—¿Que estudia? —murmuro.
—La lucecita fina que emite. La he sometido a refractómetros y radiómetros espectrales para analizar sus componentes, pero es difícil.
—¿Por que? ¿Por que tiene que mover los aparatos a su alrededor?
Ping volvió a reírse.
—Si, por eso también, pero me refiero a que me esta ocurriendo lo mismo que a usted. No acaban de encajar las piezas.
Crane cruzó los brazos y se apoyó en el aparato, muy voluminoso.
—Cuénteme, cuénteme —dijo.
—Con mucho gusto. Los únicos que se interesan de verdad por los centinelas son los científicos. El resto solo tiene ganas de llegar al filón. A veces creo que me asignaron este trabajo tan insignificante solo por que Korolis no quiere que moleste. Me trajeron para programar los ordenadores científicos, no para manejarlos.
El tono de Ping delataba su amargura. ≪Así que Korolis la ha apartado de un trabajo importante y la ha relegado a este laboratorio de mala muerte —pensó Crane—, donde malgasta su talento en teorías y mediciones secundarias…≫.
—¿Por que? —preguntó—. ¿Korolis no se fía de usted?
—Korolis no se fía de nadie, y menos si estudio en la Universidad Politécnica de Pekín. —Ping se levantó, se acercó y señaló el objeto flotante—. En fin… Ve el rayo que emite? Parece que no se mueva, verdad? Pues cuando se procesa resulta que tiene unas pulsaciones increíblemente rápidas, más de un millón por segundo.
—Si, ya me lo comento Asher.
—Otra cosa: ¿verdad que parece luz normal?
—Si, muy blanca pero si.
—Pues dista mucho de serlo. De hecho es una paradoja. Prácticamente todos los test que he hecho han arrojado resultados anómalos.
—Pero ¿la luz no es luz?
—Es lo que pensaba yo, pero mis test están demostrando lo contrario. Le daré un ejemplo: ¿ve el aparato donde esta apoyado? Es un espectrógrafo.
—Nunca había visto uno tan grande.
Ping volvió a sonreír.
—Bueno, digamos que es un espectrógrafo fotoeléctrico muy especial, pero hace lo mismo que los demás, aunque mucho más deprisa y con mucho más detalle. Sabe como funciona un espectrógrafo?
—Divide la luz en las longitudes de onda de las que esta compuesta.
—Exacto. La materia, cuando se ioniza (por ejemplo a causa del calor), desprende luz. Los diferentes tipos de materia despiden distintos tipos de luz. Se llaman ≪emisiones de líneas≫. El espectrógrafo puede reconocerlas y clasificarlas. Para los astrónomos son muy importantes, por que pueden determinar la composición de una estrella estudiando sus emisiones de líneas.
—Siga.
—Use este espectrógrafo para analizar el rayo de luz que emite esta cosa y aquí tiene el resultado.
Ping se volvió, cogió una hoja y se la dio a Crane, que la leyó. No vio nada inhabitual. Mostraba una línea errática llena de picos y valles que cruzaba la página sinuosamente de izquierda a derecha. Pensó que no se diferenciaba mucho de un electrocardiograma.
—No se mucho de espectroscopia fotoeléctrica —dijo—, pero no veo nada raro.
—No seria raro para una estrella lejana, pero para este objeto tan pequeño? Es tan raro que parece imposible. —Señaló varios picos muy pronunciados—. Esto son líneas de absorción.
—¿Y que?
—Pues que solo aparecen espectros de absorción cuando hay algo delante de la estrella que se mira, una nube de gas o algo que bloquea una parte de la luz y absorbe longitudes de onda especificas. Un rayo de luz que esta en la misma sala que la persona que lo analiza nunca daría un resultado así.
Crane volvió a mirar el grafico, frunciendo el entrecejo.
—¿Que quiere decir, que el tipo de luz que emite este objeto solo puede verse desde una estrella lejana?
—Exacto. El espectro de luz que desprende este centinela es esencialmente imposible.
Crane devolvió la hoja a Ping en silencio.
—Solo es una de las muchas paradojas que he descubierto sobre esta criatura. Cada prueba que hago arroja resultados incomprensibles. Es fascinante, y a la vez frustrante. Por eso me moleste en usar un espectrógrafo, por que ya que es un instrumento que usan los astrónomos supuse que seria seguro. —Ping sacudió la cabeza—.Luego están los componentes físicos. Para empezar, ¿por que emite un rayo de luz? ¿Y se ha fijado en que el rayo siempre va en la misma dirección, hacia arriba, se gire como se gire el objeto?
—No, no me había fijado.
Crane cogió el objeto flotante y lo giro en su mano, ligeramente distraído. A pesar de que el objeto cedía a la suave presión de sus dedos, el rayo se quedó en su sitio, firme como una roca, apuntando en todo momento al cielo, mientras su punto de origen se deslizaba suavemente por la superficie en rotación. El tacto del centinela era frio, extrañamente resbaladizo.
