Durante la década siguiente, los principios del impresionismo dejaron una profunda impronta en su estilo. En
Le Moulin de la Galette
(1876), la composición está cortada de forma arbitraria, lo que hace que la pintura parezca una continuación del mundo exterior.
Renoir presentó esa obra en la tercera exposición impresionista, que tuvo lugar en 1877. Un año después regresó al Salón de París, donde empezó a buscar el patrocinio de personajes de moda y acaudalados. Ya liberado de restricciones económicas, comenzó a viajar con frecuencia: al Magreb en 1881, y a Italia durante un largo período que comenzó en 1882. En ese país estudió el clasicismo de Rafael y las esculturas antiguas, un trabajo que le hizo preguntarse sobre el valor subjetivo del impresionismo. A partir de 1883 el interés inicial del artista por el color efímero la luz voluble y los golpes superficiales del pincel dejó paso a una preocupación cada vez mayor por el volumen, la forma y el contorno.
En 1900 recibió la Legión de Honor como prueba de una reputación distinguida en los círculos oficiales. Poco después su estado de salud comenzó a deteriorarse y tras un ataque de artritis reumática en 1894 empezó a perder el control de sus articulaciones. En 1910 ya sólo podía pintar si se ataba el pincel a la mano. Para empeorar aún más las cosas, se sentía abatido por los problemas familiares; en 1915 su hijo Jean, que acabaría convirtiéndose en un cineasta famoso, resultó herido de gravedad en la Primera Guerra Mundial; poco después su mujer fallecería tras visitar a su hijo en el hospital. A pesar de todas estas desgracias, Renoir siguió trabajando. Con 70 años empezó a experimentar con la escultura: guiaba a su ayudante, Richard Guino, para moldear las figuras que él mismo concebía.
Las intenciones de Renoir como artista quedaron recogidas a la perfección en sus propias palabras: «La tierra como el paraíso de los dioses, eso es lo que quiero pintar».
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
En Italia conoció una obra
, Tratado de la pintura,
de Cennino Cennini, un artista florentino del siglo XV, que le influyó profundamente.
2.
Georges Charpentier, un editor de libros de moda, presentó a Renoir a las élites acomodadas que le encargaron muchos retratos
Jueves, día 4
SEMANA 34
CIENCIA
L
os arco iris aparecen cuando la luz solar atraviesa pequeñas partículas de humedad contenida en la atmósfera terrestre. A este fenómeno se le llama refracción.
Las gotas de agua reflejan la luz, haciendo que ésta se disperse en los colores que la componen, que viajan con frecuencias distintas. Aunque nos han enseñado que el arco iris está compuesto de siete colores (rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta), en realidad hay tantos como gotas de lluvia que reflejan la luz en el cielo. El arco iris posee un espectro total de colores, cada uno de ellos visible desde distintos ángulos.
Los arco iris primarios aparecen entre 40 y 42 grados por encima del horizonte, con el centro del arco directamente opuesto al Sol. Al atardecer el ángulo de la luz hace posible ver todo el semicírculo, mientras que a mediodía es imposible contemplar un arco iris porque el Sol está directamente sobre nosotros. Desde un avión se puede ver el círculo completo de un arco iris porque las gotas de lluvia están por encima y por debajo del que lo observa.
Los arco iris secundarios o dobles aparecen cuando la luz se refleja dentro de un arco iris en dos ocasiones. El segundo arco iris se ve con menor claridad, y debido al doble reflejo los colores aparecen en orden inverso. Los arco iris secundarios aparecen unos 10 grados más altos que los Primarios.
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
También se han visto arco iris de tercer y cuarto grado, y en teoría los hay hasta de decimotercer grado.
2.
A veces la luz de la Luna tiene la fuerza suficiente como para crear arco iris. Por lo general los arco iris lunares aparecen como arcos blancos borrosos.
3.
Es físicamente imposible caminar bajo un arco iris. Literalmente, sólo existen a los ojos de quien los mira.
4.
En la mitología griega, Iris, la diosa del arco iris, manda mensajes desde el cielo a la tierra.
Viernes, día 5
SEMANA 34
MÚSICA
J
ohannes Brahms (1833-1897) era mitad clásico y mitad romántico y fue uno de los últimos grandes de la composición sinfónica dentro de las convenciones de la forma tradicional. Era un maestro del lenguaje de la sinfonía del siglo XIX pero también se inclinaba ante los maestros de lo antiguo. La música de Brahms era acorde con su personalidad, sensible, conservadora, pero en ningún caso lacónica. Su muerte marca el fin de la era romántica.
