Amos y Mazmorras II (3 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Amos y Mazmorras II
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—¿Sabes que el rol que vas a desarrollar conmigo es lo opuesto a lo que te han enseñado a comprender estos días? Tienes que cambiar el chip totalmente.
—He leído lo que he podido. Estoy haciendo un maldito intensivo sobre dominación y sumisión. Me preparé para entrar con Lion, pero no esperaba este giro del destino. Lo haré lo mejor que pueda, Summers. Cuento con tu ayuda y tu colaboración.
—Tendrás que ser cruel, Cleo.
Cleo dio cuatro tenedorazos a la ensalada y mordió el sándwich con gusto. Sí, por supuesto que lo sabía. Tenía que comportarse como una
dómina
, y ella solo había intentado darle órdenes severas a Ringo; y el camaleón jamás le hacía caso. Ese era su don de mando. Vaya cosa.
—Sí. Lo intentaré; pero no creo que estén en mi ADN las actitudes hitlerianas. Por esa razón me gustaría proponerte algo, Nick.
Nick sonrió de medio lado y se cruzó de brazos.
—Las
dóminas
dan órdenes, nunca sugieren. Vamos muy mal.
Ella lo miró fijamente y se ayudó de la bebida para tragar la comida que tenía en la boca.
—¿Ya estamos en el rol?
—Estoy en el rol las veinticuatro horas del día desde que entré en la misión, agente Connelly.
Cleo se secó los labios con la servilleta y recostó la espalda en el respaldo de la silla.
—Puedo ser
dómina
si me lo propongo, Nick.
—La dominación —hizo el amago de querer inclinarse sobre la mesa y hablar más de cerca a Cleo. Pero algo lo echó para atrás, y se quedó muy recto en la silla— nace aquí —se señaló en la cabeza—. Una buena
dómina
, igual que un buen amo, no lo es porque te ponga a cuatro patas, te dé con un látigo y te meta la mano en la bragueta. Una buena
dómina
te mete la mano en el cerebro, te seduce, te excita y te pone nervioso desde ahí. Dime algo que llame mi atención y que me ponga en alerta para obedecerte, Cleo. Enséñame qué sabes hacer.
La agente entendió la necesidad de Summers por ponerla a prueba. De todo lo que había leído hasta entonces sobre dominación femenina, tenía algunas más claras y grabadas que otras. Debería echar mano de eso.

 

«Una ama era altiva, pero no prepotente. Todo se basaba en la actitud. Una buena ama redirige las situaciones y las hace suyas. La buena ama aplica disciplinas y no tortura. No teme a hacer daño al sumiso porque él busca ese tipo de estimulación. El tono de voz de la ama es imperativo en todos los sentidos».

 

«Está bien, Cleo. Vamos a allá. Puedo hacerlo».
Cleo inclinó la cabeza a un lado, se levantó y caminó lentamente hasta colocarse tras la espalda de Nick. Con los zapatos de plataforma parecía más alta de lo que en realidad era... Eso le inspiró un poco más de confianza.
Le acarició la cabeza a Nick y... ¡Zas! Hundió los dedos en su pelo hasta echarle el cuello hacia atrás y susurrarle al oído.
—Está bien, bebé. No sé si eres mi tipo de sumiso, ¿sabes? No sé si tengo
feeling
contigo. —Apresó su lóbulo entre sus dientes y tiró con fuerza mientras decía—: Pero como sigas hablándome así, te voy a poner un delantal de chacha y vas a limpiarme los zapatos con la lengua.
—Vas bien por ahí, Connelly. Sorpréndeme.
Ella se echó a reír sin pizca de diversión. Lo hizo con frialdad, asegurándole que no lo iba a pasar bien si la molestaba.
—¿Crees que no lo haré?

 

«Una buena ama sabe lo que el
sumiso quiere cuando le replica.
Él contesta; su ama responde.
Él pide; su ama castiga».

 