—Que curioso! —dijo—. La luz siempre parte de la misma posición relativa, independientemente de su orientación en el espacio. Es como si toda la superficie tuviera la capacidad de iluminar. —Miró atentamente el centinela. Seguro que eran imaginaciones suyas, pero parecía más caliente que antes. Miró a Hui Ping—. Me gustaría saber si…
Enmudeció de golpe. Ping se había apartado, con una expresión de susto y miedo.
—¿Que ocurre? —preguntó Crane.
La doctora Ping retrocedió y se colocó detrás de otro gran aparato.
—Guantes… —dijo con voz ahogada.
De pronto Crane se dio cuenta de que las yemas de sus dedos estaban tan calientes que casi le dolían. Apartó enseguida la mano y soltó el centinela, que volvió a ocupar su posición en el centro exacto de la sala.
Lo contemplo, inmovilizado por el miedo. Ping solo había dicho una palabra, pero su significado se abrió camino en la conciencia de Crane como un cuchillo:
≪Nunca lo ha tocado nadie sin guantes…≫.
La quemazón iba rápidamente en aumento. Sintió que se le aceleraba el pulso y que se le secaba la boca. Acababa de cometer un pecado capital, el error más garrafal en el que podía incurrir un novato. Y ahora…
No pudo seguir pensando, por que justo entonces se disparó una bocina muy fuerte y se oyeron chirridos de metal. Eran los orificios de ventilación, que se habían cerrado en todo el laboratorio. También se apagaron las luces del techo, sustituidas por una luz roja de emergencia.
Ping había pulsado el botón de emergencia de la pared; los había dejado encerrados.
Crane se quedó petrificado. Parecía que la bocina hiciera temblar las paredes. Las luces de emergencia bañaban el laboratorio de color rojo sangre.
Que había ocurrido? Había tocado el aparato extraterrestre… y al tocarlo había desencadenado alguna reacción. ≪Dios mío —pensó en un momento de pánico—, ¿me abre contaminado? ¿Habré recibido algún tipo de radiación alfa o de neutrones? ¿En que dosis? ¿Y como podre…?≫.
Intentó enfrentarse al miedo, pensar con lógica y dejarse de conjeturas. ≪Como se trata una exposición parcial?≫.
Se apartó del objeto, que seguía flotando.
—Un baño! —exclamo—. !Necesito enseguida un baño salino!
Al mirar a Hui, vio que estaba inclinada hacia los aparatos; le decía algo que la bocina le impedía oír.
—¿Que?
Más gritos y gesticulaciones.
—¿Que? —repitió Crane con todas sus fuerzas.
Hui se volvió y pulsó un botón de la pared. La alarma se corto en seco. Poco después volvió la luz normal.
—He dicho que no pasa nada! —exclamo ella—. !Solo son infrarrojos!
Crane se la quedó mirando.
—¿Infrarrojos?
—Si. Acaban de salir los resultados en esta consola. El indicador ha empezado a emitir luz infrarroja nada más tocarlo usted. —Ping volvió a mirar los instrumentos. Después los rodeo para acercarse a Crane con un contador Geiger portátil, que deslizo por la parte delantera de su cuerpo hasta llegar a los dedos—.Solo aparecen los valores que hay en todo el Complejo.
En ese momento Crane oyó voces y golpes en la puerta. Hui se volvió, se acercó deprisa a una consola de comunicación y cogió un auricular.
—Soy la doctora Ping —dijo—. Falsa alarma. Repito, se ha disparado la alarma por error.
La voz que respondió era incorpórea, mecánica, sin entonación.
—Introduzca el código de validación.
Hui pulsó una serie de números en un teclado.
—Código de validación verificado —dijo la voz—. Fin de la alerta.
Las tapas de los orificios de ventilación se retiraron con otro ruido metálico; nuevamente entro aire fresco en el laboratorio. Hui desactivo el mecanismo de cierre de la puerta y la abrió. Los dos marines, que habían estado aporreándola, casi se cayeron.
—Falsa alarma —dijo ella con una sonrisa deferente, asintiendo con la cabeza—. Siento mucho las molestias.
Los marines miraron el laboratorio con recelo, sin bajar los rifles. Hui siguió sonriendo y asintiendo. Al cabo de un momento, tras una ultima mirada a Crane, ambos se retiraron a sus puestos, uno a cada lado de la puerta. Hui volvió a cerrarla y se giro hacia Crane, con una sonrisa tenida de vergüenza.
—Lo siento —dijo.
—¿Como que lo siente? !Si acabo de cometer una equivocación que abochornaría hasta a un colegial!
—No. Creía que estaba al corriente de la normativa y he reaccionado exageradamente. Supongo que… que aquí abajo estamos todos un poco tensos; según las pruebas que hemos realizado, estas cosas son inertes y benignas, pero de todos modos.
No termino. Estuvieron un rato en silencio. Crane exhalo despacio, sintiendo que su corazón se calmaba. Aun notaba un cosquilleo en las yemas.
Hui se había quedado pensativa.