De origen humilde, nació en Hamburgo (Alemania) y empezó a estudiar piano desde muy pequeño; a los 20 años se embarcó con Eduard Remény, un brillante violinista de origen húngaro, en un viaje por Europa. En su periplo conoció a Franz Liszt y a Richard Wagner, pero su mejor amigo y el gran defensor durante mucho tiempo de su música fue Robert Schumann. Este escribió artículos en su
Nuevo periódico de música
en los que describía a Brahms como un genio, y Brahms acabó convirtiéndose en parte de la familia disfuncional de Schumann. Durante los dos últimos años de la vida de Schumann, cuya locura estaba destrozando a su mujer, Clara, Brahms la ayudó y terminó enamorándose locamente de ella. Sin embargo, según se dice, nunca llegaron a consumar su amor.
Fue solista y director de orquesta itinerante, viajando constantemente entre capitales europeas. Escribió su Concierto para piano nº1 en re menor (1859) para los Schumann, dedicando el segundo movimiento a Clara y rememorando el primer intento fallido de suicidio de Robert, cuando se arrojó al Rin, en el primero. Compuso su primera y exitosa sinfonía en 1876; en 1888 ya había escrito tres más.
Las sinfonías de Brahms, al igual que sus danzas húngaras y otras piezas orquestales puras (sin argumento, apelando únicamente a términos musicales), son las que le dieron la fama. Estudió con devoción las sinfonías clásicas y los contrapuntos de Bach y Palestrina, pero nunca perdió su gusto por la escritura de melodías exultantes de tinte romántico
OTROS DATOS DE INTERÉS
1.
De joven tocaba el piano en burdeles de la costa de Hamburgo, donde desarrolló un afecto por las prostitutas que conservó toda la vida.
2.
Clara Schumann, a quien en una ocasión Brahms escribió «Te quiero más que a nada en el mundo», era la crítica en la que más confiaba el compositor, hasta el punto de que en su
Cuarteto para piano
cambió la tonalidad de do sostenido menor a do menor siguiendo sus consejos.
3.
Liszt se alejó de Brahms después de que éste se quedara dormido en uno de sus conciertos.
Sábado, día 6
SEMANA 34
FILOSOFÍA
D
os cosas llenan la mente de creciente admiración y respeto, cuanto más a menudo y de forma más intensa se reflexiona sobre ellas: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mi interior.»
I
MMANUEL
K
KANT
,
Crítica de la razón práctica
Immanuel Kant (1724-1804) nació en Königsberg, en aquel tiempo parte de Prusia. Pasó toda su vida allí, sin alejarse jamás de esa ciudad. Hijo de un fabricante de arneses, creció para convertirse en profesor de la Universidad de Königsberg y acabar siendo reconocido como el más importante filósofo alemán.
En el ecuador de su vida no había obtenido aún ningún logro digno de mención. Fue a la edad de 57 años cuando publicó su obra más famosa,
Crítica de la razón pura
(1781). En la primera crítica, que así se conoce, Kant argumenta que la metafísica sólo puede ser científica si describe no la forma del mundo en sí sino cómo lo experimentamos. Según él, nunca podremos llegar a conocer cómo es el mundo en realidad. El espacio y el tiempo, por ejemplo, no son características objetivas del mundo sino formas de nuestra experiencia.
En
Crítica de la razón práctica
(1788), la segunda crítica, Kant defiende que hay una ley moral universal que se aplica a todo el mundo Y nos dice qué es lo que debemos hacer, independientemente de cuáles sean nuestros deseos. Esta ley nos dicta que tenemos libre albedrío y nos da razones para creer que hay un Dios benevolente y vida después de la muerte. Por supuesto, en la primera crítica se demuestra que nunca podemos saber si somos libres, si hay un Dios o si hay vida después de la muerte. En palabras del propio Kant: «He tenido que dejar en suspenso el conocimiento para hacer sitio a la fe».
Entre sus otros trabajos destaca
Crítica del juicio
(1790) y una serie de obras menores y ensayos sobre moral y filosofía política, religión, estética, historia y ciencias naturales. El sistema «crítico», como él mismo lo llamó, tenía por objeto justificar racionalmente las ciencias naturales, la moral y la religión al tiempo que ponía límites a las cosas de las que los seres humanos pueden realmente estar seguros.