Amos y Mazmorras II (24 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Amos y Mazmorras II
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Markus estudió a Cleo y vio que se comportaba de manera más desinhibida. Los Villanos mirarían aquella fiesta televisada, el local tenía cámaras. Cleo se estaba comportando como debía: sin miedos, llamando la atención. Pero lo hacía porque quería que su amo fuera a por ella; y el tipo se estaba dando un festín con Mistress Pain e ignoraba a su verdadera compañera.
Eso no era bueno para la misión. Allí había mucha tensión.
Markus la besó en la comisura del labio mientras Prince lo hacía en el hombro, moviéndola al mismo ritmo, meciéndola como olas a la deriva.
La música se deslizó bajo la piel de Cleo, ácida, llena de palabras repletas de verdad. La sala rebosaba de anhelo, al menos por su parte. Con las ganas que tenía de regresar con Lion... Y el hombre no hacía otra cosa que comerle los labios a Claudia. Pero, ¿por qué? ¿Qué pretendía con eso? Ella le quería; deseaba ser ella quien bailara con él.
Lion se movía de vicio, el condenado. Sharon lo sabía; Claudia, también. La que no tenía ni idea de cómo bailaba era ella. «Es una mascarada, una parada del amor. ¿No te vas a quedar para bailar conmigo?», tarareaba Cleo mentalmente con la vista fija en Lion.
En aquel momento llegó Sharon y se unió al baile de Claudia y Lion. «Perfecto, otro trío más», pensó la joven, amargamente. ¿Por qué la rubia se metía siempre en medio? ¿No podía estarse quietecita?
Pero Sharon no miraba a Lion mientras lo tocaba y se ponía de puntillas para lamerle el cuello. Sharon, con su vestido de doncella color violeta y su antifaz negro, solo tenía ojos para... Cleo alzó los ojos por encima del hombro y se encontró con Prince, que miraba de igual modo a Sharon.
«¿Pero qué está pasando aquí? ¿Nos estamos utilizando entre todos?», pensó confusa. Era como un duelo entre la Reina de las Arañas y el Príncipe de las tinieblas.
Prince deslizó la mano, poco a poco, por su estómago.
Sharon hizo lo mismo con Lion, pero hacia abajo...
Lion dejó de besar a Claudia y admiró a Sharon por encima del hombro.
—¿Sharon? —preguntó sorprendido.
Cleo y Prince, que miraban los movimientos del otro trío, se tensaron a la vez sobre la pasarela. «No se atreverá a...», pensaron los dos a la vez.
La mano de Prince, que estaba decidido a provocar un altercado, se posó a la altura de pecho izquierdo de Cleo, que se tensó al contacto. Justo en el mismo momento, Sharon tocaba todo el paquete de Lion.
Todos sabían lo que estaban haciendo.
Cleo pensó que o se detenía, o lo que sucediera esa noche no iba a tener vuelta atrás. Ella no quería acostarse con Prince, ni con Markus. No quería estar con ellos. Su cuerpo era suyo; y solo Lion podía hacerse cargo de ella. No iba a sentirse cómoda con nadie más.
Lion permanecía quieto mientras Claudia sonreía a Sharon y al mismo tiempo mordía levemente el cuello de Lion; mientras, la rubia frotaba su erección entre sus dedos.
Las dos amas miraron a Cleo con malicia.
Y la joven no lo soportó. No estaba acostumbrada a esos juegos; y no quería llegar más lejos. La gente era libre de hacer lo que quisiera; de acostarse con quien le diera la gana, de hacerlo a la vez con veinte personas diferentes si eso les placía y se sentían bien haciéndolo; pero dudaba de, si ella lo hacía también, poder levantarse a gusto consigo misma al día siguiente.
Por esa misma razón, apartó a Markus, que le presionaba la entrepierna con su muslo, y retiró las manos de Prince de su cuerpo. Con rostro desafiante y asqueada por la situación, se levantó el sombrero y saludó a Lion despectivamente. «Que lo disfrutes, capullo. Yo me retiro».
Lion la saludó a su vez, desganado. Se llevó a Claudia de la mano, tomando la de Sharon también, y le preguntó a la Reina:
—¿Vienes?
—¿Contigo, King? ¿Adónde? —preguntó sorprendida, pero también sin perder su típica seducción.
Lion no contestó. Solo la miró fijamente, inmovilizándola con sus ojos azules consumidos por la rabia y los celos. ¿Tenía que explicárselo?
No. No hacía falta dar detalles... La rubia echó un vistazo a la pasarela. Prince bebía ron y levantaba la botella, saludándola con gesto inapetente.
Sharon parpadeó y, sonriendo fríamente, tomó la mano que Lion le ofrecía, para irse de la fiesta con él y Mistress Pain.
Cleo, desolada y un poco aturdida por el alcohol, bajó de la pasarela con los ojos verdes llenos de lágrimas; se llevó otra botella de ron de la barra y salió a trompicones del local, escuchando las últimas palabras de la canción.
Masquerade. Masquerade.
Lion se había ido con dos mujeres... Con dos enemigas: Sharon y Claudia. Y no era tan estúpida como para no saber lo que iban a hacer los tres juntos... Y no tenía nada que ver con jugar al Twister. Se iban a tocar, se iban a besar... Y él lo permitiría. Así de fuertes eran las cosas que sentía Lion por ella. Es decir: una mierda.

