Authors: Brian Lumley
—¡Oh, oh! —consiguió decir.
Gulhárov estaba claramente desconcertado, pero también Krakovitch sintió algo. Se estremeció y dijo:
—¿Qué? ¿Qué? Creo que hay algo…
—Tiene razón —lo interrumpió Alec Kyle, que corrió hacia la puerta de la
suite
, la cerró y apagó todas las luces menos una—.
Hay
algo. Pero no se alarmen. El va a venir.
—¿Qué? —repitió Krakovitch, respirando más deprisa al bajar la temperatura—. ¿Quién… va a venir?
Quint respiró hondo.
—Félix —dijo; le temblaba un poco la voz—. Dígale a Sergei que no tenga miedo. Es un amigo nuestro; pero, en esta primera reunión, puede que les impresione un poco.
Krakovitch habló a Gulhárov en ruso, y el joven soldado dejó su vaso y se puso lentamente en pie. Y justo entonces, se presentó Harry.
Adoptó su forma acostumbrada, salvo que ahora el niño ya no estaba en posición fetal, sino sentado en la sección media de su padre, y ya no giraba sin objeto sobre su propio eje, sino que parecía reclinarse en Harry, con los ojos cerrados y una actitud casi de meditación. Además, la manifestación de Keogh parecía más pálida, tenía menos luminosidad, mientras que la imagen del niño era sin duda alguna más brillante.
Krakovitch, después de la impresión inicial, reconoció de inmediato a Keogh.
—¡Dios mío! —exclamó—. Un fantasma…, ¡dos fantasmas! Sí, y conozco a uno de ellos. ¡Esa cosa es Harry Keogh!
—No es un fantasma, Félix —dijo Kyle, y asió al ruso del brazo—. Es bastante más que un fantasma; pero le aseguro que no deben asustarse. ¿Se encuentra bien, Sergei?
La nuez de Gulhárov subía y bajaba frenéticamente; le temblaban las manos y tenía desorbitados los ojos; si hubiese podido correr, sin duda lo habría hecho, pero no tenía fuerza en las piernas. Krakovitch le habló de modo enérgico en ruso; le indicó que se sentase, que todo estaba en orden. Sergei no le creyó, pero se sentó de todos modos, casi se derrumbó en el sillón.
—Tienes la palabra, Harry —dijo Kyle.
—¡Por lo que más quieran! —explotó Krakovitch; sentía crecer su nerviosismo, pero trataba de permanecer tranquilo por mor de Gulhárov—. ¿Quiere alguien explicarme qué significa esto?
Keogh lo miró, y también a Gulhárov.
Tú eres Krakovitch
, dijo al primero.
Tienes conciencia psíquica y esto facilitará las cosas. Pero tu amigo no la tiene. Consigo comunicar con él, pero me cuesta mucho
.
Krakovitch abrió y cerró la boca como un pez, sin decir nada; después se dejó caer en su sillón, al lado de Gulhárov. Se lamió los labios secos y miró a Kyle.
—¿No… no es un fantasma?
No, no lo soy
, respondió Harry.
Pero supongo que tu error es comprensible. Mira, no tengo tiempo de explicar mis circunstancias. Mira, ahora que me has visto, tal vez Kyle querrá hacerlo por mí. Pero más tarde. Precisamente ahora, vuelvo a andar muy escaso de tiempo, y lo que tengo que decir es importante
.
—Félix —dijo Kyle—, trate de dominar su asombro. Acepte que esto es un hecho y procure comprender lo que él nos diga. Yo se lo explicaré todo a la primera oportunidad.
El ruso asintió con la cabeza, se sobrepuso y dijo:
—Está bien.
Harry les contó todo lo que había descubierto desde la última vez que había hablado con Kyle. Sus expresiones eran muy concisas; puso al corriente a los hombres de INTPES en menos de media hora. Por fin terminó y miró a Kyle, pidiéndole una respuesta.
