América (66 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Histórico, Intriga

BOOK: América
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DOCUMENTO ANEXO: 4/3/62.

Transcripción de una grabación tomada con un micrófono en una habitación del hotel Carlyle.

Transcrita por Fred Turentine. Copias en cinta y por escrito a: P. Bondurant, W. Littell.

BJ llamó al puesto de escucha para decir que se encontraría con el objetivo para «cenar». Se le dieron instrucciones de abrir y cerrar dos veces la puerta del dormitorio para activar el micro. Grabación iniciada a las 20.09. Iniciales empleadas: BJ, Barb Jahelka. JFK, John F. Kennedy.

20.09-20.20: actividad sexual. (Ver copia de la cinta. Sonido de alta calidad. Voces reconocibles.)

20.21-20.33: conversación.

JFK: ¡Ah, Señor!

BJ: Mmm…

JFK: Apártate un poco. Quiero quitarme un poco de presión de la espalda.

BJ: ¿Qué tal así?

JFK: Mejor.

BJ: ¿Quieres un masaje en la espalda?

JFK: No. No puedes hacer nada que no se haya probado ya.

BJ: Gracias. Y me alegro de que me llamaras.

JFK: ¿De qué te he librado?

BJ: De un par de funciones en el Rumpus Room de Passaic, New Jersey.

JFK: ¡Oh, Señor!

BJ: Pregúntame algo.

JFK: De acuerdo. ¿Dónde tienes el abrigo de visón que te di?

BJ: Mi ex marido lo vendió.

JFK: ¿Le permitiste hacerlo?

BJ: Es el juego que nos llevamos.

JFK: ¿Qué significa eso?

BJ: Sabe que voy a dejarlo pronto. Estoy en deuda con él, de modo que se aprovecha cuando tiene alguna oportunidad de hacerlo.

JFK: ¿Es una deuda muy grande, pues?

BJ: Mucho.

JFK: Lo que cuentas me interesa. Continúa.

BJ: No son más que recuerdos penosos de Tunnel City, Wisconsin, hacia 1948.

JFK: Me gusta Wisconsin.

BJ: Ya lo sé. Te llevaste ese estado.

JFK (entre risas): Eres muy lista. Pregúntame algo.

BJ: ¿Quién es el mayor cabrón de la política norteamericana?

JFK (entre risas): Esa reina de los retretes, J. Edgar Hoover, que se va a jubilar el 1 de enero de 1965.

BJ: No había oído nada al respecto…

JFK: Ya lo oirás.

BJ: Entiendo. Primero tienes que salir reelegido, ¿no es eso?

JFK: Vas aprendiendo. Ahora, cuéntame más de Tunnel City, Wisconsin, en 1948.

BJ: Ahora, no.

JFK: ¿Por qué?

BJ: Te estoy tentando para que lo nuestro se prolongue.

JFK (entre risas): Conoces a los hombres…

BJ: Te aseguro que sí.

JFK: ¿Quién te enseñó? Al principio, me refiero.

BJ: La población adolescente masculina de Tunnel City, Wisconsin, al completo. No pongas esa cara de sorpresa. El número total de muchachos era de once.

JFK: Sigue.

BJ: No.

JFK: ¿Por qué?

BJ: Dos segundos después de hacer el amor, has mirado el reloj. Me parece que la mejor manera de retenerte en la cama es desgranar mi biografía.

JFK (entre risas): Tú puedes contribuir a la mía. Puedes decir que John F. Kennedy cortejaba a las mujeres con un sándwich club del servicio de habitaciones y polvos rápidos.

BJ: Ha sido un sándwich club estupendo.

JFK (entre risas): Eres lista y cruel.

BJ: Pregúntame algo.

JFK: No. Pregúntame tú.

BJ: Háblame de Bobby.

JKF: ¿Por qué?

BJ: En la fiesta de Peter me pareció que recelaba de mí.