—De hecho —dijo despacio—, creo que puede haberme hecho un favor, doctor Crane.
—¿En que sentido? —preguntó Crane, frotándose las yemas con gesto ausente.
—Me ha dado algo más que analizar, por que ahora el indicador emite dos tipos de radiación electromagnética.
Crane la miró.
—¿Quiere decir… ?
—Si. —Hui señaló los aparatos—.Todavía genera infrarrojos, además de luz visible.
Crane se acercó otra vez al objeto, pero con más precaución que antes. Flotaba luminoso ante su vista, con un leve temblor en las esquinas, como las líneas inconstantes y frágiles de un espejismo.
—Por que será? —murmuro.
—Esa es la cuestión, .no cree, ¿doctor Crane?
Crane lo escrutó.
—No estará relacionado con el método de propulsión?
—Parece muy poco probable.
—¿Un mecanismo de autodefensa?
—¿Para obligarle a soltarlo? Tampoco es probable. Dada su complejidad, debería de tener algún modo más eficaz de protegerse. Además, ya intentamos agujerear uno, pero son inmunes a todo lo que les echamos encima. Sus dedos no podrían ser un gran peligro.
Crane camino alrededor del centinela frunciendo el entrecejo. Aun temblaba ligeramente tras el susto. Cogió una probeta de plástico, la acercó muy cuidadosamente al objeto flotante, lo introdujo en ella y cerro el tubo con un tapón de goma roja. Observo su contenido. La pequeña entidad flotaba en el centro exacto de la probeta, completamente ajena a su entorno.
—Asher cree que se trata de algún tipo de mensaje —dijo—,y que las pulsaciones luminosas son un código digital.
Hui asintió.
—Es una conclusión lógica.
—Me gustaría saber como esta —dijo Crane, como si hablara consigo mismo.
Se sentía culpable por no haberse puesto en contacto con el director científico. La última conversación la habían tenido en su camarote, justo antes de que irrumpiesen Spartan y sus marines.
Desde entonces, Crane había estado tan ocupado que sencillamente no había tenido tiempo de llamarlo ni de buscarlo.
—Voy a mandarle un e-mail —dijo Ping.
Se sentó y empezó a teclear. Después de una pausa, frunció el entrecejo y siguió tecleando.
—Que raro… —dijo.
—¿Que? —preguntó Crane, acercándose.
—La red no responde. —Ping señaló la pantalla—. Mire: ≪Se excedió el número máximo de paquetes enviados≫.
—¿Con que tipo de red trabaja?
—Inalámbrica estándar 802.1 lg, la misma que usa todo el Complejo. —Hui introdujo algunas órdenes más—. Mire, otra vez lo mismo.
—En el centro médico nunca he tenido problemas para conectarme.
—A mi es la primera vez que me ocurre. Hasta ahora era muy fiable. —Hui tecleo otra vez las mismas órdenes—. Bueno, a la tercera si que ha entrado el mensaje.
Crane seguía pensando.
—Que frecuencia usa una red inalámbrica 802.1 lg?
—5,1 gigahercios. ¿Por que? —Hui se volvió a mirarle, dando la espalda a la pantalla del ordenador—. No lo dirá por…
—¿Por que haya alguna interferencia? Buena pregunta. Tiene algún otro aparato de 5,1 gigahercios en el laboratorio?
—No. En esa frecuencia solo emite la red inalámbrica.
La voz de Hui tembló. La científica y el médico se miraron.
Al cabo de un momento, como si hubieran tenido la misma idea, se volvieron hacia el pequeño indicador que flotaba serenamente en la probeta de la mano de Crane.
Hui se levantó de la silla, se acercó a una de las mesas del laboratorio y buscó entre varios instrumentos de medición. Cuando encontró un analizador se acercó al objeto flotante, puso delante el analizador y miró la pantallita.
—Dios mío… —dijo—. También emite en 5,1 gigahercios.
—Se comunica en tres frecuencias —dijo Crane.
—Que sepamos, aunque ahora apostaría lo que fuera a que hay más. Tal vez muchas más.
—¿Esta segura de que es un fenómeno nuevo?
—Segurísima. Antes lo único que había era el rayo de luz visible.
Crane miró fijamente el pequeño objeto flotante.
—¿Que cree que ha ocurrido? —murmuro.
Ping sonrió de una manera extraña.
—Parece que lo ha despertado, doctor Crane.
Volvió a su mesa, se sentó y empezó a teclear como una posesa.
—¿Filtros de C02?
—Comprobados.
—¿Servomotor y control de suspensión?
—Comprobados.
—¿Estado del deflector?
—Perfecto.
—Indicadores de orientación inercial?
—En verde.
—¿Cierre magnético?
—Al máximo.
—¿Sensor de temperatura?
—Comprobado.
Thomas Adkinson se volvió hacia su tablero de instrumentos para aislarse del toma y daca inquisitorial entre el piloto y el ingeniero. En su tablero todo estaba verde; los brazos robot de la parte inferior de la Canica estaban preparados para empezar a funcionar.