¿Cómo están las cosas en Inglaterra?
—Me pondré en contacto con nuestra gente mañana al mediodía —le dijo Kyle.
¿Y la casa de Devon?
—Creo que ha llegado el momento de que ellos intervengan —respondió Kyle.
Keogh asintió con la cabeza.
También yo lo creo. ¿Cuándo realizarás tu acción en los montes cruciformes?
—Mañana iremos a ver el lugar —respondió Kyle—. Después de esto, el martes, ¡con luz de día!
Bueno, recuerda lo que os dije. Lo que dejó Thibor detrás de sí es… grande
.
—Pero carece de inteligencia. Y, como te he dicho, trabajaremos a la luz del día.
La aparición de Keogh volvió a asentir con la cabeza.
Os aconsejo que ataquéis la casa de Harkley y a Bodescu al mismo tiempo. Ahora, él debe de estar seguro de lo que es y es probable que haya ensayado ya sus poderes de vampiro; aunque, por lo que sabemos de él, no tiene la astucia ni la reserva de Thibor o de Faethor. Estos guardaron con celo su identidad de wamphyri. No fueron de un lado a otro creando sin necesidad nuevos vampiros. Por otra parte, y tal vez porque carece de instrucción, ¡Yulian Bodescu es una bomba de relojería! Asustadle, cometed un error y dejad que quede en libertad, y será como un incendio, como un cáncer en el vientre de toda la humanidad
…
Kyle comprendió que tenía razón.
—Estoy de acuerdo contigo en lo del tiempo —admitió—, pero ¿estás seguro de que lo que te preocupa no es que Bodescu llegue junto a Thibor antes de que podamos actuar contra él?
Podría ser
, dijo la aparición, con un dejo de preocupación en la voz.
Pero, por lo que sabemos, Bodescu desconoce los montes cruciformes y lo que está enterrado allí. Aunque, dejemos esto a un lado por ahora. Dime, ¿saben tus hombres de Inglaterra lo que hay que hacer? No todo el mundo tiene valor para una cosa así. Es un trabajo duro. Los antiguos métodos: la estaca, la decapitación, el fuego, son los únicos eficaces. Ninguna otra cosa daría resultado. Y esto no puede hacerse con guantes de gamuza. El incendio de Harkley tendrá que ser muy grande. Debido a los sótanos
…
—¿Porque no sabemos lo que hay en ellos? De acuerdo. Cuando hable mañana con mis hombres, me aseguraré de que lo comprendan bien. Supongo que ya lo comprenden, pero me aseguraré. Toda la casa tiene que arder, desde los sótanos hasta el tejado. Sí, y quizá también un poco debajo de aquéllos.
Bien
, dijo Keogh. Guardó silencio durante un momento, como un holograma de finos cables de neón. Parecía un poco inseguro acerca de algo, como el actor que necesita el socorro del apuntador. Después dijo:
Mira, tengo cosas que hacer. Hay unas personas, unas personas muertas, a las que tengo que dar las gracias por su ayuda. Y todavía no he encontrado la manera de librarme del dominio que mi pequeño hijo ejerce sobre mí. Se está convirtiendo en un problema. Por lo tanto, si me disculpáis
…
Kyle dio un paso adelante. Había algo que parecía decisivo en el aire de Harry Keogh. Kyle tenía ganas de tenderle la mano, pero sabía que no encontraría nada allí. Al menos, nada material.
—Harry —dijo—. Dales también las gracias de nuestra parte. Quiero decir, a tus amigos.
Lo haré
, dijo el otro. Sonrió débilmente y desapareció entre un resplandor fosforescente que se extinguió enseguida.
