¿Dónde la tenían
? Schofield no lo sabía. Supuso que en algún lugar del nivel B, pero solo porque allí era donde se encontraban las habitaciones del personal.

Schofield entró en el túnel exterior circular del nivel B en el mismo momento en que vio a dos soldados de las
SAS
correr hacia él. Levantaron las ametralladoras cuando Schofield los apuntó con sus dos armas y las disparó a la vez. Los dos soldados fueron abatidos al instante.

Schofield no perdió un instante y pasó por encima de los cuerpos.

Recorrió el pasillo circular mirando a ambos lados.

De repente, una puerta a la izquierda de Schofield se abrió y de ella salió otro soldado de las
SAS
con su arma empuñada. Logró efectuar un disparo antes de que las armas de Schofield cobraran vida y enviaran volando al soldado a la habitación de la que había salido.

Vio a Kirsty al momento. También vio a dos soldados más que estaban empujando a la niña hacia la puerta.

Cautelosamente, Schofield entró en la sala común con las armas empuñadas.

Cuando Kirsty vio a Schofield entrar en la sala común con las dos armas en alto, pensó que estaba viendo un fantasma.

Tenía un aspecto terrible.

Estaba empapado, tenía la nariz rota, toda la cara magullada y su traje blindado estaba destrozado.

Uno de los soldados de las
SAS
situado tras Kirsty se detuvo cuando vio a Schofield entrar en la habitación. Colocó a Kirsty delante de él y la apuntó con un arma en la cabeza, usándola a modo de escudo.

—La mataré —dijo con calma el soldado—. Juro por el puto Jesucristo que pintaré las paredes de esta habitación con sus sesos.

—Kirsty —dijo Schofield apuntando con tranquilidad a la frente del soldado mientras apuntaba con el MP-5 al cerebro del otro soldado de las
SAS
.

—Sí —dijo Kirsty dócilmente.

Schofield le dijo sin alterar la voz:

—Cierra los ojos, cielo.

Kirsty cerró los ojos y solo vio oscuridad.

De repente escuchó el ruido de dos disparos y no supo qué armas habían disparado. Cayó hacia atrás, pues seguía sujeta por el soldado de las
SAS
que pretendía usarla de escudo. Se golpeó con dureza contra el suelo y notó que el soldado de las
SAS
la soltaba.

Kirsty abrió los ojos.

Los dos soldados británicos estaban tumbados en el suelo junto a ella. Kirsty vio sus pies, sus cinturas, sus pechos…

—No los mires, pequeña —dijo Schofield yendo hacia ella—. No es agradable. Kirsty apartó la vista y miró a Schofield. Él la cogió en brazos. Kirsty hundió la cabeza en la protección del hombro de Schofield y rompió a llorar.

—Vamos. Es hora de salir de aquí —le dijo Schofield en un tono cariñoso.

Schofield volvió a cargar las armas con rapidez y agarró a Kirsty de la mano. A continuación, salieron de la sala común.

Corrieron por el túnel curvado exterior en dirección al pasillo este. Doblaron la curva.

Y entonces Schofield se detuvo.

Sobre una pared que había a su izquierda vio un compartimento negro y cuadrado. Tenía escritas las palabras: «Caja de fusibles».

La caja de fusibles, pensó Schofield. Ahí debía de ser donde los franceses habían cortado la luz antes…

Schofield tuvo una idea.

Se giró y vio la puerta que conducía al laboratorio de biotoxinas. Junto a esta, vio una puerta con las palabras: «Armario de almacenamiento».

Sí.

Schofield abrió la puerta del armario de almacenamiento. En su interior vio fregonas, cubos y viejas baldas de madera llenas de productos de limpieza. Schofield cogió rápidamente una botella de plástico de amoníaco de uno de los estantes.

Luego cerró el armario y corrió hacia la caja de fusibles. Tiró de la puerta y vio una serie de cables y unidades de potencia.