JFK: Bobby es receloso en general, porque está nadando en esa cloaca legal con Jimmy Hoffa y la Mafia y todo eso empieza a afectarlo. Mi hermano sufre de una especie de enfermedad ocupacional del policía. Un día es Jimmy Hoffa y un fraude inmobiliario en Florida. Al siguiente, es la deportación de Carlos Marcello. Ahora es Hoffa y el caso de los taxis de la Test Fleet, en Tennessee, y no me preguntes qué significa eso porque no soy abogado y no comparto la necesidad de Bobby por perseguir y erradicar.

BJ: Bobby es más duro que tú, ¿verdad?

JFK: Sí que lo es. Y, como le dije a una chica hace algunos arios, es auténticamente apasionado y generoso.

BJ: Pero tú vuelves a mirar el reloj…

JFK: Tengo que irme. Me esperan en las Naciones Unidas. BJ: Buena suerte, pues.

JFK: No la necesitaré. La Asamblea General es una colección de idiotas. Repitamos esto, Barb. Me lo he pasado estupendamente. BJ: Yo, también. Y gracias por el sándwich club.

JFK (entre risas): Hay más de donde ha salido éste.

Un único portazo desactiva el micrófono. Fin de la transcripción: 20.34 horas, 3 de marzo de 1962.

DOCUMENTO ANEXO: 9/4/62.

Transcripción de una grabación tomada con un micrófono en una habitación del hotel Carlyle.

Transcrita por Fred Turentine. Copias en cinta y por escrito a: P. Bondurant, W. Littell.

BJ llamó al puesto de escucha a las 16.20. Dijo que iba a encontrarse con el objetivo para «cenar», a las 17.30. Grabación en marcha desde las 18.12. Iniciales utilizadas: BJ, Barb Jahelka. JFK: John F. Kennedy.

18.13-18.25: actividad sexual. (Ver copia de la cinta. Sonido de alta calidad. Voces reconocibles.)

20.21-20.33: conversación.

BJ: ¡Ah, Señor!

JFK: La última vez, eso lo dije yo.

BJ: Esta vez ha sido mejor.

JFK (entre risas): Yo también lo he pensado. Pero he pensado que al sándwich club le faltaba clase.

BJ: Pregúntame algo.

JFK: ¿Qué sucedió en Tunnel City, Wisconsin, en 1948?

BJ: Me asombra que te acuerdes.

JFK: Sólo hace un mes, o así.

BJ: Lo sé, pero sólo fue un comentario casual…

JFK: Yo lo encontré provocativo.

BJ: Gracias.

JFK: Barb…

BJ: Está bien. El 9 de mayo, dejé plantado a Billy Kreuger. Billy se juntó con Tom McCandless, Fritzie Schott y Johnny Coates y decidieron darme una lección, pero yo estaba fuera del pueblo. Mis padres me habían llevado a una convención de nuestra comunidad religiosa, en Racine. Mi hermana Margaret se quedó en casa. Era muy rebelde y no había imaginado que las reuniones religiosas eran buenos lugares para conocer chicos.

JFK: Sigue.

BJ: Continuará.

JFK: ¡Oh, Dios! Detesto los misterios sin resolver.

BJ: La próxima vez.

JFK: ¿Cómo sabes que habrá una próxima vez?

BJ (entre risas): Sé qué clase de interés soy capaz de despertar.

JFK: Eres buena, Barb. Eres condenadamente buena.

BJ: Quiero ver si es posible conocer a un hombre en plazos de una hora al mes.

JFK: Tú nunca me harás una petición inconveniente, ¿verdad?

BJ: No. Claro que no.

JFK: Que Dios te bendiga.

BJ: ¿Crees en Dios?

JFK: Sólo para salvar las apariencias en público. Ahora, pregúntame algo.

BJ: ¿Tienes alguien que te busca mujeres?

JFK (entre risas): En realidad, no. Probablemente, Kemper Boyd es lo más parecido a eso, pero su presencia me pone un poco incómodo y por eso no lo he utilizado, en realidad, desde la toma de posesión.

BJ: ¿Quién es Kemper Boyd?

JFK: Un abogado del Departamento de Justicia. Te caería bien. Tiene un atractivo salvaje y es bastante peligroso.