Reinó un silencio absoluto durante largo rato. Después, Kyle encendió la luz y Krakovitch aspiró una gran bocanada de aire, la exhaló y dijo:
—Ahora… ahora espero que todos estarán de acuerdo en que se me debe una explicación…
Lo cual era algo que Kyle no tenía más remedio que aceptar…
Harry Keogh había hecho todo lo que había podido. Lo demás quedaba en manos de los físicamente vivos, o al menos de personas que todavía tenían manos para aceptarlo.
En el continuo de Möbius, Harry sintió un tirón mental; la atracción de su hijo seguía siendo enorme, incluso cuando dormía. Harry hijo apretaba su presa y Harry padre estaba seguro de que nunca había juzgado bien al pequeño:
estaba
alimentándose de su mente, chupaba sus conocimientos, absorbía la sustancia de su «ello». Harry tendría que hacer pronto una ruptura permanente. Pero ¿cómo? ¿Para ir adonde? ¿Qué quedaría de él, se preguntaba, si era absorbido por completo? ¿Quedaría algo?
¿O dejaría simplemente de ser, salvo como talento esotérico futuro de su hijo?
Empleando el continuo de Möbius, Harry siempre podía sondear el futuro para encontrar las respuestas a estas preguntas. Sin embargo, prefería no saber todas las respuestas, pues el futuro parecía de algún modo inviolable. Y no era que lo considerase una trampa, sino más bien que dudaba de la prudencia de conocer el futuro.
Pues, a semejanza del pasado, el futuro era fijo y, si Harry veía algo que no le gustaba, ¿no trataría de evitarlo? Claro que lo intentaría, aun sabiendo que era inevitable. Lo cual sólo podría complicar todavía más su extraña existencia.
Lo único que se permitiría averiguar sería si tenía en verdad algún futuro. Algo que, para Harry Keogh, era el más sencillo de los ejercicios.
Todavía en lucha contra la atracción de su hijo, encontró una puerta del futuro y la abrió, y miró hacia el mañana siempre en expansión. Contra la sutilmente cambiante oscuridad de la cuarta dimensión, las innumerables líneas de vida humana, de azul de neón, salieron disparadas dentro de una neblina de zafiro, definiendo la duración de vidas existentes y de vidas aún por venir. La de Harry salió velozmente de su ser incorpóreo (presumió que de su mente) y se alejó al parecer hacia el infinito. Pero vio que más allá de la puerta de Möbius tomaba un rumbo paralelo a un segundo hilo, como los carriles gemelos de una autopista separados por una barrera central. Y ese segundo hilo vital, presumió Harry, debía de ser de su hijo Harry.
Se lanzó desde la puerta y atravesó el tiempo futuro, siguiendo su propia línea y la del pequeño Harry. Todavía más deprisa que las líneas vitales, se proyectó en el futuro próximo. Presenció y lo entristeció la terminación de muchos hilos azules que perdían color y se extinguían, pues sabía que eran muertes; vio que otros iniciaban una existencia brillante, como estrellas, y se prolongaban en resplandecientes filamentos de neón, y supo que eran nacimientos, nuevas vidas. Y así siguió avanzando un poco. El tiempo dejaba una breve estela, como la de un barco en el mar, que se cerraba y alisaba rápidamente.
De pronto, y a pesar de ser incorpóreo, Harry sintió una ráfaga helada que venía de uno de los lados. Difícilmente podía ser un enfriamiento físico; por consiguiente, debía de ser psíquico. Y en efecto, descubrió en el panorama de líneas vitales en movimiento, una que era tan diferente de las otras como un tiburón en un banco de atunes. Ésta era escarlata, ¡la marca del vampiro!
Y se dirigía deliberadamente hacia su propia línea y la de su hijo. Harry sintió pánico. La línea vital escarlata se acercaba; en cualquier momento se uniría a la suya y a la del niño. Y entonces…
El hilo vital de Harry hijo se desvió con brusquedad de la de su padre, siguiendo un rumbo propio entre un océano de oscilantes rayas azules. Y el hilo de Harry padre la imitó, evitando al del vampiro y alejándose desesperadamente. La acción habría parecido a todo el mundo como una maniobra de conductores en un circuito de otro planeta. Pero el último movimiento había sido a ciegas, casi instintivo, y el hilo vital de Harry pareció enredarse como fuera de control, en la maraña del futuro.