Kirsty se encontraba en la parte más alejada del túnel este, desde donde observaba el eje central de la estación.

—Corre —susurró—. ¡Ya vienen!

Schofield escuchó algunas voces por sus recién adquiridos cascos:

—… Hopkins, informe…

—… tras la niña…

—… equipo del perímetro, regrese de inmediato a la estación. Tenemos un problema aquí…

Schofield encontró rápidamente el cable que estaba buscando. Tiró de la cubierta y dejó el cable de cobre al aire. A continuación hizo un agujero en la botella de plástico de amoníaco con la culata de su pistola y la colocó por encima del trozo de cable expuesto. Un pequeño hilo de amoníaco comenzó a gotear lentamente de la botella al cable sin la cubierta.

Las gotas de amoníaco golpearon rítmicamente contra el cable.

En ese momento, en sintonía con el ritmo de las gotas de amoníaco al caer en el cable, las luces del túnel (las luces de toda la estación) comenzaron a encenderse y apagarse, como un estroboscopio. Encendidas. Apagadas. Encendidas. Apagadas.

Bajo la luz parpadeante del túnel, Schofield agarró la mano de Kirsty y corrieron hacia el eje central. Una vez llegaron a la pasarela, se precipitaron hacia la escalera más cercana que llevaba al nivel A.

Schofield recorrió a zancadas la pasarela del nivel A en dirección a la entrada principal de la estación. La estación parpadeaba en blanco y negro. Oscuridad. Luz. Oscuridad. Luz.

Si pudiera llegar a los aerodeslizadores británicos,
pensó
, podría escapar y llegar a McMurdo.

Había movimiento en todas partes. Los gritos resonaron por toda la estación mientras los soldados de las
SAS
corrían por las pasarelas bajo las luces parpadeantes, buscando a Schofield.

Este vio que algunos de los soldados de las
SAS
habían intentado ponerse las gafas de visión nocturna.

Pero la visión nocturna no servía de nada en aquel momento. Con las luces parpadeando, cualquiera que llevara las gafas de visión nocturna quedaría cegado cada vez que las luces se encendieran; es decir, cada dos segundos.

Schofield llegó al pasillo de la entrada principal justo cuando un soldado de las
SAS
irrumpió en la pasarela. El soldado se chocó contra Schofield y este casi cae por la barandilla de la pasarela.

El soldado de las
SAS
cayó al suelo, se puso de rodillas y levantó el arma para disparar a Schofield, pero este le lanzó un puñetazo que impactó en la mandíbula del soldado y lo mandó de nuevo al suelo de la pasarela.

Schofield estaba a punto de pasar sobre el cuerpo del soldado abatido cuando vio que llevaba una cartera negra del hombro. Schofield la cogió y la abrió.

En su interior había dos botes plateados. Dos botes plateados con bandas verdes alrededor.

Cargas de tritonal 80/20.

Schofield frunció el ceño.

Ya antes se había preguntado por qué los británicos habrían traído consigo cargas de tritonal a la estación polar Wilkes. El tritonal era un explosivo muy poderoso que por lo general se empleaba para demoler edificios. ¿Por qué lo habría traído Barnaby?

Schofield le quitó la cartera al soldado inconsciente.

Mientras lo hacía, sin embargo, escuchó gritos provenientes del pasillo de entrada. A continuación oyó pisadas, el
clic
de los seguros quitados de los MP-5…

Los soldados de las
SAS
que estaban en el exterior, los que estaban colocando las cargas en el perímetro…

¡Estaban entrando de nuevo en la estación!

—¡Kirsty! ¡Agáchate! —gritó Schofield. Se volvió inmediatamente y apuntó con sus dos armas al pasillo cuando el primer soldado de las
SAS
entró por la entrada principal de la estación polar Wilkes.

El primer hombre fue abatido tras una lluvia de sangre y disparos.