Cleo le pasó las uñas por el pecho, arañándole lo suficientemente fuerte como para que él sintiera sus garras francesas a través de la tela de la camiseta.
—Quiero que me complazcas. Y lo harás en el torneo. —Apresó un pezón y se lo estiró y retorció con fuerza—: ¿Te gusta esto, Nicki?
—No me llames, Nicki —gruñó aceptando gustoso ese trato.
—Te llamo como yo quiero. No te tocaré, ni siquiera jugaré contigo. Lo que quiero, lo que de verdad me placería, es ver cómo disfrutas con las Criaturas.
Nick se echó a reír, gozando con el tirón de pelo y el dolor de su pezón.
—¿Cómo dices? No...
—Silencio.
Nick se calló inmediatamente.
—¿Quieres complacerme? —Volvió a zarandearle por el pelo. —Sí.
—Sí, ¿qué? —«¡Toma ya! Eso me lo enseñó, Lion».
—Sí, ama.
—Pregúntame qué deseo que hagas.
—¿Qué deseas que haga?
—Quiero que te dejes la piel en ayudarme a conseguir el primer cofre en la primera jornada. Es muy importante para mí obtenerlo. ¿Me complacerás?
Nick tragó saliva y la miró de reojo.
—Vuelve a mirarme y te cogeré la lengua con pinzas.
El agente, de lleno en su papel, miró hacia abajo.
—No hagas que te lo repita dos veces, ¿me complacerás?
—Sí, ama. Daré lo mejor de mí para entregarte el cofre.
—¿Escucharás mi proposición?
—Depende.
—Aquí no hay dependes, guapo, o te juro que te pongo los huevos del color de las uvas negras. ¿Escucharás mi proposición? —Le dio un tirón más fuerte que el anterior.
—Sí, ama.
Cleo le soltó y dio un paso atrás. La atmósfera imperativa desapareció poco a poco. Cleo se cruzó de brazos y, fingiendo una seguridad que no sentía, tomó su lugar en la silla.
—Esa es la actitud —confirmó Nick desconcertado.
—¿Sí? —El rostro de Cleo se iluminó con esperanza, y de repente, se puso a aplaudirse a sí misma y a dar votes en la silla como una colegiala—. ¡Bien por mí! ¡Bien por mí!
Nick no sabía cómo actuar ante aquella reacción. La agente Connelly había pasado de ser una mujer dominatrix a una joven groupie.
—Increíble —murmuró Nick intrigado. «¿Y aquella era la chica de Nueva Orleans que había logrado enloquecer al Rey León? Interesante».—. Cuéntame tu plan.

 

 

 

Media hora después, Nick intentaba asumir el rol que le confería su nueva ama. Lo cierto era que Cleo y Karen eran totalmente opuestas.
Karen había sido inexorable e intolerable con él. Eso era exactamente lo que Nick Summers buscaba para purgar sus pecados. La misión
Amos y mazmorras
le había ido como anillo al dedo para poder exterminar sus demonios y desahogarse.
Sin que la agente Robinson lo supiera, le estaba dando terapia. Pero Karen se había roto el brazo y no lo podía acompañar en el torneo; y ahora tenía que emparejarse con la ex sumisa del agente Romano. A saber lo que había pasado entre ellos realmente.
Lionel estaba muy arisco cuando habló con él esa mañana para darle las instrucciones sobre el lugar exacto en el que iban a dejar las bolsas con las municiones en las Islas Vírgenes.
Cleo Connelly era como un conejito en medio de un bosque de lobos. Tenía agallas, porque las tenía. Pero no era
dómina
. Podía simular serlo en alguna ocasión, como cuando le había hablado, pero la
dómina
nacía y se hacía. A Cleo le quedaba mucho por aprender.
Y lo cierto era que, para que ambos continuaran con la misión, lo mejor era seguir paso a paso el plan trazado por la joven: uno muy original y estudiado.
Uno que podría tener éxito solo si conseguían uno de los cofres que se ocultarían el lunes.
Ninguno de los dos podría continuar si seguían juntos.
Ella no podría hacer de ama. Él podría enseñarle a azotar y a realizar algunas técnicas sencillas, pero no podría continuar adelante cuando llegaran las pruebas más complicadas. Cleo no sabría atarlo a la cruz, ni tampoco inmovilizarlo, ni sabía cómo a él le gustaba que lo tocaran. Los eliminarían a las primeras de cambio. Y debían llegar a la final fuera como fuese.
Así que, lo propuesto por su compañera era la mejor opción. Con un nuevo respeto hacia ella, conferido por su agudeza, decidió instruirla en la sala privada. Como mínimo lo básico. El nivel uno de la dominación.
Le indicó cómo debía constreñir el pene con el anillo estrangulador; le explicó en qué zonas del vientre y de las nalgas debía golpear.
—Eres un ama de rango Shelly —advirtió el rubio agente—. Karen tenía ese rango, y tú deberás interpretarlo. Eso quiere decir que en la presentación del torneo deberás llevar este tipo de ropa. —Abrió la bolsa de los accesorios de Karen. Un vestido de látex rosa chillón muy ajustado, con un cinturón ancho de piel de color azul y una especie de capa de seda brillante del mismo color. Acompañaban el «disfraz» las botas negras de charol que llegaban a medio muslo—. Ya sabes. Eres cariñosa y controladora, y utilizarás el látigo.
Cleo se estremeció al oír la palabra látigo. Tenía el cuerpo lleno de marcas porque un maldito maltratador psicópata le había dado varios latigazos a conciencia. El sonido del látigo al cortar el aire y golpear la piel le ponía enferma. Pero si como ama tenía que jugar a dar, daría. Aunque intentaría no tener que utilizar el maldito látigo porque, seguramente haría daño sin querer.
Para ello, necesitaba utilizar bien las cartas.
—Llegaremos a Saint Thomas sobre las cinco y media —explicó Nick—. Nos dirigiremos al hotel. Por la noche acudiremos como pareja a la cena de presentación del torneo. Y, al día siguiente, empezaremos a quemar nuestros cartuchos.
—¿Crees que en la cena podremos obtener algún tipo de información?
—La única información que podremos sacar será la relación de las parejas entre ellas. Las Criaturas estarán en la cena. La Reina de las Arañas nos irá presentando pareja por pareja... Deberemos observarlas y estudiar sus puntos débiles. Y saber con quiénes podremos contar para crear alianzas. Aquí tienes tu pasaporte falsificado. Eres de Texas, Lady Nala.
—Sí. Lo sé.
—De acuerdo —murmuró—. Las pulseras del todo incluido que nos han enviado para el torneo llevarán un chip detector vía satélite. Lion tiene en su poder las falsificaciones que nos han adjuntado los de logística. Cambiaremos unas por otras y podremos salir de los complejos sin que nadie nos controle. Nuestro equipo desplegado nos dejará una bolsa con armas en una de los cuarenta islotes que completan las islas. Es posible que el domingo por la noche o el lunes, alguien contacte con nosotros para facilitarnos material de audio y espionaje. Empezaremos a colocar micros de audio y cámaras satélite en todos los escenarios y locales a los que vayamos. Debemos tener toda la zona completamente vigilada y pasar las imágenes en tiempo real al equipo de control audiovisual.
—Perfecto.
—¿Estás nerviosa, agente Connelly? —preguntó extrañado.
«¿Nerviosa? Nerviosa yo, ¿por qué, eh?, ¿por qué? ¿Porque me muero de ganas de ver la cara del león cuando vea a su ovejita?», rio internamente.
—Estoy ansiosa. Mi hermana Leslie está ahí. Lionel, que me ha apartado de la misión, está ahí. La Reina de las Arañas está ahí. Y quienes sean los Villanos, aparecerán en la final... Y estarán ahí. No estoy nerviosa —aseguró contemplando el mapa de las Islas Vírgenes—. Estoy histérica.
Nick se echó a reír.
—Creo que, si controlas tus nervios y tus ansias tan bien como controlas todo lo que hay a tu alrededor, todo te saldrá a pedir de boca.
Claro. Pero la verdad era que ella no tenía poder para controlar lo de su alrededor.
Prueba de ello era que estaba con una pareja que no era Lion.
 