 

 

 

Cleo se quitó el sombrero, con la garganta dolorida por las lágrimas sin derramar, y cruzó el salón hasta llegar a la terraza.
—Aire, aire... Necesito respirar. —El ron estaba delicioso; tenía ese gusto picante y cajún que la trasladaba y la hacía viajar hasta Nueva Orleans. Pero empezaba a tener unos efectos muy raros en ella... Le hormigueaban la piel y los labios, y le ardía el bajo vientre—. Qué extraño... —murmuró llevándose la mano a la barriga.
Saint John vivía ajeno a la fiesta de piratas de la Plancha del Mar. A lo lejos, los barcos iban y venían, y la música caribeña volaba desde la playa hasta el balcón. Se apoyó en la baranda de madera e hizo caso omiso de las parejas que estaban haciéndose arrumacos en las esquinas del cenador.
Apartó su antifaz para colocárselo como una diadema que sostuviera su pelo rojo, y sorbió sus lágrimas.
—Estúpida. Tonta —se decía a sí misma sin dejar de beber de la botella—. ¿Qué creías que iba a pasar? —susurró con el corazón encogido. Si tenía alguna duda de lo que sentía por Lion, esa misma noche se había borrado de un plumazo. Estaba enamorada de él: le quería. Y no transigía con la idea de que otras mujeres pudieran tocarle. Si ya se ponía enferma al pensar en las mujeres que había tenido a su cargo en el pasado... Verlo en directo, besando a otras y disfrutando de sus tocamientos descarados, la había destrozado.
Y el muy cerdo lo estaba haciendo a propósito, como si la castigara por algo. ¿Por qué? ¿Por bailar con Markus? ¿Qué pensaba que había hecho con él? ¿Lion estaría actuando por despecho o porque en realidad era así de frío y sin escrúpulos? Además, se había ido con dos mujeres; y lo había hecho delante de todos, dejándola a ella en ridículo. ¿Quién se iba a creer que era tan buena en sus prácticas si Lion la abandonaba por otras?
En el interior del restaurante, Cleo era muy consciente de que Markus estaba jugando con Leslie, y la tenía boca abajo sobre sus rodillas. Le iba a hacer un buen
spanking
.
—Te dije que te haría daño.
Ya conocía aquella voz educada y medio aristócrata. Era la de Prince.
—Te dije que no tiene respeto por nada ni por nadie —le recordó el hermoso amo.
—Es extraño que os llevéis tan mal habiendo sido tan buenos amigos antes —murmuró Cleo secándose las lágrimas disimuladamente—. King tiene una mala impresión de ti también.
—Sí. Él lo niega todo. Y seguramente hoy también negará que está haciendo un trío con Mistress Pain y Sha... La Reina de las Arañas. ¿Y tú le creerás?
Cleo se encogió de hombros. ¿Qué iba a creer ella? No creía en nada, ni en nadie. Pensaba que podía confiar en Lion, en sus palabras, en lo que sucedió la noche anterior... Pero no era así. Se pasó los dedos por el tatuaje de la pieza de puzle. Estaba cicatrizando muy bien y ya no tenía el plástico, pero requería otra limpieza y más crema cicatrizante.
—¿Qué hace aquí Mistress Pain? La eliminé.
—Al parecer, la organización y los Villanos han pedido que ella se presencie en las cenas y los eventos extraoficiales del torneo. Les gusta. Claudia es una atracción para ellos.
—Claudia es una arpía ególatra y fría; y no entiendo cómo Lion ha podido coger e irse con ella...
—A Lion le gustan así. —Prince se apoyó en la baranda hasta que se tocaron hombro con hombro—. Por eso tú no pintas nada con él.
Cleo sonrió con amargura.
—Tampoco pinto nada contigo. Eres un Amo Criatura.
—Solo es un papel. —Prince se giró para mirarla a los ojos. Le retiró un mechón de pelo rojo y le acarició con suavidad—. No soy tan malo.
Cleo miró su mano, asombrada. Prince no se estaba cortando. La luna iluminaba sus facciones cinceladas; sus ojos negros clamaban por un poco de cariño y de amor correspondido.
Su imagen, todo lo que él desprendía, era arrebatadora; y seguro que habría miles de mujeres dispuestas a entregarse a él. Miles de mujeres libres.
Pero Cleo no podía ofrecerle eso. Y menos cuando sabía que el príncipe lo hacía por venganza: porque quería devolverle lo que fuera que le hizo Lion años atrás. Nunca se prestaría a jugar así de sucio.
Ella quería a Lion.
Se fijó en la llave en forma de trisquel que tenía tatuada el príncipe en el interior de la muñeca.
Y eso le recordó a otro tatuaje, con una simbología parecida, que había visto en la muñeca de la Reina de las Arañas. Miró a Prince a los ojos; y después estudió de nuevo el tatuaje. Aquellas eran marcas simbólicas de pareja.