Un momento después, Harry presenció y participó en algo imposible: ¡una colisión! Otro hilo vital azul, que palidecía y se estaba desintegrando, se dirigió hacia el suyo, saliendo de ninguna parte. Los dos parecieron atraerse mutuamente, antes de chocar y producir un brillo de neón mucho más intenso y veloz que cada uno de ellos. Harry sintió, por un instante, la presencia, o el débil eco menguante, de otra mente superpuesta a la suya. Entonces se extinguió, y su hilo siguió avanzando solo.
Ya había visto bastante. El futuro debía seguir su camino. (No podía ser de otra manera.) Miró a su alrededor, encontró una puerta y salió del tiempo continuo de Möbius. De inmediato, el «ello» del pequeño Harry lo agarró y empezó a tirar de él. Harry no se resistió, sino que se dejó llevar sin más hacia la mente de su hijo en Hartlepool, una noche de domingo a primeros de otoño de 1977.
Había pretendido hablar con unos nuevos amigos en Rumania, pero eso tendría que esperar. En cuanto a su «colisión» con el futuro de otra persona, no había sabido qué deducir de ello. Aunque en el instante antes de que se extinguiese, estaba seguro de haber
reconocido
aquel eco mental.
Y eso era lo más desconcertante…
Génova es una ciudad de contrastes. Desde la extrema pobreza en los callejones empedrados y los sucios bares de los barrios portuarios, hasta los grandes y lujosos apartamentos que miran a las calles desde amplias ventanas y espaciosos balcones; desde las inmaculadas piscinas de los ricos hasta las playas sucias y manchadas de petróleo; desde las sombrías, claustrofóbicas y laberínticas callejuelas de las entrañas de la ciudad hasta las aireadas y proporcionadas
stradas y piazzas
, el contraste es evidente en todas partes. Elegantes jardines lindan con montañas de hormigón; el relativo silencio de los suburbios residenciales selectos es roto en dirección a la ciudad por el estruendo del tráfico, que no mengua en toda la noche, y el aire dulce de los altos niveles cede el paso al polvo y a los vapores azules de los tubos de escape en los barrios bajos congestionados y privados de sol. Construida en la ladera de una montaña, los niveles de Genova son muchos y vertiginosos.
La sede del servicio secreto británico estaba en un enorme ático de un bloque imponente que daba al Corso Aurelio Saffi. En la parte delantera, de cara al mar, el edificio tenía cinco pisos de alto techo sobre la calle; en la parte de atrás, debido a que los cimientos estaban hincados en la cima de una roca, con el edificio encaramado en su borde, había un segundo nivel de tres pisos, más hondo. El aspecto, desde los balcones de atrás, de bajas barandas, era de vértigo, sobre todo para Jason Cornwell, alias «Mr. Brown».
Génova, domingo, nueve de la noche. Pero en Rumania, Harry Keogh estaba todavía hablando con los cazadores de vampiros en su
suite
de Ionesti, y pronto saldría de allí para seguir el hilo de su vida en el futuro próximo y en Devon, y Yulian Bodescu continuaba preocupado por los hombres que lo estaban observando y preparaba un plan para descubrir quiénes eran y qué pretendían. Pero aquí, en Génova, Jason Cornwell estaba sentado en su sillón muy rígido y con los labios apretados, y observaba cómo empleaba Theo Dolgikh un cuchillo de cocina para desprender el mortero estropeado de las piedras de la ya peligrosa pared del balcón. Y el sudor sobre el labio superior y en las axilas de Cornwell tenía poco o nada que ver con la atmósfera pegajosa y sofocante de Génova en verano.