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Authors: Pablo Neruda

100 Sonetos De Amor (6 page)

BOOK: 100 Sonetos De Amor
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si algo deja de andar ardiendo por tus venas,

si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,

si tus manos se olvidan de volar y se duermen,

Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos

porque ese último beso debe durar conmigo,

debe quedar inmóvil para siempre en tu boca

para que así también me acompañe en mi muerte.

Me moriré besando tu loca boca fría,

abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,

y buscando la luz de tus ojos cerrados.

Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo

iremos confundidos en una sola muerte

a vivir para siempre la eternidad de un beso.

Soneto XCIV

Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura

que despiertes la furia del pálido y del frío,

de sur a sur levanta tus ojos indelebles,

de sol a sol que suene tu boca de guitarra.

No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos,

no quiero que se muera mi herencia de alegría,

no llames a mi pecho, estoy ausente.

Vive en mi ausencia como en una casa.

Es una casa tan grande la ausencia

que pasarás en ella a través de los muros

y colgarás los cuadros en el aire.

Es una casa tan transparente la ausencia

que yo sin vida te veré vivir

y si sufres, mi amor, me moriré otra vez.

Soneto XCV

Quiénes se amaron como nosotros? Busquemos

las antiguas cenizas del corazón quemado

y allí que caigan uno por uno nuestros besos

hasta que resucite la flor deshabitada.

Amemos el amor que consumió su fruto

y descendió a la tierra con rostro y poderío:

tú y yo somos la luz que continúa,

su inquebrantable espiga delicada.

Al amor sepultado por tanto tiempo frío,

por nieve y primavera, por olvido y otoño,

acerquemos la luz de una nueva manzana,

de la frescura abierta por una nueva herida,

como el amor antiguo que camina en silencio

por una eternidad de bocas enterradas.

Soneto XCVI

Pienso, esta época en que tú me amaste

se irá por otra azul sustituida,

será otra piel sobre los mismos huesos,

otros ojos verán la primavera.

Nadie de los que ataron esta hora,

de los que conversaron con el humo,

gobiernos, traficantes, transeúntes,

continuarán moviéndose en sus hilos.

Se irán los crueles dioses con anteojos,

los peludos carnívoros con libro,

los pulgones y los pipipasseyros.

Y cuando esté recién lavado el mundo

nacerán otros ojos en el agua

y crecerá sin lágrimas el trigo.

Soneto XCVII

Hay que volar en este tiempo, a dónde?

Sin alas, sin avión, volar sin duda:

ya los pasos pasaron sin remedio,

no elevaron los pies del pasajero.

Hay que volar a cada instante como

las águilas, las moscas y los días,

hay que vencer los ojos de Saturno

y establecer allí nuevas campanas.

Ya no bastan zapatos ni caminos,

ya no sirve la tierra a los errantes,

ya cruzaron la noche las raíces,

y tú aparecerás en otra estrella

determinadamente transitoria

convertida por fin en amapola.

Soneto XCVIII

Y esta palabra, este papel escrito

por las mil manos de una sola mano,

no queda en ti, no sirve para sueños,

cae a la tierra: allí se continúa.

No importa que la luz o la alabanza

se derramen y salgan de la copa

si fueron un tenaz temblor del vino,

si se tiñó tu boca de amaranto.

No quiere más la sílaba tardía,

lo que trae y retrae el arrecife

de mis recuerdos, la irritada espuma,

no quiere más sino escribir tu nombre.

Y aunque lo calle mi sombrío amor

más tarde lo dirá la primavera.

Soneto XCIX

Otros días vendrán, será entendido

el silencio de plantas y planetas

y cuántas cosas puras pasarán!

Tendrán olor a luna los violines!

El pan será tal vez como tú eres:

tendrá tu voz, tu condición de trigo,

y hablarán otras cosas con tu voz:

los caballos perdidos del Otoño.

Aunque no sea como está dispuesto

el amor llenará grandes barricas

como la antigua miel de los pastores,

y tú en el polvo de mi corazón

(en donde habrán inmensos almacenes)

irás y volverás entre sandías.

Soneto C

En medio de la tierra apartaré

las esmeraldas para divisarte

y tú estarás copiando las espigas

con una pluma de agua mensajera.

Qué mundo! Qué profundo perejil!

Qué nave navegando en la dulzura!

Y tú tal vez y yo tal vez topacio!

Ya no habrá división en las campanas.

Ya no habrá sino todo el aire libre,

las manzanas llevadas por el viento,

el suculento libro en la enramada,

y allí donde respiran los claveles

fundaremos un traje que resista

la eternidad de un beso victorioso.

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