Sharon tenía un candado en forma de corazón y Prince tenía una llave.
Oh, vaya. ¿Sería posible que...?
Abrió los ojos y se llevó la mano a los labios, estupefacta.
—Es Sharon.
Prince apretó los labios y dio un paso atrás, alejándose de la conversación y de los recuerdos. Se dispuso a dejarla sola.
—Buenas noches, Lady Nala.
—No, espera. —Cleo lo tomó del codo e impidió que se fuera—. Espera, Prince. ¿Es ella, verdad?
—¿De qué me hablas? —replicó muy seco.
—La mujer que te tiene amargado. La mujer que crees que te traicionó. Es Sharon.
Prince rio sin ganas.
—No lo creo. Sé que fue así. —Abrió los brazos exasperado—. ¿Con quién se ha ido Sharon esta noche?
Cleo abrió y cerró la boca como un pez.
—No tienes argumentos para señalar lo contrario —añadió él—. Y no es la primera vez que se acuestan.
—King tiene otra opinión respecto a ese día. Dice que miraste, pero que no viste. Que tus ojos te hicieron creer algo que no sucedió. Y que te equivocaste.
Dio un paso al frente y la arrinconó contra la baranda de madera.
—Ya. ¿Y King se atreverá a decirme esta noche que mis ojos se lo han imaginado todo? ¿Se atreverá a decírtelo a ti? No sé qué tipo de relación tenéis; pero él vino al torneo con otra pareja, que no eras tú. Y después de que tú la eliminaras, esta noche Lion se ha ido con esa misma mujer y con mi... Y con la Reina de las Arañas. ¿Por qué crees que lo ha hecho? —le preguntó con inquina.
No lo sabía. No sabía por qué Lion se había comportado así. No tenía respuesta para eso; excepto pensar que ella no le importaba tanto como sí le importaba él a ella.
—Yo... No lo sé.
Prince suavizó su expresión, se inclinó hacia ella y le habló con ternura.
—Eres una cachorra de leona enamorada del Rey León. Pero el rey tiene colmillos, auténticos y afilados, y los tuyos son de leche. —Incorporándose de nuevo, tomó su mano y la besó sobre su recién adquirido tatuaje—. Buenas noches, princesa.
—No soy una cachorra.
—Lo que tú digas, preciosa.
Cleo le dio la espalda. No quería seguir hablando con él. No quería seguir ahí. Solo quería ir a su hotel, dormir y esperar a que continuase el torneo.
Tenía que ser profesional y explicarle a Lion lo de Markus y Leslie.
Pero... ¿Y si iba a la habitación del hotel y se los encontraba en la cama?
El solo imaginarse la escena le produjo acidez de estómago. Si eso sucedía, tenía que comportarse con naturalidad.
Lion no la quería, y punto. Pero ella tenía mucho que decirle; y era muy urgente.
—¿Lady Nala?
Cleo se dio la vuelta y miró a Nick. Dios, tenía ganas de hablar con él; y, además, necesitaba un quad que le acercara al hotel en el que ahora se hospedaban.
—Hola, Tigretón.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó preocupado, bebiendo de su ron y ubicándose a su lado. Los dos contemplaban el horizonte paradisíaco nocturno—. Oye, ¿me lo parece o este ron está... alterado? ¿No te encuentras un poco... desinhibida?
—Bueno, me encuentro un poco mareada, creo... —Pero el ardor entre las piernas y la sensación de que cualquier roce la ponía en alerta estaban ahí.
—¿Markus te ha hecho algo? ¿Te has acostado con él?
Cleo puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Nick siempre tan directo...
—No.
—Eso no es lo que le ha dicho Mistress Pain a Lion.
Cleo frunció el ceño y giró el rostro hacia él.
—¿Cómo dices?
—He visto cómo Claudia le comía la oreja a King diciéndole que te habían visto en Peter Bay con él, con Markus, en el porche de su casa.
—¡Eso es mentira! ¡Yo no he hecho nada de eso!
—Y... —continuó arqueando sus dos cejas rubias—, le ha enseñado una foto donde se supone que salíais Markus y tú en una situación muy comprometida.
—¡¿Pero cómo puede ser?! —susurró Cleo entre dientes—. Markus me ha tenido todo el rato bajo privación sensorial. No veía nada y tenía el rostro tapado. He hecho de mesa, Tigretón... Solo de mesa —¿Cómo le decía que había descubierto detalles muy importantes para
Amos y Mazmorras
?—. ¿De dónde ha sacado esa zorra ese montaje? Es un montaje, Tigretón —aseguró apretándose el puente de la nariz—. Me... me duele la cabeza. Quiero ir al hotel. ¿Me llevas, por favor?
Nick buscó a Thelma con la mirada. Estaba muy entretenida jugando con las sumisas que habían traído Markus y Cleo. Si se iba, no iba a pasar nada; sobre todo teniendo en cuenta la naturaleza de su recién estructurada relación.

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