El segundo y el tercero aprendieron del error del primero y entraron a la estación disparando.

—¡Vuelve adentro! —gritó Schofield y Kirsty—. ¡No podemos ir por aquí!

Schofield bajó, con Kirsty a la espalda, por la primera escalera con que se toparon.

Bajaron al nivel B. Una bala impactó en la escalera de acero muy cerca de los ojos de Schofield.

Schofield escuchó más voces por los cascos del soldado británico.

—… coño ha ido…

—¡… cogido a la niña! Ha matado a Maurice, Hoddle y Hopkins…

—… lo vi en el nivel A…

Y a continuación Schofield escuchó la voz de Barnaby:

—¡Nero! ¡Las luces! ¡Enciéndalas o apáguelas! ¡Encuentre la puta caja de fusibles!

La estación era un caos absoluto. No había luz fija, solo un parpadeo terrible e incesante.

Schofield vio sombras al otro lado del nivel B.

No puedo ir allí.

Schofield miró al eje central y, durante un segundo, sus ojos se posaron en el puente retráctil del nivel C.

El puente del nivel C…

Schofield hizo inventario mentalmente.

Una Glock. Un MP-5. Ninguna de las dos armas era suficiente para acabar con veinte soldados de las
SAS
.

Schofield todavía tenía la cartera que le había quitado al soldado de las
SAS
, la cartera con dos cargas de tritonal. También tenía las dos cargas de nitrógeno que le había cogido al primer soldado británico que había matado tras salir volando del agua.

—De acuerdo —dijo Schofield con la mirada fija en el estrecho puente que se alzaba bajo él—. Es hora de acabar esto.

Bajo la fantasmal luz parpadeante de la estación, Schofield y Kirsty salieron al puente retráctil del nivel C.

Si alguien los hubiese estado mirando, habría visto como se dirigían a la mitad del puente; a continuación habrían visto a Schofield arrodillarse y hacer algo en el puente durante unos minutos.

Y entonces, una vez hubiera terminado, lo habrían visto arrodillarse junto a Kirsty y esperar.

Minutos después, los británicos encontraron la caja de fusibles, el parpadeo cesó y las luces regresaron a la estación. El complejo volvió a relucir bajo las brillantes luces fluorescentes.

A las
SAS
no les llevó demasiado tiempo encontrar a Schofield y a Kirsty.

Schofield se puso de pie en el puente mientras lo que quedaba de la unidad de las
SAS
(unos veinte hombres) tomaba posiciones en la pasarela del nivel C, rodeándolo. Conformaban una imagen extraña: Schofield y Kirsty en medio del eje central, sobre el puente retráctil, mientras los soldados tomaban posiciones en la pasarela circular a su alrededor.

Los soldados apuntaron con sus armas…

… justo cuando Schofield sostuvo encima de su cabeza una carga de tritonal.

«Una buena estrategia es como hacer magia. Haga que su enemigo mire a una mano, mientras hace algo con la otra.»

—No disparen —dijo la voz de Barnaby por los cascos de Schofield—. No disparen.

Schofield vio a Barnaby salir a la cubierta del nivel E, a quince metros bajo ellos, solo. Todos los soldados de las
SAS
salvo Barnaby se encontraban en el nivel C, rodeando a Schofield.

Schofield miró al tanque. Las orcas no estaban. Bien.

—¡La carga de tritonal está activada! —gritó Schofield—. ¡Y mi dedo está pulsando el botón de activación! ¡El temporizador es de dos segundos! ¡Si me disparan, dejaré caer la carga y todos moriremos!

Schofield tenía las piernas separadas y Kirsty estaba acurrucada a sus pies. Schofield rogó por que los soldados no vieran cómo le temblaban las manos. Rogó por que no vieran que no llevaba cordones.

—Y si disparan a la niña —dijo Schofield cuando vio que uno de los soldados apuntaba con la mira a Kirsty—, dejaré caer la carga.

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