BJ: ¿Estás celoso de él? ¿Por eso te sientes incómodo con él?

JFK: Me siento incómodo con él porque lo único que lamenta de veras ese Boyd es no ser un Kennedy, y ése es un sentimiento demasiado vulgar y desagradable como para que me inspire respeto. Ese hombre trata con esos exiliados de los bajos fondos por su trabajo para el Grupo de Estudio de Bobby y yo opino que, en ciertos aspectos, no es mejor que ellos. Simplemente, Boyd estudió en la facultad de Derecho de Yale, se pegó a mí y demostró ser útil.

BJ: Los proxenetas se hacen agradables a la autoridad. Fíjate en Peter, por ejemplo.

JFK: Kemper no tiene nada que ver con Peter Lawford, eso debo reconocerlo. Peter no tiene ningún alma que vender; Kemper vendió la suya a un precio bastante elevado y ni siquiera lo sabe.

BJ: ¿Cómo es eso?

JFK: No puedo entrar en detalles, pero dejó a la mujer con la que estaba comprometido para conseguir mis favores y los de mi familia. Verás, ese hombre procede de una familia adinerada, pero su padre lo perdió todo y se suicidó. Ahora está viviendo alguna desabrida fantasía acerca de mí y, cuando uno se da cuenta de ello, el tipo se hace difícil de soportar.

BJ: Cambiemos de conversación.

JFK: ¿Qué te parece si hablamos de Tunnel City, Wisconsin, en 1948?

BJ: Continuará.

JFL: ¡Mierda!

BJ: Me gustan las historias por capítulos.

JFK: A mí, no. De pequeño, detestaba los seriales.

BJ: Deberías instalar un reloj de pared en esta habitación. Así no tendrías que echar miradas a hurtadillas a tu muñeca.

JFK: Eres muy despierta. Pásame los pantalones, ¿quieres?

BJ: Aquí tienes.

Un portazo desactiva el micrófono. Fin de la transmisión: 18.33 horas, 8 de abril de 1962.

78

(Miami, 15/4/62)

El policía llegaba tarde. Pete entretuvo el tiempo en redactar un par de informes. Dibujó pequeños corazones atravesados por flechas. Escribió algunas palabras pronunciadas por Lenny y por Barb y las subrayó para darles énfasis. Las palabras eran fuertes. El bullicio de la central de taxis lo envolvió como si fuera un completo silencio.

Las palabras de Lenny le sugerían una teoría.

La Organización quiere que Bobby K. sepa quién lo ha estado ayudando en el asunto cubano. Bobby todavía no ha sido puesto al corriente. Si lo supiera, ya habría despedido a Kemper Boyd. Si lo supiera, habría cortado todos los lazos conocidos entre la Mafia y la CIA. La Organización sabe que Bobby no quiere ningún atentado contra Fidel. Por eso Sam y los demás habían renunciado a financiar el equipo de tiradores.

Esta teoría había bullido en su cabeza durante las semanas que había dedicado a llevar armas a los campamentos de exiliados mientras Kemper se ocupaba de sus dos trabajos en Misisipí. Kemper estaba dispuesto a afeitar al Barbas y, al parecer, el hecho de no contar con el beneplácito de la Mafia no le preocupaba un ápice.

Barb estaba dispuesta a esquilar a Jack, el Mata de Pelo.

El policía llegaba tarde. Pete desvió sus pensamientos hacia Barb, la marchosa, cuyas palabras iban acumulándose tanto en cinta como por escrito. Pete retenía las mejores en la memoria.

Fred Turentine se ocupaba del puesto de escucha del Carlyle, instalado en un apartamento en la 76 con Madison. Estaba acumulando una buena biblioteca/fonoteca monográfica sobre el tema «Barb folla con Jack». El plan de Littell para hacer participar a Hoover dio resultado.

Los federales colocaron micrófonos en las suites presidenciales de El Encanto y del Ambassador.