Capítulo 2

 

 

En el BDSM, las parejas son tan diferentes y tienen necesidades tan dispares como personas hay en el mundo.

 

Saint Thomas
Virgin Islands
Cena de inauguración. Charlotte Amalie

 

La
noche en Charlotte Amalie, la ciudad capital de Saint Thomas, se prestaba a una foto de postal. Todos los participantes al torneo habían sido recogidos en el aeropuerto y llevados al hotel en el que se celebraría la cena de inauguración.
Habían llegado sobre las seis de la tarde. Nada más entrar en la recepción y dar el nombre de él y su pareja, les entregaron unas bolsas con los mapas de la isla, los
resorts
en los que se hospedarían, los transportes particulares con los que contarían y las localizaciones que visitarían, además de los horarios de cada evento y los comienzos de cada gincana.
El torneo tenía una organización brillante.
Lion admiraba el contraste de las luces portuarias de la isla, el mar azul y calmo, la noche estrellada y los pequeños barcos y yates atracados no muy cerca de la orilla, mecidos por la levísima marea tropical, custodiados al horizonte por la isla de Hassel. El clima era caluroso; estaban en pleno verano, aunque en las islas caribeñas la humedad, el sol y el calor regían los días.
Se había vestido con un tejano oscuro muy fino y una camisa blanca de lino fresco y cuello mao, que él llevaba graciosamente metida por el tejano, una parte sí y la otra no.
Con la mirada añil fija en la luna llena, apoyado en el mirador del increíble hotel resort que la organización había reservado solo para ellos, pensaba únicamente en ella.
En la brujita de pelo caoba y ojos de hada que había abandonado para mantenerla a salvo del juego y de él.
Cleo no se merecía tener a un compañero como él: uno que era capaz de dejarla colgada en un árbol, a merced de cualquier loco para que pudiera herirla. Apretó los dientes y se frotó la nuca. Cada vez que lo recordaba, la piel se le erizaba y el sudor frío cubría sus manos y su frente.
Los nervios. El estrés. El miedo.
El látigo en manos de Billy Bob y el cuerpo cruelmente azotado de Cleo lo perseguirían toda la vida.
Pero Lion necesitaba centrarse únicamente en su misión. Debía dejar al margen las emociones; y había sido un incauto y un puto ignorante al pensar que podía aleccionar a Cleo y no engancharse a ella como un adicto, y no querer más.
Estúpido. Su necesidad de dominar había nacido por ella; su necesidad de proteger la sembró ella. Su amor anhelado... Esa era Cleo para él. Y después de estar dentro de ella, después de introducirla en los gustos del placer-dolor, de los orgasmos estratosféricos, ¿cómo podía creerse que la mujer no se iba a colar bajo su piel?

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