El señor Hoover era ahora su compinche de extorsión. Los federales revisaban la suite del Carlyle una vez a la semana (mantengamos esos micrófonos de la alcoba bien ocultos).

Jack K. era un jinete de cama de seis minutos. Y era un jodido bocazas. Jack llamaba «basura» a los exiliados cubanos y calificaba a Kemper Boyd de «patético trepador social».

El policía se retrasaba. Pete dibujó más corazones y flechas. Tenía una nueva teoría: lo que Barb contaba en la cama se lo estaba diciendo a Jack Y TAMBIÉN A ÉL.

Barb decía que no quería dejar a Joey Jahelka «porque se ocupó de arreglarles las cuentas a unos hombres que le hicieron daño a mi hermana». Barb no había querido contarle a Jack toda la historia.

Pero había insinuado que esa gran intriga tuvo lugar en mayo del 48. Barb sabía que él escucharía las cintas y leería las transcripciones. Y quería que él rellenara los espacios en blanco. Jack no pondría mucho interés en la conversación; al fin y al cabo, Barb era una más entre sus tres millones de chicas habituales.

Barb sabía que él era ex policía. Sabía que él podía investigar.

Y Pete había llamado a la Policía del Estado de Wisconsin. Y había conseguido que Guy Banister abriera una investigación federal. Le llevó cuarenta y ocho horas organizarlo todo.

11/5/48: Margaret Lynn Lindscott es violada por una pandilla en Tunnel City, Wisconsin. La muchacha identifica a sus agresores: William Kreuger, Thomas McCandless, Fritz Schott y John Coates. No se presentan cargos. Los cuatro muchachos tienen coartadas irrebatibles.

14/1/52: William Kreuger es abatido a tiros en Milwaukee. El «robo con homicidio» sigue sin resolverse.

4/7/52: Thomas McCandless cae abatido en Chicago. El «presunto trabajo de profesional» sigue sin solución.

23/1/54: Fritz Schott desaparece. Se encuentra un cuerpo en descomposición cerca de Des Moines; puede ser el suyo o puede que no. En las inmediaciones se descubren tres vainas de munición. El «presunto homicidio por arma de fuego» todavía no se ha aclarado.

John Coates está vivo y coleando. Es policía en Norman, Oklahoma.

Pete abrió el cajón del escritorio y sacó una revista. Allí estaba Barb a los veinticinco: una encantadora Miss Pepita de Oro.

Barb sedujo a Joey Jahelka, que era amigo de la mafia. Barb lo convenció para dar su merecido a los hombres que habían violado a su hermana.

John Coates seguía vivo. La mafia no mataba policías sin que mediara una gran provocación.

Barb, agradecida, se casó con Joey. Agradecida, saldó su deuda.

El policía se retrasaba. Pete estudió la fotografía de Barb por diezmillonésima vez. Le habían retocado los pechos y le habían empolvado las pecas. La foto no trasmitía la viveza y el no sé qué de esa mujer.

Pete dejó a un lado la revista y garabateó unas líneas en otra hoja de informes. Llamaba a Barb una vez por semana. Le mandaba pequeños recados de amor: no es posible que Jack te guste en serio, ¿no?

Claro que no. Le atraía la fascinación del hombre… pero Jack era apenas una erección de seis minutos y cuatro comentarios graciosos.

La extorsión avanzaba. Turentine voló a Los Ángeles para hablar con Lenny. A su regreso, dijo que Lenny era de fiar. Según él, Lenny sería incapaz de delatar la operación.

Pete escuchó las cintas de Barb una y otra vez. También repasó las palabras de Lenny casi con la misma insistencia.

Tres grandes mecenas de la mafia abandonaban la causa cubana. Littell había dicho que Carlos Marcello era el único pez gordo de la Organización que aún mostraba interés.

¿Por qué? Imaginó que era cuestión de DINERO.

Pete mantuvo la discreción durante un par de meses. Su teoría fue filtrándose. Continuó haciendo emparejamientos teóricos. Continuó vinculando la causa cubana y el personal de la Organización. Y la última semana dio un gran salto teórico.

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